Si hay dos paisajes clásicos en donde todos imaginamos cada año a las grullas, y si exceptuamos "su" cielo, volando sobre nuestras cabezas en formación, esos son, sin duda, las dehesas del centro y sur de la península ibérica y la laguna de Gallocanta. La Reserva Natural Dirigida de la Laguna de Gallocanta, que es así como se denomina oficialmente este humedal protegido, pasa por ser la mayor laguna endorreica de Europa. El paisaje de la laguna en sí mismo ya merece más de una visita, muy especialmente con las luces rasantes del amanecer o a la caída de la tarde, cuando el paisaje estepario parece volverse infinito.
De aguas saladas, tiene una superficie de unos 15 kilómetros cuadrados, que se inundan de manera variable según la época del año y el volumen de lluvias del momento, por lo que su fluctuación puede ser muy grande de unos momentos a otros, habiéndose llegado a secar en algunos veranos especialmente secos. Su régimen hídrico depende exclusivamente de las precipitaciones y la escorrentía de las aguas hacia el vaso de la laguna, no disponiendo de salida a ninguna cuenca hidrográfica. La salinidad del agua va a depender de las precipitaciones estacionales y de la propia fluctuación del agua embalsada: a menor volumen de agua, la concentración de sal aumentará, disparándose exponencialmente en épocas de sequía; y a mayor cantidad de agua la concentración disminuirá. Además, existen algunos afloramientos de agua dulce procedentes del acuífero que soporta la propia laguna -denominados en la zona "ojos"-, diversificando aún más las condiciones ecológicas y a sus pobladores, tanto botánicos como faunísticos. La vegetación adaptada a condiciones más o menos duras de salinidad está bien conservada y representa un valor fundamental para la propia protección del complejo lagunar, aunque para el turista habitual este aspecto pase completamente desapercibido, inhibido por la propia presencia de una llamativa avifauna.
Tierras de labor pertenecientes a varios pueblos (Las Cuerlas, Berrueco y el propio Gallocanta -en la siguiente fotografía- pertenecientes a la provincia de Zaragoza, y Bello y Los Tornos a la de Teruel) envuelven la laguna y su cinturón de vegetación palustre lagunar.
A pesar del altísimo valor que ostenta la laguna en lo que respecta a la conservación de esa rara flora halófila, el principal atractivo de la laguna de Gallocanta para el turista es, aparte del paisajístico, obviamente la observación de la fauna. Aunque no es sencillo observarlos en un primer vistazo, las especies de mamíferos también forman parte importante del entorno de la laguna, no siendo raro observar en la distancia grupos de, por ejemplo, corzos. Jabalíes, erizos, gatos monteses, zorros, garduñas, tejones, conejos, etc, conforman una pequeña comunidad de mamíferos no siempre sencillos de ver.
Por el contrario, las aves son quienes centran todas las atenciones dado que su observación es sencilla y que su variedad es mucho mayor. Hasta 220 especies de aves se han llegado a observar en el interior de la reserva, 100 de las cuales nidifican de manera regular cada temporada. Por supuesto, las aves propias de entornos esteparios (avutardas, ortegas, alcaravanes, etc) y acuáticos (patos buceadores y de superficie, limícolas, etc) son las mejor representadas, aunque la joya de la corona es, sin duda, la grulla común, a la que podremos ver repartida en numerosos bandos por diversos puntos de la laguna y de los campos de labor de los alrededores, alimentándose o descansando.
La laguna se puede recorrer en su totalidad circunvalándola por un camino de 32 km. habilitado para ello, y que, salvo un corto tramo de asfalto, transcurre en su totalidad por pista de tierra apta para vehículos a motor. A lo largo de este recorrido se pueden realizar diferentes paradas en donde podemos sacar nuestro telescopio y dedicarnos a "barrer" el paisaje en busca de aves o algún mamífero despistado.
