Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

31 de marzo de 2021

Siempre Gredos, I

La sierra de Gredos siempre ha sido como mi casa. Una casa muy grande donde, como los lobos que cuidan y trasiegan por un territorio amplio, de cientos de kilómetros cuadrados, pero que se reúnen en lo que los zoólogos denominan "hogar", yo también tengo mi propio rendezvous (o vendez-vous) particular en el recogido valle de Hoya Moros, en la sierra de Béjar, lugar donde crecí. Regresar cada día a Gredos es como regresar a mi hogar tras un tiempo lejos. Da igual que hayan sido solo cinco días desde mi anterior visita, siempre será un retorno añorado. Siempre parecerá que ha pasado demasiado tiempo. Si además, me dejo perder por sendas y valles vacíos de gente, perdidos, que nunca he pisado antes ... mejor todavía. Valles y sendas en las que puedo tener la oportunidad de propiciar esperados encuentros inesperados con los habitantes de sus laderas. Zorros, cabras, ciervos, corzos, ... buitres, águilas reales, ... salen a mi encuentro. Gredos, siempre Gredos.










19 de marzo de 2021

¡Aquel posadero!

No siempre las especies raras, escasas o desconfiadas son las más complicadas de fotografiar. O para expresarlo mucho mejor aún, no siempre la dificultad de conseguir la fotografía que tienes en tu cabeza depende de la rareza, escasez o desconfianza de la especie. Esta historia es un buen ejemplo de ello.

Hace ya bastante tiempo -junio de 2018- añadí un post en este blog titulado simplemente "Gorriones". En la segunda foto de aquella entrada aparecía un precioso macho que exhibía la típica intensidad de plumaje propia de la época de celo, descansando sobre un posadero muy bonito. Aquel gorrión tan chulo estaba posado en una percha no menos chula y que, tras observar las fotos, me pedía una imagen compuesta en vertical. Ya sabéis que soy de los que tiran los posaderos después de haberlos usado con una especie -lo he comentado en otro post titulado precisamente "Posaderos", ayudado por mis amigas las abubillas, así como en otras webs de fotografía de fauna-. Sin embargo, tras ver las tomas de aquella sesión de mayo de 2018 estaba claro que aquel posadero estaba pidiéndome a gritos que lo fotografiara en vertical. El palito en cuestión era una obra de arte en sí mismo y cobraba incluso más importancia que los propios humildes gorriones, o por lo menos tanta como estos. Así pues, lo intenté unos días después, pero los gorriones, caprichosos, decidieron que ya no se querían subir allí más veces. No me quedó más remedio que hacer varias sesiones más aquel año con la intención de rematar esa foto que tenía en la cabeza; pero nada, sin resultados, tuve que acabar "abortando la operación". No me quedó más remedio que guardar el posadero en el garaje para volver a intentarlo al año siguiente, obviamente con la misma especie pues no me gusta usar la misma percha con diferentes tipos de aves. Así lo hice en 2019, pero sin suerte, no hubo manera. Lo intenté situándolo en el mismo montón de maíz en el que se alimentan y que ya me sirvió en la primera ocasión; tampoco, que si quieres arroz, Catalina. Lo intenté junto a los pesebres de los corderos donde se ponían las botas con el pienso; menos aún. Lo intenté junto al abrevadero cuando en pleno verano la sequía hace de aquel lugar un oasis. Y nada, que mucho antes que Pedro ellos ya habían dicho que NO es NO. El posadero iba y venía (ahora tiene el extremo distinto -más corto- por algún percance durante los evidentes viajes, ¡tanto va el cántaro a la fuente ...!) y yo me desesperaba. ¿Cómo es posible que en las tres primeras sesiones que hice en aquel 2018 se posaran en todo lo que les ponía, incluido este mismo palo, y de pronto ... sin ningún motivo que yo alcanzara a entender ... dejaron de hacerlo. ¡Pero radicalmente, eh!. 

2020, como ya sabéis, vino rebelde y el confinamiento me impidió rematar aquel trabajo. Pero yo, que como ya podéis suponer soy más cabezón que los propios gorrioncillos, he seguido todo este tiempo empeñado en conseguir finalmente la imagen que guardaba dormida en algún rincón de mi susodicha cabezota, y este año, cuando ya los primeros machos comienzan a presentar esos colores intensos en su plumaje y los picos se les vuelven de color negro tizón, he desempolvado el palo en cuestión y he regresado.

