Esta noche todos los lobos de la península ibérica aúllan de tristeza, porque se ha ido una persona buena que dedicó toda su vida a la protección y conservación de la especie, y lo hizo de la única manera que él sabía y podía: en cuerpo y alma, con una enorme honestidad. Reconocido tanto en nuestro país como fuera de nuestras fronteras, alzó constantemente su voz contra la que siempre consideró (acertadamente) la peor lacra de cuantas asedian a la especie: el furtivismo. Igual que alzó su voz contra el ninguneo que algunos estudiosos hacían de este problema, y el dedo acusador contra esas administraciones hipócritas y falaces que mataban lobos mientras predicaban su conservación. Como él mismo encabezaba en su cuenta de Twiter o X siempre nadó contra corriente, nunca se resignó a doblar las rodillas y estudió desde los años de la ingenuidad la vida de los lobos en el corredor de la muerte. Así fue este gran naturalista, beligerante hasta el final con la persecución furtiva de nuestro gran depredador, y hasta 2021 también con la legal. Incansable y tenaz. No me consuela que se fuera con la satisfacción de ver a la especie por fin protegida por nuestra legislación en todo el territorio nacional gracias al trabajo enorme de esa asociación de la que él mismo fue cofundador, porque nunca dejó de ser consciente de que la lucha contra su persecución aún será muy larga, pues los malos no descansan.
30 de junio de 2024
Los lobos hoy aúllan de tristeza
Esta noche todos los lobos de la península ibérica aúllan de tristeza, porque se ha ido una persona buena que dedicó toda su vida a la protección y conservación de la especie, y lo hizo de la única manera que él sabía y podía: en cuerpo y alma, con una enorme honestidad. Reconocido tanto en nuestro país como fuera de nuestras fronteras, alzó constantemente su voz contra la que siempre consideró (acertadamente) la peor lacra de cuantas asedian a la especie: el furtivismo. Igual que alzó su voz contra el ninguneo que algunos estudiosos hacían de este problema, y el dedo acusador contra esas administraciones hipócritas y falaces que mataban lobos mientras predicaban su conservación. Como él mismo encabezaba en su cuenta de Twiter o X siempre nadó contra corriente, nunca se resignó a doblar las rodillas y estudió desde los años de la ingenuidad la vida de los lobos en el corredor de la muerte. Así fue este gran naturalista, beligerante hasta el final con la persecución furtiva de nuestro gran depredador, y hasta 2021 también con la legal. Incansable y tenaz. No me consuela que se fuera con la satisfacción de ver a la especie por fin protegida por nuestra legislación en todo el territorio nacional gracias al trabajo enorme de esa asociación de la que él mismo fue cofundador, porque nunca dejó de ser consciente de que la lucha contra su persecución aún será muy larga, pues los malos no descansan.
6 de junio de 2024
Odio, simplemente
Feliz Rodríguez de la Fuente llamaba de manera coloquial maese raposo al zorro (Vulpes vulpes), lo que no dejaba de ser un apelativo afectuoso que transmitía una enorme complicidad con el animal, algo que nos parecerá normal si atendemos a su importante función en los ecosistemas, difícilmente sustituible por otra especie, y vista, además, su innegable belleza y esa mirada inteligente e inquisitiva con la que nos estudia cuando tenemos la rara oportunidad de mirarnos de cerca. Porque sí, por mucho que a las administraciones públicas, a las gentes del campo y a los omnipresentes cazadores les moleste, el zorro rojo es una pieza importante en el engranaje de nuestros ecosistemas, al igual a como lo son el resto de depredadores del planeta, y se vuelve por ello importante conocerlo y otorgarle el protagonismo que se merece en ellos. Sin zorros en nuestros campos los procesos se alteran, ¡a ver cuándo se nos mete eso en la cabeza de una vez por todas! Es tan de perogrullo que ya cansa tener que repetirlo constantemente. Y si este cánido no hubiera evolucionado nunca hasta convertirse en lo que hoy conocemos, hubiera tenido que ocupar su espacio en el medio natural otra criatura distinta que habría de cumplir sus mismas funciones ecológicas, principalmente como policías sanitarios que eliminan del campo muchos posibles focos de infección, a la par que mantener a raya posibles explosiones demográficas de otros animales, en especial de roedores.
