Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

29 de diciembre de 2023

Observaciones de campo del lobo ibérico 2.0


El jueves 16 de noviembre se presentó al público en la ciudad de zamora la segunda edición del libro "Observaciones de campo del lobo ibérico" del gran naturalista zamorano, además de magnífico conocedor de la biología del lobo ibérico, José Barrueso Franco. Esta nueva edición, evolucionada y mejorada respecto de la anterior, lleva el mismo título ampliado "Observaciones de campo del lobo ibérico 2.0" dejando patente que en él nos vamos a encontrar, no solo nuevos relatos de sus vivencias y experiencias personales con el gran depredador del Holártico, y que se vendrán a añadir a los textos que ya aparecían en la edición original, sino también una más que notable mejora en la edición propiamente dicha, con pastas duras, buen papel, muchas nuevas fotografías en color -tanto suyas como de otros cuatro autores, amigos suyos: Fernando García, Hipólito Hernández, José Luis Santiago y Manuel Segura, por orden alfabético- y un nuevo formato horizontal que ayudará a disfrutar más si cabe de las imágenes, no solo del lobo, sino también de esa otra fauna que convive con él en nuestras sierras.


Prologado por Javier Talegón, en él se describe "... cómo vive un lobo ibérico mediante observaciones reales y directas de su comportamiento para conocer mejor su vida, para comprenderlo, entenderlo, valorarlo y respetarlo. Además de poner en valor todo el entorno que rodea al lobo que abarca una enorme biodiversidad", en palabras del propio autor. Podemos, pues, añado yo, aprovechar su experiencia y sus eternas horas de observación para avanzar en el conocimiento de esta especie y comprender su día a día, cómo vive, cómo se relaciona con nosotros y cómo pasa desapercibido a nuestro lado porque en ello le va su vida. Cómo es, en definitiva, su mundo desde su perspectiva, cómo es visto desde la espesura de su brezal.

He tenido que esperar hasta hace unos días, pero yo ya tengo la nueva edición en mis manos, y estoy por fin disfrutando de sus relatos y sus imágenes, transportándome con cada uno de sus párrafos, de sus historias y sus vivencias a esos montes humanizados donde el eterno superviviente lucha por continuar adelante. Ya sabía que no podía defraudarme esta nueva edición siendo publicada por este apasionado y completo naturalista (el libro anterior lo devoré), pero si algo tengo que destacar de ambas publicaciones, más allá de la propia pasión por el lobo, es que sus páginas transpiran un profundísimo respeto por la naturaleza. Repito y con mayúsculas: Un Profundísimo Respeto por la Naturaleza. Así es, el autor antepone siempre la conservación y la protección, no solo del lobo, sino de toda la naturaleza en general, a cualquier otra circunstancia, como no podía ser de otra manera y sea del tipo que sea. Y eso se nota en cada párrafo.

Lo siguiente que destacaría del libro es, evidentemente, el envidiable acúmulo de experiencias que José B. atesora sobre este animal tan esquivo y difícil de observar. Durante años ha ido almacenando experiencias y encuentros con el lobo, muchas veces fortuitos, pero en otras muchas ocasiones como resultado de las numerosas, largas y tediosas horas de espera, que le han reportado en su conjunto un notable compendio de conocimientos sobre los comportamientos naturales del depredador. Es decir, una valiosísima información sobre el modo de vida del lobo ibérico y sus interacciones con el ser humano y el entorno. Estos avistamientos en manos de otros serían meramente anecdóticos, pero no en el caso de José B. que es capaz de extraer los por qué y los para qué de las acciones del cánido. Fruto de esa enorme experiencia puede interpretar y comprender lo que está observando, y eso no es siempre fácil, aunque a algunos ingenuos se lo pueda parecer. En todos estos años en su cabeza y en su corazón se han ido archivando vivencias que le han acabado marcando para siempre, y leyendo sus textos uno se da cuenta de ello.

Que todas las fotografías estén obtenidas en completa libertad y sin causar molestias a los seres vivos que en ellas aparecen aporta un valor añadido a la obra y debe quedar patente cuando por desgracia existen todavía algunos fotógrafos (por pocos que sean siempre serán demasiados) que se creen amantes de la naturaleza pero anteponen la obtención de una imagen a la tranquilidad del animal fotografiado. Puede que no todas las imágenes tengan una calidad fotográfica impecable, y algunas de ellas incluso ni siquiera la tengan técnicamente, pero cuando estamos hablando de un carnívoro principalmente nocturno, que solemos ver a distancias extremadamente largas, con telescopios de largo alcance, con condiciones de luz tremendamente pobres a veces y que huye de nosotros como alma que lleva el diablo, el mero hecho de obtener simplemente alguna imagen del lobo ya representa un reto increíble. Cuando, además, muchas de esas fotografías describen comportamientos y encuentros con este depredador el mérito es sencillamente descomunal. Como titula el propio autor en uno de sus capítulos hay que poner en la balanza la "Calidad de imagen versus lo que sucede en ella", y con esta especie todas las fotos tienen un enorme valor fotográfico intrínseco.