Tras observar al bando un par de tardes, he decidido olvidarme del montón de maíz en donde siguen alimentándose y pongo mi rama estratégicamente entre los restos de la poda de unos cipreses. He podido comprobar cómo este montón de ramas, tumbadas y muy apretadas por el paso del tiempo, lo usan para esconderse dentro cuando el peligro acecha, a veces en forma de gavilán en busca del desayuno o la cena. Varias veces lo ha intentado sin que haya tenido éxito frente a los gorriones, aunque sí con un pobre estornino negro. Además, utilizan el montón de ramas como escala intermedia en sus trasiegos entre la comida, el suelo donde se dan sus baños de arena y polvo y los árboles próximos, además de para descansar y acicalarse. Aquí se concentran hasta quizás 200 individuos apretados sin guardar ninguna distancia social, como si con ellos no fuera la pandemia. Finalmente, tras cuatro tardes, y a pesar de que mi posadero les sigue sin apetecer como lugar de parada, he conseguido hacerles algunas fotos que se acercan mucho a lo que tenía en mi cabeza. Han bastado unos gorriones despistados y unos segunditos muy cortos subidos en el posadero para que les haya podido hacer unos retratos definitivos.

Estaréis conmigo que el palito ha merecido la pena.

Ahora ya sí, puede ir a formar parte del suelo del bosque. Adiós, te echaré de menos.






4 de marzo de 2021

¿Radical yo, Odile?


Ayer, 3 de marzo de 2021, se publicaba una extensa entrevista con la hija de Félix Rodríguez de la Fuente, Odile, en un periódico local de mi provincia que suele mantener una línea editorial bastante conservadora. Devoré la entrevista con detenimiento para conocer qué respondía la entrevistada al periodista y, también, por qué no reconocerlo, por ver qué preguntas realizaba el periódico sobre la polémica que se ha suscitado en estas últimas semanas sobre la protección del lobo ibérico en todo el territorio nacional.

Tengo que adelantar que todo intento de acercar posturas, de dialogar, de sentar en una misma mesa a las diferentes sensibilidades me parece, no solo necesario, sino positivo para todas ellas. En este sentido la insistencia de Odile sobre la necesidad de encontrar puntos de encuentro me parece más que loable, porque ello redundará en la protección de la propia especie. Estoy convencido. Ahora bien, hay cuestiones de la entrevista que merecen una lectura entre líneas, así como opiniones de la entrevistada con las que no puedo estar más en desacuerdo.

De entrada el periodista deja claro su posicionamiento cuando ya en el primer párrafo pone de un lado a Odile y de otro a los "ecologistas", término este que, maniqueamente, es usado por los medios de comunicación con reiteración de un modo peyorativo para hacer referencia a un sector social -que es presentado, además, generalmente como radical- que antepone la naturaleza frente al progreso o la modernidad y, en este caso, la fauna frente al ser humano y el mundo rural. Decir que es "... víctima de ataques ecologistas ..." es como vendernos ya desde el principio que los conservacionistas somos violentos y belicosos, y presenta a la entrevistada como una persona damnificada, que no pudiera -ni debiera- recibir críticas por sus opiniones.

La primera pregunta que le hace el periodista ya es tendenciosa puesto que intenta usar la figura de Félix en contraposición a la decisión por parte del Ministerio de proteger la especie en todo el territorio nacional, y no solo al sur del Duero. O te gusta Félix o te gusta lo que ha decidido el Ministerio, parece inferirse de la pregunta. Odile responde con bastante diplomacia y no puedo estar más de acuerdo con el fondo de su respuesta. Y también lo estoy con su opinión de que resulta difícil conservar esta (o cualquier otra especie) si la población rural no se implica en ello. 

