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30 de noviembre de 2020

Y sigue el goteo ...

 ... de ejemplares muertos de oso pardo (Ursus arctos) en nuestro país. Coincidiendo con la temporada de caza dos hembras de oso han caído el mismo día bajo los disparos de sendos cazadores, una en los Pirineos y la otra en la montaña palentina.


La osa Sarousse lo hizo ayer domingo 29 de noviembre en un valle del Pirineo oscense, lo que suma el tercer ejemplar de esta especie muerto en esta cordillera en lo que llevamos de año, tras la muerte el 9 de abril en extrañas circunstancias del macho Cachou en la vertiente española y de otro ejemplar más en la vertiente francesa con varios disparos de arma de fuego. Cabe reseñar que el miércoles 18 de noviembre, siete meses después de la muerte de Cachou, fue detenido y posteriormente puesto en libertad con cargos un agente forestal del Conselh Generau d'Aran acusado de un delito contra la fauna, otro de prevaricación y uno más de revelación de secretos, relacionados con la muerte de dicho animal, algo que tiene pocos precedentes en nuestro país, donde siempre ha salido gratis matar a esta especie. La muerte de este último ejemplar de oso en los Pirineos, la vieja osa conocida como Sorousse, tuvo lugar durante el transcurso de una batida al jabalí, modalidad cinegética que se ha demostrado en ya demasiadas ocasiones trágica para la especie, pero que se sigue practicando sin remordimiento alguno en todo nuestro territorio nacional, independientemente de que se conozca en la zona la presencia de las especies protegidas más emblemáticas de nuestra fauna, como en el caso de los propios osos pardos en el norte de nuestra geografía, o de linces, buitres negros, águilas imperiales, reales o perdiceras en el resto de la península, e incluso durante la temporada reproductora. Nunca nos cansaremos de criticar abiertamente estas modalidades cinegéticas debido al estrés brutal que provoca en todas las especies animales que puedan vivir en la zona sobre la que se practica la batida, el gancho o la montería.


Por su parte, también caía ayer víctima de otro cazador una hembra de oso pardo del reducido núcleo oriental de la especie, en el término municipal de Cervera de Pisuerga -en la montaña palentina-, durante el transcurso de otra cacería al jabalí, ¡cómo no!, la enésima que acaba de esta trágica manera. Y esto sucedió a pesar de que en esta ocasión la partida de caza estaba acompañada por dos celadores ambientales y un miembro de la Patrulla Oso de la Junta de Castilla y León, lo que parece indicar que alguna sospecha de la presencia de ejemplares había, aunque la Junta haya anunciado que en los días previos se rastreó la zona y no se había podido constatar este hecho. Yo, personalmente, no me lo creo dado el historial que arrastra tras de sí la siempre judicializada Junta de Castilla y León en materia medioambiental, y la lamentable trayectoria que ostenta del más profundo desprecio a nuestro patrimonio natural.

Este nuevo suceso ocurre en uno de los sumideros de osos pardos más vergonzosos de nuestro país: la Reserva Regional de Caza de Fuentes Carrionas, donde en las últimas décadas no han dejado de aparecer cadáveres de osos muertos por disparos y veneno a pesar del pequeño número de individuos con que cuenta, que durante varias décadas estuvo limitado a dos o tres decenas. La diferencia en el número de ejemplares muertos en este núcleo oriental -que cuenta con unos 50 ejemplares en la actualidad- es muy poco significativa respecto de los osos muertos en el vecino núcleo occidental, que mantenía una población de aproximadamente 280 ejemplares en 2018. Es verdaderamente escandaloso que Parques Naturales como este de Fuentes Carrionas y Fuente Cobre-Montaña Palentina, sean a la vez Reservas Regionales de Caza, en donde la muerte de la fauna por diversión se prioriza sobre el uso conservacionista del mismo espacio físico. No hay palabras para explicar este sinsentido y debería sonrojar a la propia Consejería de Fomento y Medio Ambiente si tuvieran un mínimo de dignidad. Y ya que estamos con este asunto, no estaría demás que, al igual que a los cotos privados de caza se les sanciona con un número determinado de temporadas sin poder realizar actividades cinegéticas cuando en su interior se cometen delitos contra la fauna, como por ejemplo el uso del veneno, a las propias Reservas Regionales de Caza se les aplicara un protocolo similar cuando en su interior ocurren sucesos tan graves como el de Fuentes Carrionas.


Este espacio natural protegido se ha convertido desde hace muchas décadas en un territorio muy peligroso para el oso (y otros animales como el lobo), donde la caza por diversión y el furtivismo están realizando estragos en la reducida población osera del núcleo oriental. Cuando el ejemplar muerto es además una hembra, la gravedad se multiplica exponencialmente, representando un duro golpe para su recuperación. Y esto es así por la desproporcionada relación que existe en la subpoblación oriental entre machos y hembras. La sex ratio se inclina abrumadoramente a favor de los machos respecto del género opuesto. En las últimas temporadas se han venido reproduciendo del orden de seis osas en este núcleo, lo que representa un porcentaje muy pequeño con respecto del número de machos existente. Esto tiene dos consecuencias directas: en primer lugar el alto riesgo de infanticidio que emana de la gran densidad de machos dispuestos a aparearse con tan pocas hembras, derivando en un evidente menor éxito reproductor. Y en segundo lugar, dificulta la expansión de su área de distribución, impidiendo así la deseada conexión con la subpoblación occidental que evitaría los riesgos de la consanguinidad. Esto sucede por la marcada "filopatría" que presentan las hembras de esta especie, que hace que las osas jóvenes se queden en las proximidades de sus lugares de nacimiento una vez alcanzada la madurez sexual, provocando una gran lentitud en la ampliación de su área de distribución.


