Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.
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14 de diciembre de 2022

11 años ya

Un 14 de diciembre más recopilo algunas de las fotos aparecidas en este último año para celebrar un nuevo cumpleaños que añadir a este modesto Cuaderno de un Nómada. Once ya. A mí me parecen pocos para esta andadura de la que tengo la sensación de haberse iniciado mucho tiempo antes. Este año cumplido lo despido con menos fotos de fauna de las que hubiera querido, pues me han faltado muchas mañanas en el hide para lo que venía siendo habitual en años previos. Pero es que el tiempo mucha veces no está ahí para lo que quisiéramos.

No obstante, campo ha habido mucho, que es lo principal. Han sido muchos los pateos realizados por las sierras y montañas de mi zona de confort: Gredos, Béjar, sierra de Francia, de la Culebra, ... cordillera Cantábrica, ... Gallocanta, ... Y amigos, por supuesto, también ha habido muchos amigos sin los cuales el campo no hubiera sido lo mismo. Con ellos hemos gastado las suelas de las botas, hemos arrancado a caminar antes de amanecer para hacer imborrables esperas a nuestros grandes carnívoros, o hemos llegado de ellas ya de noche a nuestras furgos. Nos hemos reído y hemos hablado; ya lo creo que hemos hablado, largo y tendido, de naturaleza, de la política que afecta a nuestra naturaleza, ... y de los indeseables cuyas acciones y decisiones afectan a nuestra naturaleza. Ya lo creo que hemos hablado de todo ello y de todos ellos. Y también nos hemos reído (¿no lo había dicho ya?). Pues eso, que sin los amigos nada hubiera sido lo mismo.

Ha habido buenos momentos, pero también momentos amargos como la pesadumbre que nos provoca recorrer los grandes incendios de Zamora y de la sierra de Francia/Hurdes, cuyas cenizas hemos pisado cuando aún humeaban algunos rescoldos calientes. 

Este año no puedo ni quiero quedarme solo con los buenos recuerdos, aunque espero que sea solo una excepción. Será necesario recordar también los malos, porque olvidar nos hace tropezar de nuevo con el mismo problema, y porque olvidar nos puede hacer cómplices de que algunos desastres ambientales se vuelvan a repetir. No, no quiero olvidar, para saber a quién no he de votar.

Esta vez os dejaré, como excepción a la norma, alguna foto más de las doce con las que en otros cumpleaños he salpicado esta celebración; os dejo, pues, un bonus track. Espero que, aunque menos prolífico en lo fotográfico para mí, haya sido al menos un buen año en lo viajero para todos, porque el destino no es el objetivo, sino el camino. 

Feliz espíritu de lo salvaje, amigos.

















30 de septiembre de 2022

Otra vez la Junta

Alguno se pensará de verdad que tengo una fijación enfermiza con la Junta de Castilla y León, que lo mío con ella es manía persecutoria, aversión pura y dura, antipatía y tirria. ¡Qué palabra esta última!, ¿no?

Tirria. Les tengo tirria, sí. Según el diccionario de la Real Academia Española les tengo manía, odio u ojeriza, que es lo que significa "tirria". Y alguno se pensará también que esta antipatía obsesiva no está del todo justificada, pero es que, de verdad, os lo juro, palabrita del niño Jesús, me lo ponen muy difícil para que no se la tenga, aunque para mi alivio y el de mi psicoanalista, lo cierto es que la Junta lo pone todo de su parte para que ese amor mutuo entre ella y yo perdure en el tiempo. Voy a tener que añadir una etiqueta en este cuaderno humilde para mi inefable Junta de Castilla y León, y agrupar así todas mis recuerdos hacia ella. Pero vayamos a la última.

25 de septiembre pasado, nada, hace apenas unos días, como quien dice. Ese domingo por la mañana se clausuraba NATURCYL en Ruesga (Palencia), la Feria Internacional de Ecoturismo de mi amiga la Junta de CyL después de un fin de semana de dos días y medio. Nosotros, que ya habíamos trasteado un poco por esta feria los días previos estamos esa mañana disfrutando de verdad de lo que la propia Junta de CyL nos vende en ella: naturaleza en estado puro. Desde el amanecer aguantamos las bajas temperaturas con la esperanza de volver a ver a un grupito de lobos que están ahí, frente a nosotros, a una distancia más que suficiente para que ellos nunca sean conscientes de nuestra presencia. Ayer disfrutamos de ellos y otros cuantos días previos también. "Armados" con nuestros telescopios y prismáticos esperamos que asomen sus hocicos por entre los calveros del monte; deseando verle las orejas al lobo, y nunca mejor dicho. Pasan las primeras horas y no aparecen. Peeeero ... la mañana va a estar entretenida. A las 10:00 a.m. aparca un primer todo terreno en frente de donde estamos y planta en el suelo una tablilla de advertencia de montería. 

Luego llega otro, y otro, y otros cuantos más; y se bajan de todos ellos un buen grupo de hombres y alguna mujer vestiditos todos ellos para la ocasión de verde riguroso, pero con sus anoraks anaranjados fosforito, no vaya a ser que entre ellos se descerrajen un tiro. Vamos lo que viene siendo elegantes pero informales con la nueva colección de otoño. No nos lo podemos creer, ¡¡¡van a batir con perros y ojeadores exactamente la pequeña mancha de monte donde están los cachorros!!!, ahora ya desde hace un año especie protegida por la ley. Días previos un conocido de uno de nuestro grupo ya tuvo un simpático encuentro con un cazador en la misma zona que le advirtió de malas maneras de que sabían dónde estaban los lobos y que ya se encargarían de echarlos, además de dejar caer que tuvieran cuidado, que se les podía escapar un tiro (¿hacia las personas?, uuufff, qué modales señor cazador, así van mal en esta sociedad y no se quejen entonces después de la mala prensa que se han ganado ustedes solitos a pulso -¿será por insensibles y violentos, quizá?). Por otro lado, otro cazador, este muy educado, faltaba más, que hay de todo, en otro encuentro también anterior ya se bastó solito para indicarnos directamente dónde estaban los cachorros de la manada sin nosotros decir nada al respecto, y menos aún sin preguntarle ya que llevábamos un tiempo observándolos en la distancia.

No penséis que me ramifico y me pierdo en florituras, todo esto viene a cuento de que no pueden estos cazadores alegar desconocimiento a la hora de solicitar la batida en la ladera en la que se encontraban los cachorros. Ha habido más que premeditación y alevosía, créame señor juez. Probablemente ha habido incluso una intencionalidad muy clara de molestar y echar del lugar a los animales, y probablemente también la de dejarnos sentado a todos los naturalistas que en fechas previas estuvimos o estuvieron por allí que en aquel lugar mandan ellos. ¿Afán de molestarnos además a nosotros? no lo sé, yo es que soy muy mal pensado y las coincidencias así como que las cojo con pinzas.

Y todo esto con NATURCYL a la vuelta de la esquina. Genial. Los mismos personajes que venden allí naturaleza viva a los crédulos, autorizan a pocos kilómetros una matanza y un desaguisado con una especie protegida.

Pero bueno, de los cazadores que hacen batidas -ese método de caza tan inhumano, antiecológico, impactante y estresante en toda la fauna del lugar, sea objetivo de las escopetas o no- no podemos esperar mucho. Somos unos perroflautas que molestamos en el monte con nuestros peligrosos prismáticos y telescopios. Y su animadversión manifiesta hacia nosotros, cuando no directamente agresividad, es demostrada en muchas oportunidades. ¡Estorbamos, señores! como si prefirieran que no hubiera ojos indiscretos observando por el monte. 

Pues lo dicho, de los cazadores no podemos esperar demasiado. Pero ... ¿y de la Junta de Castilla y León?, ¿esa institución que nos representa a todos y que a bombo y platillo se vende en NATURCYL como garante de nuestro medioambiente, de los espacios naturales que podemos disfrutar en esta región y de la fauna y flora que en ellos encontramos?, ¿qué podemos esperar?, ¿podemos esperar que cumpla con su cometido de proteger al menos las especies protegidas, valga la redundancia? Sí, podríamos esperar al menos eso, que evitaran, por ejemplo, que se perturbe a las crías de una especie protegida en época de reproducción, como era el caso de estos cachorros de lobo y como dice la ley.

En realidad, por poder, podemos esperar mucho de la susodicha, pero solo si eres muuuuyyyyyiiiiiingenuo. Lo cierto es que, aquí, la amiga viene demostrando desde hace décadas un total desprecio por la conservación de la naturaleza y un desdén aún mayor por su protección. Los continuos juicios perdidos en los tribunales así lo demuestran y vienen a confirmar que es la sociedad civil a través de diversas ONGs vinculadas al ecologismo y la naturaleza la que supervisa que nuestro gobierno autonómico haga las cosas correctamente y, en su caso, las sentencias judiciales en ya demasiadas ocasiones las que terminan obligando a esta institución a retroceder en sus intenciones. 

Todo esto viene al caso, porque el Servicio Territorial de Medio Ambiente tenía pleno conocimiento desde el principio de la presencia en el lugar de la camada de lobos. Y esto es así hasta el punto de que ya habían recogido en las proximidades a dos de los hermanos, muertos atropellados, y habían realizado algunas actuaciones técnicas en el lugar para evitar que se acercaran a una carretera próxima. Estas actuaciones requieren informes y ponen en conocimiento de los superiores su presencia. Sin embargo, increíblemente el Servicio Territorial de Medio Ambiente de Palencia otorga una autorización al coto para que realice una batida al jabalí exactamente en la pequeña ladera donde se esconden los cachorros. A nadie se le escapa que al otorgar dicha autorización en esa fecha el responsable que la firmó era plenamente consciente de la perturbación que ello iba a suponer para la camada, cuando no del riesgo real de que en otro lamentable "accidente" de los que ya nos tienen acostumbrados en Fuentes Carrionas, muriera de un disparo otro animal protegido. Ya son unos cuantos los osos que han caído en cacerías autorizadas por este negligente Servicio Territorial de Medio Ambiente de Palencia, lo que augura más animales protegidos que se vendrán a sumar a la lista, más pronto que tarde. ¿Lobos, quizás? Dado que la temporada de caza mayor acaba de comenzar, cualquiera con dos dedos de frente y un mínimo de sentido común se pregunta si no podían haber esperado a cazar esa mancha de monte en otras fechas para, así, proteger la tranquilidad de la camada en las pocas semanas que les quedan para abandonar el lugar, ¿no podían haber solicitado los cazadores la autorización para otra fecha?, ¿y no podía la Junta de Castilla y León prohibir la batida en ese cuartel hasta pasado un tiempo prudencial para que el grupo terminara sin peligro ni perturbaciones el período reproductivo, como pide la ley?

