Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

9 de noviembre de 2013

El individuo

¿Qué es el individuo para ellos? Un número, una estadística, un punto en un gráfico, un cálculo aritmético, una porción del rebaño, una pieza más, un peón sacrificable. Sin vida, sin sentimientos, sin esperanzas ni anhelos, insignificante. Sin mirada. Sin corazón.

Un muerto vertical. Sin derechos.



7 de noviembre de 2013

El otoño en mi jardín

Por fin respiro a otoño en mi jardín. Paseo por sus caminos pisando las primeras hojas secas, amontonadas en los rincones por el viento, y huelo a madera y tierra húmeda. El cielo, blanquecino. La hierba, de verde saturado. Los primeros chopos amarillean como una llamarada, al lado de otros que aún resisten completamente verdes. Los cormoranes han regresado y sobrevuelan en pequeños grupitos por encima de las choperas, en su trasiego diario sobre la cinta plateada del río. Las garcetas comunes se entretienen en la aceña del molino intentando, pacientes, sorprender a algún pececillo. Entre tanto, el martín pescador pasa veloz volando recto sobre el agua, a baja altura, con su reclamo inconfundible.

El viento, incómodo en la cara, desprende las hojas amarillas, que caen mortecinas a mi alrededor. El ambiente fresco y las escasas horas de luz envuelven el transcurrir de estos días desapacibles.

Y sí, ahora ya puedo decirlo, llegó por fin el otoño a mi jardín.


31 de octubre de 2013

La noche de los muertos

Felices sueños. Dormir. Hoy es nuestra noche. La de los difuntos. Arañaremos las paredes de nichos, ataúdes y sarcófagos. Y saldremos. Vagaremos entre vosotros en la oscuridad de la noche y os observaremos de cerca, mientras dormís, en vuestras alcobas. Esperaremos junto a la cabecera de vuestras camas. Os miraremos y escucharemos vuestro respirar profundo. No despertéis. Dormir. Felices sueños, que nosotros, los muertos, estaremos junto a vuestros lechos.



25 de octubre de 2013

Otra más ...

... y ya son demasiadas en muy poco tiempo. Ante la dictadura y el autoritarismo de los que que se creen en posesión de la verdad, ante el fascismo de los que deciden, ante su sordera y su rodillo, ante su chulería y su cinismo, no queda otra solución que salir a la calle. Una vez más. Y ya van demasiadas.








22 de octubre de 2013

España va bien...

Recuerdo en los ochenta y noventa los años duros de la jeringuilla, cuando sombras verticales arrastraban sus pies por la ciudad y alargaban sus manos pidiendo entre los transeúntes para su dosis diaria, cuando una palabra nombraba una enfermedad maldita y suponía al mismo tiempo el aislamiento social, convirtiendo al enfermo en un paria, además. Fueron los tiempos duros del caballo. Y recuerdo ahora los estragos de aquellos años trágicos porque veo por mi ciudad una vez más muchos brazos tendidos y manos abiertas pidiendo no caer en el olvido, después de haberlo hecho ya en la exclusión social. Veo de nuevo por las calles de mi ciudad muchos parias olvidados, más incluso que en los años duros del caballo, con manos abiertas que son la respuesta real y contundente a los datos con que nos están bombardeando los poderosos en los últimos días. Manos de gente que no vive en el mismo país de las oportunidades al que nuestro presidente se refiere en foros internacionales (rebosantes de sonrisas, trajes hechos a medida y coches oficiales). Gente a la que no le moja la lluvia de millones de la que habla otro iluminado envuelto en su bandera roja. Manos de gente a la que ni le han bajado el sueldo, ni se lo han moderado levemente en su crecimiento, porque simplemente se lo han quitado. Manos que contradicen el optimismo de los mismos corruptos de siempre. Manos de gente real, de carne y hueso, que no engrosarán nunca el trece por ciento de nuevos millonarios que hay en el país; ni siquiera el de la clase media, cada vez más reducida; sino el de las clases más desfavorecidas, el número de pobres severos, el de aquellos que usan los comedores sociales, el de los que duermen sobre unos cartones, el de los que tienden el brazo con la mano abierta por las calles de cualquiera de nuestras ciudades.