Pero es en la tercera pregunta donde, a mi juicio, más se equivoca la entrevistada. Y lo hace porque da a entender que ella está en posesión del conocimiento verdadero, y que tener una opinión distinta a la suya respecto de la idoneidad o no de proteger al lobo es de radicales. Toma entonces el discurso de sindicatos agrarios y administraciones, e incluso de los biólogos afines a estas últimas, y nos cuelga a los que simplemente tenemos la opinión de que lo correcto es proteger definitivamente a la especie, el San Benito de radicales por opinar diferente. Esto, que en la política española estamos penosamente hartos de observarlo, no debería trasladarse al resto de facetas sociales. Señores todos, algunos opinamos diferente a ustedes en esta u otras cuestiones, y no es ni radical mi postura ni tiene por qué serlo la suya. "Pensar diferente" no es, ni por asomo, lo mismo que "ser radical", a ver si nos enteramos de una vez, que no son sinónimos.

Que en las redes sociales lamentablemente la estén poniendo verde, como ella mismo indica, no significa que los naturalistas o biólogos que abanderan ese pensamiento proteccionista sean unos extremistas radicales. En las RRSS sabemos que siempre hay gente sin filtro, irrespetuosa y maleducada, pero esto es algo que arrastran ambas partes del conflicto, no nos olvidemos; y, en cualquier caso, ello no implica que esos personajes que se esconden en el anonimato representen al pensamiento conservacionista, ni a las ONGs que apoyan el nuevo status legal para el lobo. Y se equivoca infinito cuando dice que son estos "... grupos los que más contribuyen al odio hacia la especie y el enconamiento del conflicto". Se olvida Odile que el odio al lobo es primigenio, atávico y ancestral, que ha pervivido en el mundo rural desde que se domesticaron algunas especies de herbívoros y que es muy anterior a la aparición de grupos ambientalistas. He de recordarle, por el contrario, que todos los movimientos conservacionistas, ecologistas y proteccionistas del planeta son un producto reciente en la historia de la humanidad, siendo considerada como fecha de partida de este cambio social la declaración del primer Parque Nacional norteamericano en las últimas décadas del siglo XIX. Trasmponiéndolo al tema del lobo, ha sido precisamente el odio y la persecución histórica a la especie la que propició la aparición posterior de grupos conservacionistas que velaran por su protección, y no al revés, como ella insinúa. Estas asociaciones sin ánimo de lucro que ella considera "radicales" son, por lo tanto, la respuesta social a la atroz persecución que la especie ha venido soportando desde ámbitos rurales y cinegéticos desde tiempos ancestrales. Odile viene a decir acto seguido que nuestro estricto afán proteccionista provoca que "... de este modo algunos otros radicales, del bando contrario, se tome la justicia por su cuenta usando métodos como el veneno y el furtivismo ..." Bien, al leerla pareciera que no fuera ella consciente de que el veneno y el tiro se vienen usando desde hace siglos, y que esta persecución obsesiva solo se convirtió en furtivismo desde que en 1970 se declaró especie cinegética al lobo. Dicho de otro modo, han existido siempre en el enfrentamiento del hombre contra el cánido, y ni el odio ni el furtivismo son fruto de la aparición de "grupos conservacionistas" de nuevo cuño, radicales según ella, que obviamente hicieron su entrada en escena solo en las últimas décadas. ¿Cree Odile y cualquier otro, que si la especie hubiera tenido, histórica y recientemente, una persecución similar a la que han podido tener, por poner un ejemplo, cualquier especie de rapaz ibérica, hubiera generado grupos sociales que tuviesen la movilización que provoca el lobo? Sinceramente, lo dudo. El lobo levanta pasiones por muchos motivos, pero entre otros también porque su persecución es simplemente salvaje y desaforada; las masacres de manadas completas no son extrañas en nuestro civilizado país. Pretender que esa persecución es fruto de la respuesta del mundo rural a la protección que exigimos es simplemente manipular y tergiversar la realidad; insinuar que es una especie de "efecto rebote" a nuestra pretensión de protegerlo me parece descabellado como poco, sino insultante y mezquino. Es como culpar a la policía de los delitos de los delincuentes. El odio al lobo se retroalimenta él solito desde hace siglos y milenios sin necesidad de nadie más. No nos achaque a los grupos sociales que buscamos su protección esta responsabilidad, Sra. Odile.