Sí, todo eso se podía haber hecho y era muy sencillo, pero no se hizo, se prefirió solicitar la autorización para ese día y se prefirió concederla sin ningún escrúpulo. Celebrar la batida en aquella jornada delata una intencionalidad clara de los cazadores de perturbar al grupo, y una total ausencia de interés por la conservación del lobo por parte de la institución regional.


Existen dos artículos del Código Penal que podrían haber sido vulnerados en esta ocasión, presuntamente. El primero es el más evidente, contra el medio ambiente. De esta forma, el Art. 334 del Código Penal en su punto 1.C determina que "Será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años o multa de ocho a veinticinco meses y, en todo caso, inhabilitación especial para profesión u oficio e inhabilitación especial para el ejercicio del derecho de cazar o pescar por tiempo de dos a cuatro años quien contraviniendo las leyes u otras disposiciones de carácter general realice actividades que impidan o dificulten su reproducción o migración". Pues bien, que los cazadores sabían desde hacía tiempo de la presencia allí de la camada es algo que no podemos probar pero que sabemos ha sido así. Demostrar la intencionalidad en este caso no es posible, así que ... mala suerte, se irán de rositas porque nadie podremos denunciarlo en un juzgado.

Sin embargo, lo más grave de este caso es que haya sido el propio Servicio Territorial de Medio Ambiente el que, también presuntamente, podría haber infringido otro artículo del Código Penal, esta vez por prevaricación administrativa al conceder la ya mencionada autorización a sabiendas de que ello iba a representar la perturbación de la reproducción del lobo. Aquí el Artículo 404 del Código Penal reza: "La autoridad o funcionario público que, a sabiendas de su injusticia, dictare una resolución arbitraria en un asunto administrativo se le castigará con la pena de inhabilitación especial para empleo o cargo público y para el ejercicio de sufragio pasivo por tiempo de nueve a quince años".

Así están las cosas, chicos, por Palencia y en general por la Junta de Castilla y León. Que su tirria -ellos también la tienen- por el lobo es notoria, lo sabemos todos y nos lo demuestra constantemente con su empeño en seguir con el manejo de la especia a tiro limpio. 

Pura tirria, sí señor.

NOTA: Las imágenes de los lobos muestran solo recortes muy pequeños de las fotografías originales, de modo que no se pueda identificar nada del lugar. La distancia era, obviamente, muy superior a la que aparentan estas fotografías.

21 de septiembre de 2022

Hoy hace un año ya

Hoy 21 de septiembre de 2022 se cumple un año desde que se publicara en el B.O.E. la inclusión en el LESRPE -el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial- del lobo ibérico (Canis lupus signatus), un hecho histórico suficientemente justificado por el estado de conservación desfavorable de la especie, en gran medida derivado de la paranoica persecución que las propias administraciones autonómicas venían ejerciendo sobre ella. Aquel sencillo trámite de incluirlo en el listado (una patata caliente que hasta aquel momento nadie se había atrevido a coger) significaba de facto la prohibición total de su caza, exceptuando supuestos suficientemente argumentados. Se acabó matarlos por deporte. Se acabó matarlos para diversión de algunos insensibles. Se acabó matarlos para recaudar dinero en cotos y Reservas Regionales de Caza. Se acabó matarlos preventivamente para evitar unos daños hipotéticos que aún no habían causado. Se acabó matarlos para arañar un puñado de votos. En definitiva, se acabó matarlos, sin lógica ni justificación, por la estúpida inercia de un odio profundamente arraigado en el medio rural y por unos censurables intereses políticos.

Las viejas y lamentables Juntas de Extinción de Animales Dañinos y las actuales administraciones autonómicas han venido persiguiendo los mismos objetivos con esta especie: su muerte y control. No se han diferenciado en mucho las unas de las otras. Durante exactamente siete décadas hemos sido un país patético y medieval, masacrando al principio a todos los depredadores y manteniendo todavía en la actualidad una terrible persecución a algunos de ellos. Y en este cuento el lobo continúa siendo la pieza más temida, odiada y perseguida del tablero en pleno siglo XXI. 

Pero no nos equivoquemos, que Canis lupus signatus lleve un año protegido por la ley, no significa que hayamos cambiado demasiado en tan poco tiempo, continuamos siendo el mismo pueblo paleolítico e inculto que criminaliza, institucional y socialmente, a ciertas especies de nuestra fauna.

Los gobiernos autonómicos con presencia del lobo siguen queriendo rascar los votos del medio rural empecinados en flirtear su nuevo estatus legal, recurriendo en los tribunales y pretendiendo seguir con su política del "tiro preventivo". Esto no ha acabado todavía, no podemos ser ingenuos. Tendrán que pasar años aún para que la sociedad -toda, también la rural- haga las paces con el gran depredador, como sucedió anteriormente con rapaces u osos, por ejemplo, y para que comprenda que los beneficios ecosistémicos que reporta su presencia en el medio son muy superiores a las ridículas pérdidas económicas que puede ocasionar; daños que, por otra parte, se pueden reducir en gran medida y a veces hasta hacer desaparecer cuando se quiere, porque no nos podemos olvidar de que son aún muchos los ganaderos que se niegan a modificar el manejo de su ganado para protegerlo del cánido, y que luego lloran y exigen. Y tendrán que pasar igualmente muchos años para que el sector agropecuario interiorice que la presencia del lobo puede ser un importante aliado suyo mediante la presión ejercida sobre las poblaciones de ungulados salvajes que afectan negativamente a los cultivos y a través del control de estos herbívoros silvestres como vectores de transmisión de enfermedades infecciosas al ganado doméstico, causantes de, ahora sí, enormes pérdidas económicas.

Pero tendrán que pasar años aún, décadas quizás, para que nuestra sociedad evolucione y se eduque, para que todos nos llevemos las manos a la cabeza cuando se oiga a algún descerebrado extremista queriendo justificar la muerte de especies apicales. El hombre es obstinado, tozudo, y no atiende ni a razones ni a ciencia. Aún son muchos los que se empeñan en gestionar los problemas con la testosterona, en vez de con las neuronas. Viscerales e irracionales. Irreflexivos y vehementes, pero poco prácticos y menos inteligentes. No existe para ellos la razón del sentido común, solo la violencia de eliminar sí o sí todo lo que le estorbe, aunque sea una pieza fundamental del ecosistema, además de un patrimonio natural y cultural de TODA la sociedad. Ni siquiera es la lucha del utilitarismo de la naturaleza contra el razonamiento, y menos aún contra la sensibilidad, porque en realidad para ellos es más práctico que exista en el medio una "especie-policía" que elimine los animales enfermos y los excesos en sus poblaciones. Matan, en definitiva, a su aliado. ¡Chapeau por ellos!

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Mediados de septiembre. El día da sus últimos coletazos. Mis compañeros y yo aguantamos acurrucados en algún rinconcito perdido de la vertiente sur de la Cordillera Cantábrica, exactamente en la misma Castilla y León que tanto ha perseguido a la especie, llevándose por delante la vida de centenares de ejemplares. Pero el lobo es un superviviente. Es, de hecho, "el" superviviente por excelencia. Y desde los montes tapizados de bosque que rodean algunas vaguadas cultivadas emerge el gran proscrito a una prudencial distancia. El eterno perseguido se deja ver por fin en el piedemonte. Uno de esos ejemplares que ha conseguido burlar, no solo a los furtivos y a los cazadores, sino también a los mismos agentes y celadores medioambientales de la propia administración castellano-leonesa que debía protegerlos. Lo tenemos delante, tranquilo, cómodo, atravesando de un sitio a otro por el medio de unas rastrojeras. Nosotros, fundidos contra los árboles y el matorral, somos invisibles para él, el viento sopla a nuestro favor, así que literalmente desaparecemos en el paisaje y formamos por unos instantes parte del escenario, aunque nuestro lobo nunca llegará a saberlo. Más de un amante del gatillo hubiera dado su mano por estar donde ahora estamos nosotros. Pero en vez de rifles, mis amigos y yo llevamos telescopios, prismáticos y teleobjetivos. Vamos, lo que viene siendo un verdadero estorbo para más de uno en el monte, que preferiría que no hubiera ojos indiscretos en el campo.


A lo largo de varios días vemos medrar por la zona a, al menos, dos ejemplares, en varias ocasiones y a distintas horas. Por la mañana alguna vez, por la tarde otras. Atraviesan el rastrojo mientras nosotros somos conscientes del inmenso privilegio que supone ser espectadores de aquellos instantes. Absortos, no perdemos detalle. Aunque la distancia es larga para un fotógrafo de fauna, resulta corta para un naturalista. La inmensa emoción que representan estos breves encuentros compensa los madrugones necesarios, las horas incómodas sentados sin apenas movernos, los dolores de espalda. El tedio cuando pasan las horas y no hacen acto de presencia. Las esperas en blanco. Todo queda compensado cuando el lobo entra en escena.






