Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

6 de junio de 2024

Odio, simplemente


Feliz Rodríguez de la Fuente llamaba de manera coloquial maese raposo al zorro (Vulpes vulpes), lo que no dejaba de ser un apelativo afectuoso que transmitía una enorme complicidad con el animal, algo que nos parecerá normal si atendemos a su importante función en los ecosistemas, difícilmente sustituible por otra especie, y vista, además, su innegable belleza y esa mirada inteligente e inquisitiva con la que nos estudia cuando tenemos la rara oportunidad de mirarnos de cerca. Porque sí, por mucho que a las administraciones públicas, a las gentes del campo y a los omnipresentes cazadores les moleste, el zorro rojo es una pieza importante en el engranaje de nuestros ecosistemas, al igual a como lo son el resto de depredadores del planeta, y se vuelve por ello importante conocerlo y otorgarle el protagonismo que se merece en él. Sin zorros en nuestros campos los procesos se alteran, ¡a ver cuándo se nos mete eso en la cabeza de una vez por todas! Es tan de perogrullo que ya cansa tener que repetirlo constantemente. Y si este cánido no hubiera evolucionado nunca hasta convertirse en lo que hoy conocemos, hubiera tenido que ocupar su espacio en el medio natural otra criatura distinta que habría de cumplir sus mismas funciones ecológicas, principalmente como policías sanitarios que eliminan del campo muchos posibles focos de infección, a la par que mantener a raya posibles explosiones demográficas de otros animales, en especial de roedores. 


El zorro es un carnívoro oportunista, con un amplísimo espectro alimenticio que va desde los lagomorfos y los micromamíferos como base fundamental, hasta la fruta y otros vegetales, pasando por aves de pequeño tamaño, reptiles, peces, insectos e invertebrados, y, por supuesto, carroña y basura. Que unas presas u otras formen una parte más llamativa en la composición de su dieta depende principalmente de la abundancia y disponibilidad de cada recurso, lo que puede venir condicionado entre otras razones por la época del año o la situación geográfica, encontrando un mayor consumo de micromamíferos en el norte de la península ibérica y de lagomorfos en el sur, por ejemplo. 


Por ignorancia o por simple maldad, tanto para las instituciones como para los paisanos que viven en el medio rural y para los cazadores el zorro es una especie que solo merece ser extinguida, a juzgar al menos por el empeño que ponen todos ellos en continuar perpetrando la brutal persecución a la que lo tienen sometido. Ningún otro depredador soporta las masacres que sufre esta especie, excepto el propio lobo, claro, al que proporcionalmente al número de sus poblaciones se le aniquila de la misma manera y por los mismos personajes, antes de manera legal e ilegal, y en la actualidad solo de manera furtiva tras su protección integral en nuestro país. Si este último es la personificación de la maldad y del ser sanguinario que disfruta repartiendo dolor al ser humano, como bien hemos aprendido todos en los "educativos" cuentos que nos leían de niños, el zorro es la encarnación del ser maquiavélico cuya única función en esta vida debe ser tocarle las narices al hombre en todo lo posible, allí donde más le duele, a saber: comiendo "sus" perdices y "sus" conejos. Gravísimo pecado, sin duda, al paredón con él. Porque con el zorro, llamemos a las cosas por su nombre, lo que se fomenta desde las instituciones es una verdadera carnicería, un aniquilamiento estudiado, premeditado y con alevosía, al que los dos sectores restantes se vienen sumando gustosamente: el mundo rural y, por supuesto, el colectivo cinegético, ¡faltaba más!. Y si no lo creéis veamos el siguiente calendario.


En él podemos comprobar cómo la muerte del zorro sigue contando con un rotundo y decidido amparo legal, siendo actualmente el único depredador al que se le sigue gestionando a tiro limpio; eso sí, sin olvidarnos que de forma ilegal sigue habiendo garrulos descerebrados que continuan matando ejemplares de todas las especies depredadoras del país, incluidos linces, osos o rapaces, por ejemplo, y por supuesto lobos, especie a la que se le ha declarado una abyecta guerra incluso desde los mismos despachos que deberían protegerlo. A las rapaces se las protegió hace décadas, al resto de mesodepredadores (mustélidos, vivérridos, herpéstidos,...) tampoco se los puede eliminar ya y por fin se ha sacado de este horrible calendario al lobo en fechas recientes, quedando el zorro como el gran desamparado por las administraciones, siendo la única especie de carnívoro considerada aún cinegética, para mayor ignominia.