Pero no nos engañemos, el problema que la práctica de la caza acaba provocando en la población osera de la Cordillera Cantábrica y el furtivismo desaforado que encontramos en ambas vertientes montañosas, ocupadas por ya demasiadas Reservas Regionales de Caza (las de Fuentes Carrionas, Riaño y Mampodre en Castilla y León, y hasta 11 más en la vertiente asturiana que afectan a prácticamente la totalidad de la vertiente norte de la cordillera, casi sin interrupción) perjudica por igual a los dos núcleos oseros, como ya vimos en una entrada del blog publicada este verano y titulada "Osos: venenos, lazos y tiros". Nos encontramos ante un problema sistémico en la cordillera, donde caza y furtivismo están íntimamente ligados a esta magnífica espina dorsal, y en donde limitar la primera y luchar contra el segundo parece hoy en día un objetivo difícil de alcanzar.

Estas dos osas no serán los últimos ejemplares de oso pardo que morirán en nuestras montañas ante la desidia de nuestras administraciones, que se ponen de perfil ante un serio problema de conservación, como si las cuestión no fuera con ellos. Hoy por hoy, tocar la caza parece tarea imposible y perseguir el furtivismo una verdadera quimera.

ÚLTIMA HORA: cuando ya han pasado más de una semana desde que publiqué esta entrada, me hago eco del levantamiento del sumario decretado por la jueza que investiga la muerte del oso Cachou, para lamentar que el delito fue premeditado y estudiado con detenimiento. Este caso ha puesto de manifiesto la existencia hasta de un grupo de WhatsApp denominado Plataforma Antioso compuesta por un gran número de personajes (llegó a contar con casi 150 miembros), algunos de los cuales incluso tenían o habían tenido (como el detenido) cargos de responsabilidad en el Consell d'Arán que gobierna en El Valle de Arán, incluido el presunto cabecilla de la trama. Cachou fue envenenado con anticongelante presuntamente por un investigado que trabajaba como funcionario de Medio Ambiente, cuyas funciones eran precisamente el seguimiento de los osos, y que tenía por lo tanto acceso directo a la localización exacta de los animales radiomarcados. Incluso habría bravuconeado en alguna ocasión diciendo que lo envenenaría de esta manera.

Solo esperamos que todo el peso de la Ley recaiga sobre todos los responsables del envenenamiento y sobre sus encubridores.

27 de agosto de 2020

Osos: veneno, lazos y tiros


En los últimos 20 años han muerto envenenados 8 osos pardos cantábricos (Ursus arctos) en el núcleo occidental y 7 en el reducido núcleo oriental, que se suman a los 5 y 7 que respectivamente han caído allí víctimas del gatillo de los cazadores, más los 4 ejemplares muertos por los lazos de los furtivos en el primero de los núcleos mencionados. En total suman 17 bajas en el occidente de la Cordillera Cantábrica y 14 en el oriente. O podemos leerlo de otra manera: 15 osos envenenados, 12 abatidos a tiros y 4 muertos agónicamente en lazos en el área de distribución de la especie en la Cordillera Cantábrica. 31 plantígrados víctimas del furtivismo. Sin duda demasiados. 31 osos muertos (sin contar los heridos) por la acción premeditada de unos pocos delincuentes, ¡y encontrados!, porque esa es otra cuestión: encontrar en el medio de la montaña los restos de los ejemplares afectados por la acción de los furtivos resulta una verdadera quimera en las inabarcables extensiones de denso matorral y bosque que tapizan esta región. Encontrar una aguja en un pajar sería más sencillo.


Estas cifras son solo la punta del iceberg de un problema sistémico en nuestros campos: la persecución continuada que se realiza en ellos de los depredadores. Y es solo la punta del iceberg porque se hace evidente que el número de osos caídos en realidad es muy superior, puesto que no todos los que mueren en la fragosidad del monte son recuperados para su posterior autopsia. Es más, si nos centramos solo en las muertes por envenenamiento se calcula que en España se vienen a recuperar solo el 10% de los animales envenenados. Según un informe de WWF en los 25 años que dura el período entre 1992 y 2017, en España se recuperaron envenenados 21.260 animales, pero se estima que otros 185.000 no fueron encontrados. El uso del veneno en áreas oseras está vinculado de un modo directo a la persecución que en las áreas de montaña con ganadería extensiva y escasas medidas de vigilancia del ganado se viene haciendo contra el lobo, demostrando la incapacidad del sector ganadero de comprender que después de siglos de exterminio implacable matar lobos no es la solución, sino buscar medidas de protección del ganado (los lobos muertos dejan un espacio libre que ocuparán otros lobos, además de que la desestructuración de las manadas obligará a los supervivientes a atacar presas más sencillas de abatir, como lo es precisamente el ganado). La obsesiva persecución del cánido se ha demostrado ineficaz y contraproducente para acabar con el conflicto, pero sigue enquistada en el "modus operandi" del ganadero, muy lejos de admitir que la solución tiene que ir encaminada forzosamente a la protección y vigilancia del ganado, en vez de a la persecución del lobo. Fuera de las áreas montañosas el uso del veneno como método de eliminación de depredadores se vincula de manera directa a la gestión de la caza menor de los cotos de caza.


