Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

25 de abril de 2012

Persiguiendo el cielo, siguiendo las nubes

La gente se me queda mirando un desapacible y nublado día de abril:

-¿Qué hace ese tío ahí con el trípode y la cámara sin hacer nada?, lleva más de media hora en esa esquina parado, de pie, viendo las nubes pasar.

Sin hacer nada, dicen. Dicen los que, como las nubes, pasan de largo, cuando en realidad sí que hago algo: ¡espero!.

Espero ese momento mágico en el que el sol, un rayo suyo, uno sólo, sale por el resquicio de unas nubes, antes oscuras, macizas y densas, y ahora deshilachadas en flecos caprichosos. Espero. Simplemente, pacientemente. Espero mi recompensa.

De pronto el hueco se abre, el rayo penetra y me ilumina la escena. Las prisas se suceden, pues quizás mi luz sólo dure dos, tres, cinco segundos antes de que el velo se cierre y una sombra plana envuelva de nuevo el lugar. Sin tiempo para medir la cambiante intensidad de la luz, disparo varios fotogramas a distintas velocidades y aseguro la foto. Con suerte, si el claro en el cielo dura unos minutos, me da tiempo a correr apresuradamente hasta un nuevo emplazamiento -ya estudiado previamente- para encuadrar de forma distinta el mismo rincón. Así hasta que el nubarrón se cierra definitivamente. Si has “exprimido” el lugar, te marchas a buscar el siguiente escenario. De lo contrario, sigues esperando. Y esperas mientras la gente sigue pasando extrañada:

-¿Pero qué hace ese?, parece que esté viendo las nubes pasar.

 Monsaraz, Alentejo, Portugal.
Canon EOS 7D. Objetivo EF 24-70 / 2.8 L USM. F/9 - 1/100 sg. 100 ISO. Manual

Crómlech de Xerez, Telheiro, Reguengos de Monsaraz, Alentejo, Portugal.
Canon EOS 7D. Objetivo EF 24-70 / 2.8 L USM. F/10 - 1/80 sg. 100 ISO. Manual

Castillo de Alburquerque, Badajoz. Extremadura, España.
Canon EOS 7D. Objetivo EF 24-70 / 2.8 L USM. F/14 - 1/40 sg. 100 ISO. Manual


Coria, Cáceres, Extremadura, España.
Canon EOS 7D. Objetivo EF 24-70 / 2.8 L USM. F/13 - 1/60 sg. 100 ISO. Manual

Granadilla, Cáceres, Extremadura. España.
Canon EOS 7D. Objetivo EF 24-70 / 2.8 L USM. F/11 - 1/40 sg. 100 ISO. Manual

Ermita de San Frutos, Parque Natural de las Hoces del Duratón, Segovia, Castilla y León, España.
Canon EOS 7D. Objetivo EF 17-40 / 2.8 L USM. F/8 - 1/100 sg. 100 ISO. Manual

Pedraza, Segovia, Castilla y León, España.
Canon EOS 7D. Objetivo EF 17-40 / 2.8 L USM. F/8 - 1/160 sg. 100 ISO. Manual

Las fotos que acompañan esta entrada están obtenidas a lo largo de dos viajes realizados durante el presente mes de abril. Dos salidas en las que el paso de diversas borrascas han encapotado y oscurecido el cielo, además de humedecido algo nuestros campos. Algunos fotógrafos se desesperan al ver que el pronóstico del tiempo anuncia la llegada de un nuevo frente de bajas presiones cuando todavía no ha acabado de marcharse el anterior. Sin embargo, estos, generalmente cuando llegan o cuando se retiran, pueden representar la diferencia entre una fotografía normal, con un clásico cielo azul, y una bonita imagen, con una atmósfera especial, a veces extraordinaria, dramática. Por supuesto, estar en el lugar adecuado con una gran dosis de perseverancia no será siempre sinónimo de regresar a casa con una gran foto; pero habrá otras raras oportunidades en las que tu persistencia sí obtendrá su premio y tu instantánea tendrá un valor añadido. Esos días inestables de otoño o primavera, así como las tormentosas tardes estivales, son sin duda momentos clave en los que bien merece la pena colgarse la cámara al cuello, armarse con mucha, mucha paciencia, y caminar bajo el cielo encapotado en busca de un instante mágico. Quizás los hados te sean propicios y abran un claro en el oscuro nubarrón. Quizás incluso lo hagan a esa hora dulce en la que el declinar del sol calienta los colores del orto o del ocaso.  Habrá merecido la pena y entonces obtendrás tu compensación. 