En fin, sigue la entrevista y en ella da opiniones personales que respeto; algunas las comparto y otras no, y no voy a hacer un análisis de todo lo que ha dicho. Es cierto que lo ideal hubiera sido que hubiésemos llegado a un consenso para unificar la protección de toda la población del lobo, pero reconocerá Odile que esto, con esta especie, se antoja una utopía inalcanzable actualmente; simplemente parece imposible. El odio al lobo es tan ancestral y está tan integrado en la cultura rural que tendrían que pasar siglos antes de que fuera posible semejante acuerdo. ¿Qué hacer entonces?, ¿seguir manteniéndolo desprotegido?, ¿seguir fomentando en nuestra sociedad la idea de que matarlos es bueno y necesario?, ¿educamos a las siguientes generaciones en la creencia de que no pasa nada por hacerlo?, ¿nos seguimos empeñando en desestructurar manadas, aunque ello provoque un aumento de daños en la ganadería, como usted misma reconoce en la entrevista?, ¿nos seguimos olvidando entonces de su pobre situación genética, y de la afectación que para su variabilidad tiene cada ejemplar cazado? ... Créame señora Odile, el Comité Científico era plenamente consciente de que la conservación de esta especie implica un gigantesco reto social, se equivoca meridianamente cuando lo pone en duda. Esto es ya simple demagogia (o ceguera, que no sé qué es peor). Sencillamente se hacía imprescindible para la conservación de la especie hacerlo, y hacerlo ya. Con urgencia. No tenía sentido esperar más. Cada año que pasaba gestionando la especie a tiro limpio era un año más en el que se educaba a la sociedad en la falsa bondad de este tipo de gestión, y a los hechos me remito si observamos los artículos de prensa y los contenidos editoriales respecto a la especie, inmensamente proclives a vendernos una imagen maléfica del animal, y a la necesidad de controlarlos letalmente allí donde hubiera ganado (como si hubiera un kilómetro cuadrado de la geografía española que no tuviera ganado). No existe en nuestro país ninguna otra especie que, contando con solo unos 1.500 individuos, no tenga una protección legal rigurosa y estricta por parte del Estado. ¿Por qué entonces el lobo debía seguir estando desprotegido?, ¿qué razón podría justificar ante las generaciones futuras que no hubiéramos cumplido con el mandato europeo que nos obliga a conservar sus poblaciones?.

Todos los españoles y europeos contribuimos a la conservación de las especies y a los gastos que ello representa y, de la misma manera, todos ayudamos a mantener unos usos agro-ganaderos que deben ser sostenibles con el medioambiente a través de las subvenciones que cobran a fondo perdido a través de la PAC. Esa sostenibilidad es requisito sine qua non para aspirar a las subvenciones, pero además es un clamor social irrenunciable. El mundo rural no puede seguir pretendiendo cobrar las ayudas europeas y olvidarse al mismo tiempo de la obligatoriedad de observar una adecuada sostenibilidad ambiental que implica la conservación y protección de la biodiversidad. Por lo tanto, que nadie piense que la sociedad europea y española no cubren ya una parte importante de los costes de esa convivencia con las especies. Lo que no significa que no haya que mejorar extraordinariamente, además, en el pago adecuado, rápido y suficiente de los daños a los profesionales que hayan implementado medidas de protección de su cabaña ganadera. Esto, debe ser una prioridad para que la conservación de la especie no recaiga sobre las espaldas de unos pocos, a la vez que se debe poner el foco en la enorme picaresca y furtivismo existentes, ahora sí, policial y mediáticamente. Solo de este modo y con el tiempo, la sociedad se educará en la verdadera coexistencia con nuestro gran carnívoro.

14 de febrero de 2021

Asturias, ¿Paraíso Natural?