Al igual que con el veneno, la utilización de los lazos busca la eliminación de los depredadores que el furtivo piensa pueden afectar negativamente a su actividad cinegética. Es innecesario advertir que es otro método ilegal de caza no selectiva que puede afectar no solo a las especies objetivo de la misma (lobos, zorros, garduñas, ...) sino también a animales protegidos y en peligro de extinción (osos, linces, ...), así como domésticos, además de ser un método cruel ya que condena a la víctima a una muerte lenta y dolorosa. Intermitentemente algún oso acaba cayendo en estas trampas inhumanas y aunque no llegan a morir en el momento a veces huyen con el lazo en el cuerpo y con profundas e irreversibles heridas que terminan acabando con sus vidas. 


Así pues, se puede concluir que la persecución ilegal de depredadores mediante veneno, lazos y escopetas va asociada principalmente a las actividades cinegética y ganadera, y solo se puede entender si consideramos que las administraciones medioambientales, los cuerpos de seguridad del estado y la administración judicial no están haciendo las cosas bien para atajarla. Las primeras no adoptan medidas serias preventivas, disuasorias y de persecución y condena del furtivismo, y en muchos casos llegan incluso a servirse de él en la gestión de los cotos de caza y las Reservas Regionales de Caza como modo de control del demonizado lobo ibérico (así como de zorros, garduñas, meloncillos, gatos monteses, etc), que resulta ser más un clavo en el pie, que una especie a proteger. Es más, existe una vinculación obvia entre una parte terriblemente importante de los celadores de caza de estas reservas y la animadversión al gran depredador. La absoluta falta de transparencia y el oscurantismo en la gestión cinegética de las mismas facilita y propicia, cuando no encubre, el furtivismo. Siendo las Reservas Regionales de Caza espacios naturales de gestión pública tendrían que basar su dirección y administración en modelos sostenibles con el medio ambiente y no exclusivamente cinegéticos y económicos, que debían estar siempre supeditados a la conservación del entorno y al uso del espacio por el resto de ciudadanos no cazadores. Se les olvida a los gestores de las Reservas Regionales de Caza que el patrimonio natural donde ellos realizan su actividad venatoria es de titularidad pública, y el modelo de uso del entorno que utilicen siempre tendría que estar sujeto a la sostenibilidad de los ecosistemas. Perseguir son saña a los depredadores no es biológicamente sostenible, ni socialmente admisible. 


En cuanto a los cuerpos de seguridad del estado se hace evidente que faltan medios humanos y económicos, pero aparentemente también nos encontramos en España ante una posible falta de interés: el furtivismo es un tipo de "delincuencia menor" porque no afecta directamente a las personas o a su patrimonio personal, y parece no contar con el suficiente interés en su persecución, lo que se viene a sumar a la intrínseca dificultad de pillar a los furtivos en el momento de delinquir. En el núcleo oriental de la población osera cantábrica no se ha resuelto ni un solo caso de envenenamiento, por ejemplo, y la inmensa mayoría de los casos, no solo de muertes de osos o lobos, sino también de furtivismo sobre especies cinegéticas (cabra montés, corzo, ciervo, rebeco, jabalí), quedan impunes. El mensaje que tienen los furtivos es que el campo es ancho, no hay ojos en él y pueden hacer lo que deseen. Por si fuera poco, las guarderías de las reservas y de los propios cotos de caza persiguen y hostigan a los que nos movemos por el campo con los prismáticos colgados del cuello, evidenciando que los naturalistas somos una molestia en donde la gestión del espacio es cinegética. ¿Por qué será? ¿Será que no les interesa que haya ojos en el campo? Es simplemente indignante la hostilidad con la que muchos trabajadores de las reservas y, desde luego de los cotos, acosan al ciudadano no cazador, expulsándolos a menudo de lugares públicos sin más justificación que el "aquí mando yo y te digo que no puedes estar".


Finalmente en este cóctel explosivo, y por si todo esto fuera poco para darles alas a los furtivos, cuando alguno llega ante un juez las penas no son siempre lo que deberían y hay casos en las que, tras un enorme despliegue policial, las penas o no se ponen o no son lo suficientemente severas como para servir de aviso a navegantes, no se les disuade de seguir haciendo sus fechorías en el monte.