Por ignorancia o por simple maldad, tanto para las instituciones como para los paisanos que viven en el medio rural y para los cazadores el zorro es una especie que solo merece ser extinguida, a juzgar al menos por el empeño que ponen todos ellos en continuar perpetrando la brutal persecución a la que lo tienen sometido. Ningún otro depredador soporta las masacres que sufre esta especie, excepto el propio lobo, claro, al que proporcionalmente al número de sus poblaciones se le aniquila de la misma manera y por los mismos personajes, antes de manera legal e ilegal, y en la actualidad solo de manera furtiva tras su protección integral en nuestro país. Si este último es la personificación de la maldad y del ser sanguinario que disfruta repartiendo dolor al ser humano, como bien hemos aprendido todos en los "educativos" cuentos que nos leían de niños, el zorro es la encarnación del ser maquiavélico cuya única función en esta vida debe ser tocarle las narices al hombre en todo lo posible, allí donde más le duele, a saber: comiendo "sus" perdices y "sus" conejos. Gravísimo pecado, sin duda, al paredón con él. Porque con el zorro, llamemos a las cosas por su nombre, lo que se fomenta desde las instituciones es una verdadera carnicería, un aniquilamiento estudiado, premeditado y con alevosía, al que los dos sectores restantes se vienen sumando gustosamente: el mundo rural y, por supuesto, el colectivo cinegético, ¡faltaba más!. Y si no lo creéis veamos el siguiente calendario.
Pero no solo sigue siendo el único depredador al que se le sigue dando caña exactamente igual a como se hacía en la época más oscura de las bochornosas Juntas Provinciales de Extinción de Animales Dañinos y Protección de la Caza -para mayor vergüenza nuestra en pleno siglo XXI, por su paralelismo de actuaciones respecto de este cánido-, sino que, además, es al único al que se le puede matar durante todo el año (en esta bendita comunidad autónoma ese dudoso honor lo comparte con el muflón, especie exótica introducida para diversión de los cazadores al que sorprendentemente también se la puede cazar incluso en el período reproductor). Sí, señores, los dos asteriscos que acompañan al zorro en esta dichosa autonomía indican que se le puede tirotear durante el período general de la temporada de caza menor, además de en la media veda, y durante el resto de modalidades de caza mayor, lo que completa todas las semanas del año. Pero no acaba ahí la cosa, ya que deberemos sumar las continuas campañas, autorizadas sin ninguna cortapisa, para lo que esta gente denomina "control de predadores" en la gestión de sus cotos de caza.
Poderlos matar durante todo el año conlleva que no se libren ni las hembras lactantes, ni los cachorros. ¿De verdad se puede ser más ruin con la fauna? ¿De verdad se puede ser más insensible, inhumano y despreciable con ella? Volvemos a echar mano de las estadísticas de caza del MITECO y vemos que en 2019 fueron contabilizados la barbaridad de 214.095 zorros muertos; zorros muertos por el odio irracional del ser humano y tirados en el campo para que se pudran como si fueran basura. Y esa cifra es solo la contabilizada oficialmente en 14 de las 17 CCAA, sabiendo que una grandísima parte de los animales muertos no se reportan a esa repulsiva "contabilidad". ¿Cuántos morirán anualmente en realidad? ¿el doble? ¿el triple?
