Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

26 de diciembre de 2012

Mi casa

Son los últimos días de diciembre y la sierra de Béjar está casi completamente libre de nieve como la mayoría de los inviernos por estas fechas, algo en lo que siempre pienso cada vez que recuerdo la lucha desigual que mantuvimos por evitar que destruyeran la zona de La Covatilla con una infraestructura que, ya entonces, se anunciaba de un impacto ambiental terrible e irreversible, y de unas rentabilidades económica nula y social cuestionable, cuanto menos.

Quiero esta sierra como si fuera mi hogar.

Hoy sopla en ella el viento con ganas. Paseo con mi compañera por los caminos que tantas veces hemos recorrido juntos desde hace décadas. Sin Prisas, sin carreras, camplaciéndonos de la propia acción de caminar. No nos preocupa hacia dónde dirigirnos y, sin un destino establecido, deambulamos sin rumbo fijo. Nos desviamos momentáneamente de la senda hecha buscando un hito que construyera yo hace muchos años y que ayuda a entrar en la hoya de Las Cañadillas. Lo localizamos y lo volvemos a levantar, ya que el paso del tiempo lo ha dejado reducido a un tercio de su altura. Seguimos vagando y nos encontramos con viejos amigos, compartiendo con ellos un rato de conversación, aunque demasiado corto, alrededor de las viandas. Con alguno de ellos compartiera yo hace muchos años mucha montaña, muchos caminos y algunas escaladas. Me alegra comprobar que los viejos roqueros nunca mueren, aunque en este caso se hacía innecesario encontrármelo por el monte para saberlo, pues era algo que a mi ya me constaba. Nos despedimos y los vemos alejarse por entre rocas y manchones de nieve hacia El Turmal. Al final son sólo unos puntitos que deambulan por lo alto de las rocas hasta que finalmente desaparecen.
















Pasan las horas y va concluyendo la jornada. Nosotros regresamos por la ladera teñida con los colores cálidos de las últimas luces del día. Arrancamos el motor y la plataforma de tierra se queda casi vacía. Un solo vehículo espera zarandeado por el aire y envuelto ya casi completamente por el manto de la noche a que regresen sus ocupantes, nuestros amigos. Ponemos rumbo a la ciudad y dejamos a la espalda nuestra casa. Nuestro hogar. A la luz de los faros nos alejamos entre curvas y sombras, esperando una nueva oportunidad para regresar.

24 de diciembre de 2012

Oporto

Apenas hay transeúntes cuando bajo por una estrecha calle del barrio de la Ribeira buscando el Douro. El adoquinado de sus callejas y los edificios cubiertos de humedades me saludan con las primeras luces de la mañana, envolviéndome con una atmósfera que me embriaga. De las fachadas de sus edificios cuelgan tendederos de ropa y de los tejados emergen los graznidos de las gaviotas que han pasado allí la noche. Un borracho sube como puede la empinada callejuela apoyándose en cada portal, mientras en la plazuela contigua un barrendero trabaja los últimos momentos de sus turno de noche.

Poco a poco despierta al nuevo día la bulliciosa ciudad mercantil que da nombre a todo un país.

Camino por sus calles con el plano guardado en el bolsillo del pantalón pues el frescor de estas primeras horas me anima a pasear sin rumbo fijo. En breve la ciudad sosegada del amanecer se transformará en la urbe comercial, agitada, ruidosa y colorista que todos imaginamos a orillas del gran río internacional, junto a su desembocadura en el Atlántico, cargada de edificios victorianos y puentes históricos, del tipismo de sus rabelos y bodegas, de sus azulejos del color del mar y de sus viejos tranvías. La melancolía y la nostalgia del fado de Amalia Rodrigues fluye como el hilo musical de Oporto desde la ventana abierta de alguna casa; desde la ventana abierta de cualquier casa de esta ciudad cargada de historia y vida, que rivaliza con la misma Lisboa. Fluye como la banda sonara de este Oporto que me engancha y de todo Portugal.














19 de diciembre de 2012

10.000

Hace unos minutos, cuando he encendido el ordenador, he visto que la cifra del contador de páginas estaba justo en las diez mil. ¡Qué bonita cifra y que precisa coincidencia!. Gracias a todos por haber participado de este cuaderno, pues habéis sido vosotros los que lo habéis hecho posible. Espero seguir contando con vuestra fidelidad.


Unos momentos después:


14 de diciembre de 2012

12 meses

Doce meses se cumplen hoy día catorce de la andadura de este blog. Doce meses en los que mi aspiración ha sido que algo más de medio centenar de entradas os hayan contado algo más de medio centenar de historias. Sobre naturaleza unas veces, urbanas otras, sociales o personales también. Las cerca ya de diez mil visitas que este nómada ha tenido en este tiempo, le animan a seguir caminando la misma vereda, pues queda mucho que contar en un mundo que evoluciona rápidamente y en donde se suceden los cambios a velocidad de vértigo. Para soplar entre todos la primera vela del deambular de este cuaderno, y aprovechando también que tan solo hace tres días se conmemoró el Día Internacional de las Montañas, os dejo doce imágenes de otras tantas cumbres. Doce rincones del planeta para recordar los doce meses de este primer aniversario. Una docena de fotografías que quieren ser un homenaje a esa gran protagonista de la naturaleza más salvaje e indomable, la montaña, alta, lejana, fría e hinóspita, siempre peligrosa, pero a la vez bella como pocos escenarios de esta muestra casa. La Montaña, con mayúsculas.