A incriminar a estos delincuentes no ayuda el silencio que encontramos entre las cerradas comunidades rurales. En los pequeños pueblos de montaña todo el mundo se conoce y de sobra se sabe quiénes son los furtivos, pero no se denuncia, bien por miedo a los enfrentamientos personales, o bien por la poca importancia que se le da a este tipo de delincuencia. En palabras de Fructuoso Pontigo, portavoz de la Coordinadora de Ecologistas Asturiasnos, para Diario.es " En Asturias hay una tolerancia indecente ante el furtivo. Las autoridades miran para otro lado y sus acciones en la mayoría de los casos quedan impunes. .../... Aquí todo el mundo sabe quiénes son los que practican el furtivismo pero se hace la vista gorda. .../...", y respecto de la propia comunidad rural dice que "Hay poca concienciación con este asunto, y temor a que se sepa quién es el denunciante". 


Aunque ya han pasado dos décadas desde la elaboración de la Estrategia para la Conservación del Oso Pardo Cantábrico redactada por la Comisión Nacional de Protección de la Naturaleza (CNPN 1999), siguen perfectamente vigentes los temores que en ella se expresaban, donde se podía leer que "Las causas de mortalidad de los osos cantábricos no son adecuadamente conocidas. La información disponible sobre osos muertos es deficiente en cuanto al número de casos conocidos sobre los estimados, a las características de los ejemplares afectados, a las causas finales que provocaron sus muertes, a su distribución espacial y temporal y a la relación con factores que contribuyen a generar riesgo." La realidad es que esto sigue siendo válido en nuestros días, bastantes años después. ¿Cuántos osos mueren en nuestros montañas cantábricas por la acción premeditada del hombre mediante el uso del veneno, los lados o los disparos? No podemos saberlo, pero intermitentemente siguen apareciendo ejemplares con mutilaciones o heridas, o incluso arrastrando lacerantes lazos aún cercenando una parte de su cuerpo. Nadie puede negar que este problema no es nuevo, viene de atrás, y lejos de remitir, parece repuntar. En el Boletín 42 de la Plataforma en Defensa de San Glorio se indicaba ya en 2007 en palabras de Francisco Purroy que "La Junta de Castilla y León autoriza batidas de caza al jabalí en pleno otoño, a pesar de ser contrario al plan de recuperación de la especie", y se podía seguir leyendo que "Para Purroy, una de las grandes amenazas para la población oriental de osos es el uso ilegal de venenos, "alarmante en Palencia", dice. Purroy valora el trabajo de la Junta en cuanto a sensibilización, sobre todo con escolares, pero suspende su gestión cinegética, que autoriza "batidas en áreas críticas de alimentación otoño-invernal". Javier Naves, por su parte, también apuntaba a la gestión cinegética en Castilla y León como "... una de las principales amenazas para la supervivencia del núcleo osero oriental" ya que "... se da prioridad al aprovechamiento económico a la conservación". Pues bien, en 2020 esto no parece haber cambiado.



7 de febrero de 2018

Fotografía y conservación

Quien leyera mi post de 28 de junio pasado, titulado "Más allá de las cifras", comprenderá perfectamente que la actividad cinegética es uno de los grandes problemas a los que a de hacer frente la vida salvaje en España y, por extrapolación, también en casi cualquier otro país del mundo. Sin embargo, se hace evidente que la caza deportiva, aquella que se practica por mera y simple diversión, es solamente uno más de las graves incertidumbres que afectan a la biodiversidad del planeta. Contaminación, sobre-explotación de los recursos naturales, incendios forestales, desertización, calentamiento global, pérdida de hábitats, invasión de especies exóticas, etc. son solo algunas de las formas que toma la destrucción medioambiental relacionada directamente con la acción del hombre, sin lugar a dudas la especie animal más alteradora que nunca haya existido sobre la faz de la Tierra.


Remediar esta deriva a la que arrastramos al planeta se me antoja imposible, toda vez que en mi pesimista fuero interno soy un obcecado convencido de que nuestra delirante especie ya no tiene remedio. Sin embargo, también creo que es nuestra obligación intentar paliar, ralentizar o aminorar la velocidad a la que destruimos nuestra casa, quizás con la vana esperanza de que una lúcida generación futura comience a "pensar" con la cabeza, antes de que la situación sea irreversible.

Bueno, la realidad es que no sé si es nuestra obligación, como decía antes, o si es simplemente por puro egoísmo personal, para así poder morirnos con la conciencia tranquila de que nosotros al menos lo hemos intentado, de que hemos sido más parte de la solución que del problema. Sea como fuere, mientras asistimos impasibles a la sexta extinción masiva del planeta (y no lo digo yo, lo dice más de un científico), causada precisamente por las múltiples acciones combinadas del hombre, desconocemos aún si esa irreversibilidad ya ha llegado para quedarse o de si aún estamos a tiempo de salvar los muebles. Y mientras exista una oportunidad, cada granito de arena que aportemos será de una valiosa ayuda.


