Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

25 de diciembre de 2015

En estos días alegres ...

... yo veo días funestos, negros, lúgubres. Aciagos días.
Noches amargas, crueles, diabólicas. Siniestras noches.
Tiempos oscuros en los que el hombre pierde su razón y se vende al ángel de la muerte, se casa con el hado oscuro, con el sino malévolo. Maléficos tiempos. En la vieja Europa anestesiada, olvidadiza y ciega, borracha de fiestas navideñas, el olvido atenaza las mentes y adormece los cerebros. Mientras nosotros compulsivamente entramos en los centros comerciales, algunos siguen dejando sus vidas en las costas griegas y turcas o bajo los escombros de Siria o Irak. Millones de refugiados malviven en su huida mientras nosotros dejamos a los gobiernos que sigan moviendo las piezas del ajedrez sin compasión, sin sentimientos, midiendo con frialdad su siguiente movimiento geoestratégico, cerrando fronteras, hacinando personas, midiendo ventajas y desventajas, contabilizando costos y beneficios. Nosotros volvemos a anestesiarnos ante el sufrimiento cobijados bajo el alumbrado navideño. Nos hemos vuelto a olvidar de pensar y exigir. Mala suerte para los de siempre. Total, no conocemos sus historias personales, no nos tocan de cerca, ni sabemos sus nombres y apellidos. Solo son números en los telediarios.

Números que se suman sin parar.


20 de diciembre de 2015

2016, un año por descubrir

Os deseo a todos un año 2016 mejor que el que ya concluye. Disfrutarlo, que merecerá la pena.


14 de diciembre de 2015

Mi cuarto cumpleaños

Un año más me siento delante del teclado para celebrar un nuevo cumpleaños de "Cuaderno de un Nómada", pues tal día como hoy de hace cuatro años flotaba por fin en la telaraña virtual de la red de redes la primera entrada de este blog.

Este dos mil quince ha sido un año difícil, sin embargo. Raro, intermitente, con demasiados paréntesis, con demasiados descansos e interludios. Un año extraño. Roto, discontinuo y con una notable reducción del número de entradas.

Sea como fuere, han pasado otros doce meses y, como en anteriores aniversarios, os dejo doce imágenes para ver, tocar y sentir. Imágenes de texturas, de piedras viejas, de rincones oscuros, de callejuelas estrechas. He querido que fueran fotografías que contrastaran con mis anteriores entradas, dedicadas cada vez más a menudo a la fauna que nos rodea. Postales de monumentos, ermitas y yacimientos. De capiteles, puertas y claustros. De estancias y pueblos por los que pasara en uno de mis últimos viajes.

Espero que, además de disculpar mis treguas, las instantáneas os gusten. Ese es mi deseo. Salud, amigos.













22 de noviembre de 2015

Acabando un ciclo

Acaba paulatinamente un ciclo más para la cabra montés (Capra pyrenaica victoriae) de la sierra de Gredos. Despacio, se diluye estos días un período en el que los animales intentan perpetuar la especie legando su herencia genética, y con los últimos coletazos de sus cortejos nupciales nosotros rematamos también lo que ha sido un intenso esfuerzo por captar los comportamientos de estos mamíferos increíbles. Lo cierto es que esta temporada ha sido -en palabras de otros compañeros y de la propia guardería- "rara". Todos coincidimos en que las altas temperaturas de estas semanas pasadas y el tiempo más primaveral que otoñal del que hemos disfrutado (o padecido, según se mire) ha trastocado el celo de los rebaños, desluciéndolo en gran medida, fotográficamente hablando.