La sociedad debe darse cuenta de que la mentalidad de aquellas infames Juntas Provinciales de Extinción de Animales Dañinos y Protección de la Caza inauguradas en el Régimen franquista sigue impregnando las instituciones públicas que tienen encomendadas ahora la tarea de conservar y proteger nuestra naturaleza, como impregnada está en la mentalidad de gran parte del mundo rural y del sector cinegético. Si matar zorros es justificable porque se alimenta de conejos, lo sería también eliminar linces o águilas imperiales por una mera cuestión de concepto filosófico; pero todos sabemos que no lo es. Y como es en parte una cuestión ideológica y ontológica -además de biológica- no sirve para hacer distinciones entre ellas el argumento de que de unas especies hay pocos y están en Peligro de Extinción y de la otra hay muchos. Estas Consejerías confunden la protección de la naturaleza con su explotación cinegética. ¡Y no es lo mismo! Conservar la naturaleza no puede ir de la mano de masacrar cientos de miles de ejemplares de un depredador porque parezca haber cogido la manía de alimentarse diariamente de animales silvestres, que es precisamente lo que tiene que hacer. Con el zorro seguimos exactamente igual que en aquellos años aciagos de las Juntas Provinciales, es más de lo mismo, no ha cambiado nada, no hemos avanzado ni un milímetro. Bueno, sí, sí hemos cambiado un milímetro, antiguamente se premiaba económicamente la masacre y ahora ya solo se masacra gratuitamente, lo que me parece incluso peor que entonces. Es simplemente analfabetismo biológico y vergüenza social. Sencillamente odio, señores, odio. Da igual el día del año que pasees por el campo que la imagen que te puedes encontrar puede ser similar a estas: zorros pudriéndose en cualquier rincón. Y esta vergüenza social ya no es para proteger a alguna gallina o a algún cordero que este cánido pueda distraer al hombre en un descuido. No. Esta vergüenza social es para proteger a los conejos y las perdices supuestamente propiedad de los cazadores, lo que resulta exactamente idéntico a las execrables Juntas Provinciales de Extinción de Animales Dañinos y Protección de la Caza. En definitiva, es la misma gestión con el mismo fin.
Si a la inmensa mayoría de la sociedad nos resulta imposible comprender que pueda ser divertido matar a una cabra montés o a un ciervo para decapitar al animal y colgar el cráneo en la pared del salón, ¿cómo no nos va a parecer del todo incomprensible, injustificable y repulsivo cuando a la víctima machacada, además, no la quieren ni para eso y su cuerpo es abandonado allí mismo donde fue eliminada? Se los mata por matar. Por simple odio. Eso sí, barnizado con justificaciones rancias y anticuadas para maquillar esta depravación, pues es sabido que su control no es ni efectivo de cara a reducir sus números, ni para aumentar las poblaciones de sus presas. Más execrable no puede ser. Así la Federación de Caza de Castilla y León dice en su web lo siguiente respecto del pecado capital que comete el zorro por querer comer a diario: "El zorro es una de las especies que mayor daño provoca a los cotos de caza menor, pues al contrario de lo que algunos sugieran, el zorro come todos los días, conejos, perdigones, liebratos, ratones, saltamontes e incluso uvas, como han demostrado sus heces, pero sin duda hablamos de un carnívoro y por eso su alimentación está orientada hacia la caza de aves y herbívoros. La cuenta es muy fácil, si un zorro come un día de la semana una paridera de coneja, estamos hablando de entre cuatro y cinco conejos, que al año da una cifra mareante aunque solo contemos cinco meses de reproducción, pero si tenemos en nuestro coto diez zorros, que serán pocos, es mejor que colguemos las escopetas".
Que tengamos que hablar de estas cuestiones ya bien entrado el siglo XXI en un país que se cree así mismo civilizado es verdaderamente penoso y triste. Es inaudito que con el zorro se haga lo que socialmente nunca se admitiría que se puede hacer con ninguna especie animal en nuestros días: matarlo por todos los medios legales que estén al alcance de la gente y durante todo el año. Sin compasión. Y si creíais con esto que no se podía caer más bajo, vais a cambiar rápidamente de opinión cuando penséis en que al zorro se le puede matar incluso en el interior de las madrigueras en las que se guarece, también en los meses de primavera con sus cachorros. En este tipo de caza, a menudo las peleas a muerte que se establecen en su interior con los perros de distintas razas terrier con los que se practica esta modalidad bárbara y salvaje de caza llegan a durar muchas horas, y en ocasiones, después de extenuantes esfuerzos, puede suceder que no consigan que el zorro salga al exterior, ni sacarlo de dentro con picos y palas, quedando el animal muerto o muy malherido en su madriguera. Y no es raro que muchos de esos zorros que quedaron moribundos dentro acaben saliendo de noche a morir al exterior, como en las fotos de este ejemplar fotografiado con 14 días de diferencia.
Bueno, tratándose del ser humano ... sí, se podrá, aún hay espacio suficiente para empeorar mucho más las cosas viendo la deriva institucional y social que se va adueñando de la vieja y cada vez menos verde y civilizada Europa.