Pero no solo sigue siendo el único depredador al que se le sigue dando caña exactamente igual a como se hacía en la época más oscura de las bochornosas Juntas Provinciales de Extinción de Animales Dañinos y Protección de la Caza -para mayor vergüenza nuestra en pleno siglo XXI, por su paralelismo de actuaciones respecto de este cánido-, sino que, además, es al único al que se le puede matar durante todo el año (en esta bendita comunidad autónoma ese dudoso honor lo comparte con el muflón, especie exótica introducida para diversión de los cazadores al que sorprendentemente también se la puede cazar incluso en el período reproductor). Sí, señores, los dos asteriscos que acompañan al zorro en esta dichosa autonomía indican que se le puede tirotear durante el período general de la temporada de caza menor, además de en la media veda, y durante el resto de modalidades de caza mayor, lo que completa todas las semanas del año. Pero no acaba ahí la cosa, ya que deberemos sumar las continuas campañas, autorizadas sin ninguna cortapisa, para lo que esta gente denomina "control de predadores" en la gestión de sus cotos de caza. 


Poderlos matar durante todo el año conlleva que no se libren ni las hembras lactantes, ni los cachorros. ¿De verdad se puede ser más ruin con la fauna? ¿De verdad se puede ser más insensible, inhumano y despreciable con ella? Volvemos a echar mano de las estadísticas de caza del MITECO y vemos que en 2019 fueron contabilizados la barbaridad de 214.095 zorros muertos; zorros muertos por el odio irracional del ser humano y tirados en el campo para que se pudran como si fueran basura. Y esa cifra es solo la contabilizada oficialmente en 14 de las 17 CCAA, sabiendo que una grandísima parte de los animales muertos no se reportan a esa repulsiva "contabilidad". ¿Cuántos morirán anualmente en realidad? ¿el doble? ¿el triple?


La sociedad debe darse cuenta de que la mentalidad de aquellas infames Juntas Provinciales de Extinción de Animales Dañinos y Protección de la Caza inauguradas en el Régimen franquista sigue impregnando las instituciones públicas que tienen encomendadas ahora la tarea de conservar y proteger nuestra naturaleza, como impregnada está en la mentalidad de gran parte del mundo rural y del sector cinegético. Si matar zorros es justificable porque se alimenta de conejos, lo sería también eliminar linces o águilas imperiales por una mera cuestión de concepto filosófico; pero todos sabemos que no lo es. Y como es en parte una cuestión ideológica y ontológica -además de biológica- no sirve para hacer distinciones entre ellas el argumento de que de unas especies hay pocos y están en Peligro de Extinción y de la otra hay muchos. Estas Consejerías confunden la protección de la naturaleza con su explotación cinegética. ¡Y no es lo mismo! Conservar la naturaleza no puede ir de la mano de masacrar cientos de miles de ejemplares de un depredador porque parezca haber cogido la manía de alimentarse diariamente de animales silvestres, que es precisamente lo que tiene que hacer. Con el zorro seguimos exactamente igual que en aquellos años aciagos de las Juntas Provinciales, es más de lo mismo, no ha cambiado nada, no hemos avanzado ni un milímetro. Bueno, sí, sí hemos cambiado un milímetro, antiguamente se premiaba económicamente la masacre y ahora ya solo se masacra gratuitamente, lo que me parece incluso peor que entonces. Es simplemente analfabatismo biológico y vergüenza social. Sencillamente odio, señores, odio. Da igual el día del año que pasees por el campo que la imagen que te puedes encontrar puede ser similar a estas: zorros pudriéndose en cualquier rincón. Y esta vergüenza social ya no es para proteger a alguna gallina o a algún cordero que este cánido pueda distraer al hombre en un descuido. No. Esta vergüenza social es para proteger a los conejos y las perdices supuestamente propiedad de los cazadores, lo que resulta exactamente idéntico a las execrables Juntas Provinciales de Extinción de Animales Dañinos y Protección de la Caza. En definitiva, es la misma gestión con el mismo fin.