Sí, hoy hace un año ya que estos animales fotografiados están estrictamente protegidos por la legislación vigente, muy a pesar de las consejerías de medioambiente de ciertos gobiernos autonómicos, pendientes únicamente en hacer creer a sus posibles votantes que ellos están de su lado (se entiende que en la nefasta cruzada que mantienen estas instituciones contra nuestra biodiversidad y el interés general del conjunto de los españoles). Un marco legal que, aún siendo insuficiente para muchos, está más acorde con los tiempos que vivimos y las necesidades de los ecosistemas ibéricos. Se subsanó así, hoy hace un año ya, lo irracional de mantener, en contra de los criterios de la comunidad científica, en contra del cada día más escaso sentido común y en contra de la normativa europea, un estatus legal y, por consiguiente, un modelo de gestión diferentes en cada reino de taifas para una misma población animal que mantenía -y mantiene- un estado de conservación desfavorable. A algunos, sin duda, se les habrán hecho muuuuy largos estos doce meses sin poder apretar el gatillo. A otros, sin embargo, se nos está haciendo muy corto el paso del tiempo bajo el paraguas europeo.

Hoy hace un año ya.

22 de abril de 2022

Patética Jara y Sedal


UN LOBO ENTRA EN UN PUEBLO Y SE LLEVA UN PERRO: "¿Y SI HUBIERA SIDO UN NIÑO?"

Este es el infame titular con el que arranca otro alevoso artículo contra el lobo de la revista cinegética Jara y Sedal, increíblemente avalada por la televisión pública española. Acto seguido del titular, en su subtítulo, la lamentable editorial acaba insistiendo en el sensacionalismo más barato y obsceno de la prensa más amarilla que pueda existir al decir que: "... despierta un viejo temor entre los habitantes de los pueblos: ¿y si ataca a un niño?" En el primer ladillo destacado afirman directamente: "Los lobos atacan a los niños".  Ni se sonrojan. Ya no lo dudan, ni lo preguntan, directamente lo afirman. Y dogmatizan la mentira en base a una recopilación de antiguas historias rurales, informaciones y entrevistas, increíblemente inferidas como datos científicos (pero que nadie ha visto nunca publicadas en ninguna revista de impacto que las avale como investigaciones reales) del famoso ornitólogo y biólogo José Antonio Valverde, quien publicó, junto a un pastor del sur de la provincia de León llamado Salvador Teruelo, el libro titulado Los lobos de Morla. En la sinopsis que podemos leer de la citada publicación en la que Jara y Sedal basa su aseveración de que los lobos matan niños, ya se indica que "El biólogo busca el fondo histórico de la vida y fechorías del lobo, sus ataques al ganado y a los hombres ...", lo que nos delata un claro poso de subjetividad sobre las opiniones que pudiera verter el coautor del libro sobre este animal, subjetividad que no nos inspiran confianza alguna. ¿Fechorías, dice? ¿un animal salvaje comete ... fechorías? ¿tiene malicia por lo tanto? ¿o es el hombre el que subjetivamente otorga a la fauna silvestre la capacidad intrínsecamente humana de hacer conscientemente el mal a otro? Esta arbitrariedad del autor cuando habla de Canis lupus signatus se acaba confirmando a medida que leemos algunas frases más de su cosecha, como veremos posteriormente. Mientras que la intencionalidad de la revista Jara y Sedal de usar específicamente el relato personal de este biólogo concreto en vez de la amplísima bibliografía científica publicada en cualquier punto del planeta solo puede ser considerada de ideología manipuladora.

José Antonio Valverde reconocía en 1971 en un artículo publicado con el título de El lobo español que "El lobo de esta región -se refería a Castilla y León- sigue a veces al hombre de noche, pero no les ataca... / ... casi todo el mundo, en los pueblos, ha sido pastor, incluso muchachas de doce años en adelante. Todos conocen bien al lobo y apenas le temen." Sin embargo,  para la misma especie en Galicia decía lo siguiente: "... Galicia es un medio antropófilo como ningún otro ibérico, y sus lobos son antropófagos como ningún otro también."

¡Lobos que se alimentaban de hombres!, ¿dónde en la bibliografía científica se recoge semejante barbaridad para la especie y, además, para una región tan concreta y reducida como la gallega? ¡Es inaudito que lo dijera convencido y se quedara el hombre tan ancho!. En ese mismo artículo tampoco le contrariaba, obviamente convencido de su veracidad, decir que "El lobo, en España y en Asia, es un cazador de niños. Caperucita Roja no es un cuento, sino una realidad pasada y potencial, y la reglamentación sobre el lobo debe tener esto muy en cuenta ... / ... Y con ello no queremos decir que el lobo no mate a veces hombres, sin necesidad de estar rabioso." 

Un poco más adelante trasluce su poco aprecio por la especie en el vocabulario empleado: "Entre perseguir un corzo aislado entre brezales o degollar ovejas en campiña abierta, la elección no es dudosa" y lo explica con lo que él mismo denominó como "indice de apetencia" (Valverde, 1967) que venía a razonar, sin ningún tipo de pruebas de campo ni investigación o metodología científica alguna, que por el mero hecho de ahorrarse esfuerzo el animal prefería, sí o sí, atacar al ganado antes que a una presa salvaje. Sin embargo, distintos estudios modernos -estos sí, científicos de verdad- vienen a demostrar justamente lo contrario, la preferencia de la especie por la fauna silvestre frente al ganado doméstico, incluso cuando el acceso a este último es abundante. Pero dejando a un lado lo poco serio y profesional que es basar unas afirmaciones en historias sin acreditar y en razonamientos meramente personales y no en pruebas ni estudios repetibles, no podemos por menos de sorprendernos que Tono, como era conocido este reconocido biólogo, concluyera que la población de lobos gallegos "... exige de nosotros un esfuerzo para exterminarla en el más breve espacio de tiempo posible,..."

Son palabras suyas, escritas por él, no penséis que las pongo yo en su boca. Palabrita del Niño Jesús.

Ahora que cada lector deduzca si utilizar la figura de este biólogo para sustentar una afirmación tan peregrina como falsa, y así asustar a la población española actual con respecto del riesgo que supondría la presencia del cánido cerca de nuestras poblaciones tiene visos o no de pura, torticera y chabacana manipulación periodística.

Pero sigamos para conocer la peculiar visión que tenía el señor José Antonio Valverde del lobo ibérico. En el mismo libro que menciona el escandaloso artículo de Jara y Sedal -Los lobos de Morla- el biólogo insiste en su análisis de la peligrosidad del lobo para la especie humana y relata, por ejemplo, que "En el destete (junio-julio), cuando la hembra adulta, agotada por la lactancia, comienza a cazar de nuevo -ha sido mantenida por el macho- para ella y para los cachorros. En ese momento puede atacar a niños y mujerucas". E incluso llega a elaborar una tabla que relaciona el peso de estos depredadores y el de las presas potenciales, y entre las que incluye, como no podía ser de otra manera, al propio ser humano. Así, explica que los lobos macho, con 36 kgs. de media, pueden atacar a ovejas de 18, a cabras de 40 o a hombres de 60 kilos de peso; mientras que las lobas de 28 kgs. harían lo propio con mujeres de 45 kilos (aquí no aparece reflejado ningún otro "ganado", solo habla de mujeres). Además añade directamente que ...

"Los lobos antropófagos resultan divididos en dos categorías:

    - Lobas que matan niños

    - Grandes lobos o familias que atacan a adultos, sobre todo mujeres."

Es en este mismo libro donde reitera que "... a petición del Servicio de Caza, propuse una ordenación para el lobo (Valverde, 1971) que incluía su exterminio para la baja Galicia, donde lobos y niños andan por los mismos callejos".

Este modo de pensar de un hombre de mediados del siglo pasado, claramente influenciado por historias y leyendas que nada tienen de verídicas, es ahora aprovechado por una editorial dedicada a la caza para meter miedo a cuantos ingenuos les puedan creer, y así seguir agrediendo a la conservación de nuestra biodiversidad y a las leyes que, en materia de medio ambiente, nos están haciendo avanzar lentamente. 

El segundo ladillo del artículo de Jara y Sedal dice: "Temor e indignación crecientes", e incide en la supuesta proliferación de unos hechos, que no dejan de ser raros y anecdóticos, y en los que algunos ejemplares se han dejado ver por las afueras de algún casco urbano. Sin embargo, esto ocurre exactamente igual y de un modo intermitente con otras especies, incluido el propio oso pardo, no teniendo, muy por el contrario, nada de extraordinario, y constituyendo en realidad unos hechos puntuales que históricamente siempre han existido. La diferencia estriba en que en la actualidad, gracias a la disponibilidad de teléfonos móviles y la conectividad que proporcionan las redes sociales, sí se han visibilizado exponencialmente estos encuentros que siempre han sido, son y serán esporádicos. No obstante, la editorial sigue insistiendo y sentenciando que "... la población rural cada vez tiene más miedo de que los lobos puedan atacar a una persona o a un niño", para, acto seguido, criticar el blindaje que la nueva legislación proporciona a la especie contra su caza. ¡Ahhhh, acabaaaaaaramos, que en el fondo del asunto lo que subyace es que a ustedes ya no se les permite cazaaaarrrrrloooosssss! ¡Ah! ... vaaale, vaaale! ya entiendo, están ustedes agitando el manzano para ver si recogen algo que caiga de él, ¿no?. Que les duele no poder pegarles tiros a los lobos, y para ello agitan el miedo de la población, intentando relacionar verdaderas mentiras (¡vaya paradoja!) con el nombre de UNA reconocida, pero controvertida, personalidad para dar verosimilitud a las mismas. Por ello pretenden alentar la indignación del mundo rural usando el miedo como herramienta frente a la conservación y protección de nuestra biodiversidad, pronosticando que se trata de " ... una bomba de relojería que puede estallar en cualquier momento si hay alguna víctima humana ...". Entieeeendo, ya entieeeendo, sí. El miedo como herramienta para manipular la opinión pública. Vamos, lo de siempre, ¿no?

