Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.
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30 de septiembre de 2022

Otra vez la Junta

Alguno se pensará de verdad que tengo una fijación enfermiza con la Junta de Castilla y León, que lo mío con ella es manía persecutoria, aversión pura y dura, antipatía y tirria. ¡Qué palabra esta última!, ¿no?

Tirria. Les tengo tirria, sí. Según el diccionario de la Real Academia Española les tengo manía, odio u ojeriza, que es lo que significa "tirria". Y alguno se pensará también que esta antipatía obsesiva no está del todo justificada, pero es que, de verdad, os lo juro, palabrita del niño Jesús, me lo ponen muy difícil para que no se la tenga, aunque para mi alivio y el de mi psicoanalista, lo cierto es que la Junta lo pone todo de su parte para que ese amor mutuo entre ella y yo perdure en el tiempo. Voy a tener que añadir una etiqueta en este cuaderno humilde para mi inefable Junta de Castilla y León, y agrupar así todas mis recuerdos hacia ella. Pero vayamos a la última.

25 de septiembre pasado, nada, hace apenas unos días, como quien dice. Ese domingo por la mañana se clausuraba NATURCYL en Ruesga (Palencia), la Feria Internacional de Ecoturismo de mi amiga la Junta de CyL después de un fin de semana de dos días y medio. Nosotros, que ya habíamos trasteado un poco por esta feria los días previos estamos esa mañana disfrutando de verdad de lo que la propia Junta de CyL nos vende en ella: naturaleza en estado puro. Desde el amanecer aguantamos las bajas temperaturas con la esperanza de volver a ver a un grupito de lobos que están ahí, frente a nosotros, a una distancia más que suficiente para que ellos nunca sean conscientes de nuestra presencia. Ayer disfrutamos de ellos y otros cuantos días previos también. "Armados" con nuestros telescopios y prismáticos esperamos que asomen sus hocicos por entre los calveros del monte; deseando verle las orejas al lobo, y nunca mejor dicho. Pasan las primeras horas y no aparecen. Peeeero ... la mañana va a estar entretenida. A las 10:00 a.m. aparca un primer todo terreno en frente de donde estamos y planta en el suelo una tablilla de advertencia de montería. 

Luego llega otro, y otro, y otros cuantos más; y se bajan de todos ellos un buen grupo de hombres y alguna mujer vestiditos todos ellos para la ocasión de verde riguroso, pero con sus anoraks anaranjados fosforito, no vaya a ser que entre ellos se descerrajen un tiro. Vamos lo que viene siendo elegantes pero informales con la nueva colección de otoño. No nos lo podemos creer, ¡¡¡van a batir con perros y ojeadores exactamente la pequeña mancha de monte donde están los cachorros!!!, ahora ya desde hace un año especie protegida por la ley. Días previos un conocido de uno de nuestro grupo ya tuvo un simpático encuentro con un cazador en la misma zona que le advirtió de malas maneras de que sabían dónde estaban los lobos y que ya se encargarían de echarlos, además de dejar caer que tuvieran cuidado, que se les podía escapar un tiro (¿hacia las personas?, uuufff, qué modales señor cazador, así van mal en esta sociedad y no se quejen entonces después de la mala prensa que se han ganado ustedes solitos a pulso -¿será por insensibles y violentos, quizá?). Por otro lado, otro cazador, este muy educado, faltaba más, que hay de todo, en otro encuentro también anterior ya se bastó solito para indicarnos directamente dónde estaban los cachorros de la manada sin nosotros decir nada al respecto, y menos aún sin preguntarle ya que llevábamos un tiempo observándolos en la distancia.

No penséis que me ramifico y me pierdo en florituras, todo esto viene a cuento de que no pueden estos cazadores alegar desconocimiento a la hora de solicitar la batida en la ladera en la que se encontraban los cachorros. Ha habido más que premeditación y alevosía, créame señor juez. Probablemente ha habido incluso una intencionalidad muy clara de molestar y echar del lugar a los animales, y probablemente también la de dejarnos sentado a todos los naturalistas que en fechas previas estuvimos o estuvieron por allí que en aquel lugar mandan ellos. ¿Afán de molestarnos además a nosotros? no lo sé, yo es que soy muy mal pensado y las coincidencias así como que las cojo con pinzas.

Y todo esto con NATURCYL a la vuelta de la esquina. Genial. Los mismos personajes que venden allí naturaleza viva a los crédulos, autorizan a pocos kilómetros una matanza y un desaguisado con una especie protegida.

Pero bueno, de los cazadores que hacen batidas -ese método de caza tan inhumano, antiecológico, impactante y estresante en toda la fauna del lugar, sea objetivo de las escopetas o no- no podemos esperar mucho. Somos unos perroflautas que molestamos en el monte con nuestros peligrosos prismáticos y telescopios. Y su animadversión manifiesta hacia nosotros, cuando no directamente agresividad, es demostrada en muchas oportunidades. ¡Estorbamos, señores! como si prefirieran que no hubiera ojos indiscretos observando por el monte. 

Pues lo dicho, de los cazadores no podemos esperar demasiado. Pero ... ¿y de la Junta de Castilla y León?, ¿esa institución que nos representa a todos y que a bombo y platillo se vende en NATURCYL como garante de nuestro medioambiente, de los espacios naturales que podemos disfrutar en esta región y de la fauna y flora que en ellos encontramos?, ¿qué podemos esperar?, ¿podemos esperar que cumpla con su cometido de proteger al menos las especies protegidas, valga la redundancia? Sí, podríamos esperar al menos eso, que evitaran, por ejemplo, que se perturbe a las crías de una especie protegida en época de reproducción, como era el caso de estos cachorros de lobo y como dice la ley.

En realidad, por poder, podemos esperar mucho de la susodicha, pero solo si eres muuuuyyyyyiiiiiingenuo. Lo cierto es que, aquí, la amiga viene demostrando desde hace décadas un total desprecio por la conservación de la naturaleza y un desdén aún mayor por su protección. Los continuos juicios perdidos en los tribunales así lo demuestran y vienen a confirmar que es la sociedad civil a través de diversas ONGs vinculadas al ecologismo y la naturaleza la que supervisa que nuestro gobierno autonómico haga las cosas correctamente y, en su caso, las sentencias judiciales en ya demasiadas ocasiones las que terminan obligando a esta institución a retroceder en sus intenciones. 

Todo esto viene al caso, porque el Servicio Territorial de Medio Ambiente tenía pleno conocimiento desde el principio de la presencia en el lugar de la camada de lobos. Y esto es así hasta el punto de que ya habían recogido en las proximidades a dos de los hermanos, muertos atropellados, y habían realizado algunas actuaciones técnicas en el lugar para evitar que se acercaran a una carretera próxima. Estas actuaciones requieren informes y ponen en conocimiento de los superiores su presencia. Sin embargo, increíblemente el Servicio Territorial de Medio Ambiente de Palencia otorga una autorización al coto para que realice una batida al jabalí exactamente en la pequeña ladera donde se esconden los cachorros. A nadie se le escapa que al otorgar dicha autorización en esa fecha el responsable que la firmó era plenamente consciente de la perturbación que ello iba a suponer para la camada, cuando no del riesgo real de que en otro lamentable "accidente" de los que ya nos tienen acostumbrados en Fuentes Carrionas, muriera de un disparo otro animal protegido. Ya son unos cuantos los osos que han caído en cacerías autorizadas por este negligente Servicio Territorial de Medio Ambiente de Palencia, lo que augura más animales protegidos que se vendrán a sumar a la lista, más pronto que tarde. ¿Lobos, quizás? Dado que la temporada de caza mayor acaba de comenzar, cualquiera con dos dedos de frente y un mínimo de sentido común se pregunta si no podían haber esperado a cazar esa mancha de monte en otras fechas para, así, proteger la tranquilidad de la camada en las pocas semanas que les quedan para abandonar el lugar, ¿no podían haber solicitado los cazadores la autorización para otra fecha?, ¿y no podía la Junta de Castilla y León prohibir la batida en ese cuartel hasta pasado un tiempo prudencial para que el grupo terminara sin peligro ni perturbaciones el período reproductivo, como pide la ley?

Sí, todo eso se podía haber hecho y era muy sencillo, pero no se hizo, se prefirió solicitar la autorización para ese día y se prefirió concederla sin ningún escrúpulo. Celebrar la batida en aquella jornada delata una intencionalidad clara de los cazadores de perturbar al grupo, y una total ausencia de interés por la conservación del lobo por parte de la institución regional.


Existen dos artículos del Código Penal que podrían haber sido vulnerados en esta ocasión, presuntamente. El primero es el más evidente, contra el medio ambiente. De esta forma, el Art. 334 del Código Penal en su punto 1.C determina que "Será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años o multa de ocho a veinticinco meses y, en todo caso, inhabilitación especial para profesión u oficio e inhabilitación especial para el ejercicio del derecho de cazar o pescar por tiempo de dos a cuatro años quien contraviniendo las leyes u otras disposiciones de carácter general realice actividades que impidan o dificulten su reproducción o migración". Pues bien, que los cazadores sabían desde hacía tiempo de la presencia allí de la camada es algo que no podemos probar pero que sabemos ha sido así. Demostrar la intencionalidad en este caso no es posible, así que ... mala suerte, se irán de rositas porque nadie podremos denunciarlo en un juzgado.