2 de junio de 2024
La perdiz roja y la caza
Siempre que veo una perdiz roja (Alectoris rufa) pienso en la afición que muchos cazadores sienten por su caza. No lo puedo evitar, me pasa incluso más que cuando observo un conejo, la otra especie emblemática de la caza menor en España. Sin duda, la perdiz roja (me niego a llamarla "patirroja", como me niego a denominar "venado" al ciervo, o "zorra" al zorro) es, quizás, la especie más valorada de todas las que estos señores denominan "especies de caza menor", como si esa fuera su función en la vida y en la naturaleza, ser cazados por diversión un domingo por la mañana. Es cierto, la perdiz levanta pasiones en esta vieja piel de toro igual a como lo hace el lagópodo escocés en el Reino Unido. Y si hay algo que trasciende en muchas conversaciones en esos ambientes cinegéticos o entre las gentes del campo es precisamente la escasez de perdices rojas que sufren nuestras campiñas, no siendo raro escuchar en tertulias, en la tasca del pueblo o en las revistas especializadas que el declive poblacional de la especie es importante, al menos en algunas regiones ibéricas.
Según la ficha del MITECO ya mencionada, en 1977, año en el que hubo 1 millón de licencias de caza en España, se mataron 4.000.000 de perdices, es decir 4 perdices por licencia, mientras que en el período comprendido entre 1992 y 1996, con una presión cinegética superior, se pasó a solo 1,8 perdices por licencia. Este dato por sí solo deja clara la existencia de una notabilísima disminución de efectivos a finales del siglo pasado. Más adelante, y después de enumerar algunas de las problemáticas ligadas al cambio de modelo agrícola y que ya hemos comentado para el caso de las avutardas en el post anterior (Agricultura "biodiversicida"), el mismo texto redactado por el Ministerio concluye que "... , sin duda, la inadecuada gestión cinegética es, y ha sido, una de las principales razones de su declive", poniendo a continuación el foco en el negligente empeño que ponen muchas sociedades de cazadores por repoblar con animales de granja, puesto que "Aunque algunas repoblaciones pueden estar justificadas y ser incluso beneficiosas, la realidad es que pocas se hacen con rigor científico-conservacionista, y resultan contraproducentes para las poblaciones autóctonas".
Esta problemática mencionada arriba hace referencia, por un lado a las irresponsables sueltas de perdices griegas (Alectoris greca) que se hibridan con la autóctona, por otro a la transmisión de enfermedades a las aves silvestres que pueden provocar estas repoblaciones descontroladas y, finalmente, al aumento de presión cinegética a la que se ejerce a la especie tras las sueltas masivas de perdices de granja, lo que termina afectando obviamente también a las aves silvestres. Así mismo, el Ministerio apunta a que el propio declive del conejo por las enfermedades que lo asolan ha podido provocar un aumento de dicha presión cinegética sobre la perdiz roja, lo que no hará falta decir que se traduce en un mayor número de capturas y una disminución de efectivos.
¿Y luego se sorprenden los cazadores de que descienda su población?, ¡esto es increíble! ¿De qué se quejan? ... si ha sido -y sigue siendo, no lo olvidemos- la caza uno de los factores fundamentales que ha provocado que sus poblaciones hayan descendido alarmantemente. Son ellos directos responsables de una parte importante de esa disminución. Pero claro, luego echarán toda la culpa del problema a "la zorra", seguro. Hay que ser cínicos. Típico en ellos, y perdonarme que haya tenido que tirar de sarcasmo y usar el nombre que dije que nunca usaría, solo lo he usado puesto en su boca y prometo que no volverá a suceder hasta la próxima vez.
Sin embargo, por mor de la verdad, hay que reconocer que el cazador solo es co-responsable de lo que está sucediendo, pues ha encontrado una inestimable ayuda y apoyo en las instituciones públicas nacionales y autonómicas, que han permitido que ciudadanos particulares sin ninguna formación ambiental o científica se dediquen durante décadas a soltar animales como si no hubiera un mañana, por todas partes y sin ningún control institucional o científico. Repetiré de nuevo la pregunta cambiando de sujeto: ¿de qué se queja ahora el Ministerio, si han sido las propias instituciones públicas los cómplices del desaguisado provocado por su permisividad con una práctica que NUNCA se debió permitir y que, para más escarnio, se sigue permitiendo? Y me da igual que las sociedades de pescadores o cazadores se hayan dedicado (y continúen haciéndolo) a soltar especies exóticas de aves (perdices griegas, faisanes, codornices japonesas,...), de peces (la lista aquí sería casi infinita desde la época del ICOÑA), o de mamíferos (arruí, muflón, gamo, ciervos centroeuropeos,...) o autóctonas con sueltas masivas de animales de granja. Ya está bien de jugar a ser Dioses soltando animales de manera histriónica, dejar tranquila a la naturaleza que se recupere sola, basta para ello con que dejéis de matar animales como diversión.
