Como cada comienzo de temporada, los primeros en encelarse son siempre los machos más jóvenes, mucho antes incluso de que las cabras se muestren receptivas. Parecen ser inmunes a la frustración y el desánimo.
Los machos a menudo se marcan con su propia orina en un gesto típico repetido miles de veces por otras especies de ungulados y que, aunque hemos podido observar en varias ocasiones en el transcurso de estas jornadas, las circunstancias nos ha impedido esta vez que lo podamos forografiar. Se lamen, van de allá para acá excitados y sin mucha fortuna con las hembras, que pacen o sestean desinteresadas. Van probando suerte de una cabra a otra sin caer en la desmoralización, insistente y machaconamente, siendo rechazados por ellas de un modo igual de sistemático, apartándolos con sus cuernos.
Finalmente los grandes ejemplares nos obsequian escenas siempre interesantes, con sus posturas ceremoniales, echando los pesados cuernos hacia atrás, levantando el hocico, sacando su lengua morada llena de puntitos negros, adelantando de vez en cuando una de las patas delanteras hacia la hembra objeto de cortejo, olisqueándolas y siguiéndolas con exquisita paciencia.
Nosotros intentamos recoger en los sensores de las cámaras la compleja y rica comunicación gestual del cortejo, sus protocolarios movimientos, el ritual del amor. Los viejos machos, con sus más de once y doce medrones, negros, abstraídos tras las hembras fértiles, se olvidan de nuestra presencia a unas pocas decenas de metros. Ellos siguen con sus muecas y respingos.
Declina el día una vez y lamentamos el final de cada una de las sesiones que hemos realizado a esta especie durante el transcurso de este período tan transcendental de su ciclo biológico. Recogemos los bártulos y nos dirigimos hacia nuestro vehículo, satisfechos con varias decenas de gigas en nuestras tarjetas, mientras los grandes machos persisten pacientemente tras las hembras. Durante las próximas jornadas irán teniendo lugar las cópulas que darán como resultado final la próxima generación de cabras monteses, el nuevo reemplazo de ejemplares de una especie magnífica e hipnotizante. Como este año y como también los pasados, el próximo otoño esperamos ser nuevamente testigos del elaborado cortejo de la cabra montés en alguna de nuestras sierras. Será nuevamente una cita ineludible.
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