Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

21 de agosto de 2013

El raposo

¿Pero qué diablos es eso que está ahí, bajo la encina? ¡valla arbusto más raro que ha crecido de golpe, de ayer para hoy! ¡Y es enorme! Esto no me lo ha contado el zorro de mi padre.

Me voy a acercar a cotillear, a ver qué puede ser. El caso, es que aparte del olor a oveja muerta que hay detrás de mi, sólo huelo por aquí a humano.


No sé, no sé. Como que no me fío del todo. Huele, pero no hay gente, solo ese repetitivo click, click, click que suena desde dentro del extraño matorral. Casi mejor que sigo camino y a la oveja ni la miro.


Caminito, caminito, ... me largo.

Nada, sigue allí la cosa esa debajo de la encina, no se ha movido, ni ha hecho nada raro. Pero claro, si es un arbusto ... no se puede mover. Aunque ... no sé, sigo dándole vueltas al asunto, y estoy segura que ayer no había crecido aún. No estaba. Bueno, yo a lo mío que tengo que picar todavía algo antes de encamarme. Me voy.



¡Huy! ¿qué es eso? voy a olerlo también. Parece una cosa no comestible, inerte. Algo blanco, parecido a una piel o a una corteza muy delgada, que han dejado por aquí los humanos, que lo dejan todo lleno de objetos incomestibles, que no sirven para nada. Paso, no me interesa, sigo ruta.



Una miradita para atrás, que siempre hay que estar atento a la retaguardia.


¡Uf! ¿pero cómo corre el tiempo? Es media mañana y no son horas de andar a campo abierto, así que voy a acelerar el paso para llegar al menos a aquella tierra arada con árboles dispersos, en donde seguro que pasaré más inadvertida en caso de que algún ser humano se deje caer por este territorio.


Bueno, me despido de todos por el momento. Adiós, al menos por unos días. Ya veremos si nos volvemos a ver.


18 de agosto de 2013

Alyscamps

Atrás queda el bullicio del cemento, el tráfico y el gentío de la ciudad cuando cruzamos la verja que da paso al interior de Alyscamps. Como si cruzáramos a otro mundo o a otra dimensión, la paz y el sosiego te envuelven bruscamente, y te obligan a caminar despacio, a meditar y a observar. O a observar y meditar, en el orden que tú lo prefieras. Rodeados de decenas de ajados y ruinosos sarcófagos, de decadentes arcos y muros que un día fueron centro de recogimiento y espiritualidad, de vidrieras góticas y frescas estancias en penumbra, uno no puede por menos dejar de pensar sobre el paso del tiempo. Retorcidas raíces serpentean entre las piedras musgosas de lo que antaño fueron habitaciones, las hojas marchitas del ya olvidado invierno se mueven solas por el suelo y se arrebujan por los rincones con la ayuda del aire, mientras las sombras de los árboles nos invitan a descansar bajo ellos en esta tarde de bochornoso calor. Una mujer, sentada en un escondido banco, se entrega ensimismada a la lectura; quizás de un poemario, cual personaje extraído del romanticismo europeo. A excepción del canto de los pájaros, el silencio lo envuelve todo, ceñido en el interior de los altos muros que rodean el templo y sus terrenos. Alyscamps es una cura de tranquilidad en un mundo de prisas y ajetreos. Sin duda, en él puedo escuchar mis pasos sobre la tierra y, como decía la ya mítica melodía, los sonidos del silencio.








16 de agosto de 2013

La sorpresa

A veces la unión de la acción del hombre con la naturaleza te sorprende gratamente donde menos te lo esperas. Recorres paisajes homogéneos, monótonos y a veces casi monocromáticos, del color verde del bosque, o marrón del terruño seco y polvoriento, o amarillo de los tiesos rastrojos del agostadero, cuando te topas de frente con un estallido de color que te fuerza a detenerte. Inesperado. Detrás de una curva cualquiera. Una paleta de colores en el que un pintor ha esparcido el más llamativo de los tintes, el de mayor contraste con lo que le rodea o, simplemente, el color que menos te esperas.


14 de agosto de 2013

Planeo

Morí.

Me tumban sobre el hueco de la roca. Me entierran. Dejé de existir. Dejé de ser. Dejé mi cuerpo, mi vieja morada de carne y huesos, y me elevo. Me levanto sobre la atmósfera espesa del sufrimiento de los míos y planeo sobre todos ellos. Los veo debajo, abajo. Miran a la tumba, ahora llena de carne y huesos, rodeados de otras tumbas. Levito y los dejo. Todo es perfecto, todo está bien, todo correcto, todo es como debe ser: la vida continúa, aunque no para mí, pues morí.


7 de agosto de 2013

Espectros en la noche de los tiempos

¿En la noche de los tiempos, o por siempre? Guerras, muerte, dolor y sufrimiento en el nombre de un dios cualquiera. De cualquiera de los dioses, de los muchos que inventamos, del mío, del tuyo, del suyo. Ruido de espadas en alto y sangre derramada. El control de los hermanos por medio del miedo. Miedo hasta los tuétanos. Miedo a la muerte, miedo al castigo, miedo al infierno, miedo al otro lado. El miedo da poder, y el poder embriaga. Poder, miedo y sufrimiento, ¿cuántas veces van unidos en la triste historia de la humanidad? ¿y cuántas en el nombre de un dios cualquiera, de cualquiera de los dioses?