Entonces ... ¿cómo girar 180º esa deriva destructiva (y auto-destructiva, no lo olvidemos) en la que nos vemos inmersos? Hay consenso en afirmar que solo hay una forma de hacerlo: cambiar la sociedad. ¡Ahí es nada, eh!. A mí se me antoja imposible, sí, pero... habrá que intentarlo por si acaso no hemos aún cruzado la línea sin retorno, esa en donde ya no hay marcha atrás. ¿Y con qué herramientas contamos entonces para intentar cambiar la sociedad del futuro? pues tampoco descubro nada si hablo del binomio "información-educación". Estas son las dos cuestiones fundamentales para atraer al ciudadano a un cambio de actitud; constituyen la clave. ¿Cuántas veces hemos tirado del mantra, ¡tantas veces repetido!, de que no se cuida lo que no se ama, y no se ama lo que no se conoce? Pues para proteger hay que tener primero información veraz que nos empuje hacia ese cambio de actitud tan necesario, que nos incite a la responsabilidad global, al egoísmo de querer salvar este planeta del que dependemos; tenemos que
re-educarnos, en definitiva. Y es en este punto donde, en segundo lugar, la imagen cobra una relevancia que nada tiene de superficial; donde el retrato y la estampa entran en juego de un modo, a mi entender, muy relevante, ya que para amar algo lo primero que tienes que hacer es verlo. Por mucho que nos duela a los ya concienciados, para el gran público la información está vacía si no le ponemos un icono que le dé forma. Sí, ya lo sé, es de una simpleza vergonzosa, pero es que nosotros, los que somos capaces de curar enfermedades o enviar a un congénere a la luna y luego traerlo de vuelta a casa, somos así de simples.


Un ejemplo: los que somos de esa generación que creció amando a los proscritos lobos ibéricos, pegados al televisor cada semana viendo los programas de un visionario llamado Félix Rodríguez de la Fuente, sabemos a lo que nos referimos, pues ya nos embrujaban esos animales tan parecidos a nosotros aunque nunca le habíamos visto las orejas a uno de ellos en el campo, y ni por asomo pensábamos que algún día fuéramos a ser capaces de hacerlo. Amamos los lobos gracias a que sus ojos de color miel nos habían hipnotizado a través del televisor en aquellos documentales que inundaban nuestros hogares. Aquello, unido a la propia pasión que aquel personaje inolvidable transmitía fueron fundamentales para que una sociedad española que aún utilizaba los términos "alimaña" o "aves de rapiña" cambiara en aquellos años intensos y se convenciera mayoritariamente de la necesidad de conservar nuestra fauna y nuestra tierra. La imagen como concepto general constituye, pues, una herramienta verdaderamente útil para cambiar conciencias. Y por el mismo motivo también nuestras propias fotografías, ¿por qué no?. Quizás en muchos de los casos solo las de aquellos que nos rodean, las de quienes alcanzan a verlas en nuestros reducidos ámbitos familiares o profesionales; pero quizás también más allá de nuestro círculos más cercanos gracias a revistas, concursos, blogs y redes sociales.

Sí señores, desengañaos, es la imagen la que remueve conciencias cuando en los telediarios vemos una escena trágica, porque si no hay una imagen impactante detrás de lo que cuenta el presentador ni nos inmutamos, lo habremos olvidado en cuanto comience a hablar de la siguiente noticia. Las palabras quedan vacías y la información queda hueca sin la instantánea del sufrimiento y la destrucción, o sin la foto de la belleza y la hermosura de la vida. Es así de triste porque somos así de patéticos. Las palabras se las lleva el viento. La imagen perdura.


La imagen, sí, incluyendo también nuestras fotos -algo que repetiré hasta la saciedad-, pueden ser fundamentales para que quienes nos rodean sean conscientes de la necesidad de preservar esos seres o paisajes que fotografiamos. Es por ello que la fotografía de naturaleza se convierte en un utensilio importante para "educar" en esa cultura de la conservación. A niveles generales, globales, es algo que nadie discute, y que entidades de diferente índole conocen muy bien, haciendo uso (y abuso) de ella en sus campañas.

¿Pero por qué son tan útiles las imágenes? pues porque enlazan directamente con la última parte del mantra, aquella que dice que "... solo se ama lo que se conoce", ¿recordáis?. Y es que, amigos, para amar algo que no tienes a tu lado, algo que no tienes al lado mismo de tu casa y que puede ser tan lejano como las selvas de Borneo destruidas por los cultivos de palma, lo tienes primero que ver, lo tienes que conocer visualmente para darle sentido a toda esa información que puedas obtener desde otros ámbitos. La sociedad tiene que verlo con sus ojos, tienen que ver su belleza para que le interese su conservación. Mirar ese paisaje o el brillo de los ojos de un ser vivo, y pensar que existen y que merecen ser protegidos y cuidados; mimados. No basta, no es suficiente con saber que un pequeño mustélido necesita nuestra ayuda porque está a punto de extinguirse, hay que verlo, conocer sus costumbres, sus movimientos, el brillo de su pelaje, su forma, y el color de sus ojos llenos de vida. No es suficiente con saber que quedan apenas un puñado. No lo es para nuestra sociedad anestesiada.