16 de abril de 2012

Crómlech

El sol está cerca de asomar por la línea del horizonte. Ha llovido por la noche y de los árboles gotea aún el agua. Todo está húmedo.

Camino por la dehesa de alcornoques hasta la agrupación de piedras que conforman el cromlech de Los Almendros, y me sitúo a esperar sobre la parte superior de la suave inclinación en la que se encuentran. Las grandes rocas circunscriben una gran superficie de forma oval que mira inmutable al este desde hace 7000 años. Espero y dejo pasar los minutos mientras la primavera incipiente llena estos instantes previos de cantos y trinos. Se despunta por fin en esta mañana húmeda de abril la parte superior de esa bola incandescente del astro rey al que llamamos “sol” y el primer rayo de su luz vivificante alcanza las piedras superiores, firmes, como un ejército de mágicos seres cubiertos de líquenes. Mi mente se evade e intento imaginar sin conseguirlo la escena que una mañana, igual a esta pero de hace siete milenios, se debía suceder en este mismo lugar.

Siete mil años atrás. 


El Cromlech de Los Almendros se sitúa próximo al pequeño pueblo portugués de Guadalupe, al oeste de Êvora. Pasa por ser el mayor yacimiento megalítico de la península ibérica y uno de los más antiguos de la humanidad; Stonehenge, por ejemplo, está datado en unos 5000 años, o  los alineamientos de Carnac en unos 6000. Este crómlech está compuesto por casi un centenar de monolitos o menhires, que originariamente debían estar dispuestos en forma de herradura, abierta hacia la salida del sol. La disposición de algunas de sus piedras parece sugerir la teoría de su relación con el sol y la luna durante los solsticios y equinoccios, aunque de momento es sólo una teoría.

30 de marzo de 2012

Los Pajares

Los Pajares serán probablemente un grato descubrimiento para el que se acerque allí por primera vez. Declarado Bien de Interés Cultural en octubre de 2010, con categoría de Lugar de Interés Etnológico, este conjunto agroganadero se sitúa a los pies de Santibañez el Alto, en las estribaciones meridionales de la cacereña sierra de Gata, y a poco más de dos kilómetros de la Reserva Biológica de Borbollón. Consta de unas cien construcciones, muchas de ellas derruidas en la actualidad. Casas, corrales, tapias, prados, viejos acebuches varias veces centenarios, fuentes y abrevaderos, se diseminan por la llanura a lo largo de unas veintisiete hectáreas. Deambular sin prisas en primavera por sus praderas tapizadas de flores y pobladas de caballos y vacas, nos dejarán, sin duda, suficientemente satisfechos. Al tiempo, dos caminos empedrados nos permitirán realizar un recorrido circular de ida y vuelta hasta lo alto del pueblo, desde donde podremos además disfrutar de las inmejorables vistas que esta atalaya, con viejas historias árabes, tiene de los alrededores.


16 de marzo de 2012

El trapecio

Poeta de lo cotidiano donde los haya, dice el maestro Manolo García en una de sus letras: “prefiero el trapecio, para verlas venir en movimiento”.