La suelta de animales cinegéticos para, supuestamente, repoblar cotos (en realidad, para pegarles tiros) tenía que estar rigurosamente prohibida por la Ley para el ciudadano de a pie, y por lo tanto debería estar limitada a las propias administraciones bajo supervisión científica y con unos objetivos biológicos y conservacionistas, nunca cinegéticos. Estas sueltas sin ningún rigor científico y muchas veces ni siquiera sanitario, han sido responsables directos de, por ejemplo, la expansión de la mixomatosis y la enfermedad hemorrágica vírica (EHV) del conejo al repoblar regiones en las que existía una cepa determinada de estos virus con ejemplares criados en granjas lejanas vacunados para cepas diferentes, por lo que a los conejos vacunados y liberados les afectaba las cepas del lugar de suelta, y a los silvestres les afectaba la nueva cepa que les llegaba con los de granja. Resulta de una barbaridad tan enorme que las sociedades de cazadores y pescadores anden por ahí soltando animales sin ningún control que luego no nos podemos asombrar de la hecatombe que sufren nuestros campos y ríos. Y el Ministerio y las administraciones regionales son directos responsables de las consecuencias que ha traído a todos nuestros ecosistemas semejante negligencia institucional.
La actividad cinegética es la culpable directa de un gran número de afecciones a la biodiversidad del planeta (furtivismo; persecución directa de algunas especies protegidas; muertes masivas de animales en Espacios Protegidos; exterminio de depredadores; "accidentes"de caza en los que mueren especies protegidas; incendios vinculados a esta actividad; usos de técnicas prohibidas como los lazos, el veneno o las trampas, en las que mueren anualmente un número elevado de animales, a veces de especies protegidas; ...), y de riesgos innecesarios para el resto de personas o discriminación en el uso público de la naturaleza hacia otros colectivos de manera a veces generalizada, y a veces dirigida. Y no entramos a valorar aquí las implicaciones éticas y morales que tiene divertirse matando a otros seres vivos. Oír eso de que los cazadores son los mayores protectores y amantes de la naturaleza es algo que, sinceramente, habría que enmarcar. Ese mantra deriva de la pérdida de credibilidad e interés social hacia su actividad, y del aumento claro de un pensamiento crítico hacia ella. Les duele y se sienten en el centro de los focos en una época en la que la conservación se ha vuelto necesaria socialmente, sabiendo además que son señalados con razón. Por ello enarbolan la bandera de su extraño amor por la naturaleza y de su curiosa forma de protegerla para que así al menos los ingenuos no se sumen a las filas de quienes criticamos la actividad, en un intento de contrarrestar la realidad. Pero no cuela. Moral y éticamente no es propio de una sociedad civilizada matar seres vivos para divertirse. Punto. Les guste o no les guste esto ya es así en la actualidad. Atrás han quedado los años bárbaros en los que la sangre de los animales no valía nada y su sufrimiento era, además, motivo de risas y mofas, incluso en las fiestas populares, como viejos vestigios de otros tiempos muy pretéritos. Panem et circenses, dale pan y circo al pueblo ...
Pero volviendo a estas "bondades" del mundo cinegético y por si aún fueran pocos los problemas de hibridación que provoca la introducción de aves exóticas, hay otra cuestión de gran relevancia y de la que no se habla, relacionada con la pérdida de ese imprescindible sustento genético. Esa otra cuestión hace referencia al efecto que tienen las sueltas masivas de individuos de granja -incluso siendo autóctonos- en la adaptación de la especie al medio en el que tiene que sobrevivir, al diluir el acervo genético de las aves silvestres adquirido evolutivamente cada vez que se mezclan con congéneres criados en cautividad. Esta mezcla ocasiona la pérdida de un activo genético importante para la supervivencia en la naturaleza, ya que esa adaptación al entorno que los individuos adquirieron durante milenios se diluye con cada emparejamiento con animales de granja.
