Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

18 de diciembre de 2016

Feliz 2017

Pasan los años rápido, rápido; más de lo que quisiéramos, probablemente. Pero no importa, tenemos por delante uno nuevo por estrenar, lleno de lugares por explorar, vivencias que guardaremos en el baúl de los recuerdos imprescindibles, y gente con la que compartirlos. Os deseo un dos mil diez y siete abarrotado de satisfacción y alegría.


14 de diciembre de 2016

Un nuevo cumpleaños

Pasan los meses y los años más rápido de lo que quisiéramos y antes de que me haya dado cuenta este blog ha cumplido un nuevo aniversario. Hoy día catorce ponemos cinco velas sobre la tarta. Pocas todavía, lo sé, pero pasito a pasito va creciendo; darle tiempo. Las doce fotografías que os dejo en esta quinta celebración rompe de nuevo con la deriva que va tomando Cuaderno de un Nómada en los últimos tiempos hacia una fotografía casi exclusivamente de fauna, y en vez de presentaros bichos de pluma y pelo, os dejo una docena de tomas de Londres, realizadas en nuestro viaje estival por el Reino Unido que habéis podido leer en entradas anteriores. Doce tomas, doce fotografías de doce momentos callejeando por esta ciudad cosmopolita y multicultural. Doce imágenes para doce meses.













7 de diciembre de 2016

La primera gran nevada

El pronóstico para mañana miércoles es de nieve en todo el Sistema Central. Para el jueves también, así como para el viernes y el sábado. Y para el domingo las previsiones anuncian más de lo mismo. Ese es entonces nuestro día.

Alcanzamos el final de la carretera ya con cadenas y nos equipamos contra el poco frío que hace y para la mucha nieve que nos espera. Lo primero será localizar algún rebaño de cabra montés (Capra pyreanica victoriae), lo que nos cuesta unas horas de patear abriendo huella en la nieve profunda y húmeda. No hace frío y la nieve está empapada. De hecho, a ratos incluso llueve ligeramente, o cae aguanieve o minúsculos cristales poco o nada vaporosos. Hubiera sido perfecto el día si el frío se hubiera presentado intenso y la nieve cayera lentamente en forma de grandes copos. Pero hoy no será así.

Localizado por fin un rebaño, lo alcanzamos sin prisas, pausadamente, dejándonos ver con mucho cuidado y antelación para no espantarlo y ver así cómo de un plumazo se nos terminan las oportunidades de toda la jornada. Una vez junto al rebaño, pasamos las siguientes horas en su periferia, buscando las ubicaciones fotográficas que nos permitan realizar tomas representativas. Si no hay que subestimar nunca los peligros de la montaña, menos aún cuando la capa de nieve tapiza y lo cubre todo, ocultando agujeros, hielo o piedras resbaladizas. Esto nos obliga a extremar las precauciones, dando pequeños rodeos, necesarios para esquivar cualquier roquedo sobre los que en otras circunstancias hubiéramos transitado sin miramientos. Por otro lado, desde un punto de vista fotográfico, la gran luminosidad que el manto blanco proporciona contrarresta la capa de nubes bajas que cubre la sierra y que, de lo contrario, nos hubiera obligado a tirar de ISO.




Sabemos que esta va a ser probablemente la última sesión que dediquemos al celo de la cabra montés esta temporada. Los machos están poco activos, pero, no obstante, algunos nos muestran su típico ritual. Por muchas veces que lo veamos siempre será un espectáculo contemplarlo. Tal parece que nunca me cansaré de observar a estos magníficos ejemplares.

Muchas veces, cuando estoy delante de alguno de estos negros machos en celo, pienso en lo lejos que estoy como fotógrafo de realizar sesiones a la berrea del ciervo -ni buenas ni malas- ya que en donde yo vivo y por los lugares que yo me suelo mover no existe la oportunidad. Y se me viene a la cabeza porque ciervos y cabras monteses tienen en común un par de cuestiones que los ha convertido en centro de interés para el hombre desde hace siglos. Una de ellas es que el macho de ambas especies es un animal potente, de porte arrogante y espectacular, siempre identificado con la nobleza y la belleza; mientras que la segunda cuestión compartida deriva de que sus respectivos celos constituyen momentos únicos en la vida de nuestra fauna ibérica, con un denominador común: sus brutales y, a veces, agotadores combates. Ningún otro animal peninsular nos proporciona espectáculos similares al del celo de estos dos herbívoros. Por eso, disponer de la oportunidad de ser espectadores cercanos de este momento en la vida de las cabras, supone para mi una verdadera fortuna, consciente de que respecto del ciervo y su berrea me tendré que resignar.



Volviendo a la cabra montés, y aunque el período de celo está ya avanzado, aún restan unas semanas de cortejos y cópulas hasta entrado diciembre. Sin embargo, nuestro verdadero objetivo hoy no será tanto la fotografía del cortejo (no es mi intención aburriros ya más con este período de su ciclo biológico), como fotografiar a estos animales en un ambiente alpino, verdaderamente riguroso, de alta montaña, descriptivo de una etapa anual en sus vidas que pocas veces vemos fotografiada. Para el rebaño representa un período del año duro, difícil, en el que no todos tendrán un buen final. No pocos ejemplares viejos o enfermos, o incluso los jóvenes del año nacidos tarde durante la temporada de partos, sucumben ante la crudeza del invierno, con sus bajas temperaturas, escasez de horas de luz, lluvia, viento y nieve. La vida es dura en la alta montaña y los débiles simplemente no verán la próxima primavera.







Tras unas horas acompañando al rebaño, recogemos el equipo satisfechos con la sesión pero pensando ya en aprovechar alguna nueva oportunidad, sin duda ya en la próxima temporada, en la que la nevada y el intenso frío -e incluso la ventisca, ¿por qué no?- nos proporcionen imágenes más invernales si cabe, con grandes copos, y sensaciones verdaderamente alpinas. Nos despedimos, pues, de los grandes machos por esta temporada. Esperemos vernos pronto, solo en unos meses, cuando los piornos en flor tapicen de amarillo estas sierras, ahora blancas.