Nada nuevo bajo el sol.

Y para ello ustedes, señores, muestran un vídeo del que reconocen que no saben ni dónde está grabado ni cuándo, y que simplemente, como circula por la red, ustedes, en un acto de rigurosísimo periodismo, aprovechan para agitar el manzano. A ver si cuela.

Pues bien, en el vídeo no se distingue si es un lobo o un perro, y para más inri ... ¡¡¡ESTÁ GRABADO EN ITALIA, no en España!!! ¡Hay que ser chapuzas!

Pero claro, a ustedes eso les da igual, lo viralizan y lo aprovechan para cargar contra la nueva protección del lobo en nuestro estado en un clarísimo ejemplo de su rigor periodístico y su afán de ... ¿de qué? ... se lo diré yo: de manipular a la población para seguir atacando la protección del lobo. ¿Recuerdan aquel otro vídeo que se viralizó por las redes sociales de unos perros atacando a una vaca avileña en una sierra y que ustedes, periodistas maipuladores, hicieron pasar al principio por un ataque de lobo a pesar de que en el vídeo era patente que se trataba de perros, de rehala para más señas? Su odio para con este animal se trasluce en cada artículo que sensacionalizan a la menor oportunidad. Dos capturas de pantalla de aquel vídeo ya lo vimos en este mismo blog hace unos meses.

Patético, de verdad.

Veamos, señores, no existen datos documentados que avalen la tesis de que el lobo sea una especie peligrosa para el ser humano, por mucho que hayan podido darse históricamente algunos supuestos casos. Y fíjense ustedes que utilizo la palabra "supuestos" porque no hay una confirmación real de que esos hipotéticos sucesos fueran en realidad obra de lobos en vez de, por ejemplo, perros con fisonomía lobuna, o venganzas personales que luego se escondían cargando la responsabilidad a lomos del cánido. Y nadie puede negar que todos los años existen cientos de ataques de perros a personas, muchos de los cuales han terminado con la muerte de estas últimas. En los noticiarios y en la prensa aparecen intermitentemente sucesos de estas características. Sí es muy real, por lo tanto, el peligro de que algún perro nos ataque alguna vez, en el campo o en alguna zona urbana. Somos muchos los que nos hemos visto acorralados por algún perro en más de una y de dos ocasiones. Y de tres y de cuatro, ... Y no por eso vamos publicando sandeces para meter miedo a la gente con los perros.

Entonces, visto todo lo anterior ¿podemos realmente pensar que implica una cierta peligrosidad para la gente la presencia cercana de lobos?: científica y estadísticamente NO. Por lo tanto, si alguien se cruza o ve cerca a uno de estos magníficos animales solo le puedo recomendar que aproveche el privilegio que supone observar a una especie tan esquiva como esta. Y que lo disfrute.

Ahora bien, una vez dicho todo lo anterior, harían ustedes muy bien en reconocer que, si existe un peligro real de morir en el campo, no es como consecuencia del ataque de un animal que huye de nosotros como "alma que lleva el diablo", sino por el disparo accidental de algún cazador en cualquier época del año y casi en cualquier lugar de nuestra geografía, incluidos Parques Naturales o Regionales que, por algún motivo oscuro, siguen compartiendo gestión con cotos de caza y, lo que es peor, con Reservas Regionales de Caza a las que mantenemos todos con nuestros impuestos, lo que no deja de ser indignante para gran parte de ese 98'2% de la población española que no solo no es cazadora, sino que, además, desprecia esa actividad. Anualmente una media de 20 personas mueren en España por accidentes de caza, sin contar con los centenares de heridos. Algunos de ellos no eran cazadores, eran simples excursionistas que tuvieron la desgracia de convivir con una actividad peligrosa muy poco y mal regulada. Dediquen sus esfuerzos en concienciar a sus propios lectores de la necesidad, no solo de extremar hasta el infinito las precauciones, sino de hacerles ver que comparten el espacio con otras personas y que, como consecuencia de ello, el resto de ciudadanos somos rehenes del peligro que representan ustedes y sus armas, a parte de las afecciones negativas que su actividad provoca en el entorno.

Señores de Jara y Sedal, su actividad sí es peligrosa para el ser humano, no los lobos. Y su labor periodística lo es para la salud informativa de toda la sociedad española.

31 de enero de 2022

El lobo, i-responsable

 "El lobo es incompatible con la ganadería, no existe más solución que erradicarlo"; publicado en La Nueva España, el 21, de noviembre de 2013.

"Los ganaderos consideran incompatible el lobo con las explotaciones en régimen de extensivo. El sector, reunido en Torrefrades, recoge firmas para pedir el "desalojo" del cánido", publicado en La Opinión, El Correo de Zamora, el 12 de marzo de 2016.

"El lobo acabará con el mundo rural si la Junta y los políticos no lo remedian"; publicado en Tribuna de Salamanca, el 22 de noviembre de 2018.

"El lobo no es compatible con la ganadería extensiva. No puede existir en territorios donde no es rentable y no causa más que estragos", en palabras de un veterinario y publicado en www.zamoranews.com el 22 de febrero de 2021.

"Barbón: si no se controla al lobo, los que se van a extinguir son los ganaderos"; publicado en La Voz de Asturias el 1 de octubre de 2021.

Y así podríamos seguir con decenas de titulares similares en los que se describe un panorama desolador de la ganadería por la presencia del lobo en el campo. El hartazgo que supone leer constantemente cabeceras de prensa apocalípticas similares a las anteriores desde hace décadas es tan grande como la ficción en la que viven quienes las mantienen. Cientos de noticias iguales a estas las llevamos leyendo desde hace muchos años a pesar de que el paso del tiempo y la realidad desmienten que el sector colapse como consecuencia de la especie. Es todo un enorme teatro con consecuencias nefastas para el depredador. Hablemos claro, los problemas verdaderos de la ganadería, que los tiene, por supuesto, y muy serios, poco tienen que ver con los daños que le pueda infligir el cánido, sino con la globalización del sector, con los precios de venta muy por debajo del coste de producción impuestos por grandes distribuidores y comercializadores, por la competencia de los productos importados desde el extranjero o procedentes de macrogranjas y por el escaso apoyo y defensa del producto de proximidad.

En este concurso maquiavélico de ver quién es más irresponsable, tiene un papel protagonista la irresponsabilidad de los políticos por mentir y manipular a la sociedad, por criminalizar al lobo usándolo como cabeza de turco de la crisis que vive el campo, por oponerse a la protección de la especie y, por lo tanto, a la conservación de nuestra biodiversidad con fines políticos y electoralistas, por matar lobos a cambio de votos en el medio rural y por arengar a la gente del campo contra un animal que, no solo no es el verdadero problema que tienen nuestras gentes del campo, sino que incluso actúa como un aliado como ya hemos visto aquí en otras ocasiones y como veremos más abajo.

También compite en este concurso a la negligencia y la insensatez la irresponsable actitud beligerante y radical de los sindicatos agrarios que parecen pretender con ello "rascar" beneficios de las administraciones, presionándolas con manifestaciones continuas, tanto en la calle como en los medios de comunicación, y buscando con ello la simpatía de sus asociados y/o justificarse ante los mismos.

Y de enormemente irresponsable solo puede ser calificada la actitud de aquellos ganaderos que no solo no ponen los medios necesarios para evitar daños en sus explotaciones, adaptándolas al regreso del depredador allí donde había desaparecido, sino que además exigen el exterminio de la especie, olvidándose interesadamente de algo que conocen muy bien: las ayudas que cobran a fondo perdido y que les pagamos entre todos los europeos (incluidos los conservacionistas a los que nos niegan el derecho a opinar sobre el manejo que se hace del campo y la naturaleza con nuestro dinero) llevan aparejados unos condicionamientos de sostenibilidad ambiental que implican la conservación de la biodiversidad. Vamos, que exigir por un lado el "desalojo" del lobo y, por otro, cobrar la PAC son dos cuestiones incompatibles. A ver si dejan de echarle tanta caradura al asunto. Es evidente que hay que encontrar soluciones para minimizar los ataques al ganado, pero tras siglos de aniquilamiento de la especie sin que de ese modo se haya atajado el problema debería hacerles ponderar que hay que buscar otra alternativa más efectiva, y que esa nueva estrategia pasa necesariamente por la prevención. Ya lo he dicho en más de una ocasión aquí: más cerebro y menos testosterona, más pensar y menos linchar.

Siguiendo con la lista de irresponsables en el concurso, no menos lo son todos esos medios de comunicación y profesionales del periodismo (que no del periodismo medioambiental) que solo buscan carnaza populachera y replican la que podría ser siempre la misma noticia publicada cientos de veces. Hasta las fotografías que acompañan estos artículos parecen clonadas. Se vuelven así en inestimables amplificadores de la cizaña social que políticos y sindicatos han fomentado; se transforman en cooperadores necesarios de la polarización del conflicto. La prensa amarilla se ha convertido de esta forma en la máquina de propaganda de eslóganes baratos, de frases muchas veces mentirosas y de demagogias manipuladoras. Puro y duro sensacionalismo al servicio de una visión sesgada y parcial del problema, profundamente subjetiva.




Y para irresponsabilidad, la mayor de todas, la de los propios lobos, porque en referencia al apocalipsis y colapso total que dicen vive el campo desde luego ellos "NO SON LOS RESPONSABLES" de las penurias que se les achaca. Veamos algunas cifras.