Pensando en los documentalistas de fauna se han habilitado hasta un total de ocho "hides" de madera dispuestos alrededor de la laguna para fotografiar o filmar a las grullas que recalan cada año en Gallocanta. Tres de ellos en el término municipal de Bello, uno en el de Gallocanta, otro en Las Cuerlas, otro más en Los Tornos, y los dos últimos en el de Berrueco. Personalmente solo conozco los tres habilitados en el término municipal de Bello, habiendo pasado una jornada en cada uno de ellos. Son denominados con las letras A, B y C.
El hide A, fotografiado desde el Centro de Interpretación de la Reserva:
Hide A (en segundo plano) y B, visto desde el hide C:
Hide C visto desde el Centro de Interpretación, en la primera fotografía, y desde el hide B, en la segunda:
Daré mi modesta opinión al respecto de estos tres aguardos, que es obviamente subjetiva.
Pienso que están bien ubicados, dado que en la zona mana agua dulce y ello invita a la visita de las grullas que, antes o después, acuden a beber o bañarse. Eso hace que la "clientela" esté asegurada, aparte de que la posibilidad de cebar con grano a las grullas está permitida por la administración de la reserva, lo que ha propiciado que, con el paso del tiempo, hayan aprendido que en ese extremo de la laguna encuentran alimento. Aquí me gustaría hacer un pequeño pero importante inciso a los fotógrafos en general, ya que a veces es fácil ver montones de llamativo maíz colocados estratégicamente delante de los aguardos y que afean las imágenes que se puedan obtener allí; por ello, si se opta por cebar -algo que no es estrictamente necesario-, hay que hacerlo esparciendo completamente el grano que se escoja -muy en especial si se trata de maíz, que es mucho más visible-, evitando en todo momento esas molestas acumulaciones de grano, antinaturales y llamativas. Y digo que esto es importante tenerlo en cuenta ya que, entre otras cosas, no todo el grano que echemos es comido por las grullas, los estorninos y los gorriones molineros en nuestra jornada, por lo que estaremos afectando a las fotografías de los que vienen detrás de nosotros. Pensando en quienes vienen después y empatizando con aquellos colegas de afición que van a usar los hides detrás nuestro, debemos esparcir lo mejor posible todo el cebo. ¡¡En esta última visita hemos llegado a ver incluso mazorcas!! Solo sería aceptable acumular grano en montones cuando lo dejamos muy cerca del propio hide, a escasos metros, con intención de obtener retratos cercanos de las aves, ya que en estos casos nunca va a aparecer el suelo en la fotografía.
Por lo demás, en mi opinión el hide A, que está junto a una pequeña laguna o charca es, de los tres, el más incómodo ya que un ligero desnivel en el extremo frontal de la charca oculta a menudo los pies de la grullas, algo que me desagrada personalmente. Por otro lado, los otros dos hides me parecen perfectos, aunque hay que decir que la caída del agua del tejado está mal pensada en el B y en el C, como se aprecia en las fotografías, ya que debería caer a nuestras espaldas y no por delante de la fachada principal: si un día llueve puedes llegar a tener una ligera -o no tan ligera- cortina de agua delante del objetivo, mojándolo y complicando la propia acción fotográfica. No sé si sería posible darle la vuelta a estos dos hides, pero sería lo adecuado, quizás con la ayuda de un toro mecánico. Otras cuestiones que atañen al uso de los mismos: obviamente es innecesario que tengan unas dimensiones tan reducidas para desenvolverse un día completo dos personas en su interior, a las grullas les importaría menos que nada que las casetas hubieran tenido unas dimensiones algo mayores, aunque esta cuestión sé que ya no es fácil de arreglarla, lo mismo que el tema de las troneras: todas las ventanas de los cuatro costados deberían ser más amplias, pero especialmente las delanteras, dado que ello facilita fotografiar en ángulos muy atravesados o realizar los barridos propios de los vuelos. Además no tiene ningún sentido práctico situar dos ventanas pequeñas en cada lateral, por ejemplo. En este aspecto el C está mejor pensado, aparte de ser también un poco más espacioso en su interior que los otros dos.