Sin embargo, lo más grave de este caso es que haya sido el propio Servicio Territorial de Medio Ambiente el que, también presuntamente, podría haber infringido otro artículo del Código Penal, esta vez por prevaricación administrativa al conceder la ya mencionada autorización a sabiendas de que ello iba a representar la perturbación de la reproducción del lobo. Aquí el Artículo 404 del Código Penal reza: "La autoridad o funcionario público que, a sabiendas de su injusticia, dictare una resolución arbitraria en un asunto administrativo se le castigará con la pena de inhabilitación especial para empleo o cargo público y para el ejercicio de sufragio pasivo por tiempo de nueve a quince años".

Así están las cosas, chicos, por Palencia y en general por la Junta de Castilla y León. Que su tirria -ellos también la tienen- por el lobo es notoria, lo sabemos todos y nos lo demuestra constantemente con su empeño en seguir con el manejo de la especia a tiro limpio. 

Pura tirria, sí señor.

NOTA: Las imágenes de los lobos muestran solo recortes muy pequeños de las fotografías originales, de modo que no se pueda identificar nada del lugar. La distancia era, obviamente, muy superior a la que aparentan estas fotografías.

22 de abril de 2022

Patética Jara y Sedal


UN LOBO ENTRA EN UN PUEBLO Y SE LLEVA UN PERRO: "¿Y SI HUBIERA SIDO UN NIÑO?"

Este es el infame titular con el que arranca otro alevoso artículo contra el lobo de la revista cinegética Jara y Sedal, increíblemente avalada por la televisión pública española. Acto seguido del titular, en su subtítulo, la lamentable editorial acaba insistiendo en el sensacionalismo más barato y obsceno de la prensa más amarilla que pueda existir al decir que: "... despierta un viejo temor entre los habitantes de los pueblos: ¿y si ataca a un niño?" En el primer ladillo destacado afirman directamente: "Los lobos atacan a los niños".  Ni se sonrojan. Ya no lo dudan, ni lo preguntan, directamente lo afirman. Y dogmatizan la mentira en base a una recopilación de antiguas historias rurales, informaciones y entrevistas, increíblemente inferidas como datos científicos (pero que nadie ha visto nunca publicadas en ninguna revista de impacto que las avale como investigaciones reales) del famoso ornitólogo y biólogo José Antonio Valverde, quien publicó, junto a un pastor del sur de la provincia de León llamado Salvador Teruelo, el libro titulado Los lobos de Morla. En la sinopsis que podemos leer de la citada publicación en la que Jara y Sedal basa su aseveración de que los lobos matan niños, ya se indica que "El biólogo busca el fondo histórico de la vida y fechorías del lobo, sus ataques al ganado y a los hombres ...", lo que nos delata un claro poso de subjetividad sobre las opiniones que pudiera verter el coautor del libro sobre este animal, subjetividad que no nos inspiran confianza alguna. ¿Fechorías, dice? ¿un animal salvaje comete ... fechorías? ¿tiene malicia por lo tanto? ¿o es el hombre el que subjetivamente otorga a la fauna silvestre la capacidad intrínsecamente humana de hacer conscientemente el mal a otro? Esta arbitrariedad del autor cuando habla de Canis lupus signatus se acaba confirmando a medida que leemos algunas frases más de su cosecha, como veremos posteriormente. Mientras que la intencionalidad de la revista Jara y Sedal de usar específicamente el relato personal de este biólogo concreto en vez de la amplísima bibliografía científica publicada en cualquier punto del planeta solo puede ser considerada de ideología manipuladora.

José Antonio Valverde reconocía en 1971 en un artículo publicado con el título de El lobo español que "El lobo de esta región -se refería a Castilla y León- sigue a veces al hombre de noche, pero no les ataca... / ... casi todo el mundo, en los pueblos, ha sido pastor, incluso muchachas de doce años en adelante. Todos conocen bien al lobo y apenas le temen." Sin embargo,  para la misma especie en Galicia decía lo siguiente: "... Galicia es un medio antropófilo como ningún otro ibérico, y sus lobos son antropófagos como ningún otro también."

¡Lobos que se alimentaban de hombres!, ¿dónde en la bibliografía científica se recoge semejante barbaridad para la especie y, además, para una región tan concreta y reducida como la gallega? ¡Es inaudito que lo dijera convencido y se quedara el hombre tan ancho!. En ese mismo artículo tampoco le contrariaba, obviamente convencido de su veracidad, decir que "El lobo, en España y en Asia, es un cazador de niños. Caperucita Roja no es un cuento, sino una realidad pasada y potencial, y la reglamentación sobre el lobo debe tener esto muy en cuenta ... / ... Y con ello no queremos decir que el lobo no mate a veces hombres, sin necesidad de estar rabioso." 

Un poco más adelante trasluce su poco aprecio por la especie en el vocabulario empleado: "Entre perseguir un corzo aislado entre brezales o degollar ovejas en campiña abierta, la elección no es dudosa" y lo explica con lo que él mismo denominó como "indice de apetencia" (Valverde, 1967) que venía a razonar, sin ningún tipo de pruebas de campo ni investigación o metodología científica alguna, que por el mero hecho de ahorrarse esfuerzo el animal prefería, sí o sí, atacar al ganado antes que a una presa salvaje. Sin embargo, distintos estudios modernos -estos sí, científicos de verdad- vienen a demostrar justamente lo contrario, la preferencia de la especie por la fauna silvestre frente al ganado doméstico, incluso cuando el acceso a este último es abundante. Pero dejando a un lado lo poco serio y profesional que es basar unas afirmaciones en historias sin acreditar y en razonamientos meramente personales y no en pruebas ni estudios repetibles, no podemos por menos de sorprendernos que Tono, como era conocido este reconocido biólogo, concluyera que la población de lobos gallegos "... exige de nosotros un esfuerzo para exterminarla en el más breve espacio de tiempo posible,..."

Son palabras suyas, escritas por él, no penséis que las pongo yo en su boca. Palabrita del Niño Jesús.

Ahora que cada lector deduzca si utilizar la figura de este biólogo para sustentar una afirmación tan peregrina como falsa, y así asustar a la población española actual con respecto del riesgo que supondría la presencia del cánido cerca de nuestras poblaciones tiene visos o no de pura, torticera y chabacana manipulación periodística.

Pero sigamos para conocer la peculiar visión que tenía el señor José Antonio Valverde del lobo ibérico. En el mismo libro que menciona el escandaloso artículo de Jara y Sedal -Los lobos de Morla- el biólogo insiste en su análisis de la peligrosidad del lobo para la especie humana y relata, por ejemplo, que "En el destete (junio-julio), cuando la hembra adulta, agotada por la lactancia, comienza a cazar de nuevo -ha sido mantenida por el macho- para ella y para los cachorros. En ese momento puede atacar a niños y mujerucas". E incluso llega a elaborar una tabla que relaciona el peso de estos depredadores y el de las presas potenciales, y entre las que incluye, como no podía ser de otra manera, al propio ser humano. Así, explica que los lobos macho, con 36 kgs. de media, pueden atacar a ovejas de 18, a cabras de 40 o a hombres de 60 kilos de peso; mientras que las lobas de 28 kgs. harían lo propio con mujeres de 45 kilos (aquí no aparece reflejado ningún otro "ganado", solo habla de mujeres). Además añade directamente que ...

"Los lobos antropófagos resultan divididos en dos categorías:

    - Lobas que matan niños

    - Grandes lobos o familias que atacan a adultos, sobre todo mujeres."

Es en este mismo libro donde reitera que "... a petición del Servicio de Caza, propuse una ordenación para el lobo (Valverde, 1971) que incluía su exterminio para la baja Galicia, donde lobos y niños andan por los mismos callejos".

Este modo de pensar de un hombre de mediados del siglo pasado, claramente influenciado por historias y leyendas que nada tienen de verídicas, es ahora aprovechado por una editorial dedicada a la caza para meter miedo a cuantos ingenuos les puedan creer, y así seguir agrediendo a la conservación de nuestra biodiversidad y a las leyes que, en materia de medio ambiente, nos están haciendo avanzar lentamente. 

