Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.
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13 de octubre de 2014

Tras la carrera

Hoy es uno de esos melancólicos días de otoño donde se respira a otoño. Llueve suave a ratos durante la mañana. Los cielos están grises, blanquecinos. Mortecinos, más bien. No hace frío, pero la ligera brisa que se levanta a rachas va desprendiendo ya las primeras hojas de los chopos. Nosotros, como en un ritual, nos cambiamos de ropa, nos calzamos las zapatillas y nos ajustamos los relojes con sus cronómetros. Salimos a la calle y la temperatura nos anima a empezar a trotar sin esperar a llegar a la isla, desde el mismo portal. Corremos por senderos mojados y blandos, esquivando los charcos y el barro suave que se viene formando desde hace una par de días de fina lluvia. Huele a otoño. Llueve a ratos sobre nosotros. A veces suave, a veces más intensamente. Da gusto correr hoy. Los senderos están vacíos. La gente no pasea por ellos, se queda en sus casas al abrigo de las ventanas, mirando desde detrás la mañana desapacible. Nosotros estamos fuera, del otro lado del cristal, aquí, en la isla que hoy parece nuestra, corriendo bajo la lluvia suave del otoño. Hoy es uno de esos maravillosos días de otoño donde se respira a otoño.


18 de septiembre de 2014

La suma

Yo a menudo digo que somos el resumen de nuestros recuerdos, que el presente sólo se puede escribir con la ayuda del pasado. Y pienso que gracias a Dios pasan los años y que con ellos se van acumulando experiencias, momentos y sucesos que nos hacen, si no más sabios, al menos sí menos ingenuos. En nuestro verdaderamente insignificante camino en este planeta llevamos en la mochila amigos, desengaños y amores;  en la piel las arrugas que nos obsequia el paso del tiempo; y en las retinas  grabados los paisajes y las luces que un día nos marcaron, sus colores. Y pienso que cuando el pelo se tiñe de blanco en nuestras sienes, los ojos se nos vuelven transparentes y claros. Somos el resultado de nuestras acciones y de nuestras decisiones, de nuestros pasos, que se suman poco a poco y nos van cambiando. Pasamos de ser una persona a ser otra distinta, muy suavemente, sin percibirlo, como de puntillas nos desdoblamos, porque el resultado casi nunca es igual a cada uno de los sumandos.

Hace unos días re-encontré esta vieja foto de hace más de veinte años, deshidratado y con la piel quemada por la altura, pero emanando esa paz interior que te invade cuando sigues el camino que tú te has marcado. Agotado pero feliz. Deshecho pero satisfecho. Da igual el sitio. Da igual la montaña. Miro la foto y veo otra persona que en aquel momento fue producto, y ahora simplemente un sumando, un recuerdo, una decisión, un momento.


26 de enero de 2014

Autorretrato III

¿Qué se puede hacer cuando las horas pasan dentro del hide y los bichos que esperas poder fotografiar no se dignan a aparecer? Pues hacerte fotos a ti mismo, ¡para bicho, yo! Algunos autorretratos de hace sólo unas horas, esperando a los milanos que no bajaron.





22 de noviembre de 2012

Autorretrato I

Los acordes rabiosos del disco Meteora, del grupo estadounidense Linkin Park, penetran violentos hasta mi cerebro a través de los minúsculos auriculares negros del MP3. Sus voces desgarradas y salvajes me acompañan en mi deambular, mientras regreso a casa tras una poco fructífera sesión fotográfica a esos edificios románicos y góticos que parecen momificados, como disecados para durar hasta la eternidad. Me desvío por un callejón poco recomendable, solitario y escasamente iluminado, y me transporto a una especie de burbuja temporal, abandonando la ciudad de arenisca dorada, impertérrita y monumental. Persigo, y al final lo encuentro aquí, en este rincón apartado, bajo los hazes de luz de unos faroles, el contraste que acompañe esa banda sonora que acelera mis neuronas. Ha caído la noche no hace mucho rato y solo una pareja de adolescentes que buscan intimidad en algún rincón oscuro, se cruzan conmigo. Me paro frente a la cámara apoyada sobre el trípode, y me olvido de ese casco histórico de fachada y filigrana. Y regreso a la cotidianidad. A lo ordinario, a lo vulgar. A lo auténtico. Respiro por fin la otra realidad en las entrañas de una ciudad llena de gentes, de tribus y submundos. E inspiro profundamente los latidos de la verdadera urbe, de todo lo bueno que nos ofrece y de todo lo malo que tiene.