3 de julio de 2013, Plage de Pièmanson, La Camargue. Hace viento, mucho viento. Cientos de caravanas, algunas de ellas abandonadas, campers y autocaravanas se alinean en la arena de la playa frente al oleaje del mar en una puesta de sol indescriptible. Varias cometas se baten contra las ráfagas de viento, prisioneras por sus cordones umbilicales que las devuelven a tierra. Algunos niños juegan con la arena y, mientras, alguien pasea con su perro. Las luces de algún barco pesquero se mueven pausadamente por el horizonte. Yo, me siento en mi casita con ruedas, con la puerta abierta al mar de par en par, para que entre su aire húmedo y salado hasta lo más hondo; para atrapar dentro de ella este atardecer que no se repetirá jamás, pues "hoy" solo existirá hoy. Tomo mi diario de viaje y anoto cuatro frases escuetas. Entre palabra y palabra, levanto la cabeza y miro la fina línea donde el mar se pierde en el cielo. La fina línea donde el cielo se encuentra con el mar. Alguien pasa delante y nos regala una sonrisa y su saludo con el gesto sencillo de su cabeza.
Viento, hace mucho viento. Huele a mar, a salitre. Las gaviotas vuelan a lo largo de la costa buscando pitanza. Los charranes lo hacen mar adentro en busca de peces. Hincho los pulmones y respiro profundamente. Siento paz. Tranquilidad. El relax que evoca el mar. La Mar, con mayúsculas. Ya casi no recuerdo dónde dormimos ayer y desde luego no sé dónde dormiré mañana. Mañana es una palabra lejana, carente ahora de significado.
Hoy, aquí, junto al mar.
Empieza mi viaje en la carretera,
por fin camino sola,
en mi casita con ruedas.
El tiempo será pa'mi lo que yo quiera que sea,
nunca un nido, nunca un muro,
solo lo que yo quiera.
Recorro montañas, desiertos, ciudades enteras,
no tengo ninguna prisa,
paro ... donde quiera.
La música que llevo será mi compañera.
("No+llorá", del disco "Y", de Bebe)