El segundo ladillo del artículo de Jara y Sedal dice: "Temor e indignación crecientes", e incide en la supuesta proliferación de unos hechos, que no dejan de ser raros y anecdóticos, y en los que algunos ejemplares se han dejado ver por las afueras de algún casco urbano. Sin embargo, esto ocurre exactamente igual y de un modo intermitente con otras especies, incluido el propio oso pardo, no teniendo, muy por el contrario, nada de extraordinario, y constituyendo en realidad unos hechos puntuales que históricamente siempre han existido. La diferencia estriba en que en la actualidad, gracias a la disponibilidad de teléfonos móviles y la conectividad que proporcionan las redes sociales, sí se han visibilizado exponencialmente estos encuentros que siempre han sido, son y serán esporádicos. No obstante, la editorial sigue insistiendo y sentenciando que "... la población rural cada vez tiene más miedo de que los lobos puedan atacar a una persona o a un niño", para, acto seguido, criticar el blindaje que la nueva legislación proporciona a la especie contra su caza. ¡Ahhhh, acabaaaaaaramos, que en el fondo del asunto lo que subyace es que a ustedes ya no se les permite cazaaaarrrrrloooosssss! ¡Ah! ... vaaale, vaaale! ya entiendo, están ustedes agitando el manzano para ver si recogen algo que caiga de él, ¿no?. Que les duele no poder pegarles tiros a los lobos, y para ello agitan el miedo de la población, intentando relacionar verdaderas mentiras (¡vaya paradoja!) con el nombre de UNA reconocida, pero controvertida, personalidad para dar verosimilitud a las mismas. Por ello pretenden alentar la indignación del mundo rural usando el miedo como herramienta frente a la conservación y protección de nuestra biodiversidad, pronosticando que se trata de " ... una bomba de relojería que puede estallar en cualquier momento si hay alguna víctima humana ...". Entieeeendo, ya entieeeendo, sí. El miedo como herramienta para manipular la opinión pública. Vamos, lo de siempre, ¿no?

Nada nuevo bajo el sol.

Y para ello ustedes, señores, muestran un vídeo del que reconocen que no saben ni dónde está grabado ni cuándo, y que simplemente, como circula por la red, ustedes, en un acto de rigurosísimo periodismo, aprovechan para agitar el manzano. A ver si cuela.

Pues bien, en el vídeo no se distingue si es un lobo o un perro, y para más inri ... ¡¡¡ESTÁ GRABADO EN ITALIA, no en España!!! ¡Hay que ser chapuzas!

Pero claro, a ustedes eso les da igual, lo viralizan y lo aprovechan para cargar contra la nueva protección del lobo en nuestro estado en un clarísimo ejemplo de su rigor periodístico y su afán de ... ¿de qué? ... se lo diré yo: de manipular a la población para seguir atacando la protección del lobo. ¿Recuerdan aquel otro vídeo que se viralizó por las redes sociales de unos perros atacando a una vaca avileña en una sierra y que ustedes, periodistas maipuladores, hicieron pasar al principio por un ataque de lobo a pesar de que en el vídeo era patente que se trataba de perros, de rehala para más señas? Su odio para con este animal se trasluce en cada artículo que sensacionalizan a la menor oportunidad. Dos capturas de pantalla de aquel vídeo ya lo vimos en este mismo blog hace unos meses.

Patético, de verdad.

Veamos, señores, no existen datos documentados que avalen la tesis de que el lobo sea una especie peligrosa para el ser humano, por mucho que hayan podido darse históricamente algunos supuestos casos. Y fíjense ustedes que utilizo la palabra "supuestos" porque no hay una confirmación real de que esos hipotéticos sucesos fueran en realidad obra de lobos en vez de, por ejemplo, perros con fisonomía lobuna, o venganzas personales que luego se escondían cargando la responsabilidad a lomos del cánido. Y nadie puede negar que todos los años existen cientos de ataques de perros a personas, muchos de los cuales han terminado con la muerte de estas últimas. En los noticiarios y en la prensa aparecen intermitentemente sucesos de estas características. Sí es muy real, por lo tanto, el peligro de que algún perro nos ataque alguna vez, en el campo o en alguna zona urbana. Somos muchos los que nos hemos visto acorralados por algún perro en más de una y de dos ocasiones. Y de tres y de cuatro, ... Y no por eso vamos publicando sandeces para meter miedo a la gente con los perros.

Entonces, visto todo lo anterior ¿podemos realmente pensar que implica una cierta peligrosidad para la gente la presencia cercana de lobos?: científica y estadísticamente NO. Por lo tanto, si alguien se cruza o ve cerca a uno de estos magníficos animales solo le puedo recomendar que aproveche el privilegio que supone observar a una especie tan esquiva como esta. Y que lo disfrute.

Ahora bien, una vez dicho todo lo anterior, harían ustedes muy bien en reconocer que, si existe un peligro real de morir en el campo, no es como consecuencia del ataque de un animal que huye de nosotros como "alma que lleva el diablo", sino por el disparo accidental de algún cazador en cualquier época del año y casi en cualquier lugar de nuestra geografía, incluidos Parques Naturales o Regionales que, por algún motivo oscuro, siguen compartiendo gestión con cotos de caza y, lo que es peor, con Reservas Regionales de Caza a las que mantenemos todos con nuestros impuestos, lo que no deja de ser indignante para gran parte de ese 98'2% de la población española que no solo no es cazadora, sino que, además, desprecia esa actividad. Anualmente una media de 20 personas mueren en España por accidentes de caza, sin contar con los centenares de heridos. Algunos de ellos no eran cazadores, eran simples excursionistas que tuvieron la desgracia de convivir con una actividad peligrosa muy poco y mal regulada. Dediquen sus esfuerzos en concienciar a sus propios lectores de la necesidad, no solo de extremar hasta el infinito las precauciones, sino de hacerles ver que comparten el espacio con otras personas y que, como consecuencia de ello, el resto de ciudadanos somos rehenes del peligro que representan ustedes y sus armas, a parte de las afecciones negativas que su actividad provoca en el entorno.

Señores de Jara y Sedal, su actividad sí es peligrosa para el ser humano, no los lobos. Y su labor periodística lo es para la salud informativa de toda la sociedad española.

5 de noviembre de 2021

La cuestión del lobo, resumiendo

Con el paso de los años se hace patente la notable evolución que han sufrido los contenidos de Cuaderno de un Nómada. Obviamente no ha sido algo premeditado, y en este caso ha sido el propio camino el que va marcando el destino, y no al revés.

Aunque la naturaleza y su observación, así como una cierta labor de educación ambiental, formaron parte esencial de la filosofía de este espacio desde sus inicios, es en los últimos años cuando se está haciendo más notorio, a la vez que pierden peso otro tipo de propuestas. Y de entre los temas más recurrentes que encontramos en estos últimos tiempos, sin duda, la problemática que rodea la presencia del lobo en nuestro país sobresale por méritos propios. Ya lo siento yo; me hubiera gustado que la conservación de esta especie no hubiera necesitado nunca de tanta tinta vertida, pero la tinta se vierte exactamente en la misma medida en que lo hace también su sangre. Y creerme, no es una frase petulante.

La primera ocasión en la que me sentí en la obligación de denunciar su situación fue en un lejano 24 de enero de 2013, pero no porque no hubiera sobrados motivos para haberlo hecho antes -siempre han existido demasiadas razones para denunciar su linchamiento-, sino porque este espacio en la red nació con otro enfoque. Me vais a permitir que me extienda un poco en recordar la situación que motivó aquel primer río de tinta.

Aquel artículo de opinión inaugural lo titulé Picos de Europa entre bambalinas, y en él denunciada la ignominiosa gestión que la dirección del Parque Nacional de Picos de Europa (PNPE) venía desarrollando de la especie. La muerte en un espacio de tiempo de solo seis meses de dos lobos a manos de la propia guardería del PNPE y de la Junta de Castilla y León fue la gota que colmó el vaso de todo lo asumible. ¿Y por qué? Porque ambos ejemplares habían sido radiomarcados con collares GPS-GSM en un costoso estudio científico costeado con dinero público. Todos los que conocemos la enconada persecución institucional a la que se somete al lobo sabíamos que aquellas investigaciones auspiciadas por el propio PNPE pretendía ir más allá del mero conocimiento científico como herramienta de conservación, y buscaba en realidad un mayor control sobre el cánido para aumentar la efectividad en su persecución. Aquellas dos muertes demostraron el descontrol de los controles ejercidos dentro del Parque Nacional, ya que no estaba premeditado que los lobos eliminados fueran aquellos dos radiomarcados. El suceso fue escandaloso como pocos, además de infame y sancionable en manos de un juez responsable ya que matar por error un lobo con collar puede ser considerado un accidente, pero dos .... en fin, se hace muy difícil pasarlo por alto y es, como mínimo, una negligencia grave que supuso un claro despilfarro de dinero público (500.000 €). Sin embargo, vergonzosamente nadie dimitió por ello ni fue sancionado.

