Seguimos recorriendo la costa Este escocesa visitando diversos lugares, atractivos tanto desde el punto de vista cultural (no todo van a ser bichos) como naturalístico. Después de abandonar los espectaculares acantilados de Fowlsheugh que tan gratos momentos nos ha hecho sentir, nuestro siguiente destino importante fue la Troup Head Nature Reserve, en donde estuvimos los días seis y siete, aunque solo hicimos fotos en la mañana de la segunda jornada.
Para llegar a esta reserva que también está gestionada por la RSPB (Royal Society for the Protection of Birds) debemos buscar la carretera B9031 entre los pueblos de Pennan y Gardenstown. En ella unas señales nos desviarán hacia la reserva y hacia Northfield Farm (granja Northfield). A partir de este cruce deberemos seguir las pequeñas indicaciones de la RSPB que nos conducirán entre tierras agrícolas hasta la misma granja, la cual deberemos atravesar por el medio un poco sorprendidos. Tras dejarla atrás, las indicaciones nos guiarán finalmente por un camino hasta un pequeño aparcamiento de tierra habilitado para una veintena de coches.
Si pensábamos que Fowlsheugh iba a ser difícil de superar por la soledad del lugar en contraste con la enorme población de aves existente, este otro ya vemos que no nos va a defraudar tampoco. Aparcamos la furgo y hacemos sin el equipo fotográfico una primera y fugaz visita al lugar, a pesar de la amenaza de lluvia o, quizás, precisamente por ello. Al contrario que hoy, mañana el pronóstico climatológico es muy bueno durante la primera mitad del día y esperamos aprovecharlo. Nos quedamos entre tanto, solos, pues los dos vehículos de naturalistas que había en el parking a nuestra llegada, se han marchado ya; ya solo veremos tractores transportando en sus remolques enormes paquetes de paja para el ganado.
Para acceder a la costa desde nuestros vehículos hay que dejarse llevar por las marcas de la RSPB, comenzando en una cancela situada junto al aparcamiento por la que entraremos en una finca privada y, lógicamente, vallada. Junto a su alambrada discurre paralelo un sendero que evita estropear el cereal allí cultivado, y que nos conducirá directamente hasta una puertecita de madera (si está mojado el camino por la lluvia o el rocío, se hace imprescindible un buen calzado y pantalones de agua para recorrer este trayecto dada la altura y densidad de la hierba). Por la portezuela saldremos fuera de la finca y nos situaremos en las cercanías de los acantilados. En esta zona un poste indicativo nos aclara que podemos caminar hacia la derecha o la izquierda en pos de la colonia de aves marinas. Todos los alrededores son tierras agrícolas y según se camina por la llanura no parece que al final vayamos a encontrar semejante lugar. Pero sí, a medida que nos aproximamos a los acantilados, el griterío de los alcatraces y finalmente el olor a excrementos acaban envolviendo la atmósfera.
El atractivo principal de esta reserva lo constituye por derecho propio el alcatraz atlántico (Morus bassanus), que mantiene aquí una importante colonia reproductora. Suelen anidar preferentemente en islas, aunque también lo hagan ocasionalmente en acantilados de tierra firme, como este o el de Bempton Cliffs, ya visitado. Son comunidades casi completamente monoespecíficas, ya que no se suelen mezclar demasiado con otras aves. En estas colonias a menudo se concentran decenas de miles de aves, principalmente adultas, siendo menos comunes los bonitos ejemplares inmaduros o juveniles. Más de la mitad de la población mundial de alcatraces atlánticos visita las costas escocesas en la época de reproducción. Por ejemplo, en la isla escocesa de Bass Rock se están contabilizando en la actualidad unas setenta mil parejas anuales, constituyendo desde épocas remotas una de las principales colonias a nivel mundial (probablemente la más grande en nuestros días). De hecho, el apellido de la especie -bassanus- hace referencia a la citada isla, lo que es sintomático de la importancia de la misma. Algunas de estas gigantescas colonias son conocidas desde hace muchos siglos ya que suponían un recurso natural intensamente aprovechado por el hombre, llegando en ocasiones a provocar la desaparición total y definitiva de la misma. Sin embargo, la protección que se brinda en las últimas décadas a la especie está consiguiendo que no solo se recupere su población a nivel demográfico, sino que aumente también el número de colonias en las que se reproduce, doblando actualmente el número existente hace tan solo un siglo. Se calcula que más de un millón de ejemplares vuelan sobre nuestros mares, y que su población sigue aumentando a un ritmo lento pero constante.
Son aves monógamas que se emparejan de por vida o hasta la muerte de alguno de los individuos, momento en el que vuelven a buscar una nueva pareja. Hasta los cuatro o cinco años de edad no alcanzan ni la madurez sexual ni la coloración definitiva, con el clásico blanco impoluto. Hasta entonces los inmaduros presentan plumajes más o menos profusamente moteados o tachonados de pardo, más blanco cuantos más años tiene el animal, y se instalan generalmente en la periferia de las colonias. Son aves muy gregarias durante el período reproductor, pero mantienen con agresividad las distancias entre nido y nido, no siendo raras las trifulcas entre vecinos con sus picos y cuellos estirados, especialmente en el momento de aterrizar.
El alcatraz es un ave espectacular, tanto por su tamaño y aspecto externo, como por sus costumbres. De más de tres kilos de peso y con más de un metro y medio de envergadura, es un ave de grandes dimensiones adaptado a vivir en alta mar a lo largo y ancho del Atlántico Norte, desde las costas norteamericanas hasta Europa y el Mediterráneo. Pesca dejándose caer como un arpón desde una cierta altura, alcanzando en ocasiones velocidades próximas a los cien kilómetros por hora. La evolución los ha dotado de adaptaciones anatómicas específicas para soportar sus violentas zambullidas, como la eliminación de los orificios nasales, la capacidad de cerrar sus pequeños oídos o aumentando la robustez de su esternón. Son aves diseñadas para la vida en el mar, muy veleras, capaces de realizar enormes desplazamientos aéreos; pero por el contrario, son poco hábiles a la hora de tomar tierra, y bastante patosas allí una vez lo han hecho. Su lugar es el mar, sin duda. Durante la reproducción se desplazan mar adentro buscando bancos de peces con los que alimentar a su prole, lo que les obliga a veces a alejarse del nido varios cientos de kilómetros. Si en Bempton las condiciones de luz y la ausencia de viento me impidieron fotografiar a esta especie en vuelo, en esta ocasión sí tuve la oportunidad de hacer un amplio reportaje del alcatraz en su verdadero medio, el aire, verdaderamente majestuosos.
NOTA: Todas las imágenes se muestran con el formato completo de la toma original, sin reencuadres o recortes, y han sido obtenidas en Troup Head a principios de julio del presente año. Si pasas por allí cerca, sería imperdonable no acercarse. No te defraudará,seguro.
Precioso y viaje y las fotos...que decir de ellas...una maravilla. Un saludo.
ResponderEliminarGracias José. Las fotos no sé, hay de todo, pero los lugares son verdaderamente destinos obligados para todos nosotros. Ya estoy deseando regresar, con la información recogida en un primer viaje de reconocimiento ya hecho, el segundo viaje se puede aprovechar mucho más.
EliminarUn saludo, "vecino".