Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

28 de julio de 2021

A veces buenas noticias

En materia de medio ambiente no es lo más normal que nos lleguen buenas nuevas. Siempre, por regla general, lo que es noticia es siempre una mala noticia. Calentamiento global, pérdida de biodiversidad, sobrepesca, sobreexplotación de los recursos naturales, ... Cuando bajamos unos escalones hasta un nivel nacional, regional o local suele ocurrir lo mismo: animales envenenados o tiroteados aún siendo de especies protegidas, linces que caen en las carreteras, persecución ilegal de los grandes depredadores, excesos en las actividades cinegéticas, contaminación de cursos fluviales, abusos e ilegalidades en los estudios de impacto ambiental de las grandes empresas energéticas o de construcción de infraestructuras viarias, cuando no E.I.A. "ad hoc", corporaciones locales o autonómicas que anteponen los intereses particulares al general en materia de medioambiente, la inmensa mayoría de los incendios intencionados, ... Por eso cuando llega, no una sino dos buenas noticias, no podemos por menos de sorprendernos. Es, por lo tanto, noticia que haya una buena noticia relacionada con nuestro patrimonio natural. Pero que sean dos es ya casi inaudito.

Pero vayamos por partes. La primera de las noticias de la que nos haremos eco es la que trata de la prohibición impuesta por Europa de seguir masacrando a la tórtola común o europea cada año en nuestro país. Esta próxima temporada ya no se podrá cazar esta especie en España legalmente, dando un severo tirón de orejas a nuestro estado por no protegerla del expolio cinegético a que venía siendo sometida. En agosto de 2019 el diario El País publicaba una noticia titulada "El infierno español de las tórtolas" en el que se daban datos esclarecedores, a la par que estremecedores, como que, de los dos millones de ejemplares que cruzan nuestro país en su camino migratorio hacia tierras africanas, del orden de 800.000 caen en nuestro territorio por disparos de escopeta, o que la población en España haya decrecido un 40%, y hasta un 80% a nivel continental. Lo cierto es que todos esperábamos que su protección se hiciera efectiva a principios de año cuando la Comisión Estatal para el Patrimonio Natural se reunió el 4 de febrero con el fin de tomar una decisión sobre si incluir a la especie en el Catálogo como especie "Vulnerable", junto al lobo ibérico, que sí fue incluido finalmente en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial. Sorprendentemente la tórtola común, como ya podéis suponer, no fue catalogada, en este caso debido a un empate en la votación. Habiendo perdido aquella oportunidad de oro para proteger de una manera legal y efectiva a esta columbiforme en trágico declive poblacional, la Comisión Europea se ha visto obligada a darnos un ultimátum tras años de reprendernos y avisarnos, y advirtiendo que la caza en nuestro país está siendo insostenible para la especie, a través de un Dictamen Motivado con fecha de 3 de diciembre de 2020: o la protegemos o nos llevarán ante el Tribunal de Justicia Europeo. La moratoria, pues, se está haciendo efectiva en las diversas comunidades autónomas españolas, aunque a regañadientes.


La siguiente noticia ha supuesto también una enorme alegría en la provincia de Salamanca, y hace referencia al dictamen del Consejo de Seguridad Nuclear del 12 de julio vetando la construcción de la planta de procesado de mineral de uranio de Retortillo, que la multinacional australiana Berkeley pretendía explotar en este municipio. Contra esta mina (la que sería en realidad la única mina de uranio de Europa) la sociedad salmantina se ha posicionado frontalmente en contra desde el principio -cuando hace más de diez años Berkeley desembarcó en nuestra provincia con la prepotencia del que enseña fajos de dinero y empleo para comprar voluntades-, manifestando en las calles su enfado con la sumisa connivencia política de nuestros mandatarios autonómicos, provinciales y locales con los intereses de la empresa privada. Este veto supone, de hecho, la imposibilidad de llevar a cabo las extracciones mineras debido a que se trata de un informe vinculante en la decisión final del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico de autorizar o no la explotación minera. Este dictamen negativo contempla la existencia de evidentes riesgos en el tratamiento y almacenamiento de los residuos radioactivos generados durante el procesado del uranio, algo que heredarán (y pagaremos todos los españoles) las generaciones futuras, y que vienen derivados de las deficiencias en el almacenamiento y la peligrosa filtración a los acuíferos de la zona. El mismo presidente del Consejo de Seguridad Nuclear llegó a lamentarse en el Congreso de los Diputados sobre la deficiente calidad de la documentación del proyecto minero aportada por Berkeley. Pese a no contar con todos los permisos pertinentes, esta multinacional y su insultante prepotencia, y con la condescendencia de los políticos implicados, ha realizado la eliminación de cientos de encinas centenarias, realizado desmontes y creado una balsa de enormes dimensiones, además de iniciar una carretera que debió ser paralizada. La mina tenía prevista una vida útil de solo diez años, lo que nos habla del desprecio con el que estas multinacionales obasequian a las poblaciones afectadas por su actividad industrial, cuya herencia tendrán que soportar durante siglos. La empresa, de capital enteramente privado, obtendría los beneficios, pero los altísimos constes de vigilancia de los residuos radioactivos que se quedarán ahí para la posteridad acabarían siendo pagados por el bolsillo de todos nosotros. Como siempre, detrás de todas estas especulaciones económicas y políticas hay mucho más de lo que sabemos los ciudadanos.