Si a la inmensa mayoría de la sociedad nos resulta imposible comprender que pueda ser divertido matar a una cabra montés o a un ciervo para decapitar al animal y colgar el cráneo en la pared del salón, ¿cómo no nos va a parecer del todo incomprensible, injustificable y repulsivo cuando a la víctima machacada, además, no la quieren ni para eso y su cuerpo es abandonado allí mismo donde fue eliminada? Se los mata por matar. Por simple odio. Eso sí, barnizado con justificaciones rancias y anticuadas para maquillar esta depravación, pues es sabido que su control no es ni efectivo de cara a reducir sus números, ni para aumentar las poblaciones de sus presas. Más execrable no puede ser. Así la Federación de Caza de Castilla y León dice en su web lo siguiente respecto del pecado capital que comete el zorro por querer comer a diario: "El zorro es una de las especies que mayor daño provoca a los cotos de caza menor, pues al contrario de lo que algunos sugieran, el zorro come todos los días, conejos, perdigones, liebratos, ratones, saltamontes e incluso uvas, como han demostrado sus heces, pero sin duda hablamos de un carnívoro y por eso su alimentación está orientada hacia la caza de aves y herbívoros. La cuenta es muy fácil, si un zorro come un día de la semana una paridera de coneja, estamos hablando de entre cuatro y cinco conejos, que al año da una cifra mareante aunque solo contemos cinco meses de reproducción, pero si tenemos en nuestro coto diez zorros, que serán pocos, es mejor que colguemos las escopetas".

Este es el pecado del zorro, alimentarse de los conejos que parecen ser propiedad de los asociados del coto y no animales silvestres que forman parte de un ecosistema salvaje y de un patrimonio natural que ES DE TODOS, como lo son las encinas de su coto o el curso de agua que lo atraviesa. La naturaleza es un bien común que ellos deben gestionar sin esquilmar sus predios, porque NO ES SUYA. Podrán hacer un aprovechamiento cinegético como pueden obtener un recurso maderero con las podas, pero no deberían poder gestionar de esa manera a ninguna especie (lo que es responsabilidad de las administraciones que lo amparan) como prohibido tienen alterar un cauce fluvial, cortar encinas, o incluso podarlas de cualquier manera y sin control. Respecto del imaginativo texto de la Federación no entraremos a valorar el número de zorros que pueden compartir un cierto espacio, lo que dado su carácter fuertemente territorial será muuuuuucho menor de lo que ellos "calculan a ojo", ni perderemos el tiempo en valorar si resulta altamente improbable que los zorros se pasen sus vidas abriendo conejeras, como parece desprenderse de sus justificaciones, pero estos señores sí deberían comprender de una vez por todas que el medio natural está equilibrado cuando en él co-existen depredadores y presas, que las poblaciones de unos y otras se equilibran por sí solos, y que únicamente se altera esa armonía cuando los seres humanos metemos nuestras zarpas en él, por ejemplo "gestionando" nuestra naturaleza como si fuera un coto de caza, soltando especies exóticas, repoblando con animales criados en granjas, cercenando la permeabilidad de las fincas con vallados cingéticos, o ... haciendo un control infame de predadores, por poner solo algunos ejemplos. 


Que tengamos que hablar de estas cuestiones ya bien entrado el siglo XXI en un país que se cree así mismo civilizado es verdaderamente penoso y triste. Es inaudito que con el zorro se haga lo que socialmente nunca se admitiría que se puede hacer con ninguna especie animal en nuestros días: matarlo por todos los medios legales que estén al alcance de la gente y durante todo el año. Sin compasión. Y si creíais con esto que no se podía caer más bajo, vais a cambiar rápidamente de opinión cuando penséis en que al zorro se le puede matar incluso en el interior de las madrigueras en las que se guarece, también en los meses de primavera con sus cachorros. En este tipo de caza, a menudo las peleas a muerte que se establecen en su interior con los perros de distintas razas terrier con los que se practica esta modalidad bárbara y salvaje de caza llegan a durar muchas horas, y en ocasiones, después de extenuantes esfuerzos, puede suceder que no consiguan que el zorro salga al exterior, ni sacarlo de dentro con picos y palas, quedando el animal muerto o muy malherido en su madriguera. Y no es raro que muchos de esos zorros que quedaron moribundos dentro acaben saliendo de noche a morir al exterior, como en las fotos de este ejemplar fotografiado con 14 días de diferencia. 


