El viejo Seat 1500 de Félix recorría las carreteras bacheadas del norte de la provincia salmantina. En él viajábamos con despreocupación dos familias del bloque donde residíamos, con destino a unos encinares perdidos para pasar, como muchos otros domingos, una jornada en el campo. Con seguridad iríamos ese día en el vehículo más de los permitidos, pues entre las dos familias sumábamos siete personas. ¡En fin! En un momento dado, el elegante "tanque" se acerca peligrosamente a un pájaro que aparece posado en la carretera y que, al revés de como reaccionaría cualquier ave de un modo natural, no levanta el vuelo cuando nos acercamos. El pequeño animal desaparece bajo el morro del vehículo agazapado contra el asfalto cuando nosotros pasamos justo por encima y ... Miramos para atrás y ahí sigue, aterrorizado. Paramos el vehículo y lo recogemos. Lleva un ala medio colgando, no vuela quizás por el impacto contra otro vehículo que circulara por aquella carreterucha antes que nosotros. El resto del día lo pasé con él. No hacía ni amagos de huir, supongo que por la tensión y el estrés que estaba soportando. Estaba el pobre animal paralizado.
Tras pasar la jornada campera de rigor, regresamos a nuestras casas. Pero con nosotros se vino la pequeña cogujada común (Galerida cristata).
Contra todo pronóstico, el animal se adaptó sin mucho problema y pasó a formar parte de los recuerdos de mi infancia. Pasó semanas y quizás unos pocos meses (mi memoria ya no me da para tanta precisión) en la terraza de mi casa, hasta llegar el invierno. No recuperó nunca la capacidad de volar, pero comía de mi mano sin problema y aún recuerdo como si fuera ayer que al acabar el grano que yo le ofrecía, él picoteaba con insistencia el pequeño lunar que aún se me aprecia en la palma de mi mano diestra.
De plumaje modesto y críptico donde las haya, las cogujadas comunes me traen siempre viejos recuerdos de mi infancia. Siempre lo harán.
¡ Que bonitos recuerdos ! mis recuerdos son las tórtolas. Besitos.
ResponderEliminarSin lugar a dudas, los recuerdos de la infancia nos dejan una impronta que nos marcan para el resto de nuestras vidas. Seguro que también son imborrables recuerdos los de tus tórtolas.
EliminarUn beso.