Van y vienen entre el montón de maíz y las encinas de alrededor, piando y revoloteando. Armando la siempre bulliciosa algarabía propia de los bandos de pardales. Ahora, cuando veo a estas mamás gorriones alimentado a sus pqueñines no puedo por menos de recordar lejanos tiempos en mi infancia en los que una gorriona "rabona" me dejó inolvidables recuerdos.
Nuestros campos se llenan una vez más de nuevas generaciones de criaturas que se buscarán la vida entre peligros y dificultades. La vida continúa, aunque para nosotros parezca que en los últimos meses se haya detenido. El ciclo en realidad sigue su curso y no nos espera. Todo sigue dando vueltas. No somos el centro del universo, en realidad.
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