El 22 de noviembre con una entrada titulada "Y sigue el goteo ..." me hacía eco de la desaparición de dos osas más muertas a tiros coincidiendo con el inicio de la temporada cinegética, una en los Pirineos y otra en la Montaña Palencia. El título de aquella entrada bien podría ser el primer capítulo de una serie televisiva de sucesos que no paran de afectar a la población osera española y que tienen como germen común y fundamental el riesgo de que accidentalmente (o no) se dispare contra estos animales confundidos con los suídos en las numerosas batidas al jabalí que se practican en nuestro país. Pero para ser realistas no podría ser el primer episodio de la serie, esta novela tendría que comenzar directamente en el capítulo "enésimo" pues venimos arrastrando este tipo de delitos contra la población osera desde hace décadas. Gracias al seguimiento que hace el FAPAS de estos animales mediante trabajos de campo y fototrampeo hace semanas que se tiene algo más que fundadas sospechas de que dos osas reproductoras de Teverga fueron muertas a tiros hace tiempo en alguna de las innumerables partidas de caza que se han venido realizando en esta comarca asturiana en los últimos años. 

La primera de las osas era seguida desde 2015 y se le perdió el rastro en septiembre de 2018, justo al inicio de la temporada de caza del jabalí. Desde entonces no ha vuelto a ser localizada. Por su parte, la última vez que se identifica a la segunda hembra de la especie -seguida por esta ONG desde 2014- fue en agosto de 2019, también unas semanas antes de que comenzara la temporada de caza del jabalí. Que Teverga forme parte del Parque Natural de las Ubiñas-La Mesa, no parece servir de mucha protección para la especie. Ambas osas, jóvenes, usaban la misma zona de campeo y habían venido siendo localizadas durante los años previos a través del seguimiento mediante fototrampeo. Se encontraban en perfecto estado de salud hasta que, coincidiendo con el inicio de las batidas al jabalí, desaparecen misteriosamente y de manera definitiva hasta nuestros días. Bueno, misteriosamente, lo que se dice misteriosamente ... no, es una manera irónica de decirlo, todos imaginamos cuál fue su final, aunque no se pueda demostrar. Como cada vez que estos hechos son conocidos públicamente, se nos agolpan atropelladamente en la cabeza un montón de preguntas sin respuesta, ¿cómo es posible que estos delitos ambientales tan graves sigan sucediendo en un espacio natural protegido?, ¿qué gestión está haciendo el Principado de Asturias de esta especie?, ¿sirve para algo un Parque Natural, aparte de para venderlo de cara al turismo masivo?, ¿cómo se sostiene ese eslogan falso de "Asturias, Paraíso Natural" cuando no se protege ni siquiera a una especie tan emblemática como el oso pardo, y la comunidad autónoma se alinea, por el contrario, con otros eslóganes tan rancios como "Con lobos no hay paraíso"?, ¿cómo es posible que esta administración permita casi un centenar de batidas al jabalí solo en la comarca de Teverga en 2020, modalidad de caza extremadamente antiecológica y que se ha demostrado en ya demasiadas ocasiones en todo el área de distribución del oso pardo cantábrico como muy peligrosa para la especie, mientras extermina sistemáticamente al principal controlador de estos ungulados?, ¿cuántas batidas al jabalí se celebran en todo el territorio ocupado por el plantígrado al mismo tiempo que se practica el control metódico y generalizado del lobo?, ¿tiene algo de coherencia esta gestión de la fauna en la cordillera?, ¿nos merecemos estos gestores, de verdad?

Cada día que pasa parece más evidente que el viejo lema que vende Asturias, no solo como un paraíso verde, casi inalterado donde reencontrarnos con una naturaleza privilegiada, casi virgen, sino, además, como una comunidad autónoma preocupada por la sostenibilidad, la conservación y la protección de sus valores naturales, no es más que una burda frase, vacía de contenido, amañada, simple propaganda política para atraer turismo, un vulgar panfleto, una octavilla que se arroja al viento y que nosotros nos hemos creído durante un tiempo. Pero ya no cuela. Asturias y su gestión medioambiental hace tiempo que ha dado la cara.

Os dejo las fotos de dos osas teverganas. La primera imagen apaisada corresponde a una hembra que aún mantiene a los esbardos en el interior de la osera, ubicada a unas decenas de metros en una de las paredes que limitan la canal en la que se alimenta, en una fotografiada de abril de 2017. Y la segunda, una imagen de junio de 2011 en la que vemos a otra osa, acompañada ya por los tres cachorros nacidos esa temporada, en busca de hormigas y bulbos en paredes verticales para evitar el ataque de los machos.




5 de febrero de 2021

El lobo, aquel gran proscrito ...

 ..., hoy lo es un poco menos.