Amigos, el zorro es el gran olvidado. Seguirá siendo masacrado y abandonado para que se pudra en el campo, como si fuera basura, humillado y ultrajado. Nos acordamos mucho de la persecución paranoica del lobo, o de los osos que mueren en las perversas Reservas Regionales de Caza confundidos con jabalíes en cualquier "batida de la vergüenza" autorizada por la Consejería de turno, y no nos olvidamos del estado quizás irreversible en el que se encuentran el urogallo y el sisón, o la difícil situación de la perdicera, ni del descenso salvaje que ha sufrido la carraca o el repunte poblacional del lince, el quebrantahuesos o la imperial, pero del miserable exterminio sistemático del zorro amparado por esas instituciones actuales, dignas sucesoras de las Juntas de Extinción de Animales Dañinos en que se han convertido las Consejerías de Medio Ambiente de nuestro país, no se acuerda casi nadie y en casi ninguna ocasión. Aún queda algo de esperanza cuando asociaciones como Free Fox. Nuestros Amigos los Zorros o el Colectivo Loita Raposa nacen y crecen para defender a este cánido de la barbarie a la que se le tiene sometido, incluyendo los vergonzosos campeonatos de caza del zorro que se celebran en Galicia. Son un soplo de esperanza frente al exterminio. Exterminio irracional. Exterminio sin sentido y absurdo de un aliado de la agricultura y de una pieza importante en los ecosistemas mediterráneos y atlánticos. Exterminio maldito y repugnante. Abominable. Uno se avergüenza de pertenecer a la especie humana.

Luego se harán campañas de envenenamiento masivo con rodenticidas que se entregarán a manos llenas a los agricultores porque el topillo se expande y afecta a "sus otros intereses" humanos. O se ampliarán los períodos de caza porque hay explosiones de conejo. ¿Se puede de verdad ser más incoherente e irresponsable? ¿Se puede ser más incompetente todavía?


Bueno, tratándose del ser humano ... sí, se podrá, aún hay espacio suficiente para empeorar mucho más las cosas viendo la deriva institucional y social que se va adueñando de la vieja y cada vez menos verde y civilizada Europa.

¡Qué miedo me da el futuro!

2 de junio de 2024

La perdiz roja y la caza


Siempre que veo una perdiz roja (Alectoris rufa) pienso en la afición que muchos cazadores sienten por su caza. No lo puedo evitar, me pasa incluso más que cuando observo un conejo, la otra especie emblemática de la caza menor en España. Sin duda, la perdiz roja (me niego a llamarla "patirroja", como me niego a denominar "venado" al ciervo, o "zorra" al zorro) es, quizás, la especie más valorada de todas las que estos señores denominan "especies de caza menor", como si esa fuera su función en la vida y en la naturaleza, ser cazados por diversión un domingo por la mañana. Es cierto, la perdiz levanta pasiones en esta vieja piel de toro igual a como lo hace el lagópodo escocés en el Reino Unido. Y si hay algo que trasciende en muchas conversaciones en esos ambientes cinegéticos o entre las gentes del campo es precisamente la escasez de perdices rojas que sufren nuestras campiñas, no siendo raro escuchar en tertulias, en la tasca del pueblo o en las revistas especializadas que el declive poblacional de la especie es importante, al menos en algunas regiones ibéricas.