La información es imprescindible porque justifica la conservación, porque la hace imperativa, porque hace un relato empírico de la necesidad de cuidar nuestro planeta, protegiendo sus paisajes y a los seres vivos que en él habitan, con datos que nos demuestran su importancia y su necesidad. Pero la información es fría, no transmite amor o empatía a quien no está ya previamente vinculado anímicamente con el problema. La imagen sí lo hace, conecta con el espectador, y eso es lo que le otorga tanta importancia, porque nos motiva para conservar lo que nos rodea, tocando nuestra fibra sentimental, anímica, afectiva. Información e imagen no son, pues, nada el uno sin el otro, no serían suficientes por sí solos para cambiar una sociedad, se necesitan mutuamente.

Los necesitamos a ambos para educarnos.


NOTA: Todas las imágenes se presentan en su formato original, sin ningún tipo de recorte o reencuadre.

8 de mayo de 2014

La gestión del oso pardo cantábrico

El sol raso extrae de las laderas boscosas de la cordillera todos sus relieves y texturas. La incipiente primavera nos ofrece los colores intensos de los brotes y las hojas nuevas de los árboles, todavía tiernas. Grupos de rebecos pastan tranquilos a media ladera. Una familia de jabalíes hoza relajadamente mientras un pito negro deja oír su reclamo desde lo más profundo del bosque. Todo esto va sucediendo al tiempo que nosotros "barremos" con nuestros prismáticos y telescopios el paisaje que tenemos enfrente en busca del gran plantígrado ibérico, icono como pocos de lo salvaje, junto con los lobos, nuestros grandes proscritos, como los definió Félix. A lo largo de varias esperas seguimos los andares de algún ejemplar solitario, observamos las interacciones de grupos de tres individuos -en una ocasión dos machos flirteando con una hembra, en otra dos hembras atendidas por un solo macho-, vemos escarceos amorosos entre ellos, persecuciones, enfrentamientos y hasta varias cópulas.






Entre observación y observación y durante estas jornadas de intensas emociones, la conversación gira alrededor del oso, de su evolución poblacional y de los peligros que lo amenazan. Si bien es cierto que en los últimos años se ha constatado un cambio positivo de tendencia, con un aumento significativo del número de osas reproductoras, no es menos cierto que el estado de la especie continúa siendo muy delicado. Y en pos de la necesaria conexión de las dos subpoblaciones de oso que subsisten en la cordillera, no podemos por menos que satisfacernos de que el escandaloso proyecto que el gobierno castellano-leonés perseguía denodadamente para San Glorio haya sido definitivamente abortado, aunque para ello haya tenido que ser la justicia (una vez más) quien, a golpe de sentencias, impidiera a la administración autonómica realizar semejante despropósito. Solo se puede calificar de "subrealista" la actuación de la Junta de Castilla y León legislando en contra de la conservación de un espacio natural protegido. Acostumbrados como estamos en la citada comunidad a que sean los jueces los que impidan los reiterativos y continuados desmanes ambientales de esta administración autonómica, no fue de extrañar en su momento que finalmente numerosas ONGs solicitaran formalmente al gobierno estatal que retirara a la Junta las competencias en materia de medio ambiente. Enumerar los escándalos más conocidos sería comenzar por el propio proyecto de San Glorio, seguido de los casos judiciales de las Navas del Marqués y de la Ciudad del Medio Ambiente, pero también del masivo envenenamiento de los campos cerealistas con toneladas de rodenticidas, su dejación de funciones en el cierre de alguna conocida y poderosa mina a cielo abierto ordenado judicialmente, los trágicos parques eólicos ubicados en hábitats de urogallos, etc. En fin, que numerosos responsables de la gestión del medio ambiente en esta comunidad autónoma estén imputados en procesos judiciales precisamente por delitos ambientales no es un buen síntoma, ¿verdad?. Recordemos que incluso un ex-Consejero de Medio Ambiente fue denunciado por el SEPRONA por furtivismo, o que un Director General de Medio Natural autorizó en 2008 el uso de lazos ilegales en una zona osera (que se tenga constancia, pues probablemente haya sido una práctica autorizada en más ocasiones y en más lugares, puesto que ya lo fue también en Salamanca y Ávila en 2006).

Volviendo a la especie, podemos congratularnos del aumento paulatino del número de ejemplares de la población occidental, gracias principalmente a la adecuada gestión -aunque mejorable- que se ha hecho de la misma en el Principado de Asturias, y al interés y preocupación que se ha generado en la población local respecto de la misma, haciendo que se la sienta como algo propio que hay que conservar, e incluso como un activo que puede generar riqueza en las comarcas oseras. Esto está facilitando al oso pardo cantábrico la recuperación de antiguos territorios en valles y montañas de los que había desaparecido hacía muchas décadas. Este aumento en su área de distribución ha permitido así mismo el regreso de la especie a amplias áreas de la vecina comunidad castellano leonesa -que rápidamente se ha colgado las medallas que no le corresponden-, a pesar de esa pésima gestión a la que venimos aludiendo (por ejemplo, con batidas al jabalí autorizadas en manchas de monte en las que se tiene constancia de la presencia de osas con crías, por poner un ejemplo).

