Pasa desapercibida para esos paseantes que recorren páramos y eriales en sus ratos de asueto, allá por los alrededores de sus pueblos en gran parte de la geografía peninsular. Cotidiana y discreta, en la cogujada montesina (Galerida theklae) pocos reparan a pesar de su cercanía. Sin embargo, sus cantos alegran escandalosamente nuestras primaveras de forma casi machacona e incansable, unas veces cerniéndose sobre nuestras cabezas y otras sobre un posadero prominente -a menudo sobre un arbusto, lo que rara vez hace su pariente próxima, la cogujada común, de la que a veces resulta complicado de distinguir-. Andarina incansable, ya sabéis que me trae viejos recuerdos y que se deja querer, aunque esta vez los encuadres demasiado apretados me obligarán a volver. ¡Qué sacrificio compartir con estos familiares aláudidos primaveras, cantos estridentes, colores verdes y atardeceres lentos!
buena serie,unas fotos estupendas.un saludo
ResponderEliminarGracias por comentar. Me alegra que te hayan gustado. Lo cierto es que se portó bien la cogujada aquella tarde.
ResponderEliminarUn saludo.