Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

27 de septiembre de 2017

Futuras generaciones

Espero con paciencia que las últimas luces del atardecer enciendan de colores brillantes los fondos de mis fotos y la superficie del agua, transformada ahora en un espejo espectacular. Yo permanezco tirado sobre una minúscula islita de piedras que se sitúa en el interior de la laguna, y a la que he llegado varias horas antes haciendo equilibrios -con el agua por la cintura- para no acabar con mi equipo fotográfico en el fondo de la misma. Fochas, zampullines, pollas de agua, somormujos y alguna que otra anátida se dedican a pescar o picotear la vegetación subacuática alrededor mío. Andarríos, avefrías y lavanderas blancas me acompañan, además, a poca distancia. Un par de veces a lo largo de la tarde un aguilucho lagunero se acerca hasta el lugar y da unas pasadas describiendo círculos, tanteando alguna distracción o debilidad entre los habitantes de la laguna, y sembrando el miedo y la tensión entre ellos, lo que provoca que el centenar de fochas, dispersas hasta entonces por la lámina de agua, se agrupen rápida y escandalosamente en un bando denso y compacto, con sus aparatosas carreras y aleteos sobre la superficie. Una vez la rapaz desaparece del lugar la tranquilidad vuelve al mismo como si no hubiera pasado nada.

Mi espalda se queja por la postura y el tiempo transcurrido, pero me compensa observar el comportamiento de los inquilinos de la laguna, incluso no haciendo apenas fotos. Aprendo. Este enclave es uno de esos lugares donde aún se observa un número importante de, las cada día más raras, pollas de agua (Gallinula Chloropus). Raras al menos a nivel local como consecuencia de la expansión del visón americano, que tan trágicamente está afectando a los ecosistemas acuáticos de buena parte de la Península Ibérica, aparte de grandes extensiones también de Europa, Asia o Sudamérica. Esta tarde todos los ejemplares que observo de gallineta -como también se la conoce- a través de mi objetivo son ejemplares juveniles, lo que me satisface enormemente. Me gusta ver que en algunos sitios aún crían sin problemas. Las nuevas generaciones de este rálido estarán listas en la próxima primavera para perpetuar la especie y se sumarán al puñado de adultos que en otras jornadas de paseo he avistado entre los juncos de este humedal.

Oigo volar sobre mí una garza real, graznando su característico reclamo mientras marcha a otro lugar, quizás a descansar tras una larga jornada de pesca.

Cuando tras de mí se pone el sol por el horizonte noto un fuerte contraste de sensaciones, agridulces ya que, aunque por un lado, no he conseguido las fotografías que tenía en mi cabeza, al menos puedo levantarme e incorporarme, ¡por fin!, aliviando así mis sufridos riñones, espalda y brazos. Habrá otras oportunidades. De rodillas ya sobre la arena de la minúscula isla y echando un vistazo alrededor mío, saboreo la soledad del lugar en estos minutos finales de un día ya agotado, rendido a la llegada de la noche. Y en estos mismos momentos, mientras recojo todos los bártulos que me han posibilitado pasar desapercibido en el lugar, metamorfoseado como si fuera parte de la vegetación de la ribera, en estos mismos minutos finales, mientras guardo en la mochila los aperos fotográficos que me han permitido ser testigo de la vida sosegada de la laguna y plasmar en una tarjeta de memoria un puñado de instantes fugaces de su vida íntima, empiezo ya a pensar cómo mejorar los resultados obtenidos. Ya estoy esperando una nueva jornada de luces cálidas.

Mientras me introduzco en el agua para marcharme, el gran bando de fochas sigue a lo suyo sin prestarme mucha más atención, se han desplazado apenas unos metros al ver incorporase una "cosa" de la pequeña islita. Miro hacia el lugar donde hace nada se puso el sol. Descanso. No hay nadie alrededor mío en la hora dulce. Solo aves y un cielo de colores tenues. Todo es paz.









2 comentarios:

  1. Sencillamente, preciosas; con sumo gusto y delicadeza acompañadas de un gran texto. Un saludo.

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    1. Gracias José, el amanecer y el atardecer en un humedal transmite exactamente esos que menciono al final: paz. Una paz infinita.

      Un saludo.

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