Los últimos datos que proceden de la población oriental de oso pardo cantábrico pudieran indicar también que nos hayamos en un punto de inflexión, ante un cambio de tendencia quizás histórico, con un aumento -aún realmente tímido, no podemos olvidarlo- del número de hembras reproductoras, pero aumento al fin y al cabo. Si ese cambio de tendencia se confirma en los próximos años podrá suponer para este núcleo oriental dejar atrás el fantasma de la extinción. Hasta que ese cambio de tendencia se pueda constatar, lo cierto es que este núcleo se encuentra en una situación de extrema gravedad, cercana al colapso desde hace ya demasiadas décadas, y que podríamos calificar sin temor a exagerar de "límite", con un número muy bajo de hembras reproductoras rodeadas de ejemplares machos dispuestos cada temporada a cometer infanticidios, aislada, con problemas de consanguinidad, con escasos e insuficientes intercambios genéticos con la población occidental, baja producción de nuevos ejemplares, numerosos casos aún de furtivismo, con una gran presión cinegética contraproducente para su tranquilidad y bajo la espada de Damócles que supone la nefasta gestión de la administración autonómica.




Quiero ser positivo, en cualquier caso. El mero hecho de observar a uno de estos animales, poderoso, caminar con increíble agilidad por los escarpes más temerarios de nuestra cordillera cantábrica, o buscar su sustento en las cercanías de las aldeas y las brañas sin ser detectado, me insufla ánimos de que lo van a conseguir. Solo tenemos que poner un poco de nuestra parte, los osos pardo cantábricos simplemente nos piden una cosa: sentido común. Si actuamos con sensibilidad y si las administraciones gestionan nuestros montes aplicando la simple lógica, el oso lo conseguirá, y podrá salir del oscuro agujero a donde la prepotencia del hombre lo abocamos hace mucho tiempo, poniéndolo al borde mismo de la extinción.


22 de octubre de 2012

Oso herido de un disparo en la montaña palentina

El domingo 14 de este mes de octubre tuvo lugar un nuevo incidente en la montaña palentina, en el que un ejemplar de oso pardo cantábrico fue herido por el disparo de un cazador que participaba en una montería al jabalí. El animal huyó y se desconoce su estado actual, a pesar de que las autoridades responsables han elaborado un plan de búsqueda y captura del mismo, para su traslado a un centro donde se le podrían practicar las curas necesarias con vistas a su recuperación y devolución al medio natural. Podría perfectamente estar ya muerto.

Algo no se está haciendo bien cuando de este núcleo de la población osera cantábrica sólo nos llegan malas noticias sobre la especie, incluyendo furtivismo y envenenamiento. Son muchos los que nos preguntamos por qué se permite en zonas oseras esta modalidad cinegética en lugar de otras diferentes, como específicamente establece el artículo 57 punto 4º del Decreto 149/1998 de 16 de julio del Plan de Ordenación de los Recursos Naturales del Parque Natural de Fuentes Carrionas y Fuente de Cobre-Montaña Palentina. Mediante este artículo se restringe la caza mayor sólo a la modalidad de rececho y se establece que únicamente cuando los daños sean excepcionales a la ganadería o agricultura se podrán autorizar ganchos y batidas -previo informe favorable de la Administración del Parque Natural- en aquellas áreas catalogadas como "críticas de refugio para el oso pardo y críticas de alimentación otoño-invernal" y en unas fechas determinadas. El riesgo que se asume con las batidas es enorme para una población insostenible que cuenta con escasas tres decenas de ejemplares y, lo que es peor, un puñado minúsculo de hembras. Una batida, como mínimo provoca un gran estrés en los osos que se traduce en una mayor movilidad, desplazamientos de sus áreas de alimentación o refugio, y pérdida de la tranquilidad que necesita en esta época del año para afrontar con garantías el período invernal. Eso como mínimo, por lo que, aunque no surgieran más problemas como ya hemos visto con este nuevo incidente, debería ser suficiente para que las batidas fueran radicalmente prohibidas en zonas oseras.

¿Qué responsabilidad tiene la Administración en este suceso? Desde mi punto de vista tanta o más que la persona que apretó el gatillo, puesto que las batidas se están concediendo sin ninguna excepcionalidad como indica el Plan de Ordenación de los Recursos Naturales. ¿Se lavarán las manos los responsables que gestionan el medioambiente palentino y castellano leonés, así como los del propio Parque Natural?

Miedo me da que el ejemplar herido o muerto sea una de las hembras.


