Tras el rápido inciso de mi entrada previa, regreso con los recuerdos de nuestro reciente viaje a tierras escandinavas, y de las que ya visteis algunas fotos de ciervos. El ciervo rojo (Cervus elaphus), como ya vimos, es un animal eminentemente forestal al que bien podríamos denominar como "el señor del bosque"; ¡cuántos documentalistas y escritores habrán utilizado ese calificativo para referirse al majestuoso y poderoso ciervo!, entre otros el irrepetible Félix. Obviamente dicho rumiante resulta ser una criatura extraordinaria gracias, entre otras cosas, a su porte, tamaño y cornamenta, no existiendo en nuestra geografía ningún otro animal silvestre de sus dimensiones (dejando a un lado, claro, las recientes naturalizaciones de ejemplares de bisonte europeo, Bison bonasus, traslocados a fincas cerradas). Por ello es normal que el venado sea blanco de nuestra atención y admiración.
Sin embargo, desde mi punto de vista, en un desfile de modelos ungulados masculinos (y también femeninos) el gamo (Dama dama) ganaría en hermosura con bastante diferencia. Con toda seguridad se llevaría el título de "Miss Guapo del Bosque" con los votos de gran parte del jurado, muy especialmente si en la pasarela del certamen desfilara con su elegante chaquetón estival de moteado clásico sobre fondo rojizo.
El gamo resulta ser, es cierto, mucho más modesto en tamaño que su pariente el ciervo, y contra él tampoco podría competir en las sensaciones que transmite su primo mayor cuando proclama su poderío durante la berrea, y que pueden llegar a ser indescriptibles cuando hace retumbar todo el paisaje otoñal desde lo más profundo del bosque -es en esos momentos cuando comprendes plenamente porqué se le apoda el Señor del Bosque. En comparación, escuchar la ronca del gamo más bien da grima, pues perfectamente puede parecernos que se le ha roto algo en la garganta o que se ha atragantado con algo que no le pasa por el gaznate.Sin embargo, a su favor hay que señalar que su cornamenta es sencillamente pura filigrana, una pieza de orfebrería muy difícil de superar en el mundo de los astados -si no imposible-, una obra de arte de la que uno solo puede enamorarse, lo que junto con su llamativo corpachón moteado lo convierten en un ungulado hermoso como pocos. Esta sobresaliente belleza es también su perdición frente al ser humano, convirtiéndolo en blanco de muchas miras telescópicas. Robarle la vida a criaturas tan espléndidas es algo que puede ser calificado de muchas cosas menos de humano.
Taxonómicamente, del gamo se diferencian dos especies en la actualidad, el gamo europeo (Dama dama), que es el que nosotros vemos en reducidas poblaciones desperdigadas por la geografía ibérica -la mayoría de ellas en fincas privadas destinadas a la explotación cinegética-, y el gamo persa o mesopotámico (Dama mesopotámica), catalogado en Peligro de Extinción y residente en una pequeña región de Irán, limítrofe con Irak. Hay que decir que, no obstante, no todos los autores están de acuerdo con esta sistemática, siendo englobados por algunos en una única especie, diferenciada, eso sí, en dos subespecies distintas: Dama dama dama para el europeo, y Dama dama mesopotámica en el caso del gamo persa.Se trata de un rumiante con unas notables diferencias en el pelaje en función de la época del año en la que los observemos. En términos generales, durante los meses estivales su librea presenta el bonito patrón de motas blancas tan típico de la especie y que vemos en todas estas fotos. En la parte inferior del cuerpo estas manchas tienden a alargarse y juntarse en una banda blanca más o menos difusa. Cuando el animal muda su pelaje para afrontar los rigores del invierno este moteado tan llamativo desaparece, volviéndose de un pardo grisáceo, más oscuro y modesto. Tampoco resulta excepcional que exista una variación ostensible en la coloración de la capa de algunos individuos, como bien podemos ver entre los ejemplares de este grupo donde uno de ellos, con una cuerna especialmente desarrollada pero extrañamente deformada en su pala izquierda, presenta un pelaje sensiblemente más oscuro que el de sus compañeros.Estas alteraciones del color del pelaje pueden alcanzar en ocaciones ambos extremos, pudiéndose llegar a observar individuos de capa blanca o leucísticos -que no albinos, como se puede comprobar en sus ojos, cuya coloración es normal- o prácticamente negra -estos sí, melánicos debido a una mutación genética que afecta a la melanina del pelaje y que provoca un exceso de pigmentación que lo oscurece. Aquí podemos ver cómo tres ejemplares cruzan delante de nuestro objetivo por un camino en el bosque, como luciéndose para mostrarnos este otro aspecto de su biología que los vuelve, si cabe, más atractivos aún.
Su alimentación depende sustancialmente de la vegetación herbácea, que si es accesible consumirá a lo largo de todo el año. Solo cuando su disponibilidad es escasa aprovechará otro tipo de recursos, ramoneando hojas y ramas o consumiendo frutos silvestres. Dada su amplia distribución mundial debido a las introducciones llevadas a cabo por el hombre con fines cinegéticos, es también muy amplio el abanico de biotopos en los que sobrevive. Aún así, y condicionado por sus hábitos alimenticios, podemos generalizar que el espacio vital del gamo se asocia a entornos más abiertos que los de su pariente el ciervo -aunque siempre con cierta cobertura arbórea-, con amplias praderas donde alimentarse, claros del bosque, límites de las masas forestales o, por ejemplo, encinares, pinares o robledales aclarados. En el Parque Nacional de Doñana, por ejemplo, ocupa a menudo la periferia de las marismas. No obstante, la existencia de arbolado sigue siendo una característica fundamental de los ecosistemas donde vive, proporcionándoles la necesaria cobertura protectora y refugio.
Su belleza es indiscutible y poderlos observar emergiendo del arbolado como fantasmas camino de sus zonas de alimentación será algo que no olvidaremos nunca, habiendo sido un magnífico regalo compartir espacio y tiempo con estas fantásticas criaturas. La luz del atardecer envuelve al macho cruzando orgulloso por entre las hayas, portando su corona sobre la testuz. Serán nuestras últimas fotos en el lugar, ¿existe mejor manera de despedirse de él y sus habitantes? Yo creo que no, habrá que volver.
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