El silencio y el olvido hace mucho tiempo que se adueñaron del lugar.
El musgo y los líquenes envuelven y tapizan las piedras que un día fueron arrancadas a grandes mordiscos de la madre tierra. El robledal se adueña de nuevo de las laderas que no hace tantas décadas aparecían descarnadas por la deforestación. La naturaleza recupera hoy su espacio, ayudada por el abandono y el paso del tiempo, por las manecillas del reloj y la caída de las hojas del calendario.
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