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29 de octubre de 2021

Quebrantahusos, el ave fénix

Toda una belleza en sí misma, una rapaz magnífica e increíble que no deja indiferente a ningún observador, pero además con facetas tan particulares en su comportamiento y biología que hacen de esta una especie que engancha. El quebrantahuesos (Gypaetus barbatus).


Este ejemplar adulto llegó al PAS (Punto de Alimentación Suplementaria) con un buen trozo de hueso en su garra derecha; ¡a saber de dónde lo traía! Aunque esta ave necrófaga es principalmente conocida por el gran público gracias a su peculiar alimentación osteófaga -a base de huesos que, hasta un cierto tamaño, llega a tragar sin mucho problema-, lo cierto es que no solo se alimenta de ellos. Ocasionalmente puede 
también vérsele comer directamente la carne de alguna carroña, pudiendo, incluso, cazar pequeños vertebrados, en ocasiones que no pueden dejar de ser consideradas como extraordinarias. A veces da la sensación de que se van a ahogar intentando engullir huesos de un tamaño considerable, pero no será así, una buena pata de cordero puede desaparecer sin problema por su gaznate, ayudados por unos movimientos característicos de su cuello.



Dado que su principal alimento lo obtiene de los huesos (tuétano, restos de carne adherida, tendones, sangre), a menudo suele entrar a la carroña cuando los buitres leonados ya se han marchado, interactuando con ellos menos de lo que cabría esperar, aunque por supuesto no siempre es así. Generalmente la base de su dieta está compuesta por carroñas de mamíferos domésticos (principalmente ovejas y cabras) y silvestres (rebecos, corzos, ciervos, zorros, conejos, ...), en menor medida por aves (perdices roja y nival, torcaces, tórtolas, chovas, urracas, ...) y muy esporádicamente reptiles (lagarto ocelado). Como muchos ya sabrán, cuando los huesos tienen un tamaño excesivo los llevan en sus garras hasta sobrevolar los famosos "rompederos", dejándolos caer entonces sobre las rocas para fragmentarlos. Según un análisis de 152 restos recogidos en la cordillera pirenaica, tanto en nidos como en rompederos, el 88% de su dieta estaría compuesta por mamíferos de mediano tamaño (sobre todo ganado ovino y caprino, pero también y en menor medida rebeco), el 7% por aves (en especial torcaces) y el 0'7% por algún reptil, no pudiéndose determinar la fracción restante. En otro estudio similar sobre 677 presas se estimó que el 93% de su dieta estaba constituida por mamíferos medianos con la misma composición que la determinada en el primer estudio indicado (ganado doméstico mediano principalmente, seguido de herbívoros silvestres -rebeco, jabalí, liebre, conejo, ...-), el 6% de aves y el 1% restante de reptiles. Además, es una rapaz que, aunque produce pocas egagrópilas debido a la descomposición total de los huesos durante la digestión, puede reciclarlas cuando estas son expulsadas, ingiriéndolas de nuevo, habiéndose comprobado incluso -en una oportunidad- cómo un individuo ingería una egagrópila de búho real. 


Lo que probablemente ya no sepa tanta gente es que pueden reservar los huesos sobrantes para ser ingeridos días o, incluso, semanas después, almacenándolos en diversos lugares. Con este fin utiliza los rompederos más frecuentados, nidos en desuso, posaderos querenciosos o alguna cueva rocosa ubicada en paredes verticales. Y si esta faceta de su conducta ha trascendido poco al gran público, tampoco mucha gente sabe de su comportamiento cleptoparásito. Pues bien, en un ave tan velera como esta y con la impresionante capacidad que tiene de maniobrar en el aire para hacer cabriolas, no nos resultará tan difícil imaginar, ahora que lo sabemos, el hostigamiento que en ocasiones realizan a otras aves en pleno vuelo para que suelten sus presas y, así, arrebatárselas. Águilas reales, alimoches, cuervos o chovas han sido vistos perseguidos por quebrantahuesos para intentar arrebatarles la comida que pudieran transportar. No obstante, estos comportamientos, sin llegar a ser cotidianos, lo son un poco más en los jóvenes e inmaduros que en los adultos.