La ganadería en España

En nuestro país ha descendido el número de explotaciones ganaderas en los últimos años. Esto es un proceso global que afecta a todo el territorio nacional y que nada tiene que ver con la presencia del lobo en una quinta parte del mismo. Es un problema que está estrechamente relacionado con el envejecimiento de la población y la falta de relevo generacional, con la penuria y aislamiento digital en el que todavía viven abandonados muchos de nuestros pueblos, con las penosas vías de comunicación que vertebran algunas de estas comarcas, con el no menos obsoleto transporte público que las comunica, así como con unos servicios públicos esenciales (educación, sanidad, dependencia, servicios bancarios, ... ) que solo pueden ser calificados "de segunda". En definitiva, con el olvido al que nuestras instituciones públicas y, en última instancia, nuestros políticos tienen abocado al medio rural. Los jóvenes se van del campo en busca de una vida "normal" en las ciudades, más acorde a los tiempos que vivimos, abandonando un entorno rural sin apenas incentivos. El número de explotaciones ganaderas ha descendido de la misma manera en que lo ha hecho la población en el medio rural. Ni más ni menos. Pretender relacionarlo con la supuesta expansión del lobo es simplista y manipulador, aunque tengo que reconocer que les da muy buenos resultados a los demagogos populistas que rigen los destinos políticos de las comunidades con presencia del cánido, arrastrando a los ingenuos que los creen.


También el número de cabezas de ganado ha registrado un descenso similar. Así, por ejemplo, el número de ovejas ha ido paulatinamente disminuyendo en las dos últimas décadas desde los 24.927.000 animales censados en el año 2000, a los 22.749.483 de 2005, los 18.551.642 de 2010, los 16.026.374 de 2015 y los 15.439.218 de 2020, último ejercicio del que he encontrado estadísticas completas. Pero estaréis conmigo en que si fuera responsabilidad del lobo, como viene esgrimiendo la propaganda "fake" de quienes piden su exterminio, sería de sentido común que este descenso se reflejaría únicamente en los territorios loberos, y deberíamos entonces esperar por lógica aplastante una reducción relevante en sus cifras solo en aquellas CCAA con presencia del animal. Sin embargo, esto no sucede así. El descenso del número de ovejas en España es generalizado en todo el territorio nacional y no existe ninguna correlación con la presencia o no del cánido en las distintas regiones. Esto queda patente a poco que cotilleemos en las estadísticas anuales que publica el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Así, desde 2002 -primer año en el que aparecen estadísticas por comunidades autónomas- a 2020 la pérdida de cabezas de ovino se ha producido, en mayor o menor medida, en 16 de las 17 regiones autónomas. Solamente en la Región de Murcia aumentó ligeramente. Los porcentajes de pérdidas de cabezas de ganado son abrumadoras en casi todas las circunscripciones autonómicas, como podemos ver debajo.

Analizando los datos arriba sintetizados es sencillo darse cuenta que el porcentaje de pérdida de cabezas de ovino no es uniforme en las cuatro principales comunidades autónomas en cuyo territorio se asientan el 95% de la población de Canis lupus signatus: Castilla y León se sitúa en cuarto lugar, Cantabria en octavo, Asturias en el duodécimo y Galicia en el puesto décimo cuarto. Pero es que si sumamos la pérdida de cabezas de ovino en estas cuatro regiones, por un lado, y en el resto de comunidades autónomas sin presencia de la especie, o con una presencia casi testimonial (sin contar Murcia), por otro, comprobaremos que la pérdida de ovejas ha sido incluso superior en aquellas regiones que quedan fuera del área de distribución del lobo -un 38,05 %- respecto de la sufrida por las cuatro CCAA que concentran el grueso de la población lobuna -35,36 %-. Como pueden ver los propios ganaderos, presencia de lobo y crisis ganadera no tienen ninguna relación directa.

Además, esta crisis parece afectar solo a la cabaña de ovino, ya que el vacuno ha mantenido sus números estables en estas dos últimas décadas en torno a los seis millones y medio de cabezas. En 2002 se censaron 6.477.895 animales y en 2020 fueron 6.636.428, con algunas moderadas oscilaciones anuales, con un pico máximo de 6.651.203 en el ejercicio de 2003 y un mínimo de 5.802.218 vacas en 2013. 


Entonces, todos nos preguntamos ... si la cabaña de ovino desciende en todas las regiones aunque no cuenten con la especie, e incluso un poco más en aquellas donde no existe, y si la de vacuno no muestra ninguna variación en los últimos 18 años ... ¿cómo se puede mantener que sea el lobo el responsable de la crisis que está atravesando la ganadería?, ¿lo vamos a culpar también, por ejemplo, de que en Valencia se hayan perdido un 41,60 % de cabezas de ovino?, ¿o que en Cataluña y Aragón lo hayan hecho en más del 50 %?

Un poco de seriedad, señores. Llorar porque el lobo va a acabar con la ganadería es pura farándula. Un bulo malintencionado más, que no ayuda en absoluto a solucionar los verdaderos problemas del sector, ya que desviando la atención y los esfuerzos hacia elementos que no tienen responsabilidad en la crisis solo se prolongarán los problemas reales, además de empujar a la polarización del conflicto social.

Solo una última apreciación más al respecto de esta mentira tantas veces repetidas; el FAPAS describe muy bien la realidad en su nota titulada "Cuando el ganadero llora a causa del lobo ¿tiene razón?"; sin desperdicio alguno el vídeo que se incluye en la noticia, no os lo perdáis, viéndolo comprenderemos muchas cuestiones de por qué estamos donde estamos.

Las pérdidas achacadas al lobo

En palabras de Vicente González Eguren, de la Academia de Ciencias Veterinarias de Castilla y León, en su documento "La ganadería y el lobo en España" (2015) ya nos advierte de que "En la actualidad, no se dispone de un conocimiento global y preciso de las pérdidas generadas por los daños atribuidos al lobo, aunque se estima que supone menos del 1% anual de la cabaña ganadera explotada en sistemas extensivos". En esta misma línea otros autores (J. Talegón y X. Gayol, 2010) utilizan este mismo porcentaje máximo para hablar de las pérdidas que el lobo provoca en la cabaña ganadera española; y como también vemos en el documento "El Lobo en los medios", publicado por ASCEL, donde, además, podemos leer que " ... Solo las enfermedades y la muerte natural del ganado generan pérdidas económicas muchísimo más elevadas, incluso campañas de saneamiento oficiales realizadas de manera deficiente suponen pérdidas extraordinariamente superiores". Debajo, medicando al ganado contra parásitos intestinales dentro de las campañas anuales que cada ganadero debe mantener pare reducir las pérdidas por enfermedades.


En ese mismo documento la ONG se hace eco de los daños oficiales de EEUU donde sí hay recogidas estadísticas sobre estas cuestiones: "En otros lugares, como EEUU donde existen datos oficiales fiables sobre un censo de 94 millones de vacas (2011), los 1.700 lobos existentes mataron 7.800, mientras que los perros mataron 23.400, los problemas digestivos causaron la muerte de 507.000 reses y los respiratorios 1.014.000 de cabezas muertas". Aunque en España faltan esas estadísticas globales, homogéneas y serias (realizadas con pruebas de la autoría mediante ADN, en el caso de los ataques), sí encontramos algo de información que deja entrever la realidad. Así, por ejemplo, leemos en el Diario.es lo siguiente: "Al mismo tiempo, el sector insiste en que esta especie salvaje es "incompatible" con su actividad. Sin embargo, los datos oficiales no sostienen esa supuesta realidad. Los recuentos que llevan a cabo las Comunidades Autónomas reflejan unos daños ínfimos a la cabaña ganadera en comparación con el número de cabezas contabilizado por el Ministerio de Agricultura. No llegan, en todo el territorio al 1 %. En alguna provincia la cifra para 2015 es del 0,003 % ... / ... En la vecina Galicia los avisos sumaron 1.134 cabezas, entre vacas, ovejas y cabras. Un 0,09 % de los más de 1,1 millones totales (intensiva y extensiva)". Aunque en este artículo se redondean al público los números totales de la cabaña ganadera, para Castilla y León en 2013 los daños ascenderían al 0,04 % del total aproximadamente.

Estos son los datos, y no parecen apoyar en absoluto la magnitud del conflicto social que genera la simple presencia del lobo, dicho lo cual no es menos cierto que no hay que restar gravedad a las consecuencias que para un pequeño ganadero pueden suponer las bajas causadas en su explotación, aun cuando esta ya sea una cuestión que requiere un tratamiento diferente al planteado por la dicotomía lobo-ganadería, al que pretenden llevarnos sindicatos agrarios e instituciones. Desde luego resulta patético que no existan en España unas estadísticas serias que reflejen todos estos datos con solidez, puesto que para afrontar un problema lo primero que se necesita es conocerlo, y aquí, señores míos, la afectación que la existencia del lobo causa realmente en la ganadería es algo que aún desconocemos. Esto es así, le pese a quien le pese.

