Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

25 de diciembre de 2015

En estos días alegres ...

... yo veo días funestos, negros, lúgubres. Aciagos días.
Noches amargas, crueles, diabólicas. Siniestras noches.
Tiempos oscuros en los que el hombre pierde su razón y se vende al ángel de la muerte, se casa con el hado oscuro, con el sino malévolo. Maléficos tiempos. En la vieja Europa anestesiada, olvidadiza y ciega, borracha de fiestas navideñas, el olvido atenaza las mentes y adormece los cerebros. Mientras nosotros compulsivamente entramos en los centros comerciales, algunos siguen dejando sus vidas en las costas griegas y turcas o bajo los escombros de Siria o Irak. Millones de refugiados malviven en su huida mientras nosotros dejamos a los gobiernos que sigan moviendo las piezas del ajedrez sin compasión, sin sentimientos, midiendo con frialdad su siguiente movimiento geoestratégico, cerrando fronteras, hacinando personas, midiendo ventajas y desventajas, contabilizando costos y beneficios. Nosotros volvemos a anestesiarnos ante el sufrimiento cobijados bajo el alumbrado navideño. Nos hemos vuelto a olvidar de pensar y exigir. Mala suerte para los de siempre. Total, no conocemos sus historias personales, no nos tocan de cerca, ni sabemos sus nombres y apellidos. Solo son números en los telediarios.

Números que se suman sin parar.


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