Estos lamentables hechos se vinieron a sumar a la injustificable muerte a golpes de una camada compuesta por siete lobeznos de pocos días de edad, unos años antes, en 2004, por el propio biólogo del PNPE encargado de la conservación de la especie, el conocido "experto" en lobos Sr. Borja Palacios Alberti. Este primer suceso, a pesar de los 8-9 años transcurridos hasta la muerte de los dos lobos radiomarcados (uno en agosto de 2012 -conocido como Marley, y cuya muerte dio lugar a la aparición de una ONG con dicho nombre- y el otro en enero de 2013), no se había olvidado aún en 2013 y aún hoy en día se hace imposible hacerlo, persiguiendo con seguridad al mencionado Borja Palacios (prefiero quitarle el apelativo de Sr.) toda su vida dado que, entre otras cosas, no existía ningún permiso oficial para eliminar la camada, siendo por lo tanto una decisión personal. Fue denunciado, obviamente, pero la jueza, en una sentencia que nadie comprendió y que se viene a sumar a otras con similares resultados, decidió archivar la denuncia al no considerarlo "un acto grave" puesto que la propia administración del parque ya estaba realizando controles sobre la especie. Para la dirección del parque tampoco debió ser ningún problema mantenerlo como Técnico de Conservación, siendo posteriormente durante algún tiempo incluso el Secretario del Patronato, lo que deja a cualquiera estupefacto: no solo no se le había expulsado del PNPE, sino que seguía siendo alguien relevante en el mismo. En el siguiente enlace, publicado muchos años después (en 2018) en La Nueva España sobre el rechazo de los ganaderos al Parque Nacional, podemos leer un último párrafo que no deja lugar a dudas sobre qué continúa opinando este biólogo sobre cómo se debe conservar la especie: "La grata sorpresa de la mañana la dio el Sr. Borja Palacios, biólogo del Parque Nacional de los Picos de Europa, micrófono en mano, mostró su apoyo a las peticiones: controles efectivos de sus poblaciones en defensa del mundo rural". Sí señor, un nombre y unos apellidos que habrán quedado grabados a fuego en nuestra cabeza para siempre, y que nunca, nunca, nunca vamos a olvidar.

Poco más se puede explicar de la situación de extrema persecución institucionalizada que sufre la especie en este Parque Nacional, y solo resulta explicable porque es la propia dirección del parque la que tutela esta obscena manera de "conservar" la especie. Todo esto no puede ser considerado más que de indecente al tratarse del más emblemático Espacio Natural Protegido de nuestro país, con el permiso de Doñana y Ordesa, y ofende pensar que gente así rige sus destinos. 


No fue hasta el 9 de enero de 2016 cuando volvía a hablar del lobo para anunciar la apertura unos meses antes del Centro del Lobo Ibérico en Robledo, cerca de Puebla de Sanabria, en un post que titulé El gran proscrito. En aquella oportunidad me hacía eco, no solo de la posible labor divulgativa que el centro podía llevar a cabo sobre la realidad del lobo ibérico entre el público general, sino que lo hacía también sobre la paradoja de que dicha instalación hubiera sido puesta en marcha por una de las administraciones autonómicas que más daño a hecho a la especie, siendo responsable de continuos controles al sur del Duero, de cupos cinegéticos esquizofrénicos, de la sistemática y obsesiva persecución en las Reservas Regionales de Caza, que llegaban a rozar la psicopatía a pesar de que en ellas los ataques al ganado doméstico son prácticamente inexistentes, y de la manipulación de la opinión pública con informaciones falsas sobre el estado de conservación del lobo. Todo parecía, pues, obedecer a un simple lavado de imagen. 


Pero es a partir del 27 de noviembre de 2019 cuando mis referencias a su difícil conservación aumentaron considerablemente. En la entrada titulada El lobo, o justificar lo injustificable describía las incongruencias en las que caen quienes quieren justificar la eliminación de los lobos incluso cuando estos se alimentan de animales silvestres. Se les cae así su necia máscara de los amantes de la naturaleza, y quedan en evidencia que lo son solo del gatillo, puesto que si antes alegaban que había que cazarlos allí donde comía ovejas, ahora también lo piden en donde se alimenta de herbívoros silvestres. Así, en el Parque Regional de la Sierra de Gredos se llevó a cabo una deplorable campaña de criminalización del carnívoro para justificar su persecución. Su pecado: alimentarse de cabras monteses. Estaban allanando el camino para que se aceptara su eliminación también en este ENP. Lo que debería ser una buena noticia porque NO se alimentaba de ganado doméstico, resultó ser justificación suficiente para, de nuevo, continuar con su persecución. Otra incoherencia bochornosa.


Sobre el nefasto manejo que viene haciendo de la especie la Junta de Castilla y Léon y que ha acabado en varias ocasiones en los tribunales me desahogué en Un cuento de lobos, jueces y políticos, donde quedan en evidencia las recurrentes extralimitaciones en las que incurre esta administración autonómica en relación con la gestión letal que hace del lobo, y que a menudo se acaban dirimiendo en los tribunales de justicia. En materia de medioambiente son muchas las veces en las que son los jueces los últimos y verdaderos garantes del interés general, resolviendo sobre las recurrentes denuncias de la sociedad civil, ya que nuestros políticos y sus técnicos parecen estar mucho más preocupados por ciertos intereses sectoriales, particulares o de partido. En el caso del modelo de gestión letal del lobo en Castilla y León esto se hace muy patente. El TSJCyL declaró en 2020 ilegal los planes de Aprovechamientos Comarcales del Lobo al norte del Duero para las temporadas 2016-2020. No podemos olvidar que también fueron los tribunales los que tuvieron que indicarle a la JCyL que el lobo no era una especie ni cinegética ni cazable, y que incluso el mismísimo Plan de Conservación y Gestión del Lobo en CyL fue anulado también por el citado TSJCyL, y que su sentencia fue confirmada por el Tribunal Supremo en 2018. Sobre algunos flecos de estos disparates administrativos y políticos podéis leer la entrada del 3 de enero de 2020.


Sumamos y seguimos, esta vez con una entrada fundamental. En el artículo publicado el 30 de septiembre de 2020, El lobo y el conflicto de las cifras, trataba la polémica que siempre suscita la cifra real de lobos que puede haber en nuestro país. Todos los que conocemos bien el conflicto que provoca la conservación de esta especie sabemos sobradamente que las cifras oficiales que estiman el número total de ejemplares se inflan malintencionadamente. Esto se hace por varios motivos: para justificar los controles poblacionales; para esgrimir su hipotética expansión; además para argumentar que ha sido la caza la que ha permitido dicho crecimiento; y, por supuesto, para elevar los cupos de precintos cinegéticos. En definitiva, para justificar su cacería. Pues bien, en esta ocasión hago un análisis de la evolución histórica y reciente de la especie y del probable estado actual REAL, en base a criterios científicos reconocidos internacionalmente, desmontando las cifras sobredimensionadas que groseramente las administraciones airean a los medios de comunicación. La media de ejemplares por manada admitida internacionalmente por la comunidad científica oscila entre los 4 y los 5 ejemplares, peeeeero ... en España nuestras administraciones han venido barajando cifras de 8-10, lo que duplica la estimación final. Por poner un ejemplo explicativo, en el censo de manadas de 1988-89 se localizaron 294, pero 26 años después, en la estima de 2014-15 se contabilizaron 297: en un cuarto de siglo largo solo había crecido la población en 3 grupos, pero el número de ejemplares casi se había duplicado según las cifras oficiales aireadas por políticos mentirosos. Es más, incluso el número de grupos puede ser puesto en duda, en tanto que en no todos ellos se pudo constatar reproducción, requisito que internacionalmente se considera necesario para que científicamente se contabilice a un grupo con tal. Algo no cuadra, obviamente. La tan cacareada expansión se convierte así en un claro estancamiento como consecuencia de la continuada rabiosa gestión letal que las CCAA ejercen compulsivamente.


En Política, ideología y fantasía, publicado el 28 de noviembre de 2020, trataba la paralización del trámite reglado para la inclusión de Canis lupus signatus en el LESRPE. Parece que proteger al lobo resta votos y nadie quería asumir esta bronca social.


Especialmente relevante resulta también la cuestión tratada el 7 de diciembre del año pasado: las implicaciones reales que tiene la continua muerte de lobos, tanto a nivel biológico para la especie, como para los ecosistemas o el propio sector ganadero. En La caza del lobo, ¿de qué estamos hablando? repasaba algunos de los problemas que sobrevienen tras estas matanzas sistemáticas e indiscriminadas, como la desestructuración de los clanes familiares, el incremento de los ataques al ganado como resultado de dicha desestructuración, la pérdida de "músculo" depredador que dificulta a las manadas la caza de herbívoros silvestres peligrosos o difíciles (ciervo, jabalí,...) y que condena a algunos grupos a fijarse precisamente en el ganado doméstico, el subsiguiente temido aumento de la conflictividad social, la propagación de enfermedades infecciosas entre la fauna silvestre, y el salto de estas al ganado doméstico, el desequilibrio del ecosistema, la proliferación de mesodepredadores que afectan, a su vez, a terceras especies y que acaban repercutiendo negativamente también sobre la cubierta vegetal en un efecto en cadena, los perjuicios derivados del aumento demográfico de herbívoros silvestres para los agricultores, o el empobrecimiento genético del lobo ibérico, cuya población actual desciende de unos 50 ejemplares solamente.