Las pérdidas por enfermedades 


Es bien sabido, y ya hemos hecho mención a ello más arriba, que las enfermedades causan más pérdidas económicas en las explotaciones que los propios ataques de lobos. Esto queda patente en las propias demandas de las organizaciones agrarias que buscan compensaciones por los sacrificios de animales a los que se ven abocados en ocasiones para sanear sus explotaciones, dentro de su lucha contra esas enfermedades. De esta forma, la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) pedía al Ministerio en 2017 que se atendiera con urgencia los problemas de movilidad de los animales debido a los brotes de tuberculosis, exigiendo soluciones para "cientos de explotaciones afectadas". Este mismo sindicato afirmaba que "... solo matando vacas no acabaremos con la tuberculosis y sí se llevará a la desaparición a los ganaderos". Así, por ejemplo, lo describen en el documento "La depredación del lobo sobre el ganado vacuno, caracterización del conflicto y propuestas para reducirlo", redactado a partir de un estudio financiado por la Comisión Europea, y elaborado en 2013-14, titulado "Exploring traditional husbandry methodos to reduce Wolf predation on free-ranking cattle in Portugal and Spain": "En la Cordillera Cantábrica, la causa principal de mortalidad del ganado fueron las enfermedades y los despeñamientos"

Aun sabiendo que las bajas por enfermedad superan ampliamente las producidas por el lobo, y que lo mismo sucede con los daños a los cultivos ocasionados por la sobreabundancia de herbívoros silvestres, todos estos daños son asumidos con normalidad, sin generar la crispación mediática que deriva de las acciones del cánido, económicamente mucho más insignificantes. Es paradójico que, mientras los ganaderos exigen el exterminio de este depredador apical, sus presas provoquen perjuicios económicos mucho más cuantiosos transmitiendo enfermedades al ganado y originando graves daños en la agricultura. Aquí falta algo de inteligencia, me parece a mí. Así describía la gravedad de esta transmisión la UPA en 2016: "Las enfermedades objeto de las campañas de saneamiento ganadero están muy vinculadas a la interacción entre fauna salvaje y ganadería ... / ... La presión sobre los ganaderos es altísima y existen algunos factores ajenos a las explotaciones, tales como la fauna silvestre, que en algunas áreas están influyendo de manera relevante en extender la enfermedad". Por su parte la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (ASAJA) se quejaba así de los daños de la fauna silvestre a los cultivos: "... la superpoblación descontrolada de fauna salvaje -sobre todo jabalíes, conejos de monte, cabras montesas y corzo- que este año ha ocasionado unas pérdidas récord de 35 millones de euros en la Comunitat Valenciana". Son solo dos ejemplos de los daños que genera en el medio rural la alteración de los ecosistemas. Pero ahora extrapolemos la gravedad de estos perjuicios al conjunto de la península ibérica y comparémoslos con las pérdidas económicas achacadas al lobo, que según un estudio de Juan Carlos Blanco de 1990 ascenderían, para 2.000 lobos, a 1 millón de dólares aproximadamente (algo menos de 900.000 €).

Como ellos mismos deberían comprender, el lobo es un eficacísimo aliado del sector agro-ganadero como cortafuegos para esos dos problemas: son desproporcionadamente irrelevantes las pérdidas que pueda ocasionar en comparación con los beneficios ecosistémicos que les proporciona.


En este mismo sentido, por ejemplo, se advierte en el capítulo de Conclusiones del "Informe sobre resultados del programa nacional de vigilancia en fauna silvestre 2018", elaborado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, que la enfermad de "la triquina tiene una prevalencia significativamente mayor en jabalíes que en cerdos domésticos, con tendencia temporalmente estable en los dos últimos años". Además, los programas específicos de vigilancia de enfermedades en esta especie de ungulado silvestre advierten que "No obstante, considerando las posibilidades en ascenso encontradas en jabalíes en algunas zonas, ... / ... los jabalíes tienen un papel importante en la transmisión de la tuberculosis al ganado bovino doméstico en determinadas zonas", mientras que respecto de la brucelosis identificada en estos suidos salvajes el informe advierte que "... se observa que la infección se encuentra distribuida por todo el territorio nacional". En cuanto a la transmisión de estas enfermedades desde el ciervo al ganado bovino dice que " ... los cérvidos pueden tener un papel reconocido como reservorio de la tuberculosis, aunque este no tiene el protagonismo que alcanza en los jabalíes".

Debajo un ciervo fotografiado en estado salvaje en una sierra del sur de la península con una claramente mala forma física, muy delgado y con una cornamenta que ha crecido desigual, con cuatro puntas en un lado y cinco y deformadas en el otro. Más abajo otro ejemplo de un macho montés con alguna infección o tumor en la mandíbula en la sierra de Gredos.


Peste porcina, enfermedad vesicular porcina, enfermedad de Aujezsky, tuberculosis, brucelosis, pestivirosis, sarna sarcóptica, turalemia o hidatidosis son algunas de las enfermedades que pueden afectar al ser humano o a sus intereses económicos y que se desarrollan en mamíferos silvestres. Así pues, deberían quedar zanjados los beneficios que para el mundo rural puede representar la presencia del lobo en los ecosistemas compartidos con el ganado doméstico y la agricultura. 

Daños provocados por perros

Ningún amante o estudioso de este depredador discute que el lobo provoca un número indeterminado de ataques al ganado doméstico; es algo que no se puede negar, es incontestable y supone un perjuicio real muy importante para las familias concretas que sufren los daños (no así para el conjunto de la ganadería, como hemos visto anteriormente). A dicho problema hay que buscarle soluciones de carácter preventivo, dado que las basadas en el tiro limpio nunca solucionaron el problema y hoy en día, además, no son aceptadas por la sociedad. Estos ataques al ganado se minimizan, o incluso desaparecen del todo, con el pastoreo de los rebaños, con el uso de mastines y en número adecuado, recogiendo en recintos debidamente protegidas las vacas que vayan a parir, con la utilización de corrales nocturnos custodiados por perros, y con medidas disuasorias, pastores eléctricos, etc. 


Pero igual que es cierto que los lobos atacan y matan ganado, generando con ello una problemática personal y económica para las pequeñas explotaciones familiares, no lo es menos que los perros son igualmente causantes de numerosos ataques. Así lo refleja V. G. Eguren: "... debe prestarse especial atención a las pruebas periciales cuando se examinan los daños al ganado doméstico, no descartando la autoría de perros simplemente porque en la zona haya presencia de lobos (Echegaray y Vilá, 2010). Es más, los perros protagonizan muchos de estos ataques (Talegón, 2004) ... / ... Así, una investigación en nuestro país con perros asilvestrados demuestra que son capaces de atacar y causar daños casi de la misma manera en que lo harían los lobos (Duarte et al., 2014). En las poblaciones de lobos de Europa es importante el control de perros asilvestrados y abandonados que compiten con los lobos por los alimentos y el espacio". Por lo tanto, ante esta evidencia la sociedad se pregunta qué responsabilidad corresponde a cada cual, para no seguir culpando al lobo por inercia de todos los sucesos.

Pues bien, resulta ser una pregunta de imposible respuesta ya que no existe, ni ha existido nunca, una clara intención de nuestras instituciones públicas en cuantificar semejante dato y poner algo de luz sobre este aspecto concreto del conflicto. Resultaría sencillo delimitar responsabilidades y elaborar unas conclusiones que se ajustaran fielmente a la realidad si los peritajes que realizan nuestras administraciones incluyeran muestras de ADN (Matthew A. Mumma et al., 2012; Onorato et al., 2006; Romolo Caniglia et al., 2012; ASCEL, en El Lobo en los Medios; Talegón y Gayol, 2010). En la actualidad los datos que se manejan parten, siempre y solo, de los peritajes que con mejor o peor interés se realizan en base a meros "indicios" localizados en el lugar del suceso, utilizados como "prueba de cargo": mordeduras, excrementos, pelos, la presencia o no de lobos en la zona, avistamientos recientes de ejemplares, ... Las conclusiones finales de estos peritajes dependen totalmente de la buena voluntad y pericia del que visita y atiende la reclamación de daños, y en ningún caso de datos científicos, ya que no hay pruebas genéticas que discriminen si el autor ha sido lobo o perro. En definitiva, un ataque al ganado en nuestro país es o no de lobo en función de lo que el funcionario "crea o suponga" basándose en indicios.

Sin poner en duda a priori la buena voluntad de estos peritos, no podemos olvidar que, en función de estas evaluaciones personales, se ha dirigido siempre la gestión letal sobre la especie. Matar cientos de ejemplares, como se ha hecho durante años, usando como información de partida algo tan poco riguroso como los peritajes resulta muy atrevido y peligroso. Debemos tener claro que solo las técnicas moleculares pueden certificar con un rango de seguridad importante quién es el autor real de un ataque.

A pesar de lo que estamos viendo, en España, como todos sabemos, por norma, todo ataque al ganado que se haya producido en territorios con presencia del lobo es considerado causado por este último, generando una alarma social de gran magnitud y cargando a lomos del depredador las pérdidas que también provocan los perros. En estos territorios, que un medio de comunicación, un político o una asociación agraria generalice como "ataque de cánido" o, en su caso, hable directamente de ataques de perros es puramente anecdótico, cuando no ciencia ficción.

Sin embargo, estos daños provocados por perros ocurren, y mucho más de lo que algunos megáfonos del apocalipsis lobuno desearían reconocer, como veremos enseguida. 


En España hay varios millones de perros registrados. En 2015, por ejemplo, fueron 7.438.689, según refleja el "Análisis y caracterización del sector de los animales de compañía, Informe de Resultados" elaborado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. En general, la inmensa mayoría de ellos están controlados, muchos son animales de compañía y no suponen nunca -ni supondrán- un riesgo para el ganado. No obstante, una mínima fracción de ellos deambula en plena naturaleza sin control, bien porque son perros de la propia gente del campo -donde es muy habitual tener los perros sueltos-, o porque son animales extraviados o abandonados. A estos se les suma otro pequeño número de canes ya asilvestrados que no tienen ninguna dependencia del ser humano y que viven en la naturaleza como cualquier manada de lobos. Según este informe en España, desde 2006 a 2014 se abandonaron (o extraviaron) 769.809 perros, o lo que es lo mismo, la barbaridad de 109.972 perros al año. Para 2020 la Fundación Affinity, que elabora las estadísticas más completas de este problema en España usando para ello la información aportada por 387 protectoras y centros de recogida de animales, estimó que esta cifra ascendía a 162.000, relacionando además el cierre de la temporada de caza con el abandono o extravío de perros destinados a la misma en un 10 % del total de los casos calculados. Además, en su informe advierten que el 72% de los perros recogidos por estas protectoras de animales no tenían el obligatorio microchip, lo que es un número desorbitado que delata el estado de abandono en el que muchos perros viven y el grado de irresponsabilidad de sus dueños. Aunque gran parte de estos animales terminan afortunadamente en centros de recogida donde pueden ser adoptados por otros ciudadanos, lo cierto es que estos datos refrendan la escandalosa realidad de que hay un número mucho más elevado de perros pululando descontrolados -sean dependientes del ser humano o no- por el campo que de lobos, y que algunos de ellos pueden provocar daños en las explotaciones ganaderas, debido tanto a su poca pericia como cazadores como a su habitual vida al lado del ser humano, al que no temen, moviéndose con soltura en un medio humanizado del que siempre han sido comensales.