Que los mismos impactos que han puesto contra las cuerdas al sisón o que están complicándole la existencia a la avutarda están afectando también a las perdices y a las codornices (entre otras especies esteparias o ligadas al secano tradicional) es algo que tampoco necesita de mucha explicación. Pero es que, además, a estas dos especies mencionadas en último lugar se les suma el factor "caza" con mucha intensidad, como demuestran las cifras: 2.841.776 perdices cazadas en 14 Comunidades Autónomas en 2019, así como 1.199.642 codornices. A lo mejor por ello, en según qué regiones, la perdiz roja se ha vuelto una especie hasta difícil de ver. Así, el MITECO redacta en su ficha sobre esta gallinácea que a nivel mundial "En el 95% de su área de distribución ha sufrido un declive generalizado, más patente aún en la década de 1980 (Hagemeijer & Blair, 1987; Rocamora & Yeatman-Berthelot, 1999)". En la misma línea SEO Birdlife dice al respecto que "... se haya en regresión, sometida a un intenso aprovechamiento cinegético y con problemas derivados de la alteración de los paisajes agrarios de los que depende" añadiendo que "... las repoblaciones continuas y masivas que se realizan con fines cinegéticos podrían enmascarar sus tendencias ..." poblacionales, incidiendo en que "... la inadecuada gestión cinegética es una importante causa de su declive, por exceso de caza, contaminación genética con híbridos, etc...".


Según la ficha del MITECO ya mencionada, en 1977, año en el que hubo 1 millón de licencias de caza en España, se mataron 4.000.000 de perdices, es decir 4 perdices por licencia, mientras que en el período comprendido entre 1992 y 1996, con una presión cinegética superior, se pasó a solo 1,8 perdices por licencia. Este dato por sí solo deja clara la existencia de una notabilísima disminución de efectivos a finales del siglo pasado. Más adelante, y después de enumerar algunas de las problemáticas ligadas al cambio de modelo agrícola y que ya hemos comentado para el caso de las avutardas en el post anterior (Agricultura "biodiversicida"), el mismo texto redactado por el Ministerio concluye que "... , sin duda, la inadecuada gestión cinegética es, y ha sido, una de las principales razones de su declive", poniendo a continuación el foco en el negligente empeño que ponen muchas sociedades de cazadores por repoblar con animales de granja, puesto que "Aunque algunas repoblaciones pueden estar justificadas y ser incluso beneficiosas, la realidad es que pocas se hacen con rigor científico-conservacionista, y resultan contraproducentes para las poblaciones autóctonas".


Esta problemática mencionada arriba hace referencia, por un lado a las irresponsables sueltas de perdices griegas (Alectoris greca) que se hibridan con la autóctona, por otro a la transmisión de enfermedades a las aves silvestres que pueden provocar estas repoblaciones descontroladas y, finalmente, al aumento de presión cinegética a la que se ejerce a la especie tras las sueltas masivas de perdices de granja, lo que termina afectando obviamente también a las aves silvestres. Así mismo, el Ministerio apunta a que el propio declive del conejo por las enfermedades que lo asolan ha podido provocar un aumento de dicha presión cinegética sobre la perdiz roja, lo que no hará falta decir que se traduce en un mayor número de capturas y una disminución de efectivos. 


¿Y luego se sorprenden los cazadores de que descienda su población?, ¡esto es increíble! ¿De qué se quejan? ... si ha sido -y sigue siendo, no lo olvidemos- la caza uno de los factores fundamentales que ha provocado que sus poblaciones hayan descendido alarmantemente. Son ellos directos responsables de una parte importante de esa disminución. Pero claro, luego echarán toda la culpa del problema a "la zorra", seguro. Hay que ser cínicos. Típico en ellos, y perdonarme que haya tenido que tirar de sarcasmo y usar el nombre que dije que nunca usaría, solo lo he usado puesto en su boca y prometo que no volverá a suceder hasta la próxima vez.

Lejos de pensar en una relajación de la presión cinegética sobre la especie en 2019 se llegaron a matar 2.841.776 perdices en 14 de las 17 CCAA españolas, como ya dejé caer en el segundo párrafo, lo que supone de nuevo un incremento medio de más de 3,8 perdices muertas por licencia, ya que las 743.650 licencias tramitadas ese año lo fueron en todo el territorio nacional. Este enorme aumento de la presión cinegética en parte es posible gracias al volumen de ejemplares criados en cautividad que se liberaron en nuestros campos para diversión de los cazadores, y que sumaron 2.141.312 perdices rojas solo en 11 de las Comunidades Autónomas, dado que el resto de consejerías autonómicas no aportaron los datos, lo que hubiera incrementado notablemente el número real de animales introducidos en la naturaleza. De los datos conocidos se deduce que el 84% de todos los animales criados en cautividad y soltados con fines de repoblación cinegética en once autonomías fueron ejemplares de esta gallinácea.