Pero si resulta fundamental conocer las consecuencias que derivan de la caza del depredador tratadas en el post previo, mucho más importante es aún conocer el alcance real del furtivismo, siempre ninguneado por unas administraciones que nunca lo han perseguido. Y digo que es más relevante aún porque este tipo de delincuencia representa el principal factor en la muerte del lobo ibérico. El 1 de febrero de 2021 publicaba Lobos, furtivismo y la cuenta la vieja, intentando poner una cifra a la invisible, pero descomunal, pérdida de ejemplares que cada año tiene que soportar la población española de este cánido. Hay que decir que esta cifra nunca fue tenida en cuenta por las CCAA a la hora de elaborar sus ya macabros programas de control preventivos y/o explotación cinegética del lobo, con lo cual eran ejemplares que morían y se sumaban anónimamente a los cazados legalmente, a los que morían por causas naturales, y a los atropellados. La cifra resultante pone los pelos de punta. Partiendo de datos oficiales es sencillo inferir el número de individuos que deben morir ilegalmente cada año. La cifra resultante es comparada con otros datos oficiales parciales (locales o regionales) que vienen a confirmar que cada año del orden de entre 500 y 700 lobos mueren ilegalmente por la mano del hombre, incluidas las camadas de cachorros que son eliminadas en sus cubiles (como la de nuestro amigo biólogo). Esta altísima cifra está detrás del evidente estancamiento de la población del cánido, y que, como ya hemos visto arriba, pasó en 26 años de contar con 294 manadas, ocupando una superficie de unos 100.000 kilómetros cuadrados, a 297 en unos 80.000 kilómetros cuadrados. 


Continúo. El 5 de febrero de este mismo año me hacía eco de la aprobación de inclusión de Canis lupus signatus en el famoso LESPRE en todo el territorio nacional, en el artículo que titulé El lobo, aquel gran proscrito, quedando a la espera de que apareciera publicado definitivamente en el BOE, algo que debería haber sucedido en un plazo de tiempo de entre uno y dos meses.


En ¿Radical yo, Odile?, que subí el 4 de marzo venía a dar respuesta a una entrevista publicada en un periódico local a una de las hijas de Félix Rodriguez de la Fuente en la que ella, a raíz de la inminente nueva situación legal del lobo en todo el territorio nacional, calificaba de radicales a quienes defendemos dicha medida de protección. Además, la entrevistada predecía una más que probable represalia del sector ganadero contra la especie como efecto rebote a su inclusión en el LESPRE. Sin duda, tildar de radical a quien opina diferente resulta muy injusto, cuando no extremista y sectario. Roza la intolerancia, por lo que yo le aconsejaría ser más cuidadosa con los términos usados. En cualquier caso, es ella misma la que da pistas de quién es en realidad aquí el radical cuando predice una revancha del ganadero si se hace efectiva dicha protección legal. Ella parece olvidarse, además, de que dicha hostilidad contra el lobo se lleva practicando siglos, no siendo algo nuevo, sino el modus operandi desde tiempos ancestrales. Es precisamente porque existe esa ira desde siempre, y porque en los últimos años se ha intensificado, que se ha vuelto más necesario que nunca incluir a Canis lupus en el listado, YA, de un modo urgente. Aducir que su inclusión provocará un efecto rebote perjudicial, es simplemente ponerse de perfil ante el alcance real de la fanática persecución que sigue sufriendo por parte de cazadores, ganaderos y administraciones regionales. Haría muy bien Odile en leer la entrada de este blog que trataba el tema del furtivismo para comprender que la protección integral se hacía imperiosa para que, al menos, las administraciones no continuaran con la delirante sangría que han venido llevando a cabo durante medio siglo.


El 14 de mayo, añadía un nuevo post sobre la especie titulado De cobardía, en el que no podía por menos que criticar la lamentable prórroga de varios meses en la publicación en el BOE de la inclusión del lobo en el LESPRE, y que parecía obedecer a una falta de valentía en rematar el trámite reglado que se han visto obligados a realizar, no por iniciativa propia, sino por imposición de UE, y que supuso, obviamente, que siguieran muriendo más animales durante esa ampliación del plazo.


El 11 de septiembre me hacía eco de las opiniones de algunos ganaderos sobre este gran carnívoro en El lobo y el ganadero, y en las que podemos comprobar cómo diversos profesionales de la ganadería no solo consideran posible la convivencia del ganado y el lobo, sino que lo demuestran en su día a día desde hace años. Testimonios que confirman que quien quiere puede mantener sus rebaños en extensivo en tierra de lobos sin que estos le provoquen bajas en la cabaña. Más claro y alto no se puede decir. Estos ejemplos ilustran claramente que lo que enturbia la cuestión es simplemente el odio cultural que arrastra el depredador y que en la actualidad alimenta un conflicto que solo puede ser calificado de mediático y político. 


La siguiente ventana abierta a la actualidad del lobo venía irremediablemente a colación de la definitiva publicación en el BOE de la nueva cobertura legal de Canis lupus signatus. La tan esperada publicación se hizo efectiva el día 21 de septiembre, y esa misma mañana publicaba Reflexiones, el lobo y su nueva situación legal. El temido día para unos de su efectiva protección, fue para otros muchos una inolvidable jornada que no dudamos en considerar de histórica, tras décadas denunciando la pervertida persecución que las CCAA habían normalizado en sus territorios, donde la "excepcionalidad" de los controles letales se había generalizado con la más insultante desfachatez. El día a día de la gestión del lobo hasta ese día había estado constituido por los controles letales -a veces incluso "preventivos", sin esperar si quiera a que se produjeran perjuicios en las cabañas ganaderas-, cupos cinegéticos desaforados, ejemplares tiroteados por funcionarios en ENP (incluso al sur del Duero) y en las RRC porque se alimentan allí de ciervos, jabalíes o cabras monteses o la vergonzosa dejación de funciones crónica en la persecución del furtivismo. Aquella situación había que atajarla, y por fin se hizo.




Histórica, sin duda. Esa fecha no se olvidará en las generaciones futuras y marcará un antes y un después en la conservación de la biodiversidad de nuestro territorio, además de representar un punto de inflexión en la visión que la sociedad debe tener respecto de lo que representa, no solo la gestión letal para esta especie, sino incluso nuestra relación con el resto de la naturaleza.

En Parte del problema, publicada el 27 de septiembre, trataba algunos aspectos del conflicto social que rodea a esta especie donde diversos actores se suman y complican casi cualquier entendimiento: medios de comunicación, sindicatos agrarios y políticos mediocres. Así, la Junta de Castilla y León, lejos de apaciguar los ánimos e intentar acercar posturas, mediando entre unos y otros, se sitúa del lado oscuro y miente a la sociedad cuando, por ejemplo, transmite a través de la televisión pública autonómica cifras falsas del número total de lobos presentes en la comunidad. Esta administración regional se ha opuesto desde siempre a la protección del mismo para no perder los votos del sector agropecuario, y ha dejado de ser garante de la conservación del medioambiente castellano leonés. En realidad, nunca lo fue, los continuos y numerosos juicios perdidos ante las denuncias de las organizaciones ecologistas así lo demuestra. Las cifras que vimos en aquellos noticiarios autonómicos indicarían que cada una de las 179 manadas que pudiera haber en nuestra comunidad (si es que alguien se cree de estos mentirosos también este dato) tendrían 8'9 lobos, lo que supone una discrepancia frontal con lo estimado por la comunidad científica internacional, como ya hemos visto más arriba. Es más, ni siquiera se alcanza en todo el territorio nacional esa cifra de 1600 ejemplares antes de los partos.


Sin embargo, no podemos olvidar que para muchos conciudadanos del ámbito rural el nuevo paraguas legal que protege al lobo supone para ellos, desde su punto de vista, un ataque directo a sus intereses y harán lo posible por hacerse oír, al menos. Está en nuestra mano seguir explicando a la sociedad la realidad del conflicto con datos reales y contrastados, e intentar hacerles comprender que el enemigo no es el lobo, ni los conservacionistas, sino el inmovilismo en el que se encierra gran parte del mundo rural y las arengas cizañeras de administraciones y sindicatos agrarios. Y no lo digo yo solo, lo explicaba muy bien uno de los ganaderos de la citada entrada titulada El lobo y el ganadero: "Pero no, es muy fácil echarle la culpa al lobo, usarlo como chivo expiatorio para no sentarse a hablar entre todos del futuro de la ganadería extensiva, de las pequeñas explotaciones, de los pueblos ... / ... Yo entiendo que mi padre y la gente de su edad en aquellos tiempos quisieran matar al lobo, pero, hombre, no sé, o evolucionamos y progresamos y entendemos lo que es el equilibrio en el campo, la defensa de la biodiversidad y de la agricultura y ganadería en extensivo ... o nos la pegamos ..., y nos tiramos todos por el barranco."