Otra peculiar característica que llamará poderosamente la atención de cualquier naturalista sobre esta especie es la compleja evolución de su plumaje hasta que alcanza el definitivo de adulto, rozando los 7 años de edad. Este proceso puede ser descrito en varias fases diferentes, que vamos a ver a continuación acompañadas de algunas fotografías para una mejor comprensión.

Los animales de primer año, o de fase 1.1, como el ejemplar de las dos fotografías siguientes, son los denominados "juveniles". Teniendo en cuenta que dichas fotografías están obtenidas en septiembre, nos encontramos con un pollo nacido en la primavera de ese mismo año (marzo-abril) es decir, de un individuo de unos 5 o 6 meses de edad o, lo que es lo mismo, de primer año calendario, que no es lo mismo que de primer año biológico. Sus colores son muy oscuros, casi negros, con un moteado clarito en las partes ventrales del cuerpo (lo que se aprecia mejor en la segunda imagen, donde el ave está volando) y en las calzas. Bastantes plumas cobertoras son blancas, en fuerte contraste con el resto del ala y, aunque apenas se aprecia en estas tomas por la posición, en la espalda presentan una especie de escudo blanco con forma de "V", próximo al cuello. La cabeza es muy oscura todavía, y la bigotera es solo incipiente, muy pequeña aún. Por su parte, el iris de sus ojos es bastante grisáceo, mucho menos claro y llamativo que el de las fases posteriores.


En la siguiente imagen vemos a un "joven" de año y medio de edad, es decir, de 2º año calendario, puesto que está fotografiado también en septiembre. Esto lo incluiría en la fase 1.2, con pocas diferencias respecto de los pollos del año, pero significativas. Por un lado, podemos ver claramente que el iris del ojo se ha aclarado bastante, siendo en este ejemplar mucho más llamativo. Además, ha perdido casi por completo el moteado de las partes inferiores y calzas (alguna mota se le nota todavía en estas últimas), así como el escudo dorsal blanco, que se ha vuelto muy difuso (y que aquí tampoco podríamos apreciar por la perspectiva de la imagen). Las numerosas plumas cobertoras blancas que salpicaban al ejemplar anterior casi han desaparecido en este otro espécimen. La bigotera por su parte, está más desarrollada.




Aquí os presento ahora a Paola, una hembra que contaba con una edad de 2'5 años (fase 2.1) en el momento de hacerle la fotografía de debajo, es decir, de tercer año calendario, o lo que denominaríamos un ejemplar "inmaduro". Esta hermosa señorita había nacido en 2010 y fue marcada el 9 de noviembre de 2011 en las gargantas de Escuain (Huesca). En ella podemos observar varias diferencias en comparación con la librea del joven anterior. Por ejemplo, observamos que las plumas de la cara se le empiezan a aclarar, además de que el contraste de la cabeza y cuello negros con los tonos marrones más claros del pecho y partes inferiores ha aumentado notablemente. En esta ocasión podemos comprobar cómo gran parte de estas plumas de las partes inferiores están teñidas de naranja por los conocidos baños ferruginosos de los que disfrutan a menudo, pero no tiene porqué ser necesariamente siempre así. El iris ya es blanco amarillento del todo y, por lo tanto, mucho más llamativo que un año antes, junto al conspicuo anillo rojo esclerótico. Aunque no se pueda apreciar en esta posición, el escudo dorsal blanquecino ya ha desaparecido por completo a esta edad.

En la actualidad Paola está establecida como territorial y reproductora en la provincia de Huesca, contando ya con más de 11 de años de vida, siendo en 2020 la última vez que se obtuvo alguna referencia de su localización.




