... y comerás polvo todos los días de tu vida. Pondré enemistad entre tú y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Él te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón" (Capítulo 3 del Génesis).
Se me vienen a la cabeza palabras como "prejuicio", "ceguera", "obcecación". Un sinsentido, sin duda. Ignorancia absurda e irracional es la que el hombre demuestra para con los reptiles desde que tenemos recuerdos. Incultura incoherente y barbarie la de aquel que se adjetiva a sí mismo con epítetos que, cuanto menos, son discutibles, como "civilizado", "humano" o "inteligente". Un delirio de prepotencia insensata para con el resto de los seres vivos del planeta, y de un modo especial para con las serpientes.
Me gustan las culebras con sus líneas sinuosas, con su movimiento ondulante, deslizándose de un modo casi mágico por el suelo de nuestros montes. Me gustan sus ojos vidriosos cuando me miran directos, haciéndome frente, avisándome con sus bufidos y silbidos, con su cuerpo estilizado que se hincha y se deshincha. -No te acerques, que muerdo- parece decirme arrebujada contra la base de una jara pringosa. Ventea el aire con su lengua, desencaja sus mandíbulas y triangula su cabeza para simular ser una víbora, y bufa de nuevo. Su algo más de un metro de longitud le proporciona un poder real. Me mantengo con la cámara cerca de ella, pero muy atento ante sus amagos. Unas fotos más y me despido de ella.
La veo marchar a gran velocidad por entre las matas resecas, como si fuera un palo recto que por arte de magia huyera de mi. La veo irse y pienso en todos esos reptiles que, a pesar de su incalculable valor ecológico como controladores de pequeños roedores (de esos mismos roedores que luego se combate con veneno en nuestros campos), mueren absurdamente por la paranoia salvaje y paleta de las personas. La pierdo de vista y pienso con rabia en la inexplicable falta de cordura que demostramos nosotros, los seres humanos. Sí, efectivamente, ya no pienso en la culebra de collar que acaba de desaparecer de mi vista, pienso, simplemente y con tristeza, en nuestra descomunal e inconcebible ignorancia.
3 de abril de 2014
30 de marzo de 2014
La hora del planeta
Un año más nos sumamos a esta advertencia simbólica contra el despilfarro de los recursos energéticos del planeta, por un lado, y contra el cambio climático provocado por el hombre como consecuencia de la expulsión a la atmósfera de gases de efecto invernadero, por otro. Este evento mundial promovido por WWF, tuvo sus inicios en la ciudad de Sidney en 2007, y en la actualidad convoca a cerca de dos centenares de países de todo el mundo, a varios miles de ciudades y a millones de particulares. Aunque la voracidad de la especie humana y su canibalismo nos haga sentirnos pesimistas sobre la posibilidad real de conseguir un verdadero cambio de actitud en gobiernos e industrias, lo cierto es que no nos podemos quedar de brazos cruzados ante la realización de advertencias como esta. Así pues, nosotros nos hemos sumado un año más a la Hora del Planeta, ¿y tú?.
28 de marzo de 2014
La vieja fábrica de harinas
Aparco cerca de la esclusa y apago el motor en este rincón apartado de las miradas de todos, lejos de cualquier pueblo y rodeado de campos de cereal. Un tractor destartalado y su ronroneo pasan por el camino empolvando el paisaje reseco en este día de invierno. Yo me quedo en el asiento y comienzo a picar algo de comer mientras observo lo que me rodea. La mayoría de los que hasta aquí llegan miran y caminan junto al canal, pero a mí la vista se me escapa al viejo edificio de ladrillo, quizás de finales del XVIII o principios del XIX. Destartalado, vacío, arruinado. Las palomas entran y salen por sus ventanas huecas, y un nido de cigüeña se ha encaramado en lo alto de uno de sus muros, con la cubierta del tejado medio hundida. "Peligro, No Pasar" reza un cartel clavado en una puerta. Las ventanas inferiores permanecen tapiadas de ladrillo moderno y cemento. Los viejos farolillos de chapa agonizan sin bombillas, oxidados, con un cableado que no llega a ningún sitio. Todo muerto y olvidado. La vieja fábrica de harinas no sale en las fotos del turista. Está ahí, molestando, estorbando a la belleza pausada y amable del agua mansa, verdecina, que se desliza entre la arboleda.
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24 de marzo de 2014
Bosques
Los robles, aún sin yemas ni hojas en esta incipiente primavera, tapizan los valles serranos haciendo que las laderas tomen un aspecto mullido y esponjoso. El sol penetra hasta el suelo entre las ramas desnudas del bosque y calienta el suelo donde florecen ya las prímulas y los narcisos. Nosotros atravesamos lomas observando cómo la fuerza de la naturaleza se va poco a poco adueñando del suelo que siempre fue suyo, asfixiando y arrinconando algunos pinares residuales de aquellos tiempos obsoletos de aterrazamientos y bulldozers, ahogando los pensamientos productivistas y esquilmantes de la bárbara mentalidad que imperaba en la gestión forestal de esta piel de toro no hace tantas décadas, y que aún hoy en día coletea en nuestros montes. El robledal abraza y acaba fagocitando algunas fincas hoy olvidadas, con sus cercones de piedra musgosa, en donde muchos años atrás se acumulaba la paja en forma de ameales. Pájaros cantando, indicios de la existencia de algunos tímidos mamíferos, un cielo azul límpido, arroyos saltarines y cristalinos: todo parece equilibrado y estético. Como si tras el desastre de la deforestación, los incendios y los brutales cultivos de pinos y eucaliptos que arrasaron como caballo de Atila gran parte de nuestras montañas, se hubieran asentado las cosas, como si los monstruos hubieran muerto por fin y todo buscara ser como debía ser. Parece como si las aguas del río intentaran volver a su cauce, al fin.
Parece, al menos.
Nosotros, por lo pronto, somos testigos de la paulatina recuperación ecológica de muchas de las laderas de nuestras sierras, aún mucho menos diversas que las originales, pero no menos bellas.
Parece, al menos.
Nosotros, por lo pronto, somos testigos de la paulatina recuperación ecológica de muchas de las laderas de nuestras sierras, aún mucho menos diversas que las originales, pero no menos bellas.
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22 de marzo de 2014
La primavera
Llegaron las primaveras, amigos, tanto la oficial como la real. Sale el sol un poquito más temprano cada día, y cada día se oculta un poquito más tarde. Dos minutos más de sol diario se suman rápidos y en apenas una semana comprobamos cómo tenemos un cuarto de hora más de rayos solares. Una hora en un mes. Los pájaros están como locos cantando y algunas especies ya están incluso incubando. De los árboles brotan jóvenes yemas tiernas y los trigos crecen verdes. Ha llegado otra primavera.
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