Una última entrada titulada La sandez de la semana me servía el 31 de octubre pasado para hacer ver al lector lo peligrosas que resultan las palabras inadecuadas en boca de algunas personas. Si cuando debemos mediar en las discrepancias no dejan de aparecer personajes como el que motiva dicha entrada, va a resultar muy difícil que alcancemos nunca la deseada convivencia, no solo entre la gente del campo y la especie, sino entre el mundo rural y el conservacionista. Resultan tremendamente dañinas las palabras cuando son escupidas por personas malintencionadas o ignorantes. Ya lo dijo Ramond Llull hace siete siglos: "La palabra es el arma más poderosa". El daño que se continúa infringiendo a la especie, no ya con el rifle, sino con las palabras vomitadas por personas con cierta proyección social es enorme y con seguridad mayor que la de la propia bala, porque lo que provocan es odio. Odio siempre maquillado por expresiones como "... nosotros no pedimos su exterminio, pero ...", o "... a nosotros nos gusta mucho también el lobo, aunque ...", o aquella recurrente de "... solo queremos que viva donde deba y pueda vivir". Lo malo es que son muchos los personajes como el del artículo que, creyéndose en posesión de la única verdad, dejan caer frases lapidarias y sensacionalistas como la aparecida en un periódico Castellano-leonés de boca de este sujeto cuando advierte "Que a nadie se le olvide que el lobo es un animal precioso -¿veis? ahí nos ha soltado la frase-maquillaje-, pero si tiene hambre se puede comer a un niño" y que igualmente repitió en un programa de TV autonómico en hora de máxima audiencia, al tiempo que aprovechaba la oportunidad que le brindaba aquel medio de comunicación para alarmar más aún vinculando la existencia del lobo con la transmisión de enfermedades peligrosas al ganado o las personas. No podemos dejar de pensar que esta afirmación era claramente malintenciada, porque por su profesión -veterinario- no puede ser un ignorante de que son precisamente los depredadores los que minimizan, limitan y/o impiden la expansión de enfermedades peligrosas entre los herbívoros silvestres y de estos al ganado doméstico. En mi opinión hay que ser un sinvergüenzada para lanzar al aire semejante relación entre lobos y transmisión de enfermedades.


Visto cómo sigue el ambiente de caldeado vendrán más entradas sobre este bello animal. Por desgracia, seguro que muchas más. Quedan, además, importantes temas que ir desgranando, como la responsabilidad real de los perros en muchos ataques al ganado, al ser atribuidos siempre ipso facto a su antecesor salvaje. O la de la prensa en la magnitud del conflicto. O la deuda que tiene la picaresca de los paisanos en la dimensión del problema, al constituirse en muchas ocasiones en amplificadores de mentiras, exageraciones y suposiciones sobre la autoría o la realidad de los sucesos. O sobre el fraude generalizado en el entorno rural, donde es habitual que las reses muertas por otras causas sean abandonadas en el campo para que sean carroñeadas por el depredador y poder, así, atribuirle su muerte y cobrar una indemnización fraudulenta; o cuando se pretende cobrar dos veces una indemnización haciendo pasar por ataques diferentes lo que en realidad debería ser solo un expediente; o el vergonzoso y delictivo caso de los potros pequeños comprados por poco dinero y abandonados a su suerte en la montaña para cobrar una indemnización muy superior al de su compra si aparecen muertos y carroñeados por el depredador, etc.

Si sobre algún animal se han vertido a lo largo de los años ríos de tinta ese ha sido, sin duda, sobre el lobo. Pienso que estos 16 post (incluido este que estás leyendo) que han ocupado un espacio en este diario virtual constituyen una radiografía fiel a la realidad. Suponen en su conjunto un análisis, creo que certero, de porqué levanta pasiones. Puesto que vivimos en una sociedad ya mayoritariamente conservacionista, que ampara unos valores ambientales mucho más respetuosos que los que mantuvimos en el pasado, ya no se entiende que la muerte de lobos sea la única manera de relacionarnos con la especie. La sociedad ha evolucionado y no comprende que algunos sectores del mundo rural, cinegético y político se anclen al pasado, cuando la persecución del cánido era una cuestión de supervivencia. Esa obsesión por seguir aniquilando al padre de nuestros perros ya no tiene cabida en la concepción del siglo XXI, como no lo tiene seguir matando rapaces o linces, por ejemplo, lo que hoy en día a todos nos parece una barbarie, horrorosa y sin sentido. Sin embargo, rapaces, linces o lobos comparten los mismos cometidos ecosistémicos que los vuelven imprescindibles para el mantenimiento medioambiental. Si todos ellos fueron calificados de alimañas en el pasado, ¿por qué, entonces, solo al lobo se le sigue gestionando como tal?

NOTA: Con posterioridad a la publicación de este post, aparece la entrada El lobo, i-responsable, publicada el 31 de enero de 2022, en la que podemos comprender cómo se imputan a este animal más perjuicios de los que realmente le corresponden, y cómo nuestra gestión de la especie y nuestra relación con ella adolece de una gran falta de información científica y estadística sobre esa responsabilidad.

Además, el 22 de abril de 2022 publico una más titulada Patética Jara y Sedal en la que critico esta a revista cinegética ligada a RTVE por el uso del miedo como herramienta para luchar contra la nueva protección del lobo, mintiendo respecto del peligro real que supone para el ser humano la presencia de este cánido, presentándolo como animales devoradores de niños.

En otra nueva entrega sobre este animal, el 20 de diciembre de 2022 añado otra titulada Hablemos de política en la que repaso el uso político del conflicto que rodea al lobo por parte de nuestras autonomías como herramienta de manipulación social para alcanzar objetivos partidistas, situándolo en el centro del debate político de un modo irresponsable e injusto.

Como un goteo seguirán apareciendo nuevas entradas sobre el lobo. El 19 de abril de 2023 en ¿Ninguneamos el furtivismo? se hace hincapié en la ausencia de persecución de este tipo de delincuencia por parte de las CCAA, centrándonos en cuestiones relacionadas con Asturias y Castilla y León, a pesar de la nueva cobertura legal que el LESRPE otorga a la especie. Y tan solo unos días después, el 10 de mayo, hacíamos un repaso de cómo trabajan algunos furtivos en la Cordillera cantábrica, en un post que titulamos Caza, furtivismo y descontrol, donde podemos comprender la impunidad que sienten muchos cazadores para actuar fuera de la Ley en las montañas cantábricas, pero también en otros puntos de nuestra geografía. 

En la entrada ¿Parque Nacional ... de los Picos de Europa? revisábamos algunas de las cifras de lobos muertos masacrados en el único Parque Nacional español que durante muchos años tuvo entre su fauna a esta especie, para vergüenza de sus gestores y los biólogos que debían conservar y proteger un bien común y general de todos los españoles, anteponiéndolo a los intereses sectoriales privados de un colectivo. Estos datos los conocimos públicamente gracias a un informe que hacía balance del número de lobos muertos desde 1986.

Y en cuanto a vergüenza ajena es la que dio la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos, cuando publicó una nota de prensa a favor del control de lobos y de la que obviamente me hice eco en la entrada Vergonzosa FCQ, y en el que era imposible no criticar una posición tan antiecológica e interesada, y que dejaba a la citada fundación a la altura de cualquiera de los sindicatos agrarios que vociferan en contra de la existencia del lobo. Tristísimo que esto suceda con una entidad que se autodefine como conservacionista y preocupada por la biodiversidad de nuestros ecosistemas.

El 24 de noviembre de 2023 publicaba Una carrera de fondo, artículo en el que criticaba la falsedad de los ambientes políticos y periodísticos cuando en muchas ocasiones trtan las noticias sobre el lobo con intereses particulares que nada tienen que ver con la verdad y el rigor periodístico, sino con los réditos políticos (votos) y económicos (espectadores/lectores), o incluso con la mera ideología conservadora capaz de anteponer medias verdaderas, verdaderas mentiras y falsedades absolutas con tal de gradar a un sector de la sociedad en contra del bien común que supone la conservación del medio ambiente y su biodiversidad.

En Observaciones de campo del lobo ibérico 2.0 invitaba a los lectores interesados a adquirir un nuevo libro sobre esta especie emblemática diferente a lo que habitualmente se publica sobre ella, editado y publicado por José Barrueso Franco, sin duda un gran conocedor de la biología del lobo, pero también mucho más que eso, un apasionado naturalista que integra en su día a día lo que representa la educación ambiental, algo tan necesario hoy en día como a mediados del siglo pasado, a donde parece que hemos retrocedido en los últimos años.

El 5 de febrero de 2024 aparece una entrega más de la barbarie humana en la persecución del lobo, pero esta vez en unos países que se autodefinen como verdes y amantes de la naturaleza, vinculados a ella emocionalmente como ningún otro. En Escandinavia, ¿paraíso natural? destapo la máscara verde con la que se cubren su hipocresía, pues mientras se venden como enamorados de esa naturaleza de la que presumen masacran y exterminan sin piedad alguna al lobo en sus territorios.

Y solo unos días más tarde, el día de San Valentín, 14 de febrero, añado la entrada Administraciones, lobos y radiomarcaje, un coctel oscuro, en el que repasamos la última moda entre algunas de las CCAA matalobos de llevar a cabo un radiomarcaje masivo de lobos que, como mínimo, es opaco y rodeado de secretismo, y sospechoso desde el mismo inicio, dado que un porcentaje de animales con collares ya han muerto furtivamente o en circunstancias sospechosas y las aparentemente malas praxis de algunos de los investigadores encargados de las capturas y seguimiento. Todo lo que rodea estos proyectos no hace sino poner el foco en los motivos reales que pueden estar detrás de este nuevo interés de las administraciones lobicidas que lo llevan a cabo, y que nadie se cree sean precisamente destinados a proteger la especie.

