Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

9 de julio de 2014

La tímida

Si hay un ave de nuestras estepas y campos cerealistas discreta y tímida, esa es la codorniz (Coturnix coturnix). Bastante menos común en la actualidad de lo que fue antaño, es simplemente otra víctima más de la acción directa o indirecta del hombre, como consecuencia de los cambios de usos agrícolas que imponen las políticas agrarias en un mundo globalizado, por la intensificación y mecanización de los cultivos, la ingente cantidad de productos químicos que se esparcen por el medio rural, el uso de variedades agrícolas de ciclo corto o el propio cambio del tipo de cultivos, problemas que se vienen a sumar a la desorbitada presión cinegética que se cobra anualmente más de un millón de ejemplares en la península, con una controvertida media veda con cupos ilimitados de esta especie por cazador y día, y como consecuencia de la contaminación genética e hibridación con la codorniz japonesa que durante décadas se gestionó con fines cinegéticos. Recelosa y extremadamente prudente ante sus muchos depredadores, no resulta nada sencillo ver a una de estas pequeñas gallináceas en el suelo, a pesar de que su característico reclamo ponga una nota común y de cotidianidad en nuestros campos. Sin embargo, lo que más sorprende del comportamiento de este escurridizo personaje es que cada año recorre varios miles de kilómetros en sus migraciones anuales entre Europa y el norte de África, y es sorprendente porque su fisonomía y vuelo no parecen estar pensados para grandes migraciones. Sea como fuere, cada primavera su canto nos advierte que ha regresado a nuestros ondulantes mares de cereal, aunque con toda probabilidad sea eso lo máximo que conseguiremos localizar de su presencia: el canto.



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