Las dos fotos siguientes corresponden a dos ejemplares "subadultos" (fase 2.2) de 4º año calendario. La cosa va cambiando, ¿no? Estos dos ejemplares ya tienen una librea que se acerca bastante a la definitiva de los adultos. El mayor cambio respecto de la fase anterior quizás sea el color de las plumas de cabeza y cuello, que han dejado de ser negras casi por completo para volverse más o menos blancas. Este plumaje negro que presentaban en las fases previas a modo de capucha se va aclarando progresivamente, manteniéndose en la base del cuello durante más tiempo; así, cuello y cabeza se salpican aún con algunas plumas oscuras. Estamos hablando, pues, de un plumaje de transición al definitivo. Aunque aún tienen que aclararse mucho más, los tonos generales de partes inferiores y calzas son también más claros que en las fases previas. Aunque al ejemplar de la primera de estas dos fotos de fase 2.2 apenas se le aprecian las clásicas plumas grises con el raquis blanco en espalda y alas, al segundo ejemplar sí que se le pueden observar mucho más evolucionadas, fácilmente diferenciables en la articulación del ala.




Los ejemplares denominados "adultos imperfectos" corresponden a individuos de 5 o 6 años calendario. Son identificados como de fase 2.3 y a cierta distancia no son fáciles de distinguir de los adultos. Como podemos observar, a pesar de que pareciera un plumaje definitivo, lo cierto es que presenta numerosas imperfecciones. Por ejemplo, aún mantiene bastantes plumas escapulares y supracobertoras de tonos marrones -típicas de los subadultos- mezcladas con las clásicas plumas pizarrosas propias ya del plumaje de definitivo, tan chulas con el contrastado raquis blanco. Por su parte, en las partes inferiores (pecho, vientre y calzas) también se mantienen aún algunas plumas oscuras que vienen a "ensuciar" la apariencia cremosa de estas partes del animal.   



¿Y qué se puede decir ya de este bellezón ahuecando sus plumas? El "adulto" corresponde a la fase 3, y son animales de 7 años calendario o más. Aquí ya observamos que todas las plumas superiores se han vuelto de color gris ceniza por completo, con los raquis de cada pluma blancos, lo que produce un dibujo espectacular de rayitas contrastadas sobre un fondo de pizarra. Ha desaparecido cualquier rastro de plumas marrones. La coloración de la cabeza y las partes inferiores puede oscilar entre el blanco y el naranja, en función de la cantidad y frecuencia con las que el individuo realice los famosos baños cosméticos en lodos ferruginosos, pudiéndolo comprobar comparando los tonos de este ejemplar con los de otras imágenes de esta misma entrada. De hecho, el blanco o crema es el color real de las plumas de las partes inferiores del quebrantahuesos. Así, este ejemplar, por ejemplo, tiene principalmente teñidas de naranja las plumas de la garganta, que serían del mismo tono crema que el resto del plumaje si no estuvieran tiznadas. Algunos individuos presentan, además, un fino collar negro, más o menos cerrado y marcado, en el pecho.



La reproducción será, sin duda, otra cuestión en la vida del quebrantahuesos que sorprenderá a más de uno, abarcando un amplio período de tiempo que puede superar el año hasta la completa independencia de los pollos: la emancipación definitiva puede suceder en diciembre o enero cuando los progenitores ya están incubando nuevamente. Como otras grandes rapaces, el quebrantahuesos es muy territorial, defendiendo de otros congéneres un espacio de entre 100 y 300 kilómetros cuadrados, y situándose los nidos entre parejas a distancias que pueden oscilar entre los 3 y los 28 kms. En este territorio la unidad reproductora puede mantener varios nidos que usa de manera alternativa. Estos suelen estar ubicados en oquedales o repisas muy bien protegidas de las inclemencias meteorológicas, en paredes más o menos inexpugnables de áreas montañosas bastante agrestes, no en vano se trata de una rapaz muy ligada a la alta montaña, viviendo en, entre otras cordilleras, el Himalaya, el Karakorum, el Hindu Kush, el Cáucaso o los Alpes, lo que nos hará comprender la enorme adaptación que presenta a las difíciles condiciones ambientales de las grandes alturas. 