Hoy la dehesa es un poco más libre en Retortillo y Villavieja de Yeltes que hace unas semanas o meses. Se ha sacudido de encima el polvo de la miseria más rastrera de las grandes especulaciones económicas a costa de hipotecar el futuro de las generaciones futuras, en una comarca que no necesita que los que deben velar por su futuro les mientan y les engañen, ni sus políticos, ni esos falsos benefactores venidos para llenarse sus bolsillos a cambio de migajas y prebendas. 



Bueno, hoy podemos dormir un poco mejor, dos noticias relacionados con nuestra salud ambiental nos deben permitir estar un poco más satisfechos de nosotros mismos, de saber que nuestra lucha por la conservación de la naturaleza a veces alcanza buenos resultados. Habrá que seguir al pie del cañón, vigilantes y beligerantes.

Salud a todos.

8 de julio de 2021

Estampa en Gredos

Sin muchos comentarios.

Gredos es un enclave donde el ganado -sobre todo vacuno- forma una parte fundamental del paisaje, indisociable de este, esencial. Cuando observo a caballos y vacas quedarse mirándonos, a nuestro paso a lo largo de cualquier recorrido o excursión, pienso siempre exactamente lo mismo: ¿qué no habrán visto esos ojos a lo largo de los meses que viven alejados de todo, casi olvidados a su suerte en estas grandes laderas cubiertas de piornos y rocas? Sin duda, escenas y animales que ya hubiera querido observar yo en persona.

Esta es una estampa del Gredos real, del que resulta de su vida cotidiana, que va mucho más allá de cumbres, crestas y paredes para escalar, más allá de las sendas clásicas, a veces masificadas, que llevan a las principales lagunas y cabeceras glaciares, y desde luego más allá aún de sus más famosas gargantas. Esta foto resume el verdadero Gredos, el de verdad, el de su vida diaria.

Por eso no precisa de muchos más comentarios.



29 de junio de 2021

Rebecos leoneses

Amanece en las agrestes laderas de unos montes leoneses a donde el azar y las circunstancias nos han arrastrado con los pesados equipos fotográficos y de observación. El sol calienta las faldas de la montaña que tenemos enfrente mientras nosotros dos permanecemos aún a la sombra de una gran ladera, en silencio, observando con el telescopio y los prismáticos el renacer de una nueva jornada. Más allá de estos montes, un mar de nubes cubre todas las llanuras circundantes. Las manadas de rebecos (Rupicapra rupicapra) desayunan por las inclinadas praderas verdes, desperdigadas, pero nunca a mucha distancia de los protectores cortados rocosos. Envidiamos el sol que los calienta, mientras nosotros necesitamos ponernos toda la ropa que hemos traído, gorros y guantes incluidos; el astro rey tardará aún bastante en ofrecernos a nosotros sus anhelados rayos. Un jabalí deambula por debajo de nuestra posición. Un puñado de cabras monteses hacen lo propio también. Escudriñamos crestas, aristas, laderas, hondonadas, praderas, roquedos, canchales, ... buscando encontrarnos con los espíritus del bosque y la montaña, con el palpitar de la vida real en la naturaleza.








Hoy solo los rebecos, el puñado de cabras y aquel jabalí remolón distraerán nuestras miradas. Nuestros cuerpos destemplados esperarán inmóviles y pacientes la sorpresa que no llegará.

