Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.
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15 de octubre de 2015

Apocalipsis

Separo el ojo del ocular un momento, levanto la cabeza y veo repentinamente el mundo del revés. Es como si estuviera sumergido muchos metros en el mar mirando hacia arriba. Flotando, miro desde las profundidades cómo la superficie del agua se balancea amablemente, dibujando líneas alargadas, suaves y ondulantes.

Sujeto el trípode fuertemente por debajo de la rótula con la cámara montada y salgo disparado como por efecto de un resorte. Paso corriendo al lado de la furgoneta -donde mi familia espera paciente al abrigo del aire- y desaparezco tras una vieja construcción. Se me quedan mirando sorprendidos, preguntándose qué mosca me ha picado, y acto seguido Pablo arranca su cámara del asiento y abandona a toda prisa el vehículo protector sin saber aún qué me ha llamado tan poderosamente la atención, pero intuyendo que merecerá la pena al verme correr y cruzar la carretera como alma que lleva el diablo. Tras la vieja casa me ve corriendo de un lugar a otro buscando un ángulo mejor, una composición o un motivo que situar en primer plano; algo con lo que componer esa extraña superficie del mar vista desde las profundidades. Nos da tiempo a hacer apenas seis o siete fotografías antes de que las fluidas superficies desaparecen de la misma forma que llegaron.

¡Lástima de sitio! ¡Si lo llegamos a pillar con un buen primer plano con el que componer la escena...!