En ellos ponen uno o dos huevos, aunque el importante número de días existente entre la puesta del primero y del segundo (de entre 5 y 9, con una media de 6 días) y que los progenitores comiencen siempre a incubar desde la puesta del primero de ellos, suele hacer que el desfase acabe, más pronto que tarde, con la muerte del más pequeño como resultado de la inanición o las agresiones de su hermano mayor. Este hecho ha sido aprovechado por los equipos de biólogos y veterinarios que trabajan en la conservación de la especie para la extracción de uno de los huevos de algunos nidos con destino a los programas de recuperación y reintroducción, siendo incubados artificialmente y alimentados por el hombre hasta sus primeros vuelos, y posteriormente mediante los ya conocidos comederos (PAS). Mediante una técnica denominada "hacking" -hoy en día con unos protocolos muy elaborados- se cría a los pollos en instalaciones adecuadas sin contacto visual con el ser humano, siendo posteriormente trasladados a grandes jaulones ubicados en plena montaña en aquellas áreas o regiones que se quieren repoblar. Aprovechando la filopatría que presenta esta rapaz, es decir, la tendencia a establecerse de un modo definitivo y reproducirse en las zonas donde el individuo ha nacido y/o crecido, los animales criados artificialmente por el hombre regresan a estas montañas años más tarde, cuando alcanzan la madurez sexual a partir de los 7 años de vida. De este modo la especie ha regresado, con nuestra ayuda, a Cazorla y Picos de Europa.


En la actualidad el seguimiento y la monitorización de la especie en Los Pirineos está aportando valiosa información sobre los patrones de dispersión, las áreas importantes de alimentación o los peligros a que se enfrentan, por ejemplo, lo que resulta necesario para poder atajar los problemas que puedan afectar a la especie y gestionar cualquier situación. Debajo podemos ver a María, una hembra nacida en la primavera de 2011 y marcada el 7 de julio del mismo año en las gargantas de Escuain (Huesca), que portó además un arnés GPS durante 20 meses (en la primera de las fotos se le aprecia la antena emergiendo de las plumas de su espalda, y en la segunda se ve el propio dispositivo), hasta que dejó de emitir en febrero de 2013. La pude fotografiar en septiembre de 2012, por lo que presentaba el plumaje propio de un individuo de año y medio de edad (fase 1.2, 2º año calendario). Tres años después de que yo le hiciera estas y otras cuantas fotografías no muy lejos del lugar de marcaje, murió en septiembre de 2015 en el Pirineo francés, al chocar contra el tendido eléctrico que une Bujaruelo, Gavarnie y Gedre, también a muy pocos kilómetros de distancia de donde posó para mí.



Son aves generalmente monógamas, pero en Los Pirineos se dan con una cierta frecuencia poliandrias, o lo que es lo mismo: tríos reproductores compuestos por un par de machos y una hembra. En 1997 y 2003 se localizaron en la misma cordillera sendos grupos reproductores compuestos por cuatro ejemplares (tres machos y una hembra), y en otra ocasión se identificó un trío poligínico -dos hembras y un macho-. Aún no existe un consenso sobre los motivos que provocan estos casos de reproducción colaborativa o poliándrica, pero, dado que van aumentando con los años al mismo tiempo que lo hace el número de individuos en zonas consideradas óptimas, pudiera estar relacionado con la saturación de los mejores territorios, que son donde se concentran las mayores densidades de la especie. Otra opción que se baraja es que sea una estrategia de los machos "subordinados" relacionada con la consecución de un territorio adecuado y la posibilidad de heredarlo en el futuro, más que con la reproducción en sí misma. O lo que es lo mismo, con la adquisición de un territorio con recursos tróficos suficientes que aseguren su supervivencia, siendo la propia reproducción algo, quizás, secundario.