Para la RAE un proscrito es simplemente un desterrado, mientras que para el verbo "proscribir" la Real Academia Española dice en su tercera acepción que es "Declarar a alguien malhechor, dando facultad a cualquiera para que le quite la vida y a veces ofreciendo premio a quien lo entregue vivo o muerto".

Hoy el lobo ibérico (Canis lupus signatus) está muy cerca de dejar de ser ese odiado proscrito que Félix Rodríguez de la Fuente conoció hace 60 años. Estoy seguro que ayer y hoy muchos nos hemos acordado de aquel referente irrepetible de la lucha ecologista en nuestro país, que dedicó su vida a la conservación de la naturaleza y especialmente a la protección de nuestro gran carnívoro. Y estoy también convencido de que hoy estaría muy orgulloso de lo que esta sociedad ha conseguido. Hoy Félix luciría una sonrisa en su semblante.



Porque desde ayer el lobo deja de ser ese chivo expiatorio responsable de todos los males del mundo rural, desde la extinción de la ganadería hasta el mismo éxodo rural; deja de ser ese villano infame, perverso y criminal, sediento de sangre al que cualquiera le podía quitar la vida siendo, además, aplaudido y recompensado. Desde ayer ese ser maléfico se ha transformado en un simple animal más, un ser de carne y hueso, real, como lo es el oso, el lince o nuestras rapaces, un ser que ni odia ni tiene sed de sangre y que, muy por el contrario, necesita de una protección eficaz como la que tutela y ampara a los anteriormente citados. Un ser que empieza a tenerse en cuenta, por fin, como una pieza fundamental en nuestros ecosistemas. Ni más, ni menos. Con unos informes científicos y técnicos que han aconsejado y avalan una inequívoca protección que asegure de verdad su conservación y recuperación, algo que estaba seriamente en entredicho con los modelos de gestión que las Comunidades Autónomas le aplicaban, basados exclusivamente en su caza y muerte. El cuento del lobo feroz que busca comerse a Caperucita Roja pasa definitivamente a ser un simple mito. Ahora sencillamente tenemos a un animal más que precisa protección.

Ayer la Comisión Estatal para el Patrimonio Natural votó a favor de incluir a la subespecie ibérica en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial, lo que de facto implica que queda prohibida totalmente su caza deportiva. La adopción de esta decisión técnica será efectiva y definitiva cuando el acuerdo sea publicado próximamente en el BOE. Hoy podemos decir que hay un antes y un después del día 4 de febrero de 2021. Hemos sido muchos los que hemos estado pidiendo durante años que esto sucediera, los que hemos estado detrás de las movilizaciones sociales conservacionistas que han luchado a brazo partido por el lobo, hemos sido muchos los que hemos apoyado incondicionalmente cuantas acciones posibles se han podido llevar a cabo, para cambiar, no solo la negativa percepción que la sociedad pudiera tener de la especie, sino también las propias leyes. Desde las redes sociales, desde estos modestos blogs, desde artículos en la prensa, desde la TV, desde el auge del turismo lobero, desde las publicaciones editoriales, desde la sensibilización, ... y, cómo no, desde los juzgados. Hoy en día, las cuotas de muchos socios de estas ONGs cobran más sentido que nunca. A todos, gracias. Especialmente a ASCEL que ha sido la asociación que finalmente ha obligado al Ministerio pertinente a cumplir con un mandato reglado para protegerlo. Han sido necesarios 17 meses y un Recurso Contencioso-Administrativo final para que, por fin, el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico concluyera el trámite administrativo iniciado.