Poco a poco, según vamos leyendo la sucesión de capítulos del libro vamos también descubriendo la vocación pedagógica del autor y su convencimiento de que el futuro depende de la educación en el presente. La naturaleza en general, y el lobo en particular, precisan de una nueva generación que respete y proteja el medio ambiente de una manera proactiva, decidida y firme. Y el autor lo sabe y lucha por ello en su día a día haciendo algo tan olvidado en estos tiempos que corren, y a la vez tan imprescindible, como la educación ambiental, a través de su blog, con diversas actividades con los más jóvenes (ha hecho una presentación de este libro solo para niños, por poner un ejemplo), con exposiciones fotográficas, o con su propio trabajo como docente. Educar hoy es mejorar en el futuro, y eso José lo tiene interiorizado en su ADN.


En definitiva, "Observaciones de campo del lobo ibérico 2.0" es una obra imprescindible para cualquier amante de este animal tan especial e icónico, de una especie que se ha convertido en la actualidad en el símbolo de la lucha por la supervivencia, el gran proscrito que definiera Félix Rodríguez de la Fuente, perseguido y vilipendiado por el ser humano, una criatura salvaje que en realidad es mucho más que un mero emblema, infinitamente más que un icono del espíritu salvaje que imperaba en nuestros campos hasta el paleolítico, es sencillamente un animal más, necesario en nuestros ecosistemas y con todo el derecho a que lo dejen vivir en paz. 

Bueno, pues quienes quieran adquirir el libro (ISBN: 978-84-09-55529-1) podrán hacerlo directamente en las librerías "Semuret", "Milhojas" y "Ler Zamora", las tres en la capital zamorana, desde donde se pueden distribuir sin problemas a cualquier comprador de otras localidades españolas. Los encontraréis además en otras dos librerías salmantinas: "Letras Corsarias" y "Víctor Jara". También a través de las librerías "El Solitario", de Madrid; en la "Agrícola Jerez", de Jerez de la Frontera; o en la librería-papelería "Bécquer", de Medina de Rioseco. Por supuesto también estará disponible en el Centro del Lobo Ibérico, en Robledo (Puebla de Sanabria), y para cualquier duda o encargo directo no dudéis en poneros en contacto con el autor en el e-mail jbarru99@yahoo.es.

Solo me queda desearos una feliz lectura y que su espíritu de lo salvaje os sumerja en la realidad de nuestro hermano lobo, todavía en pleno siglo XXI el gran proscrito.

El que faltaba

Tras las entradas en este blog dedicadas a los ciervos, primero, los gamos después y finalmente los alces, además de una cuarta sobre el prehistórico buey almizclero, alguno se pensará que dónde diablos están las fotos que todo el mundo se suele traer de tierras escandinavas de los renos (Rangifer tarandus). Bueno, pues aquí está la especie que faltaba (denominada caribu en Norteamérica).


Si hay un gran mamífero que no es difícil de ver viajando por esas carreteras del Gran Norte ese es el reno, desde luego.

La inmensa mayoría de los que vemos en Escandinavia son semi-domésticos. ¡Tienen dueño! Así, en Noruega, por ejemplo, solo un par de áreas naturales protegidas albergan manadas de renos salvajes, descendientes de los originarios renos salvajes, valga la redundancia. Todos los demás son animales propiedad de ganaderos que viven todo el año en completa libertad (los animales, no los ganaderos). Dicho lo cual, solemos pensar ingenuamente que será relativamente sencillo obtener alguna imagen chula de ellos, puesto que cruzan las carreteras como en nuestras cordilleras lo hacen las vacas, y los vemos desde nuestros vehículos cuando viajamos como aquí vemos las ovejas. Error 404. Señores, no es así en absoluto. O al menos eso no fue así en absoluto para nosotros. Al problema añadido que ya comenté en la entrada que dedicamos al alce respecto de que en muchas ocasiones las condiciones reales, físicas, de las carreteras no te permiten parar donde quisieras, con lo que se pierden muchas oportunidades fotográficas de animales de los que te tienes que olvidar, hay que añadir que los renos que nosotros hemos visto serán semi-domésticos, pero eso no quiere decir en absoluto que sean confiados. En realidad nada más lejos de lo que nosotros pudimos comprobar. No digo que no los haya acostumbrados a la presencia del hombre, que los habrá, pero a los que a nosotros nos tocó en el sorteo ya os digo yo que no les hizo ninguna gracia cruzarse con aquellos tipos de dos patas. 