Sinceramente creo que se hace imperiosa una regulación estricta de la caza, con medidas rigurosas muy concretas, solo para ir empezando, como prohibir las monterías, ojeos y batidas que afectan a todas y cada una de las especies que habitan en la zona a batir, independientemente de que sean las especies objetivo o sean protegidas (rapaces, por ejemplo); la prohibición de entrar con sus vehículos por pistas que permanecen restringidas para otros usos lúdicos, tan lúdicos como su actividad; la prohibición de cazar en todos los terrenos públicos del país, lo que sería más justo para el porcentaje mayoritario de la población no cazadora; la desaparición ipso facto de todas las Reservas Regionales o Nacionales de caza, u otras figuras públicas similares; la prohibición de cazar en todos los Espacios Naturales Protegidos, sin excepción, tengan la consideración que tengan (actualmente solo está prohibida la caza por diversión en los Parques Nacionales); la prohibición de beber alcohol cuando se va a tener un arma entre las manos y la generalización de los controles de alcoholemia; exámenes mucho más rigurosos y serios para la obtención de los licencias de caza y los permisos de armas; la prohibición de poder cazar para todos los menores de edad; una regulación mucho más restrictiva en lo que respecta a las fechas en las que se puede cazar, de modo que se limite a períodos mucho más cortos y acordes al ciclo anual de las especies (lo de la caza mayor en época de celo ya me parece algo inhumano y psicótico); la prohibición radical de cazar ningún depredador, sea el que sea, y por lo tanto la desaparición del mal llamado "control de predadores" (al zorro se le puede masacrar durante prácticamente todo el año y durante cualquier modalidad de caza, incluso en sus madrigueras -más bajo no se puede caer-). En definitiva, unos primeros pasos para regular, restringir y armonizar esa práctica bárbara y cobarde con la conservación de las especies.
Localizo a la pareja de perdices rojas en la distancia, frente a mí: a no menos de cien metros de distancia veo moverse una mancha pardo-grisácea que me llama la atención. Con ayuda de los prismáticos las localizo a ambas, lo que no resulta fácil inmersas en la maraña de hierbas y plantas de un barbecho ya muy crecido. Cada poco se agachan y se desvanecen entre la vegetación, avanzando en busca de comida. Y cada poco levantan la cabeza observando posibles peligros, lo que a mí me sirve para mantenerlas ubicadas. Vienen de frente al hide, que permanece medio escondido en una linde arbolada. El sol atraviesa el ramaje del árbol que me camufla cuando llegan hasta mi posición, a escasos 7-8 metros, y chispea en un brillito perfecto en el ojo de la perdiz. Ese brillito simboliza su vida, la misma vida que los cazadores siegan de un cartuchazo.
29 de mayo de 2024
Agricultura "biodiversicida"
A veces las estrellas se alinean para no dejarte satisfecho. Siete horas y media metido en un zulo de madera de algo menos de un metro cuadrado, en un lugar que siempre fue un paraíso para la avutarda (Otis tarda) -y que hoy está en proceso de haber sido literalmente barrido del mapa por las administraciones- y conseguir apenas un paseíllo medio cercano de una de estas bichas se me antoja un resultado un poco pobre. Fotos muchas, eso sí, casi 800 de las que he cribado al final hasta quedarme más o menos con una cuarta parte de ellas, que se vendrán a sumar a la carpeta de esta especie. Pero ... realmente interesantes ... muy pocas, solo más de lo mismo.
Este lugar ya no es lo que era. No es un tópico, y desde luego ya no lo será nunca, a menos que se reviertan las últimas acciones realizadas en él. Pero lo trágico es que la frase podría rezar "Este lugar ya no es lo que era hace tan solo tres años". Terrible.La transformación de secano a regadío de gran parte de la zona donde están tomadas estas fotografías ha provocado que el número de ejemplares haya descendido en picado con respecto a la primavera de 2022. Es más, esta primavera, cuando ya se han dado por concluidas todas las obras de canalización en la zona, en cada una de mis visitas he podido contabilizar -como mucho- la mitad de individuos que había en años previos a dichas obras. Me temo que comprobaremos en las próximas temporadas de celo que el descenso del número de ejemplares ha entrado en barrena, probablemente hasta desaparecer definitivamente del lugar. Ahora no solo las arquetas de riego y los pivots circulares formarán parte del paisaje del lugar (eso sería lo de menos), sino también el consecuente cambio de cultivos, y con ello el cambio e intensificación del laboreo agrícola, y de los períodos de preparación, siembra, cosecha y mantenimiento del suelo y de las plantaciones agrícolas, lo que afectará negativamente al ciclo reproductor de la avutarda.