Ayer se hizo justicia en nuestro país, y el único Estado de nuestro entorno que aún mantenía la persecución institucionalizada de la especie, ha tenido que reconocer que estaba obligado por Ley a proteger de un modo eficaz al lobo ibérico. Una vez que el BOE lo haga efectivo, un lobo portugués que pase a España ya no deberá temer que sea aniquilado por un cazador por mera diversión. Seguirá estando estrictamente protegido por las leyes de un lado y del otro de la frontera, en lo que supone un acto de coherencia en sí mismo en tanto estamos hablando de la misma población. El anacronismo que suponía que una especie apical que cuenta, además, con una población tan reducida, siguiera siendo gestionada mediante la caza deportiva va a formar parte del pasado. Del pasado propio de una cultura rancia, incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos, anclada en las mismas mentalidades añejas que situaban a la especie humana en el centro del universo, mohosos de egocentrismo y egoísmo. Oponerse a la convivencia del hombre y la naturaleza es oponerse a la vida. Hoy más que nunca, con lo que esta pandemia debería habernos enseñado, el ser humano debe comprender que estamos obligados a conservar la biodiversidad del planeta si queremos sobrevivir nosotros también. No hay otra elección, tenemos que cambiar de actitud en nuestra relación con el medioambiente. Y cada paso cuenta. Ayer la sociedad española se hizo un poco más moderna y dejó atrás el siglo XIX, y los medios de comunicación no tardaron en hacerse eco de la noticia. Las RRSS echaron chispas.



Que la protección legal sea una realidad en breve no implica que de golpe se hayan cambiado actitudes e ideas preconcebidas, ni planteamientos culturales. No va a ser sencillo alcanzar la ansiada convivencia, pero estamos los seres humanos obligados a ser generosos, y solo hay dos opciones, o se está dentro de la Ley, o se cruza la línea. 

Los sectores antilobo se ven ahora en la tesitura de tener que optar. Entre la modernidad o la vieja cultura del lobo feroz; entre la evolución o la Edad Media; entre la ilustración o la obcecación. En definitiva, entre pensar u odiar. No existe ninguna otra especie en España que con unos 1.500 ejemplares se la gestione como especie cinegética; parece una locura solo imaginárselo, más aún si pensamos que de ellos solo unos 600 se reproducen. ¿Es razonable, acaso?. A todas luces, no, ecológicamente es una verdadera esquizofrenia. Sin embargo, ha sido el desequilibrio mental con el que se ha manejado a la especie durante los últimos 50 años, y va a resultar duro frenar esa inercia.


Así pues, hay que abogar por una reconciliación entre las distintas sensibilidades, por buscar un punto de encuentro, sin imposiciones previas, por empatizar con los demás y adaptarse a la nueva realidad. Mundo rural y sociedad conservacionista no deberíamos estar en frente unos de otros. Mas al contrario, deberíamos estar unidos frente al auténtico villano de este cuento, las administraciones burdas, demagogas y burócratas que nos dirigen, verdaderas responsables del enrarecido ambiente que transpira el mal llamado "conflicto del lobo". Ya lo he dicho en alguna ocasión, debemos usar la cabeza y no la testosterona. Todos debemos hacer un acto de autocrítica, nosotros también, seguro. El sector conservacionista debe ponerse en la piel del ganadero realmente afectado, de ese profesional que pone los medios para evitar los daños, pero que aun así los sufre, y debemos asumir que en los casos necesarios el control excepcional de ejemplares entra dentro de la Ley. Y el hombre del campo debe comprender que las picarescas, el furtivismo generalizado o las demagogias mediocres de los sindicatos agrarios no ayudan al entendimiento y radicalizan las posturas.

Pero para mediocres, sin duda nuestros políticos, con su más que irresponsable gestión de un problema que en realidad es mucho más pequeño de lo que públicamente se vocifera, pues llevan décadas alentando un argumentario simplemente mentiroso. Como un sainete nos cuentan que proteger al lobo es abocar al ganadero a la extinción, que la gestión cinegética ha sido la que ha conseguido su expansión territorial, que ha llegado a regiones donde nunca hubo lobos, que protegerlo es confrontar con las comunidades autónomas con presencia del carnívoro y un ataque directo al desarrollo del medio rural, o que es una decisión únicamente ideológica y partidista, y que se debe únicamente a los intereses de una entidad ecologista, que la especie presenta actualmente una expansión desordenada y ha colonizado territorios donde nunca los hubo, o que la gente de la ciudad se preocupa más por un animal que por las personas que viven en el campo, ... Falacias, solo falacias. En fin, toda la cartera de frases necias y manipuladoras hechas que venimos oyendo desde hace décadas, y que penosamente se vienen aireando como las cartas de una baraja cada vez que hay un micrófono, una cámara de televisión o un periodista cerca.

Una baraja ajada y vieja.