El resultado puede haber sido la reducción del número de combates de machos adultos, de los que yo he tenido la fortuna de disfrutar de únicamente tres o cuatro, aunque de muy corta duración todos ellos, sin opción alguna a plasmarlos en el sensor de mi cámara. También he sido afortunado al observar en mi última jornada un intento de cópula por parte del macho que veis acompañando a la hembra unas fotos más abajo. Las fotografías de aquel intento fueron directas a la papelera del ordenador por las condiciones de luz en las que ya fueron hechas. Sin embargo, y a pesar de la ausencia de imágenes de estos dos hechos, el resto de comportamientos nupciales los hemos podido plasmar sin demasiado contratiempo, y como habréis podido observar y leer en un par de entradas anteriores dedicadas a estas sesiones (Cortesanos y No me saques la lengua... todavía).

En esta nuestra última jornada por las laderas graníticas de Gredos, pudimos comprobar cómo los grandes machos se encontraban muy encelados, al contrario de lo que ocurriera en jornadas previas, persiguiendo con gran insistencia a las hembras que llegaban a correr en desbandada en numerosas oportunidades, hostigadas por aquellos. Sí se observaban algunas cabras receptivas, que se dejaban cortejar sin problema. No obstante, los rebaños fueron difíciles de acompañar, presentando una gran movilidad a lo largo de diversas laderas muy abruptas. El terreno, a menudo peligroso, y el ritmo alto de desplazamiento del rebaño hicieron que muchas de las fotos tuvieran que ser realizadas a excesiva distancia, nos gustara o no. También nos lamentamos de los pocos momentos de descanso que se regalaba el rebaño y que suelo aprovechar para realizar los acercamientos a los mismos. Apenas se tumbaron para descansar, al contrario de lo que suele suceder con esta especie, generalmente bastante inactiva en las horas centrales del día. Sea como fuere, y a pesar de las dificultades, las siguientes imágenes son una pequeña muestra de lo que dio de sí nuestra última salida al celo de las monteses. Todas ellas sin excepción son imágenes sin recorte alguno, tal cual las obtuve del momento, y como curiosidad, reseñar que encontramos un segundo macho marrón de menor edad que el que ya encontráramos unas jornadas atrás, en otras laderas diferentes de Gredos.

Una jornada muy intensa y más que complicada, en definitiva, que comenzó y terminó con las mejores luces y con la que damos por concluidas estas sesiones fotográficas, a la par que termina en la vida de esta especie su período nupcial, dando para ellas así el pistoletazo de salida al nuevo período de embarazos y crianza que, tras el duro paréntesis invernal, llenará las laderas y peñascales de pequeños y simpáticos cabritillos.





















17 de noviembre de 2015

Hombre y naturaleza

En lo más profundo de su ser, el hombre tiene un impulso incontenible por regresar a la naturaleza de la que, sin embargo, paradojas de la vida, parece quererse desvincular.

Esa necesidad de regresar a la naturaleza y a nuestros orígenes la podemos observar en la felicidad que siente un niño cuando juega con cualquiera de sus más cotidianos elementos -palos, piedras, agua, árboles, animales,...- o en el regreso a la misma a través de cualquiera de las actividades que, ya de mayores, desarrollamos en el medio natural, desde la mera contemplación, a su estudio e investigación; desde aquellos deportes y actividades que se desarrollan en los rincones más apartados de las regiones más remotas, y que nos ayudan no solo a explorar aquellos lejanos lugares, sino nuestros propios límites humanos, hasta nuestra introspectiva actividad fotográfica que nos liga, además de al paisaje y a la fauna en sí mismos, también a la búsqueda de la belleza que nos rodea. El ser humano, cuanto más próximo vive la naturaleza más feliz es y más en paz consigo mismo se siente. Por el contrario, cuanto más alejado de la misma se encuentra, más pobre su alma se vuelve.

Somos parte del planeta, formamos una pieza esencial de la Madre Tierra, un engranaje clave de la gran maquinaria planetaria. La Pachamama como hoy la conocemos depende de nosotros y nosotros de ella. De ser conscientes de ello dependerá en un futuro, más próximo que lejano, nuestra propia supervivencia.

Pero soy pesimista y creo realmente que nuestra ceguera es tal, que ni agonizando entre estertores nos daremos cuenta de nuestra propia e inminente expiración.