Suenan sus acordes en mis sienes. Sobre mi cabeza sus aviones sobrevuelan plateados y miro al cielo buscándolos, mientras me concentro en lo que hago. Mi patria en mis zapatos, dice. Tarareo su letra y busco con la mirada el siguiente agarre o anticipo el próximo apoyo. Chequeo que sean firmes y cargo mi peso sobre su pequeña superficie. Me incorporo un metro más como un nuevo triunfo en esta vida vertical. Otro efímero logro. Y voy subiendo peldaños en esta montaña huidiza, como voy sumando días en mi existencia. Días que son un logro; logros que son peldaños. Extenuantes. Urgentes. Rabiosos. Intensos porque si no, no merecen la pena caminarlos. Peldaños que son vaivenes. Los vaivenes de un trapecio que te permite vivir a inspiraciones hondas cada día de tu viaje.

Como dijo algún navegante atribulado, prefiero el trapecio para verlas venir en movimiento”.

Vivo; no me arriesgo. No me arriesgo a no hacerlo, a no vivir.

Se arriesgan quienes ven de lejos el vaivén, paralizados. Se arriesgan aquellos que no se arriesgan; se arriesgan a no vivir; se arriesgan a no subir. A no sentir. A vegetar.

Por eso, yo vivo en el trapecio y su balanceo me arrulla.

Y por eso, levanto mi vaso y brindo por todos los que vivís y habéis vivido en el temblor de vuestro vaivén, por todos los que en el trapecio os habéis mecido. Por todos los que habéis hecho de él vuestra inspiración. Vuestra respiración. Vuestra razón. Vuestra razón de ser.


Llegando a la cumbre del Lustou, en el Pirineo francés

Descendiendo hacia las profundidades de un jou, solos en la inmensidad de Picos de Europa


Llegando a la cumbre del Mont Blanc en medio de una fuerte tormenta, tras haber subido por la cumbre del Tacul y el hombro del Maudit

Destrepando por la derecha para bajar de una pared en Sierra Nevada

Recorriendo los últimos metros a la cumbre del Huayna Potosí. Unos minutos después una tormenta eléctrica envuelve la montaña 

Tras la tempestad viene la calma: regresando al refugio tras un intento al Cotopaxi,
frustrado ya cerca de su cráter

Belleza y mar de nubes desde la cumbre del Naranjo de Bulnes


Tu sombra, tu alma. Cris, va por ti

4 de marzo de 2012

Mi participación en FIO 2012

Este año por primera vez he participado en el concurso fotográfico de la Feria Internacional de Turismo Ornitológico - Extremadura Birdwatching Fair, la FIO como ya aclaré en el post anterior. Al certamen se podían presentar un máximo de dos obras por autor, que en mi caso han sido las que acompañan esta entrada. Me satisface que entre las casi cuatrocientas obras presentadas, una de estas imágenes, la de la avutarda, fuera seleccionada como finalista, satisfacción que ha sido doble al estar acompañada por las dos fotografías de mi buen amigo Oscar, lo que sin duda delata su magnífico nivel.

Este año hemos observado un cierto descenso en el número de visitantes y de stands de la FIO. Sin embargo, siempre es un buen escaparate donde ponernos al día del material que va saliendo, así como de contactar y cambiar impresiones con otros fotógrafos y naturalistas de campo. A pesar del tiempo anodino que tuvimos ayer sábado, con un cielo "panza burro" la mayor parte del día, lo cierto es que la jornada fue de lo más entretenida en compañía de varios de los mejores fotógrafos de naturaleza de Salamanca. Las conversaciones no pudieron ser más amenas.


Avutarda en La Serena. Badajoz. Canon EOS 7D. Objetivo EF 500 mm / 4 L IS USM. Teleconvertidor 1,4x III. Trípode Manfrotto 055 NAT y rótula Triopo DG3. Prioridad a la Apertura, F/6,3 - 1/640 Sg. 100 ISO.


Los Barruecos. Cáceres. Canon EOS 5D. Objetivo EF 500 mm / 4 L IS USM. Teleconvertidor 1,4x III. Trípode Manfrotto 055 NAT y rótula Triopo DG3. Prioridad a la Apertura, F/5,6 - 1/80 Sg. 200 ISO.