Este lek está sentenciado.
El mes de abril es el mes en el que entra en celo esta extraordinaria esteparia, momento en el que los ejemplares -que viven el resto del año generalmente segregados por sexos en distintas áreas- se reúnen en los denominados "leks", que no dejan de ser enclaves realmente muy concretos donde desarrollan el comportamiento propio de este período de su ciclo anual: el cortejo y las cubriciones. Dichos leks -las "arenas nupciales" que llamaba Félix Rodríguez de la Fuente- son, pues, fundamentales en la supervivencia y conservación de esta ave, y hasta ellos llegan machos y hembras desde lugares alejados, en ocasiones a muchas decenas de kilómetros de distancia. Pues bien, la Junta de Castilla y León autorizó la transformación de esta comarca de secano a regadío, destruyendo el que pasaba por ser el mejor y más importante lek de avutarda de la provincia. ¿Cómo se explica semejante barbaridad? Pues muy simple, se trata de otra sencilla demostración de la subordinación y sometimiento de la naturaleza a los más variados y diversos intereses económicos y/o políticos, algo que siempre ha sido signo de identidad de esta administración autonómica. Otra más. La naturaleza y la biodiversidad castellano-leonesas, y su conservación siempre estarán en un segundo plano, a expensas de lo que dicten otros sectores y otros intereses.
No aprendemos, sigue prevaleciendo el dinero a corto plazo a la lógica y, en un panorama que se aproxima incierto de calentamiento global, pretendemos depender más aún del agua, del mismo elemento que cada año que sumamos se vuelve más escaso e impredecible. ¡¡Pero no paaasa naaada, señores, que estamos de rebajasss!!; ¡¡oiga, señora, que tenemos a precio de saldo trasvases entre cuencas hidrográficas para regar las huertas de regiones semiáridas del Levante español!!; ¡¡y qué me dice de las legalizaciones del robo del agua del acuífero de Doñana para llenar de plásticos la región!! ... ¡¡en eso somos los mejores!! ... pues si eso era poco ¡¡ahora les traemos la obsesión por los regadíos en las infinitas agroestepas cerealistas castellanas!! Esto es España, señores, el país de Jauja, donde encontrará barra libre para el expolio del agua y la transformación de una agricultura adaptada a cada región a otro negocio especulativo y expoliador de nuestro entorno. Entre tanto, las legumbres que siempre hemos cultivado toda la vida al lado de casa ahora las tienes que adquirir sí o sí en tienditas sostenibles de "todo a granel" porque ya no las encontramos en los supermercados, porque allí ya solo se venden las que vienen del otro lado del Atlántico. Perfecto, todo muy ecológico y verde.
Tenemos el campo cada vez más machado, y desde Bruselas se acepta el chantaje de los agricultores y se recula en las exigencias medioambientales al sector, al tiempo que se es irresponsablemente permisivo con la ausencia de sostenibilidad ambiental de los productos importados (que así compiten con ventaja respecto de los europeos), lo que no deja de ser un doble rasero hipócrita: pretendemos teóricamente proteger la biodiversidad de nuestra vieja Europa con producciones sostenibles y de calidad sanitaria para el consumidor, pero adquirimos los que vienen de fuera sin dichas exigencias.
Un futuro incierto. Eso parece transpirar la imagen superior: una avutarda en su casi infinito paisaje de ondulados y suaves campos cerealistas de la vieja Europa, mirando el futuro que se intuye en el horizonte, mirando ese pivot desenfocado como símbolo de la transformación que su mundo está sufriendo. Un futuro que para las aves esteparias se acerca agrio y difícil en las amplias y abiertas llanuras cerealistas, un paisaje que hasta la intensificación de la agricultura ha constituido para la especie el lugar perfecto al que expandir su área de distribución desde las lejanas estepas centrales de Asia, de donde es originaria. Ahora, mientras se exhibe para las hembras, este macho observa alrededor suyo los pivots de riego, que advierten de que su mundo cambia irreversiblemente.