Poder ver llegar a estas bestias pardas de frente, con esos ojos que parecen te miraran a ti en vez de al punto donde van a posar sus garras en el borde del roquedo, es un privilegio. Y lo es no solo por la hermosura que derrocha el animal y que nadie puede discutir, sino por el estado crítico de conservación en el que se haya. Los pocos ejemplares con que cuenta la especie en Europa (en 2020 el IREC-CSIC estimó para el conjunto de Los Pirineos -Francia, Andorra y España- unas 180 unidades reproductoras), y los escasos lugares en donde los podemos observar de manera habitual en nuestro país son los culpables de que disfrutar de su presencia no tenga precio. La especie llegó casi a extinguirse a mediados del siglo pasado como consecuencia de la pérdida de hábitat, los tendidos eléctricos y el paulatino abandono de la ganadería extensiva tradicional, pero sobre todo por el uso del veneno y la persecución directa mediante la caza. Una vez más no podemos por menos de hacer notar que la actividad cinegética está detrás, de una manera o de otra, de las situaciones críticas en la que se encuentran actualmente muchas especies ibéricas (oso, lince, grandes rapaces, visón europeo, avutarda, sisón, urogallo, perdiz pardilla, cigüeña negra, cerceta pardilla, malvasía cabeciblanca, pardela cenicienta, foca monje, marsopa común, ...), cuando no directamente de la extinción de otras, recuérdese el cercano caso del bucardo (Capra pyrenaica pyrenaica), por ejemplo, que habitaba las mismas montañas que hoy recupera el quebrantahuesos, o el sangrante y vergonzante para toda la humanidad de la norteamericana paloma migratoria (Ectopistes migratorius), que pasó en menos de un siglo de contar con ¡¡miles de millones!! de individuos -algunos bandos llegaban a oscurecer el cielo a su paso- a la completa extinción. 


En la actualidad, gracias a los grandes esfuerzos económicos y humanos dedicados a su recuperación podemos decir que el quebrantahuesos ha mejorado notablemente su estado de conservación, aunque no podemos cantar victoria, ni mucho menos. De hecho, continúa habiendo diversos factores que nos obligan a ser prudentes. Por ejemplo, el aumento del uso del veneno en nuestros campos debe alarmarnos seriamente, así como la saturación de las mejores regiones montañosas. Esto puede estar detrás precisamente del aumento en los últimos años de esos grupos reproductores poliándricos, hasta constituir el 27'8 % de las unidades reproductoras en el año 2018, algo que décadas antes era mucho más anecdótico, o quizás incluso inexistente si retrocedemos más aún en el tiempo. La marcada dificultad que tiene la especie para expandirse a nuevos territorios debido a la ya mencionada filopatría, así como su pobre éxito reproductor hacen que los avances sean demasiado lentos. Si bien los ejemplares alcanzan la madurez sexual con 7 años de edad, lo cierto es que las parejas reproductoras generalmente no sacan adelante ningún pollo hasta, al menos, los 11 años de vida; a veces incluso más aunque hayan existido intentos previos de nidificación, con cópulas incluidas. Pero, además, un número muy importante de parejas tampoco sacan adelante ningún pollo en muchas de las temporadas reproductoras. Muchos de los huevos no son fértiles, lo que con toda probabilidad deriva de la baja variabilidad genética de la especie, tras superar el cuello de botella genético de los peores años del siglo pasado. Conseguir intercambio de ejemplares entre las distintas poblaciones existentes en Europa, Oriente Medio y Asia de la subespecie que habita en estas regiones -G. b. barbatus según algunos autores, G. B. aureus según otros, y una sola especie según terceros investigadores en base a análisis genéticos- redundaría en beneficio de la misma en todos los aspectos. Esto implicaría acuerdos de colaboración entre países, algo que no siempre resulta sencillo.