La pasión que levantan los rebecos en la cordillera Cantábrica y Pirineos  -únicos lugares en los que podemos observar esta especie en nuestro país- es comparable con la que levantan las cabras monteses a quienes vivimos cerca de Gredos y otras sierras centrales (además de en otros muchos lugares de la península). Más feúchos ahora con su pelaje de verano, se me viene a la cabeza las pasiones que levantaba ya en el siglo XIX entre la nobleza y la aristocracia españolas, cuando representaba un trofeo de caza muy codiciado. Hoy el rebeco sigue soportando una gran presión cinegética, tanto legal como ilegal.

Se trata de una especie típica del piso subalpino, de esa franja ecotonal existente entre la parte superior de los bosques y la alta montaña. En este ambiente realiza desplazamientos altitudinales con las estaciones del año, abrigándose en las masas forestales durante los crudos inviernos y ascendiendo por las praderas alpinas a medida que avanza la estación primaveral, alcanzando las mayores cotas durante lo más caluroso del verano. Nunca se aleja demasiado de los bosques o roquedos protectores, en los que busca refugio por igual. 

Nosotros, desde nuestra atalaya a la sombra, los vemos efectivamente alimentándose entre los últimos abedules del bosque y las cuerdas cimeras, aprovechando los pastos aún verdes de este final de primavera.




Cuando nos empieza a calentar el sol llega la hora de plegar los trastos, quitarnos algo de ropa y regresar por donde hemos venido. Ya han pasado tres horas desde que amaneció y los espíritus del bosque y la montaña no han querido presentarse. El amanecer no ha tenido desperdicio, aun así. Ha sido un chute de paz y serenidad. Hemos estado completamente solos y no hemos visto a nadie ni en la distancia. Solos. Nosotros y los rebecos. Completamente solos.

Ahora nos vamos y los dejamos a ellos pastando, dejando pasar un nuevo día en la montaña cantábrica.

26 de junio de 2021

Pechiazules del norte


Este año será para mí, sin duda, el año del pechiazul (Luscinia svecica). A mis sesiones realizadas a ejemplares de las sierras del Sistema Central (se distribuye desde Béjar a Somosierra), he podido sumar dos tardes muy productivas a ejemplares de los Montes de León. En la Península Ibérica, este pájaro se distribuye durante la época estival en dos poblaciones bien diferenciadas: la más meridional es la que abarca las cotas altas de las citadas sierras centrales; la segunda abarca la Cordillera Cantábrica y Montes de León. Los paisajes de estos últimos se mostraban en pleno esplendor primaveral y a la explosión de los piornos amarillos en grandes extensiones de sus laderas, se venían a sumar los fucsias y morados de los brezos en otras muchas colindantes.




No tengo calificativos para describir el espectáculo que representaban estas alfombras de flores, aromas y colores tapizando estas montañas. La oportunidad de fotografiar a esta especie en ambientes distintos a los que habitualmente ocupa en el centro peninsular no podía dejarla pasar por alto. Además, la posibilidad de obtener archivos de ejemplares con medalla blanca en la garganta podía ser la guinda del pastel para mí.



Así fue, pero no solo por esos dos aspectos que cobraron especial relevancia para mí, sino también al comprobar, además, la costumbre que tenían los machos aquí de elevar constantemente la cola, algo que, si bien lo hacen todos los machos de la especie, en mi zona de trabajo no me ha resultado nada sencillo fotografiar en anteriores ocasiones. ¿Comportamientos algo diferentes, a caso?. No lo sé. Lo que sí sé es que en mis archivos de otras temporadas no es sencillo encontrar alguna imagen con estas posturas, mientras que en estas dos sesiones me resultó habitual.




Sea como fuere, las dos sesiones que pude realizar -la primera de ellas acompañando a grandes amigos, magníficos naturalistas y mejores personas- fueron de lo más productivas, fotográficamente hablando.

Sin hide y sin red de camuflaje porque las sesiones surgieron de un modo imprevisto en el transcurso de un viaje bichero sin rumbo fijo, todas las fotos están realizadas a pecho descubierto. Sentado durante horas en una silla, detrás del trípode y la cámara, la observación previa y la paciencia se transformó en la herramienta fundamental para obtener algún resultado (vamos, lo normal en la fotografía de fauna, ¿no?). Localizados los posaderos que algunos ejemplares usaban en el denso matorral, y que pueden llegar a tener importantes acumulaciones de excrementos, toda la estrategia se basó en situarse cerca de ellos y esperar. 


Mayor simpleza no se puede pedir. Los animales, enfrascados en sus tareas reproductivas van y vienen con las cebas utilizando esos posaderos habituales.