Las fotos están hechas en el sueco Parque Nacional de Abisko, gracias también a un poco de picardía como en el caso de las fotos de sus primos los alces. Pero no pidáis más, he guardado cinco fotos contadas, y da gracias, porque las cinco son casi iguales y de este mismo momento. Vamos, lo que viene siendo por lo menos penoso, cuando no patético. Aquí veis tres de ellas.

En aquella jornada ya habíamos visto en dos ocasiones más sendos grupos pequeños de estos cérvidos entre los bosques raquíticos de abedules del parque. En ambas oportunidades habían puesto pies en polvorosa en cuanto nos detectaron. En esta tercera ocasión actuaron exactamente igual, pero intuimos nosotros hacia dónde se dirigían ligeros y, aprovechando la cobertura que nos proporcionaba el bosque, rodeamos medio corriendo hasta la linde de una zona despejada para esperarlos aparecer. Y aparecieron. 


Que los muy capullos no se pararan un par de minutos a observarnos ya me pareció mal por su parte, pues no se trata así a alguien que viene desde tan lejos para verlos, ¡hombre por Dios! Así pues, mientras se alejaban raudos medio al trote, medio al paso, pude retratarlos cinco veces medio bien, y otras tantas desenfocados o movidos. De toda aquella intentona me guardo ese manojo de fotos en las que aparecen un par de hembras realmente chulas y bonitas -especialmente la que aparece en dos fotos-, con cuernos menos desarrollados que los de los machos adultos. ¿Recordáis que os dije en el artículo sobre el alce que la única excepción al hecho generalizado de que solo los machos de los cérvidos presentan cornamentas era el caso del reno? pues aquí tenemos la prueba, la excepción que confirma la regla, unas hembras preciosas, orgullosas mostrándonos su cuernas.

No quedará más remedio que regresar al Ártico alguna vez más para buscar más encuentros furtivos con esta especie tan hermosa. Merecerá la pena, seguro, ¿a que sí?.

25 de diciembre de 2023

El Apocalipsis

Es lo que parecía al ver aquella escena con aquel color más propio de una tormenta de arena del desierto que de un trocito de costa noruega, acentuado también, por qué no decirlo, con un balance de blancos personalizado. El Apocalipsis se adueñó del litoral hasta el extremo de hacerlo desaparecer por unos momentos. Es la ruleta rusa de estar en el momento preciso en el lugar perfecto. ¡Cuántas veces habremos llegado tarde a escenas que hubieran marcado la jornada! O, por el contrario, demasiado pronto y nos habremos marchado de allí con fotos meramente testimoniales. Infinidad de ellas, seguro. Pero cuando se alinean todos los astros puede llegar el Apocalipsis que nosotros estaremos preparados para sacarle partido.



Cuando hablamos de las duras condiciones de vida que la fauna del Ártico debe soportar no es un modo de hablar eufemístico, es la cruda realidad de su día a día. Siguiendo el ciclo anual, la llegada del otoño implica un problema añadido para la supervivencia de las criaturas que viven en estas latitudes, donde la climatología y las escasas horas de luz diurna no ayudan a llevar una vida cómodo y sencilla. Y esa dificultad resulta, además, muy severa. Viento, lluvia, nieve, frío extremo, y escasez de alimentos y dificultad para encontrarlos harán que las enfermedades y/o la debilidad física se cobre su peaje entre algunos de los habitantes salvajes de estas regiones. Muchos no lo conseguirán y no serán capaces de ver la nueva primavera. 


Es posible que estas fotografías simbolicen o no la dureza de la vida en esta parte del globo, pero seguro que al menos sintetizarán la belleza extrema que esa naturaleza dura y salvaje nos regala.