14 de febrero de 2021

Asturias, ¿Paraíso Natural?

El 22 de noviembre con una entrada titulada "Y sigue el goteo ..." me hacía eco de la desaparición de dos osas más muertas a tiros coincidiendo con el inicio de la temporada cinegética, una en los Pirineos y otra en la Montaña Palencia. El título de aquella entrada bien podría ser el primer capítulo de una serie televisiva de sucesos que no paran de afectar a la población osera española y que tienen como germen común y fundamental el riesgo de que accidentalmente (o no) se dispare contra estos animales confundidos con los suídos en las numerosas batidas al jabalí que se practican en nuestro país. Pero para ser realistas no podría ser el primer episodio de la serie, esta novela tendría que comenzar directamente en el capítulo "enésimo" pues venimos arrastrando este tipo de delitos contra la población osera desde hace décadas. Gracias al seguimiento que hace el FAPAS de estos animales mediante trabajos de campo y fototrampeo hace semanas que se tiene algo más que fundadas sospechas de que dos osas reproductoras de Teverga fueron muertas a tiros hace tiempo en alguna de las innumerables partidas de caza que se han venido realizando en esta comarca asturiana en los últimos años. 

La primera de las osas era seguida desde 2015 y se le perdió el rastro en septiembre de 2018, justo al inicio de la temporada de caza del jabalí. Desde entonces no ha vuelto a ser localizada. Por su parte, la última vez que se identifica a la segunda hembra de la especie -seguida por esta ONG desde 2014- fue en agosto de 2019, también unas semanas antes de que comenzara la temporada de caza del jabalí. Que Teverga forme parte del Parque Natural de las Ubiñas-La Mesa, no parece servir de mucha protección para la especie. Ambas osas, jóvenes, usaban la misma zona de campeo y habían venido siendo localizadas durante los años previos a través del seguimiento mediante fototrampeo. Se encontraban en perfecto estado de salud hasta que, coincidiendo con el inicio de las batidas al jabalí, desaparecen misteriosamente y de manera definitiva hasta nuestros días. Bueno, misteriosamente, lo que se dice misteriosamente ... no, es una manera irónica de decirlo, todos imaginamos cuál fue su final, aunque no se pueda demostrar. Como cada vez que estos hechos son conocidos públicamente, se nos agolpan atropelladamente en la cabeza un montón de preguntas sin respuesta, ¿cómo es posible que estos delitos ambientales tan graves sigan sucediendo en un espacio natural protegido?, ¿qué gestión está haciendo el Principado de Asturias de esta especie?, ¿sirve para algo un Parque Natural, aparte de para venderlo de cara al turismo masivo?, ¿cómo se sostiene ese eslogan falso de "Asturias, Paraíso Natural" cuando no se protege ni siquiera a una especie tan emblemática como el oso pardo, y la comunidad autónoma se alinea, por el contrario, con otros eslóganes tan rancios como "Con lobos no hay paraíso"?, ¿cómo es posible que esta administración permita casi un centenar de batidas al jabalí solo en la comarca de Teverga en 2020, modalidad de caza extremadamente antiecológica y que se ha demostrado en ya demasiadas ocasiones en todo el área de distribución del oso pardo cantábrico como muy peligrosa para la especie, mientras extermina sistemáticamente al principal controlador de estos ungulados?, ¿cuántas batidas al jabalí se celebran en todo el territorio ocupado por el plantígrado al mismo tiempo que se practica el control metódico y generalizado del lobo?, ¿tiene algo de coherencia esta gestión de la fauna en la cordillera?, ¿nos merecemos estos gestores, de verdad?

Cada día que pasa parece más evidente que el viejo lema que vende Asturias, no solo como un paraíso verde, casi inalterado donde reencontrarnos con una naturaleza privilegiada, casi virgen, sino, además, como una comunidad autónoma preocupada por la sostenibilidad, la conservación y la protección de sus valores naturales, no es más que una burda frase, vacía de contenido, amañada, simple propaganda política para atraer turismo, un vulgar panfleto, una octavilla que se arroja al viento y que nosotros nos hemos creído durante un tiempo. Pero ya no cuela. Asturias y su gestión medioambiental hace tiempo que ha dado la cara.

Os dejo las fotos de dos osas teverganas. La primera imagen apaisada corresponde a una hembra que aún mantiene a los esbardos en el interior de la osera, ubicada a unas decenas de metros en una de las paredes que limitan la canal en la que se alimenta, en una fotografiada de abril de 2017. Y la segunda, una imagen de junio de 2011 en la que vemos a otra osa, acompañada ya por los tres cachorros nacidos esa temporada, en busca de hormigas y bulbos en paredes verticales para evitar el ataque de los machos.




16 de enero de 2021

E.N.P.

El jueves pasado hicimos lo que más nos gusta, salir a la montaña, al campo, a la naturaleza hermosa de nuestra sierra de Gredos. Podía haber sido a la de Béjar, o a la de Quilamas, o a cualquier otra zona montañosa cercana a donde vivimos, y cercana a nuestros corazones (a veces se me pasa por la cabeza empadronarme en Hoya Moros). Pero fuimos a Gredos. Porque sí. A la sierra de Barco porque además es más tranquila. Cada vez necesito más la soledad de la montaña, sin gente, sin otros montañeros, sin excursionistas; sin nadie que merodeé por ella salvo los bichos que en ella viven; los bichos y nosotros.

Llamarme egoísta. 

Gredos. Parque Regional de la Sierra de Gredos, ahí es nada, la máxima figura de protección y conservación de la naturaleza que puede declarar nuestra comunidad autónoma, cuya filosofía es la de conservar y proteger los valores naturales de estas montañas para la sociedad. Un Espacio Natural Protegido -ENP- para nosotros y las generaciones futuras.

Cuando llegamos al inicio de la garganta que pensábamos recorrer, nos da una bofetada en la cara el cartel de una batida que nos hubiera prohibido el paso al valle si hubiera coincidido con nuestra jornada. Lo primero que siento es cabreo. Un cabreo enorme porque se practique esta modalidad de caza tan antiecológica, a la que nunca me cansaré de criticar por las afecciones que causa en todo el entorno, y no solo en las posibles especies que pretendan cazar -presumiblemente jabalí, ciervo, corzo y algún zorro si se le pone a tiro-, sino también por las coacciones inherentes al libre tránsito del resto de ciudadanos, por el alto riesgo de accidente que lleva aparejado y por la nula igualdad de condiciones entre presa y cazador (batidas, ojeos y monterías son una manera abusona, insensible e inhumana de cazar).

Algún extremista, entre los que creo no me incluyo, me dirá que si hay alguna modalidad de caza que no lo sea; sí, me refiero a eso, a lo de antiecológica. Pues no lo sé, supongo que la que practican las tribus indígenas, la que se efectúa por "prescripción facultativa" -es decir, la emanada de una justificación científica-, y, si acaso, algunos tipos de rececho donde los animales tienen alguna posibilidad de dar esquinazo a los escopeteros (entiéndase, persona que lleva escopeta). 



El caso es que tras el primer momento de cabreo, lo que siento acto seguido es alivio pasajero al leer que la batida tuvo lugar cinco días antes. Pero una vez pasado ese suspiro de alivio que duró apenas unos instantes, el segundo calentón regresa, y vuelvo a estar cabreado. Muy cabreado. ¿Cómo es posible que en el Parque Regional de la Sierra de Gredos se permita que coincida una batida de unas 7-8 escopetas a lo largo de una pista forestal, al comienzo de una ruta clásica entre los montañeros, balizada, y en fin de semana?, ¿estamos locos? Sí, ya sé, es que los cazadores locales tienen también todo su derecho a hacer la actividad que a ellos les guste y, además, es su pueblo, cosa que yo y el resto de excursionistas no podemos decir. Y tienen toda la razón, ahí me han dado, están en su derecho. Sin embargo, ... yo también estoy en el mío de realizar libremente la excursión, sin la posibilidad de que gente armada me eche del lugar a "cajas destempladas", o peor aún, sin la coacción que supone que mi nombre se venga a sumar a la larga lista de heridos o muertos en "accidente de caza". Cazadores, rectores de este ENP, los usuarios del parque regional también tenemos todo nuestro derecho a caminar libremente por donde decidamos, como dice esa Constitución que se supone nos compete a todos, pero que según vayas armado o no parece que cambia. Esto tiene que ser así, les guste o les disguste.

Esto "es" así.

No tiene lógica que una actividad de alto riesgo para el resto de ciudadanos se practique en fin de semana al comienzo de una ruta clásica realizada por numerosos montañeros y en el interior de un parque regional, cuya filosofía es la de conservar y proteger la naturaleza para disfrute de la sociedad, entre los cuales nos incluimos todos aquellos que caminamos sin un arma ente las manos, que somos muchos. Que somos más. No tiene ni pies ni cabeza. El sentido común te dice que hay que pensar en una solución que evite estas coincidencias en el tiempo y el espacio, y dado que las grandes rutas clásicas no las podemos cambiar de sitio ... lo lógico es pensar ... ¿de verdad no hay otros lugares en el término municipal donde realizar esa batida?