De siglos pasados a la actualidad la avutarda eurasiática ha desaparecido de la mayor parte de los países europeos, quedando unos pequeños reductos en lugares como Hungría, Eslovaquia y Austria, así como en Alemania y Gran Bretaña donde ha sido reintroducida por el hombre recientemente. En Rusia ha descendido su población un 72%, y en China un 89%. En la península ibérica este declive ha sido menor, pero alcanza el 30%, lo que implica una enorme responsabilidad para España y Portugal, ya que entre ambos países mantenemos el 70% de la población mundial. De ahí que la gravedad de actuaciones como la que aquí denunciamos sea realmente importante, al transformar definitivamente su ecosistema. Hay que interiorizar y comprender que el deber que españoles y portugueses tenemos en la conservación de la avutarda es tan extraordinario como lo es el desprecio que la Junta de Castilla y León muestra para con ella y el resto de aves esteparias; el sisón, por ejemplo, está simplemente en la U.V.I. sin que se haga nada institucional por su supervivencia.
Los nuevos regadíos como los puestos en marcha en comarcas históricamente de secano como los que han machacado el lek de estas fotos son solo una parte del problema. A la proliferación de regadíos en comarcas tradicionalmente destinadas a secano se suman la intensificación de una agricultura que ya poco o nada tiene de tradicional y que muy bien podríamos calificar de "biodiversicida", pues envenena el suelo y persigue, destruye y extermina hasta la histeria todo ser vivo vegetal o animal que no sea productivo. Se trata de una agricultura que cambia los ciclos de los cultivos y hasta los propios cultivos tradicionales de las distintas regiones ibéricas, que no respeta los barbechos y las rastrojeras, ni las lindes, y que roturan praderas o eliminan mosaicos de cereal y viñedo u olivar, simplificando y homogeneizando un paisaje que cada año que pasa es de peor calidad ambiental. Y a todo eso se añaden, además, la proliferación de molestias humanas, como las concentraciones parcelarias y el ensanchamiento de las pistas que posibilitan una mayor presencia y trasiego humanos, el aumento de los parques eólicos, y la transformación de algunos suelos destinados tradicionalmente a la agricultura en huertos solares de grandes dimensiones, con sus líneas de evacuación eléctrica y los vallados que suelen acompañarlos y que son causa de numerosas muertes por colisión, en especial en vuelos crepusculares y nocturnos.
Así pues, se puede asegurar sin temor a equivocarse que, habiéndose prohibido su caza desde los años 80, la principal y casi única amenaza que tiene esta especie radica actualmente en la pérdida de hábitats y en la enorme degradación de los que se mantienen. La caída en picado del sisón puede ser un mal augurio de lo que puede suceder en un futuro próximo con la avutarda, lo que solo podría ser revertible si conseguimos modificar el modelo actual de agricultura biodiversicida que tenemos y si, además, nuestras administraciones apuestan de verdad por la conservación de la naturaleza, y no solo de cara a la galería.
25 de abril de 2024
Vida y muerte
La muerte es vida en la naturaleza, aunque suene extraño.
Aunque lo pueda parecer, esta foto no es en realidad del ratonero (Buteo buteo) sino de la vieja encina muerta y arrinconada en la linde de las tierras de labor. Durante centenares de años pasó la savia por su tronco, y su copa dio cobijo a miles de seres, diminutos unos, y grandes y vertebrados otros. Los protegió del inmisericorde sol en verano con su sombra, y de los fríos en invierno entre sus hojas. Con seguridad vio arar estos campos con caballerías mucho antes de que, ya mediados el siglo XX, comenzaran a popularizarse en España los primeros tractores y sus aparejos de labranza. Pareciera no ser ahora más que un posadero, para buitres de paso y ratoneros de campeo en busca de pitanza. Pero aún así sigue albergando vida. Pequeños roedores almacenan entre sus huecos y recovecos el alimento que les ayudará a sobrevivir al invierno, y muchos insectos se cobijan entres sus grietas. Lo conozco desde hace muchos años, y cruzo los dedos para que los agricultores que cultivan a ambos lados de su centenario corpachón no acaben eliminándola del lugar, ahí, dando vida incluso después de muerto. ¡Qué maravilla!