Abrir plano en la imagen siempre será interesante y me parecerá fundamental para mostrar el entorno en su conjunto, aunque luego nos quedemos con los detalles pequeños. La carretera medio helada que culebrea por la isla de Andoya nos permite parar en un apartadero y disfrutar del espectáculo que nos ofrece el Ártico. Los extraños tonos cálidos, casi saharianos, de la tormenta y sus cortinas de agua contrastaban a no demasiada distancia con los fríos del cielo y el propio Atlántico, más al sur, a la izquierda de la fotografía. Como contrastaban la paz y la calma que transmitía la superficie del mar con los dramáticos nubarrones del cielo. Esto es el Gran Norte, contrastes, momentos espectaculares, luces limpias, y una acumulación de momentos irrepetibles que se apelotonarán en nuestros cerebros y saturarán nuestras retinas.

Hemos parado en la pequeña carretera en medio de ninguna parte. Hacia el interior de la isla la tormenta se adentra sobre una lago helado. Nieva suavemente y el cielo parece haber desaparecido por completo, aunque un tenue arco iris nos recuerda que no, que el sol sigue existiendo en alguna parte por encima de nosotros.



Y si en su búsqueda giramos sobre nuestros pies y damos la espalda a la tormenta, la paz y la tranquilidad invaden el paisaje. El contraste no puede ser más brutal. Una paz increíble que nada tiene que ver con el cielo que ahora tenemos a nuestra espalda, es su antítesis personificada, hecha realidad. El sol existe y parece insuflar esperanza a la vida. Retazos de un cielo azul se reflejan en un espejo salpicado de rocas.

A veces la tempestad y la calma vienen juntas de la mano.


22 de diciembre de 2023

Feliz 2024

Enfrascados como estamos todos en la vorágine de regalos, cenas, comidas, encuentros y felicitaciones, aprovecho para desearos que el año que llega lo haga cargado de algunos de esos sueños que, quien más y quien menos, todos anhelamos cumplir. Que de las buenas intenciones pasemos a los hechos y seamos todos un poquito más coherentes, con el planeta, con nosotros mismos y con los demás. Que seamos más comprensivos y solidarios, y alcancemos a tener dos dedos de frente para salvar esta casa redonda a la que tratamos como si hubiera otra de repuesto. Que de los dedos cruzados pasemos a las mangas remangadas. Que de las esperanzas pasemos a las certezas. Que seamos, en definitiva, bastante mejores que en 2023, y en compensación la vida nos regale un poco más de felicidad, una buena dosis de serenidad, y amor y amistad infinitos. 

En resumen, que en 2024 algunas utopías se hagan realidad. Feliz año para todos vosotros.



21 de diciembre de 2023

Un año más

Como todos los meses de diciembre este modesto cuaderno cumple un año más de vida, y son ya 12 los años que aguantamos en este mundo virtual. Pronto seré un mozalbete adolescente. Este año no ha sido un buen año en lo que respecta a las fotografías de fauna porque no ha habido muchas fotos, o al menos no en comparación con años anteriores. Sesiones a especies clásicas desde luego ha habido muchas menos que otras temporadas, pero, además, especies fieles como el pechiazul o la tarabilla común, esta primavera me han dado calabazas descaradamente. Me pinta bien, para que mi ego no se crezca demasiado creyendo que ya domino su mundo. Pero que este año no haya echado tantas fotos en el morral, no significa que no haya habido campo. Campo ha habido, y mucho, todos ellos paisajes sanadores recorridos con las mejores compañías. Y eso es lo importante. Aire puro y fresco, monte, prismáticos y botas; y amigos con los que compartir todo eso. Así que no me voy a quejar, no tengo derecho, aunque un poco en mi fuero interno y para mis adentros sí que lo haga: como ser humano egoísta que soy, echo balones fuera como si la culpa hubiera sido de otros.

Pero si ha sido un año raro por las pocas fotografías realizadas, más extraño ha sido por lo poco que las he mostrado en el blog. O mejor dicho, por lo poco que las he podido mostrar. Falta de tiempo y mucho lío no me han dejado el sosiego necesario como para pensar en este cuaderno de recuerdos como a mí me hubiera gustado.

Pero el tiempo ha pasado y ahora ya no es 2023, sino finales de 2023. Y como en todas las postrimerías de año, os dejo un resumen de doce fotos para recordar otros doce meses más de vida. Esta vez serán imágenes que no han aparecido previamente por aquí, al contrario a como venía haciendo tradicionalmente en cumpleaños anteriores, cuando escogía una foto ya publicada por cada mes del año que expiraba. De esta forma, verán la luz algunas de esas fotos que, imperdonablemente, se quedaron en el tintero de mi disco duro. Espero que os gusten y que sigamos viéndonos por aquí otros doce meses más.