Cuando uno de los progenitores llega a la zona, al principio lo hace vigilándome mientras yo permanezco sentado en silencio e inmóvil. Llegan a esos arbustos sobre los que se suelen posar y me observan. Rápidamente comprenden que no supongo ningún peligro, pero me mantienen vigilado. Si yo fuera una vaca paciendo de pie o rumiando tumbada ni se fijarían en mí, pero siendo un sujeto extraño ... ahí parado como un pasmarote ... habrá que tenerlo controlado por si acaso, ¿no?


Procuro no mirarlos cuando llegan, desvío mis ojos de sus miradas y pego la cara al equipo fotográfico preparado para soltar una corta ráfaga: cualquier cruce directo de miradas en la naturaleza siempre puede ser un acto de hostilidad o un peligro latente. Así, por ejemplo, cuando oigo al macho cantando a su bola detrás de mí, procuro no girarme, no le hago caso, yo a lo mío y él a lo suyo. Al cabo de un tiempo, solo soy una cosa más en medio del piornal, un ser (poco habitual, eso sí, y raro como él solo, por supuesto, con esos artilugios delante suyo) que deja de representar un peligro para las aves. Una cosa más del entorno.


El catálogo de insectos que estas pequeñas aves va capturando es increíble, y la convierten en una gran aliada de la lucha contra las plagas. Arañas, larvas, gusanos, algunos insectos voladores, y cualquier otro invertebrado que se le ponga por delante puede entrar a formar parte de su dieta. Raramente caza en vuelo, pero en una ocasión lo he podido observar cazando en el aire, de la misma manera que he podido observar cómo regurgita pequeñas egagrópilas con las partes indigeribles de los pequeños bichitos que componen su dieta. Es un ave que busca su sustento en el suelo por regla general, con pequeñas excepciones que confirman la norma. Selecciona positivamente laderas con denso matorral -como ya hemos visto a menudo de piorno o brezo-, donde vive, se refugia y se reproduce, pero generalmente con praderas abiertas en las proximidades. En estos claros en los que pacen el ganado y los herbívoros silvestres buscan buena parte de su alimento, además de al pie de los matorrales o sobre sus ramas, hojas y flores.



Los ires y venires de ambos progenitores se suceden en la amplia ladera tapizada de denso matorral donde yo me he vuelto un objeto más. Un cielo despejado a mis espaldas, hará que las luces me alegren la tarde y que yo acabe la jornada con más de mil archivos que sé que me van a dar bastante trabajo de regreso a casa. La criba será laboriosa y tediosa, pero ... ¿y la sonrisa con la que me iré hoy a la furgoneta?



23 de junio de 2021

Los pechiazules de mis sierras

Una temporada más me vuelvo a acercar a los piornales de las sierras del centro peninsular para observar y fotografiar -por ese orden- a uno de los grandes clásicos de la fauna alada de estos ecosistemas alpinos. En mi anterior entrada se presentaron cuatro de esos pequeños pájarillos que medran en estos ambientes, pero quedaba pendiente el que suele ser el centro de atención de muchos ornitólogos locales (y otros tantos que se desplazan desde mucha distancia para poder observarlos). Se trata del pechiazul (Luscinia svecica). Esta preciosa ave no representa un gran reto fotográfico siempre que esté presente en tu zona de trabajo, como sí puede suponer la fotografía de las enormes avutardas, por ejemplo, pero aún así es una cita que esperamos con ansia cada temporada. Varias subidas a la montaña harán que nuestra ansiedad, tensión arterial y frecuencia cardíaca disminuyan y tengamos la sensación de que hemos aprovechado el tiempo, de que estamos en paz con nosotros mismos. Encontrarnos un año más con el pechi siempre será un placer y un acto de fidelidad, tanto con él como con nuestra pasión por la naturaleza y la fotografía. No quiero ser injusto con otros animales, pero al final me doy cuenta que todos tenemos nuestras especies recurrentes, a cuyos encuentros procuramos no faltar nunca, salvo que alguna pandemia nos confine en el interior de nuestras madrigueras. Son citas fijas un año tras otro. Las cabras monteses durante el celo, las grullas que vienen del Gran Norte, las grandes carroñadas y el encuentro alguna vez al año con nuestras necrófagas, que si la abubilla (este año no ha podido ser), que si las avutardas, .... en esa lista entran para mí, como un icono, los pechis.

Bueno, os dejo este puñadito de fotos de nuestro hermoso pechiazul que ya se ha vuelto un imprescindible para mí cada temporada.