Podéis encontrar la información práctica de los diferentes hides de la laguna pinchando aquí.
Grullas fotografiadas desde el lateral derecho del hide C, mientras beben y descansan en la zona donde mana agua dulce.
La inmensa mayoría de los bandos de grullas que migran cada año por el ramal más occidental (ver en esta entrada dedicada a la especie) acaban haciendo escala en esta laguna, lo que ha supuesto picos históricos de más de cien mil ejemplares en una sola jornada. Aunque estas cifras sean una excepción, otras de varias decenas de miles de individuos por jornada son normales en los picos migratorios. Esto hace que Gallocanta sea un destino clásico para los amantes de estas aves.
Esta temporada el frío no ha sido excesivo y las mañanas han amanecido con heladas bastante ligeras. Esto ha hecho que los amaneceres haya sido soportables dentro de los hides, pero también que a las fotos les haya faltado ese punto de originalidad con el que todos esperamos coincidir en alguna visita. Aún así, las dos jornadas pasadas enjaulados en los hides nos han deparado momentos que hemos sabido aprovechar. Algunas luces han sido preciosas y estar delante de estos animales observando sus comportamientos es siempre un aprendizaje inolvidable. Además, este año los números de grullas que formaban los bandos han sido bastante pobres, lo que nos ha ayudado a aislar ejemplares en las fotografías, lo que es muy de agradecer.
En febrero los grandes bandos ya vuelan en cerradas formaciones en "V" camino de sus cuarteles de reproducción. Es por ello que a Gallocanta se acercan un buen número de ornitólogos -trazando nuestra propia migración anual- dispuestos a observar los primeros bailes de cortejo que las grullas ya inician en tierras ibéricas mucho antes de llegar al Gran Norte. Saltos, carreras, pavoneos caminando a grandes zancadas, trompeteos, ... parece que la sangre se les altera mucho antes de que llegue realmente la primavera, sin duda barruntándola ya.
En las grullas no es fácil observar el dimorfismo sexual entre machos y hembras dado que este se limita a la diferencia de tamaño entre ellos, que tampoco es tanta. Sin embargo, cuando están muy arrimados macho y hembra, e incluso el pollo, sí se puede diferenciar el sexo de los compnentes de la familia. Esto es fácilmente observable en algunas de las fotografías de esta entrada en las que aparecen la pareja junta, como en las dos imágenes siguientes (en la segunda de las cuales podemos además ver cómo se pavonea la pareja con las plumas terciarias erguidas a modo de cola).
Por algún motivo, este año hemos podido ver varias broncas entre algún pollo adolescente y su madre; peleas y discusiones que acabaron en ocasiones con la huida precipitada de la progenitora perseguida por su vástago. Las disputas a veces eran a picotazo limpio, sin contemplaciones. En esta primera foto el padre -claramente más alto que ella, situada a la izquierda- es testigo mudo del inicio de una de estas disputas. El pollo probablemente sea macho también, a juzgar por su tamaño.
No nos será tampoco difícil observar diversos comportamientos de exhibición propios de la época nupcial, con ejemplares pavoneándose delante de los demás con sus plumas terciarias erguidas como si de un enorme plumero se tratara,
con cortas carreras por la pradera con las alas abiertas, levantando y bajando cuellos y cabezas,
con caminares extravagantes, dando enormes zancadas con el cuerpo entero muy estirado,
y con los inconfundibles trompeteos que a nosotros nos evocan días de invierno.
Así es la vida para las grullas las últimas jornadas de febrero en nuestros campos, una banda sonora inconfundible e irrepetible que ha envuelto nuestros cielos durante gran parte del invierno, un paisaje sonoro maravilloso y único que ya estamos esperando volver a sentir con el regreso desde el Gran Norte de estas viajeras incansables.
NOTA: Como de costumbre, todas las imágenes se muestran sin reencuadres ni recortes, con su formato original.
magnifica serie.un saludo
ResponderEliminarGracias por comentar, me alegro mucho que te haya gustado. Un saludo.
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