11 de febrero de 2012

Ursus, los osos de San Glorio

Tras trepar por una torrentera nos dirigimos hacia un hayedo que como una lengua verde se desliza por una ladera muy inclinada. Nos adentramos en él. No se oye ni el más mínimo sonido; exceptuando nuestras propias pisadas, el silencio es sepulcral. Muy lentos, caminamos intentando no hacer ningún ruido. El corazón se acelera pensando que por estos bosques merodean varios machos de oso pardo. Alcanzamos el roquedo y nos paramos; miramos despacio hacia el valle y hacia las laderas de enfrente buscando con los prismáticos animales y, sobre todo, gente, pues no queremos delatar la ubicación de la osera. No vemos nada y proseguimos más lentos aún, con nuestros cinco sentidos en alerta y el corazón bombeando aún más veloz. Hay que localizar una vira horizontal en la pared para poder acceder a la grieta en donde se encuentra el encame. El corazón nos late como si quisiera salirse del pecho. El nerviosismo nos invade al tiempo que nuestro paso se ralentiza más aún. Buscamos con la mirada cualquier indicio reciente de la posible presencia de un oso en el lugar: huellas, comida, pelo, excrementos, … el sonido de unas pisadas furtivas que lo delaten. Casi podemos oír nuestra propia respiración. Ahí está, por fin. Estamos ante un encame de oso que era usado por la especie hace ahora casi dos décadas, cuando lo observara por primera vez. No es en realidad una osera clásica para pasar el invierno, sino más bien un abrigo temporal: es demasiado abierto y amplio para pasar los meses más fríos del año, difícil de calentar y mantener en él la temperatura. Finalmente vemos, no sin bastante alivio, que el escondrijo está vacío. Siguen sus dos camas con materia vegetal reciente recogida de los alrededores, principalmente hierba. 18 años después de verlo por primera vez aún lo usan otros ejemplares.

Pistear osos no es sencillo en la montaña oriental, entre Palencia, Cantabria y León. Pocos, muy pocos ejemplares sobreviven en estos valles. Casi todos machos y apenas un puñado de hembras, cuyos cachorros sufren los envites de los machos durante el celo. Aquí la población de osos oriental, aislada completamente, lucha contra una situación crítica con gravísimos peligros, como la consanguinidad, el furtivismo, un índice de reproducción bajísimo y la destrucción de su territorio –recordemos el trazado por parte de la administración de 50 Km. de pistas forestales en la mejor zona osera de Riaño hace ahora ya unos años, por ejemplo, o la más reciente pretensión de construir una estación de esquí en su única “tabla de salvación”: el territorio que la conectaría con la población occidental, eso sí, driblando las resoluciones judiciales y aprobando leyes injustificables reduciendo el nivel de protección ambiental del Parque Natural de Fuentes Carrionas y Fuente de Cobre-.

Malos tiempos corren para el oso aquí, en los límites de Palencia y León. Para la administración castellano leonesa parece ser un estorbo.

Rastro de un oso campeando en una valle de Fuentes Carrionas, aledaño a San Glorio.

Huella de un ejemplar de tamaño medio. Fuentes Carrionas.

En esta foto se aprecian diversos arañazos de oso a una altura de unos 2 m, sobre el tronco de un pino. A la derecha se pueden ver las marcas más recientes, mientras que arriba a la izquierda, se ven unas más antiguas con resina seca. Fuentes Carrionas.

Marcas de arañados en un poste de madera situado en el centro del "área esquiable" de la pretendida estación de esquí de San Glorio.

Típica cama de oso para pasar el invierno en el interior de una reducida osera.

Restos de una "carroñada" de oso en la que ha estado comiendo de los restos de un ciervo.

Recuerdo la única ocasión en la que pude ver a un oso de esta población oriental. Fue el conocido macho “Salsero”, una mañana muy clara del verano del 87 camino de su encame, atravesando una ladera de matorral bajo. Fueron 15 minutos intensos en compañía de dos amigos antes de que se escondiera definitivamente en el bosque. Un collar radioemisor lo mantenía localizado. Para cuando dejó de emitir su collar desapareciendo para siempre, ya había corrido lo suyo, con sus 18-20 años de edad. Fue conocida su pelea con “El Rubio”, otro oso de la zona con la cabeza muy clara y el cuerpo oscuro que años después cayó bajo los disparos de un cazador en Brañosera. Aún hoy me puedo imaginar a Salsero, viejo y cansado, acostándose junto a un gran brezo y quedarse dormido para no despertar más.

Valgan las fotos que acompañan esta entrada para alzar la voz por San Glorio y la región de Riaño. Por toda la montaña leonesa y palentina y por su enorme valor ambiental, que es nuestro y de todo el planeta, y que una administración corta de miras no es capaz de conservar. 




















Las fotos de osos que rematan esta entrada, aunque de bastante mala calidad, son un buen testimonio de una parte importante de la biología del oso pardo cantábrico. En ellas podemos ver una hembra de la población occidental que para mantener a salvo a sus tres esbardos de los ataques de los machos se enrisca en áreas muy abruptas, fácilmente defendibles. Las dos últimas imágenes del destrepe son imágenes de vídeo y pierden aún más calidad. Todas están hechas a una distancia aproximada de 600 o 700 m., según las ortofotos, con un río y una carreterita local de por medio. La tranquilidad de la familia estaba asegurada, por lo tanto. EOS 7D, objetivo EF 500 mm / 4 L IS USM y Teleconvertidor 1,4X III. Trípode Manffroto 055 NAT y rótula Tripo DG3. Los aumentos que este equipo proporciona equivalen aproximadamente a 22,5X.