El ejemplar descontrolado de la siguiente imagen, al que se le ve perfectamente el collar metálico que delata que se trata de un perro con dueño, quedó fotografiado a varias horas de distancia del pueblo más cercano, en una sierra del centro peninsular. Este tipo de imagen, lejos de ser anecdótica, es recurrente, por ejemplo, en los trabajos que se realizan para el seguimiento y conservación de la fauna silvestre mediante fototrampeo.

Por poner otro ejemplo, en la siguiente fotografía vemos a un braco alemán fotografiado un fin de semana, en temporada de caza, en una sesión a las grullas que realicé hace unos años en el interior de una dehesa donde no se estaba cazando. Iba y venía desorientado y claramente desesperado, buscando a su dueño sin conseguirlo, cruzando incluso una carretera cercana.

Con dueño, pero descontrolados, abandonados intencionadamente, extraviados por accidente o naturalizados en el ecosistema formando a veces incluso manadas, lo cierto es que suman un número importante de perros que pueden causar graves daños en la ganadería y que, por sistema, se imputarán al lobo. Muy buen ejemplo de la problemática que suponen los ataques de perros fue el caso de un vídeo en el que se veía a una vaca avileña atacada por un grupo de perros, pero que durante un tiempo corrió como la pólvora en las redes sociales como si de una depredación de lobos se tratara. Así lo viralizó sin ningún complejo la revista cinegética Jara y Sedal haciendo gala de su impúdica línea editorial, a pesar de que en las fotos se podía comprobar perfectamente que se trataba de perros, como vemos en las pertinentes capturas de pantalla:


Cuando ya no se pudo ocultar por más tiempo la realidad del suceso ante la reacción de parte del público, se tuvo que reconocer que en realidad fueron perros de rehala los causantes del ataque:


Podríamos hablar así de múltiples ejemplos respecto de los daños que ocasionan los perros en la ganadería tanto aquí, en España, como en el extranjero. Sin embargo, tomaremos como muestra un botón, eso sí, incontestable al tratarse de un territorio donde no se puede culpabilizar al lobo: las Islas Baleares. Allí no hay lugar para las dudas sobre quiénes son los autores verdaderos de los ataques, teniendo que reconocer, por lo tanto, que nuestros fieles amigos tienen su cuota de responsabilidad cuando están descontrolados, algo de lo que no quieren ni oír hablar en las CCAA con presencia de lobo ibérico. En un artículo publicado en Diario de Mallorca en junio del año pasado se habla de que solo en 2018 en esta isla fueron 52 los sucesos de estas características que acabaron con 331 ovejas muertas, otros 50 hubo en 2019 saldándose con 467 animales muertos, en 2020 se repitieron 28 ataques más muriendo 185 reses, y solo en los seis primeros meses de 2021 perecieron otras 80 más en 17 nuevos ataques. De media, los 147 ataques al ganado en Mallorca se saldaron con la muerte de 1.063 cabezas de ganado (sin contar las heridas), lo que supone 7 ovejas muertas por ataque. Obviamente, el "modus operandi" de estos perros y de los lobos tienen grandes parecidos, y las temidas "lobadas" pueden ser obra, no solo de los lobos, sino también de nuestros perros. Otro ejemplo indiscutible de esto que decimos lo encontramos en Ibiza, donde los ataques de perros descontrolados parecen estar detrás -aunque no sea la única razón- de la disminución de un 50 % en el número de cabezas de ovino de la isla.

Bueno, bueno, amigos, parece que en España no todos los daños achacados invariablemente al lobo en aquellas comunidades en las que prospera deben ser obra suya, ¿no os parece? Y ellos lo saben. Los políticos mediocres que nos gobiernan, los sindicatos agrarios que radicalizan su mensaje, y gran parte de los propios ganaderos que miran para otro lado lo saben, aunque por diversos intereses todos ellos se niegan a reconocer que los perros son responsables también de considerables pérdidas económicas. ¿Será porque da mucha más pena decir que el autor de los daños es el malo del cuento, sí, ese villano que se quería comer a la abuelita en la casa del bosque?

En internet encontramos numerosa información sobre los daños causados por perros en el ganado en los cinco continentes. Aquí en Europa es bien conocido el caso del Reino Unido, que ha sido utilizado en numerosas ocasiones como ejemplo. Allí varios miles de ovejas mueren anualmente por ataques de perros, como bien indica la Sra. Minette Batters, Presidenta del Sindicato Nacional de Agricultores en una comparecencia del 9 de noviembre del año pasado, ante el comité que trataba el Proyecto de Ley de Bienestar Animal: "Nos enfrentamos a una situación en la que cada años mueren 15.000 ovejas".

No, en Castilla y León, Galicia, Asturias y Cantabria no hay ataques de perros al ganado, en España tooooodos los ataques al ganado son obra del lobo.

Debajo una hembra de mastín ajena a la explotación ganadera que pasta en la zona alimentándose de un cordero.


¿Se puede diferenciar el ataque de un perro del de un lobo?

Obviamente no es sencillo. En el informe "El lobo y la ganadería, guía para su tratamiento informativo" Ecologistas en Acción lo dejan claro con el siguiente párrafo: "Por otra parte, es necesario recordar que parte de los daños atribuidos al lobo son producidos por perros asilvestrados, errantes o domésticos. Discernir si un ataque ha sido realizado por lobos o por perros es complejo, a menos que se utilice un análisis de ADN. En algunas zonas se ha comprobado, utilizando estas técnicas moleculares, que un importante porcentaje de daños achacados a los lobos eran en realidad ocasionados por perros". Así pues, según Ecologistas en Acción, distinguir sin análisis genéticos al autor real de un ataque al ganado resulta harto difícil basándose solo en los indicios recabados en el lugar de los hechos, cuando no imposible, lo que coincide plenamente con la autorizada opinión de Javier Talegón (comunicación personal), biólogo experto en el lobo que, entre 2000 y 2003 realizó más de 600 peritajes de reclamaciones en el oeste castellano leonés.

Así lo explican el propio J. Talegón y Xurde Gayol -experimentado guarda de medio ambiente del Principado de Asturias que también ha peritado cientos de ataques- en el capítulo titulado "El uso de estadísticas de predación sobre ganado en la gestión y conservación del lobo en la Península Ibérica" del libro editado en 2010 por ASCEL "Los Lobos de la Península Ibérica, Propuestas para el diagnóstico de sus poblaciones": "... la escasa unanimidad en los criterios y en los métodos de peritación de los daños, así como la insuficiente y desigual formación del personal encargado de realizar las labores de peritaje, son algunos problemas aún pendientes de resolver, en relación a la recogida de información ... / ... una carencia importante es la escasez de equipos de trabajo especializados; lo habitual es que el agente de la zona (rural, forestal, celador, etc.) visite el daño aplicando su criterio particular ... / ... En España la formación del personal encargado de las peritaciones es escasa y desigual, aunque se han realizado cursos específicos sobre ello".

Leyendo este texto, vemos que, en aquellos años en nuestro país no existía ni formación del personal, ni protocolos, ni metodologías comunes en los peritajes, lo que impide analizar estadísticamente la información al no ser ni rigurosa ni comparable. Y esto sucede a pesar de que diferenciar entre perros o lobos en un daño resulta imprescindible para reducir la animadversión que suscita la presencia del depredador entre la gente del campo. Estos dos autores insisten en la necesidad de conocer la "incidencia real" generada por Canis l. s., discriminándola de la causada por perros. Solo mediante la estandarización de los protocolos de peritaje, el uso discrecional de pruebas de ADN y la formación especializada del personal será posible evaluar, por ejemplo, la idoneidad de las medidas preventivas utilizadas y la verdadera incidencia de la especie desde un punto de vista biológico, social, económico, temporal o geográfico.

En este mismo sentido apunta el documento "Declaración del Grupo Campo Grande para el tratamiento del conflicto en torno al lobo" al observar sobre los peritajes que " ... los instrumentos que hay actualmente para conocer los ataques de cánidos a las explotaciones ganaderas no son efectivos de cara a una cuantificación precisa, por lo que la información que proveen actualmente no es un reflejo fiel de la realidad. Por un lado, los criterios que se usan en las distintas comunidades autónomas son diferentes y la información que genera es poco comparable de unas regiones a otras (con protocolos para los agentes medioambientales a veces poco claros). Además, con las evidencias que se obtienen es casi imposible distinguir los ataques de lobo de los de perros asilvestrados ... / ... También, las relaciones personales del ganadero con la guardería pueden mediatizar el procedimiento e incluso, ocasionalmente, se han encontrado casos de fraude en los procedimientos". Este grupo de trabajo apunta, además, a "... que no existe un acceso transparente a la información sobre ataques, daños e indemnizaciones que gestionan las distintas administraciones autonómicas", lo que sin duda facilita una manipulación del conflicto.

Como muy bien apuntan en la declaración anterior, no debemos menospreciar la subjetividad de las peritaciones cuando el propio guarda o celador encargado de realizarlas es, a su vez, ganadero, o cuando existe una relación personal (de amistad o de enemistad) entre el perito y el afectado por el daño, situaciones todas ellas que son relativamente comunes y que obligan a tomar el conjunto de resultados con muchas reservas y prudencia. Tal es así que J. Talegón y X. Gayol en su estudio recomiendan que, para evitar presiones del afectado, la notificación del resultado de la inspección no se haga nunca en el lugar de los hechos. Es tan evidente que los peritajes adolecen de excesiva inseguridad científica que numerosos investigadores, a la hora de usar las dispares y poco homogéneas estadísticas de daños como parte de la información preliminar de sus trabajos, hacen siempre especial mención a la necesaria cautela con la que se han de tener en cuenta (Blanco et al., 1990a y 1990 b / Llaneza, 1995 / Uzal y Llaneza, 2010 / Barrientos y Rico, 1993 / Barrientos et al., 1995).