Sin embargo, por mor de la verdad, hay que reconocer que el cazador solo es co-responsable de lo que está sucediendo, pues ha encontrado una inestimable ayuda y apoyo en las instituciones públicas nacionales y autonómicas, que han permitido que ciudadanos particulares sin ninguna formación ambiental o científica se dediquen durante décadas a soltar animales como si no hubiera un mañana, por todas partes y sin ningún control institucional o científico. Repetiré de nuevo la pregunta cambiando de sujeto: ¿de qué se queja ahora el Ministerio, si han sido las propias instituciones públicas los cómplices del desaguisado provocado por su permisividad con una práctica que NUNCA se debió permitir y que, para más escarnio, se sigue permitiendo? Y me da igual que las sociedades de pescadores o cazadores se hayan dedicado (y continúen haciéndolo) a soltar especies exóticas de aves (perdices griegas, faisanes, codornices japonesas,...), de peces (la lista aquí sería casi infinita desde la época del ICOÑA), o de mamíferos (arruí, muflón, gamo, ciervos centroeuropeos,...) o autóctonas con sueltas masivas de animales de granja. Ya está bien de jugar a ser Dioses soltando animales de manera histriónica, dejar tranquila a la naturaleza que se recupere sola, basta para ello con que dejéis de matar animales como diversión.


La suelta de animales cinegéticos para, supuestamente, repoblar cotos (en realidad, para pegarles tiros) tenía que estar rigurosamente prohibida por la Ley para el ciudadano de a pie, y por lo tanto debería estar limitada a las propias administraciones bajo supervisión científica y con unos objetivos biológicos y conservacionistas, nunca cinegéticos. Estas sueltas sin ningún rigor científico y muchas veces ni siquiera sanitario, han sido responsables directos de, por ejemplo, la expansión de la mixomatosis y la enfermedad hemorrágica vírica (EHV) del conejo al repoblar regiones en las que existía una cepa determinada de estos virus con ejemplares criados en granjas lejanas vacunados para cepas diferentes, por lo que a los conejos vacunados y liberados les afectaba las cepas del lugar de suelta, y a los silvestres les afectaba la nueva cepa que les llegaba con los de granja. Resulta de una barbaridad tan enorme que las sociedades de cazadores y pescadores anden por ahí soltando animales sin ningún control que luego no nos podemos asombrar de la hecatombe que sufren nuestros campos y ríos. Y el Ministerio y las administraciones regionales son directos responsables de las consecuencias que ha traído a todos nuestros ecosistemas semejante negligencia institucional. 


La actividad cinegética es la culpable directa de un gran número de afecciones a la biodiversidad del planeta (furtivismopersecución directa de algunas especies protegidasmuertes masivas de animales en Espacios Protegidosexterminio de depredadores;  "accidentes"de caza en los que mueren especies protegidas; incendios vinculados a esta actividadusos de técnicas prohibidas como los lazos, el veneno o las trampas, en las que mueren anualmente un número elevado de animales, a veces de especies protegidas; ...), y de riesgos innecesarios para el resto de personas o discriminación en el uso público de la naturaleza hacia otros colectivos de manera a veces generalizada, y a veces dirigida. Y no entramos a valorar aquí las implicaciones éticas y morales que tiene divertirse matando a otros seres vivos. Oír eso de que los cazadores son los mayores protectores y amantes de la naturaleza es algo que, sinceramente, habría que enmarcar. Ese mantra deriva de la pérdida de credibilidad e interés social hacia su actividad, y del aumento claro de un pensamiento crítico hacia ella. Les duele y se sienten en el centro de los focos en una época en la que la conservación se ha vuelto necesaria socialmente, sabiendo además que son señalados con razón. Por ello enarbolan la bandera de su extraño amor por la naturaleza y de su curiosa forma de protegerla para que así al menos los ingenuos no se sumen a las filas de quienes criticamos la actividad, en un intento de contrarrestar la realidad. Pero no cuela. Moral y éticamente no es propio de una sociedad civilizada matar seres vivos para divertirse. Punto. Les guste o no les guste esto ya es así en la actualidad. Atrás han quedado los años bárbaros en los que la sangre de los animales no valía nada y su sufrimiento era, además, motivo de risas y mofas, incluso en las fiestas populares, como viejos vestigios de otros tiempos muy pretéritos. Panem et circenses, dale pan y circo al pueblo ...