Ahora, llamarme egoísta otra vez.

10 de diciembre de 2020

Una nueva vida para Cabañeros: adiós a la caza


Cabañeros es algo distinto desde el pasado 5 de diciembre cuando finalmente entró en vigor la prohibición de practicar la caza deportiva y comercial en todos los parques nacionales españoles.

Sí, el Parque Nacional de Cabañeros comienza a ser un poco más ... parque nacional. La Ley de Parques Nacionales 30/2014, de 3 de diciembre prohibía la actividad cinegética de un modo irrevocable en estos espacios naturales, aunque daba un plazo de seis años para su entrada en vigor definitiva, tiempo más que suficiente para que los propietarios de los terrenos afectados y los propios espacios protegidos se adaptaran a la nueva norma. Se nos han hecho eternos estos seis años de plazo, pero por fin este sábado pasado finalizaba esa moratoria a la práctica de la caza deportiva en el interior de los parques nacionales españoles.



¡¡¡Por fin los gestores de estos espacios protegidos se tienen que adaptar a la nueva realidad del siglo XXI, donde la caza deportiva y todo lo que ella conlleva (control y persecución implacable de predadores, exterminio histórico de algunos de ellos -lobo, lince ibérico o grandes rapaces, por ejemplo- vallados cinegéticos, compartimentación del territorio, cebaderos de ungulados, sobreabundancia de algunas especies, afectación de la vegetación, en demasiadas ocasiones incluso el uso del veneno u otras "artes" prohibidas, ...) no es compatible con el concepto de Parque Nacional!!! Tardaron en darse cuenta, y perdónenme la ironía, pero es que era tan evidente como que la muerte de los animales para divertimento humano es lo más opuesto que existe a la filosofía que fundamenta la declaración de cualquier espacio natural protegido; y no digamos ya de los parques nacionales, figuras que teóricamente representan el máximo nivel de compromiso y protección con la conservación de la naturaleza. Esto que es de perogrullo ya lo hemos advertido en este blog en diversas oportunidades, criticando el uso de la caza deportiva como solución a un problema que la propia actividad cinegética ha creado: la sobrepoblación de algunos ungulados en nuestros campos. Así lo advertíamos respecto de las monterías celebradas en los últimos años en el emblemático Parque Nacional de Monfragüe.


Ahora ya solo hace falta que nuestras administraciones y nuestros gestores medioambientales se den cuenta de que esta nueva visión tiene que ira más allá de los propios parques nacionales y ser extensible a otras figuras de protección. Ya sé que son lentos de reacción, que tanto la política como las leyes siempre van a la zaga de lo que la sociedad demanda y que, sin lugar a dudas, generalmente llevan años de retraso respecto del clamor de la calle, pero se hace imperioso que se reconozca legalmente de una puñetera vez que hacer coincidir, por ejemplo, un espacio natural protegido y una reserva regional de caza es tan absurdo como lo era hasta ahora la actividad cinegética en los parques nacionales. Es algo de primero de carrera, que no tiene lógica alguna y que indigna a la sociedad conservacionista española, ampliamente contraria a ese pseudodeporte. La coincidencia de esas dos figuras de protección (ENP y reservas regionales de caza) es un verdadero sinsientido, un tremendo dislate imposible de justificar. O el espacio se dedica a matar animales, o se dedica a conservar la naturaleza con una filosofía inequívocamente contraria al sufrimiento animal para diversión de una minoría, pero los dos modelos de gestión no son compatibles. De esto hasta un niño pequeño se daría cuenta.


Pero vayamos por partes. Primero el uno y luego el dos.

Y digo esto porque conviene no adelantar ingenuos vítores de alegría por haber conseguido que legalmente se prohiba la caza deportiva y comercial como la entendemos hoy en día en nuestros parques nacionales -lo que se venía reclamando desde hacía décadas-, porque primero habrá que comprobar que no se flirtea la legalidad con acciones que pretendan camuflar como "gestión de las poblaciones de ungulados" lo que en realidad podría seguir siendo, al fin y al cabo, caza por diversión. Y esto viene a cuento porque ya el propio Presidente de la Comisión Mixta de Gestión de los Parques Nacionales de Castilla-La Mancha, el señor Félix Romero, plantea algunas opciones sospechosas de ser simples concesiones a los poderosos propietarios de algunas de las fincas que conforman el parque, cuando dice que una opción para manejar la sobrepoblación de ungulados dentro del mismo "podría ser una acción conjunta entre cazadores y propietarios, dentro de otro concepto de caza", o que "en ningún caso sería una actividad cinegética basada en una mejora de trofeos", admitiendo que esta actividad está todavía encima de la mesa, y posibilita la opción de que los propietarios "se impliquen en el control de ungulados con una actividad muy dirigida y muy controlada por parte de la administración", en palabras suyas. El propio señor Romero admite (o adelanta, más bien) que ante el escenario complejo que se les viene encima no descarta que las disyuntivas de cómo gestionar este problema acaben en los juzgados, algo que ya están valorando algunas ONGs conservacionistas, como Ecologistas en Acción, que temen que no quede otro remedio que ir a los tribunales ante la continuidad de la actividad cinegética por parte de algunos propietarios con la disculpa del control de las poblaciones, en lo que han denominado como un "cierre en falso de la actividad". ¿Cómo acabará este tira y afloja entre la razón o el sentido común y los intereses económicos del lobby cinegético? No lo sé, lo iremos viendo, pero la presión que se ejerce desde este último, y lo imbricado que se encuentra el sector de la escopeta en las altas esferas políticas y empresariales del país, lo van a poner difícil, tirando de los argumentos demagogos de siempre, las mentiras repetidas mil veces -pero que seguirán siéndolo por mucho tiempo que pase- y las mediaverdades que venden a la sociedad gracias a numerosos medios de comunicación que se hacen eco solo de su versión. En definitiva, más de lo mismo cuando se habla de la caza en nuestro país.



Es evidente que la sobrepoblación de algunas especies de ungulados en este u otros parques son la consecuencia directa del nefasto modelo de gestión cinegética de las fincas, basado en el productivismo económico en vez de en la sostenibilidad ecológica. Esas poblaciones absolutamente descontroladas de ungulados silvestres son la consecuencia directa de su mala gestión, y esta última es la única causa (del problema). Por lo tanto, es necesario que la gestión moderna de estos ecosistemas cambie radicalmente el planteamiento y ponga el foco de atención en las causas, para luchar contra sus consecuencias. Erradicar esas causas de sobrepoblación significa fomentar el regreso de los depredadores naturales, eliminar los vallados cinegéticos, perseguir un equilibrio natural con la mínima intervención humana y, si esta fuese necesaria, realizarla en base únicamente a estudios científicos que así lo justifiquen y por parte de la propia administración. Pero hay que partir de la base de que nunca se podrá resolver este problema mediante el mantenimiento de la actividad que lo ha generado. No es de recibo que la solución a un problema nacido de la caza en un espacio natural protegido se resuelva mediante el divertimento que supone para una minoría meterle un tiro a un animal. No en un espacio protegido. Divertirse matando animales choca frontalmente con el espíritu que propugna la declaración de esas figuras de protección.



Cabañeros y todos nuestros parques -tanto los naturales como los nacionales- necesitan un modelo de gestión que se base en estrictos planteamientos conservacionistas y que se abandonen definitivamente manejos insostenibles de los mismos, además de éticamente incompatibles. La caza deportiva no es admisible en ningún caso, como tampoco lo es la caza de los depredadores apicales como el lobo, practicada y dirigida de un modo vergonzoso por el propio Parque Nacional de los Picos de Europa, lo que se antoja como simplemente aberrante.



Puede que para el Parque Nacional de Cabañeros la vida haya cambiado radicalmente a partir de este 5 de diciembre pasado. No lo sabemos aún, el tiempo nos lo dirá, pero lo cierto es que esta fecha se ha convertido en un punto de inflexión importante, a partir del cual ya nada volverá a ser igual. Que la defensa de la nueva normativa que prohibe la caza deportiva en su interior llegue a los tribunales o no, dependerá de los gestores del parque y de cómo afronten el problema de una posible sobrepoblación de ungulados. Este parque se merece una buena gestión y los ciudadanos merecemos unos buenos gestores. Los diversos enclaves y ecosistemas del Parque Nacional de Cabañeros (el menos visitado de España, quizás porque la casi totalidad de su superficie esté vetada al tránsito y disfrute del ciudadano) ostentan un valor ambiental extraordinario, que las imágenes que acompañan este texto solo pueden hacer intuir. Como vemos en ellas, Cabañeros es mucho más que su famosa "raña" y las sierras, contando con una gran variedad de ambientes mediterráneos muy bien conservados, y una geología y una fauna dignas de la máxima protección jurídica, con especies emblemáticas como el águila imperial y una de las mayores colonias de buitre negro del mundo.

Un lugar para conocer y visitar reiteradas veces, sin duda. Un lugar que no te dejará indiferente.