Visto todo lo anterior, es sencillo concluir que nunca ha sido muy relevante para las autoridades conocer el alcance "real de la incidencia real", valga la redundancia, lo que ha generado durante años un perverso e injusto aumento del rechazo social hacia la especie, y el consiguiente exterminio de cientos de lobos que han pagado con su vida las pérdidas producidas por perros, enfermedades, accidentes o fraudes. Pero si las administraciones nunca se han mostrado proclives a presentar el problema de los daños en su justa medida, es decir, achacando al lobo solo lo que es del lobo y diferenciándolo de los daños con otros orígenes, si que se ha preocupado de alentar, muy por el contrario, el uso de la especie como cabeza de turco, estimular el victimismo del mundo rural y la necesidad de elegir entre el lobo y la ganadería y, en última instancia, entre el lobo y el ganadero. 

En el trabajo de J. Talegón y X. Gayol se expresa claramente algo que parece de primero de carrera, pero que nuestras instituciones ni se lo plantean: "Por otro lado, es deseable disponer de técnicas genéticas como método para obtener información sólida de la autoría de un daño, discriminando así entre lobos y perros". Invertir en hacer estudios genéticos de las reclamaciones de daños es invertir en el conocimiento de la magnitud real del problema, y es invertir en la reducción de la confrontación social gracias a una mayor información sobre la autoría de los daños. Las partidas presupuestarias destinadas a este cometido deberían ser prioritarias y con facilidad se financiarían -al menos en parte- con el propio ahorro de aquellas indemnizaciones que en la actualidad se vienen abonando indebidamente a numerosas reclamaciones fraudulentas, que prácticamente dejarían de existir, acabando de paso, también, con las valoraciones subjetivas y los muy probables errores humanos en las labores de peritaje. Además, que no exista una formación especializada en el análisis de los daños y unos protocolos y plazos generalizados en todo el área de distribución del lobo dificulta el uso de los datos oficiales. Solo homogeneizando unos peritajes serios y profesionales la información obtenida sería uniforme, objetiva y comparable, lo que sí nos permitiría conocer el alcance "real de la incidencia real" del lobo en la ganadería, por fin.

El fraude en la declaración de daños

Entramos aquí en otro tema espinoso que parece levantar también sarpullidos a más de uno. Si políticos, sindicatos agrarios y ganaderos no quieren ni oír hablar de la responsabilidad de los perros descontrolados o asilvestrados en los daños a la ganadería, qué se puede decir de los fraudes que rodean algunas reclamaciones de daños y que manchan la honestidad del resto del colectivo. Aquí el sector ganadero siempre mira para otro lado y parece como si el tema no fuera con él, volviéndose cómplices de la estafa, recordándome mucho a cuando el sector cinegético tira balones fuera cada vez que se menciona la palabra furtivo. En 2010 el periódico on-line El Comercio se hacía eco de un estudio realizado por biólogos y agentes medioambientales de sobrado prestigio en el conocimiento de este depredador (nuevamente Xurde Gayol y Javier Talegón, esta vez junto a otros dos reputados conocedores de la especie: Ángel Nuño y Jorge Echegaray), y publicado en septiembre de dicho año en el Cuaderno 295 de la revista Quercus, en el que se indica que el 10, 13 y 15 % de los daños reclamados sobre una amplia muestra de 473 expedientes revisados y originados en tres regiones distintas de Zamora y Asturias, fueron fraudulentos. Las dos primeras frases del artículo son lapidarias: "El lobo es un depredador al que se imputan más víctimas de las que causa. La picaresca y la posibilidad de sacarle un dinero extra a la Administración motivan reclamaciones falsas, a veces desarrolladas con sorprendente inventiva". Efectivamente, la existencia de fraudes no es negada por nadie, y lo deja de nuevo meridianamente claro V. G. Eguren en su documento de 2015 ya mencionado cuando escribe "Aunque el pago de compensaciones por daños que provoca el lobo es una exigencia de justicia social, también fomenta la picaresca, originando abusos por parte de algunas personas (Blanco el al. 1990a)", o el propio Juan Carlos Blanco cuando escribe en 2002 que "En algunos sitios la picaresca es tan grande que desfigura por completo el significado de las estadísticas".

Desafortunadamente muchos autores, divulgadores y periodistas aún continúan utilizando el término "picaresca" para referirse a estos fraudes (yo reconozco haberlo usado también en el pasado), lo que induce a banalizar la gravedad de los mismos. Es, desde mi punto de vista un error que no volveré a cometer, pues trivializa hechos que generan un importante aumento de la animadversión hacia la especie, además de suponer un quebranto de las arcas públicas y un hecho delictivo en sí mismo. Pretender que el fraude y la picardía sean sinónimos tiene tan poco sentido común, como pretender que un delito y una travesura lo sean, pues eso es lo que son el uno y el otro. 

En cualquier caso, saber hasta qué punto están generalizadas estas reclamaciones fraudulentas de daños por lobo y en qué medida forman parte del problema las propias peritaciones no es sencillo de conocer. Ni siquiera sería justo extrapolar los porcentajes arriba indicados al resto de regiones, porque igual que podrían ser menos, criminalizando entonces injustamente a gran parte del colectivo, también podrían ser realmente muy superiores, restando gravedad a esta problemática. El artículo publicado en El País en julio de 2016, titulado "El negocio sucio que rodea al lobo" describe las investigaciones e imputaciones que el SEPRONA llevó a cabo sobre un entramado delictivo constituido por guardería y ganaderos para cobrar indemnizaciones fraudulentas. Mucho más conocido es el fraude, ya clásico en Asturias, de los potros comprados en Portugal o Galicia por 50-100 € y abandonados en el monte asturiano para que los lobos los mataran y cobrar indemnizaciones que rondan los 800 €. Independientemente de lo que se termine demostrando en los juzgados, es voz populi que estos hechos son mucho más comunes de lo que finalmente acaba haciéndose público. La problemática que engendran estos delitos representa un factor relevante a tener en cuenta, ya que es el estafador y no el lobo el que engorda la bronca social. Una vez más se crucifica mediáticamente a un animal que, al menos en esos casos, ha sido inocente, y que puede acabar en un control letal.

En definitiva, estos fraudes sobredimensionan la problemática real, amplificando tanto la crispación social como el perjuicio económico, y esto es así ante la opinión pública, ante las administraciones y ante el resto de ganaderos.

A pesar de todo lo expuesto, durante años estos hechos dolosos no han estado en el punto de mira de las administraciones regionales, y hay un consenso general respecto de que se ha sido demasiado flexible e indulgente en la valoración de muchos de los expedientes a la hora de adjudicar la autoría de un ataque finalmente al lobo en vez de al perro, con el fin de acallar el malestar de la gente del campo mediante indemnizaciones, ayudar a familias de economías modestas o incluso evitar que algunos ganaderos se tomaran la justicia por su cuenta. Si no ha habido un serio interés en perseguir estas estafas, y si además se ha sido poco riguroso a la hora de valorar la reclamación tenemos que, con seguridad, en demasiadas ocasiones se le ha achacado al lobo un daño que no ha realizado realmente o que, al menos, no ha estado suficientemente demostrado. El resultado final es el de siempre, se culpabiliza a la especie por inercia cultural, porque es lo más sencillo y porque alguien obtiene algún tipo de beneficio. 

Todo estos hechos y dudas que rodean las reclamaciones de daños hacen que, en definitiva, los peritajes tal y como se hacen en nuestro país NO SIRVAN para saber con seguridad la causa de la muerte de una res.

Resumen

Así pues, con todo lo que hemos venido comentado hasta ahora nos podemos preguntar: ¿qué sabemos con seguridad? Pues con seguridad ...

- Sabemos que el lobo puede ser un inmejorable aliado del ganadero, reduciendo las poblaciones de herbívoros -y eliminando a los animales enfermos- y así minimizando la transmisión de enfermedades al ganado.

- Sabemos que el lobo causa un número indeterminado de bajas en la cabaña ganadera.

- Sabemos que el perro también causa un número muy importante de bajas.

- Sabemos que los ataques de perros al ganado suponen un problema grande también en regiones y países donde no existe el lobo.

- Sabemos que los ataques de cánidos (perro y lobo) afectan a menos del 1 % de la cabaña ganadera.

- Sabemos que solo los análisis genéticos pueden determinar con seguridad al autor de un ataque.

- Sabemos que en España no se realizan estos análisis genéticos de forma general, solo muy puntualmente.

- Sabemos que la valoración de un daño es, en general, una apreciación personal y particular, no científica.

- Sabemos que no existe, en general, una especialización de los peritos que visitan las reclamaciones.

- Sabemos que no hay una formación, metodología y protocolos homogéneos en todo el territorio nacional, siendo muy desigual entre regiones.

- Sabemos que existe un fraude importante en la reclamación de daños.

- Sabemos que las enfermedades son mucho más letales que los daños provocados por cánidos.

- Sabemos que la problemática que afecta a la ganadería es de otra índole (coyuntural, económica en un mundo global, ausencia de relevo generacional, abandono de las instituciones del medio rural, etc.)

En definitiva, "sabemos que no sabemos" cuánta responsabilidad hay que imputarle al lobo y cuánta a otros factores -perros, fraude, etc.-, pero que es, desde luego, muy inferior a la que se le achaca. Y sabemos, por lo tanto, que el lobo no es el caballo de Atila que va a acabar con la ganadería en España.

Parafraseando aquel dicho popular que dice que "no es oro todo lo que reluce" a la vista de todas estas cuestiones podemos asegurar que NO ES LOBO TODO LO QUE SE DICE.