Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

12 de noviembre de 2017

El ciclo continúa

La difusa línea de la sombra se arrastra ladera abajo al tiempo que el sol gana altura en el cielo tras la ladera opuesta. Ha amanecido con un frío soportable, muy de agradecer tras estos meses de altas temperaturas y prácticamente nulas lluvias. Las piedras en la umbría se muestran traicioneramente resbaladizas con la fina capa de humedad congelada que las tapiza. La hostilidad de una noche alpina, con sus temperaturas mortales, da paso lentamente a una mañana soleada y tibia, humana y agradable. Sin embargo, el lugar se encuentra extrañamente vacío.

Yo me pongo en marcha. Un año más me acerco a los roquedos de la sierra de Gredos a cotillear cómo anda el celo de las cabras monteses (Capra pyrenaica). No tengo, sin embargo, muchas esperanzas de coincidir con el combate de dos grandes machos porque, en general, una climatología extraña da como resultado celos "raros" en la fauna. Las cabras no son una excepción, y si el año pasado ya hubo un cortejo con poco movimiento, este parece llevar la misma dirección. No obstante, la cita con los grandes machos negros se me hace ineludible.

Tras deambular un rato largo por la incómoda umbría, cambio de ladera y me mantengo en las cercanías de un par de manadas de cabras que se desperezan en la solana de la sierra. Fotografío contraluces; como algo; descanso aunque no esté cansado; fotografío machos jóvenes persiguiendo hasta el aburrimiento a las hembras que aún no están receptivas; me siento a esperar; fotografío algún gran macho más animado; paseo por la zona con las manos en los bolsillos; me siento a comer algo de fruta; vuelvo a fotografíar posturas, estiramientos, poses; me distraigo observando manadas lejanas con los prismáticos; me detengo sin prisas en el comportamiento de algunos ejemplares, de grupos de machos que se miden; fotografío ejemplares sesteando; ...

Pasa el tiempo.










Pasa el tiempo y el poco movimiento que observo aún me anima a quedarme con un viejo macho, de cornamenta "amuflonada" si se observa de frente, casi como si de un carnero se tratara. Elegante, serio. Hermoso. En realidad se trata de un macho bastante viejo, que ya he fotografiado a lo largo de la mañana un par de veces en la parte inferior de la ladera. Lo he visto llegar hace un rato hasta la zona donde yo estoy, hostigado por un ejemplar más fuerte y joven que lo ha perseguido ladera arriba, probablemente alejándolo de las hembras. El macho joven finalmente se ha detenido y no ha dejado de observar a su contrincante hasta que se ha perdido de vista tras un repecho de la montaña; luego ha dado la vuelta sobre sus pasos y ha regresado por el mismo camino por el que había aparecido. El viejo ejemplar de cuernos cerrados y desgastados se tumba a no mucha distancia de donde me encuentro, y se relaja. Dormita a ratos y decido acompañarlo en su soledad. Me lo imagino como en un destierro, humillado, recordando tiempos mejores cuando su fortaleza lo haría valedor de las hembras del harén. Tengo la sensación de haberlo fotografiado ya el año pasado, aunque luego comprobaré en casa que no, que el ejemplar que fotografiara la temporada pasada era otro de similar cornamenta, aunque menos desgastada y mellada.

Dejo pasar los últimos momentos de la tarde en su compañía. Su imponente belleza me llama la atención, no lo puedo evitar, me gusta, sobre todo por esa cornamenta, considerablemente más cerrada y curvada que en la mayoría de sus congéneres, lo que le confiere un porte especialmente noble. Decenas de fotos después no me queda otra opción que moverme, y me resigno a la cruda realidad del reloj. Lo dejo allí, pastando solo, con su imponente presencia, mientras yo desciendo hacia la seguridad de la civilización, de mi vehículo y su calefacción. Dejo atrás mi montaña, sus laderas y sus rocas, y quedan tras de mí el declinar del sol, el descenso de las temperaturas y el avance de esa difusa línea de sombras que se arrastra, ahora ladera arriba.



2 comentarios:

  1. Me parece un trabajo magnífico.
    LLevo muchos años queriendo ir a Gredos a fotografiar cabras pero me lo ha impedido mi trabajo.
    No pierdo la esperanza ahora que me he jubilado.Saludos

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  2. Gracias José Manuel, gracias por tus comentarios. Si estás jubilado no dudes en acercarte a Gredos en días de diario, yo procuro evitar los fines de semana cuando el número de personas aumenta considerablemente. La cabra montés es, junto con el ciervo, uno de los mamíferos más impresionantes de la fauna ibérica cuando se encuentran en el momento del cortejo. Si al ciervo en la berrea no es sencillo fotografiarlo (salvo que pagues a alguna empresa dedicada a. la fotografía de fauna que te introduce en alguna finca privada), a la cabra montés resulta mucho más sencillo. Numerosas poblaciones acostumbradas a la presencia de los excursionistas en diversos enclaves del Sistema Central facilitan la tarea de los fotógrafos. Cuando vayas disfrutarás, sin duda.
    Un saludo

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