Pero volviendo a estas "bondades" del mundo cinegético y por si aún fueran pocos los problemas de hibridación que provoca la introducción de aves exóticas, hay otra cuestión de gran relevancia y de la que no se habla, relacionada con la pérdida de ese imprescindible sustento genético. Esa otra cuestión hace referencia al efecto que tienen las sueltas masivas de individuos de granja -incluso siendo autóctonos- en la adaptación de la especie al medio en el que tiene que sobrevivir, al diluir el acerbo genético de las aves silvestres adquirido evolutivamente cada vez que se mezclan con congéneres criados en cautividad. Esta mezcla ocasiona la pérdida de una activo genético importante para la supervivencia en la naturaleza, ya que esa adaptación al entorno que los individuos adquirieron durante milenios se diluye con cada emparejamiento con animales de granja. 


Sinceramente creo que se hace imperiosa una regulación estricta de la caza, con medidas rigurosas muy concretas, solo para ir empezando, como prohibir las monterías, ojeos y batidas que afectan a todas y cada una de las especies que habitan en la zona a batir, independientemente de que sean las especies objetivo o sean protegidas (rapaces, por ejemplo); la prohibición de entrar con sus vehículos por pistas que permanecen restringidas para otros usos lúdicos, tan lúdicos como su actividad; la prohibición de cazar en todos los terrenos públicos del país, lo que sería más justo para el porcentaje mayoritario de la población no cazadora; la desaparición ipso facto de todas las Reservas Regionales o Nacionales de caza, u otras figuras púlicas similares; la prohibición de cazar en todos los Espacios Naturales Protegidos, sin excepción, tengan la consideración que tengan (actualmente solo está prohibida la caza por diversión en los Parques Nacionales); la prohibición de beber alcohol cuando se va a tener un arma entre las manos y la generalización de los controles de alcoholemia; exámenes mucho más rigurosos y serios para la obtención de los licencias de caza y los permisos de armas; la prohibición de poder cazar para todos los menores de edad; una regulación mucho más restrictiva en lo que respecta a las fechas en las que se puede cazar, de modo que se limite a períodos mucho más cortos y acordes al ciclo anual de las especies (lo de la caza mayor en época de celo ya me parece algo inhumano y psicótico); la prohibición radical de cazar ningún depredador, sea el que sea, y por lo tanto la desaparición del mal llamado "control de predadores" (al zorro se le puede masacrar durante prácticamente todo el año y durante cualquier modalidad de caza, incluso en sus madrigueras -más bajo no se puede caer-). En definitiva, unos primeros pasos para regular, restringir y armonizar esa práctica bárbara y cobarde con la conservación de las especies.


Localizo a la pareja de perdices rojas en la distancia, frente a mí: a no menos de cien metros de distancia veo moverse una mancha pardo-grisácea que me llama la atención. Con ayuda de los prismáticos las localizo a ambas, lo que no resulta fácil inmersas en la maraña de hierbas y plantas de un barbecho ya muy crecido. Cada poco se agachan y se desvanecen entre la vegetación, avanzando en busca de comida. Y cada poco levantan la cabeza observando posibles peligros, lo que a mí me sirve para mantenerlas ubicadas. Vienen de frente al hide, que permanece medio escondido en una linde arbolada. El sol atraviesa el ramaje del árbol que me camufla cuando llegan hasta mi posición, a escasos 7-8 metros, y chispea en un brillito perfecto en el ojo de la perdiz. Ese brillito simboliza su vida, la misma vida que los cazadores siegan de un cartuchazo.


 ¡Qué pena y qué inutilidad! ¿No es de verdad más hermoso y humano dispararles con una cámara fotográfica y perpetuar la vida de esos ojos para el recuerdo?