Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.
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27 de febrero de 2023

Pajarines, II

No menos familiar y cercano que el anterior es nuestro siguiente protagonista: el petirrojo (Erithacus rubecula). Flexibilidad, eso es lo primero que imagino cuando veo a este pajarillo que tantas veces habremos visto zascandilear en parques y jardines, rebuscando no solo los insectos que representan la base de su dieta, sino también los posibles restos de comida que nosotros, los humanos, podemos descuidar en ellos. Este paseriforme se adapta sin complejos a las circunstancias e intenta obtener provecho de ello. De ahí que se me venga a la cabeza la flexibilidad ecológica que demuestra tener, cuando igual lo observamos a nuestro lado como en alejadas masas forestales.


Si nos fijamos atentamente en la frente del petirrojo que vemos en las siguientes fotos comprobaremos que la tiene mojada, aunque dejaremos primero el recorte de un detalle para que se observe sin dificultad. 


Se debe a que este adaptable pajarillo de bosques y zonas arboladas alternaba la búsqueda de algo que llevarse a la boca en tierra firme con la captura de larvas de trichópteros próximas a la superficie del agua, junto a la orilla del arroyo. Estas larvas conforman buena parte de la dieta de, por ejemplo, el mirlo acuático, y son esas pequeñas larvas que se sujetan a las piedras de los lechos de los ríos envueltas en una especie de funda de arena que ellas mismas fabrican y que, como unas minúsculas cápsulas, les sirven de camuflaje y protección. Si alguna de estas larvas acuáticas cometía en aquel lugar el error de acercarse demasiado a la superficie del agua junto a la orilla ... pues tenía muchas papeletas de acabar formando parte del desayuno de aquella pequeña bolita de plumas.




Aunque sea eminentemente insectívoro, no hará ascos a otro tipo de alimentación, especialmente durante el otoño o el invierno, cuando diversos frutos del bosque se vuelven importantes en su dieta; zarzas, espinos, rosales silvestres, madroños, etc. les aportan buenas cantidades de energía en esos momentos. El resto del año no será raro verlo por el suelo en pos de sus pequeñas capturas (hormigas, larvas, gusanos, arañas, ...), tanto en zonas arboladas, áreas recreativas o merenderos en plena naturaleza, como a nuestro lado, en el interior de las mismas ciudades y pueblos, donde ocupará jardines, parques y huertos.

25 de enero de 2019

¿Para qué sirven las aves?

Ese es el título del libro publicado por Antonio Sandoval Rey en septiembre de dos mil doce, y cuya cuarta edición vio la luz a finales del diez y siete. Con mucho retraso, por lo tanto, cayó en mis manos en las postrimerías de diciembre pasado y no tardé demasiados días en comenzar a leerlo y menos aún en rematarlo. Es igual, no importa haber tardado tanto, lo que cuenta en sus páginas ha sido, es y será actualidad por siempre. "¿Para qué sirven las aves?" es mucho más que un compendio de historias, anécdotas y curiosidades narradas desde los acantilados, marismas y dunas costeras de una esquina de la provincia de La Coruña, y es también mucho más que la narración de una parte importante de la historia de la ornitología gallega. Es el resultado de la pasión que siente uno de tantos naturalistas de este país por las aves, uno más de tantos que luchan por su estudio, divulgación y protección, uno más de los muchos ciudadanos de a pie que se vuelven imprescindibles por su implicación en la conservación del mundo natural y salvaje que nos rodea. Este libro es el resultado de intentar explicarse así mismo para qué sirve su pasión por las aves, y de explicar, por añadidura, a la sociedad, para qué sirven esos seres emplumados que vemos alrededor nuestro constantemente. Es, por extensión, un intento de explicar para qué sirve la propia naturaleza que tanto maltratamos y a la que, sin embargo, pertenecemos y de la que dependemos.

Aunque podría acompañar esta entrada con fotos de uno de esos araos, alcas, cormoranes o alcatraces de los que tanto habla Antonio Sandoval en las páginas de su libro, he preferido hacerlo con este pequeño personaje que, como una pequeña bolita emplumada, nos acompaña en numerosos jardines y setos no solo en las cercanías de la costa, sino por toda la península. Y qué mejor lectura para comenzar el año que una que nos hable de aves, de vuelos, de plumas y colores. De libertad y belleza. De seres que nos rodean y nos acompañan cantándonos a los cuatro vientos con sus trinos y reclamos para qué sirven. Como este, nuestro familiar petirrojo (Erithacus rubecula).