El futuro de la especie es más halagüeño que el de hace cuarenta años, es cierto, pero ... factores estocásticos podrían hacernos retroceder con rapidez lo que nos ha costado medio siglo recuperar. Sin ser pesimistas, hay que ser, no obstante, prudentes ante euforias anticipadas.

Profundizando en la evolución reciente del quebrantahuesos, podremos ver que la especie ha recuperado tanto número de territorios, como espacio geográfico, ejemplares reproductores y población total. Si bien esto es motivo de satisfacción, no es menos cierto que hay señales que hablan de una importante ralentización en los avances. Pero primero los datos. El primer censo del que yo tengo referencia data de 1979 cuando Rafael Heredia estimaba en 19 las parejas reproductoras en la fachada española de los Pirineos. Como podemos adivinar todos, se trata de una cifra críticamente baja para la salud genética de la especie, lo que al final puede ser determinante en su evolución a medio y largo plazo. Por aquella época aún se dejaban ver por Cazorla algunos individuos y, puesto que el último ejemplar de la zona murió envenenado en 1986, es fácil suponer que aún a finales de los 70 existirían algunos episodios de reproducción en Andalucía. En 1988 las CCAA pirenaicas realizaron censos de la especie con metodologías comparables que identificaron 25 unidades territoriales (UT) con, al menos, 18 reproducciones (UTR). 30 años más tarde, en 2018, fueron 126 UT con, por lo menos, 86 UTR. El aumento es patente y habla de un cierto éxito de la Estrategia de Conservación del Quebrantahuesos en España, aprobada por el gobierno español en 2000.


Sin embargo, siempre hay algún pero: hay tres indicadores que nos hacen contener el entusiasmo. En primer lugar, se viene observando una ralentización en el incremento de la fracción (el porcentaje) reproductora de la población, lo que puede estar provocando a su vez ese aumento del número de unidades familiares poliándricas, como ya apuntábamos más arriba, las llamadas "unidades de cría cooperativa" por los expertos. Este dato lo obtenemos del bajo número de UTR (86) del total posible (126), porcentaje sin duda muy bajo. En segundo lugar, esto sucede a pesar del aumento del número de ejemplares adultos, o dicho de otra manera: hay más adultos pero el porcentaje de ellos que se reproducen del total de la población se ha reducido. Y en tercer y último lugar, ha disminuido la productividad de las parejas reproductoras. En base a los datos registrados en 2018 la productividad fue solo de 0'33 pollos volados por UT/año, con un éxito reproductor de 0'47 pollos volados por cada UTR que inicia la puesta (86), y con una Tasa de Puesta que se viene manteniendo en 0'68 % de las UT.


El resultado de todo esto es que el número de pollos que vuela cada temporada se viene manteniendo estable a pesar del aumento de unidades reproductoras, lo que deriva en el envejecimiento de la población al ser una especie con tasas de supervivencia muy elevadas y muchos años de vida, así como una muy baja fecundidad. La baja capacidad dispersiva de la especie cuando llega el momento de reproducirse provoca el aumento de las densidades, su saturación e incide en la disminución de dicha fecundidad. 

En resumen, podemos decir que desde que se aprobara la Estrategia para la Conservación del Quebrantahuesos en España en 2000, se ha podido comprobar que el crecimiento anual del número de territorios se ha ralentizado, que el éxito reproductor y la productividad han disminuido, y que la tasa de puesta no varía.

¡¡Menudo cóctel!!

Como vemos, la especie seguirá siendo merecedora de un meticuloso seguimiento durante mucho tiempo, así que ... desconfiad de los datos fríos tan optimistas que a veces nos llegan desde instituciones implicadas en su conservación y que mueven tanto dinero. Hablar solo del número total de individuos puede ser una manera efectiva de maquillar una situación real bastante menos optimista, o una manera burda de ponerse medallas para justificar las inversiones realizadas. Sería muy deseable, además de justo, que públicamente se informe al ciudadano tanto de los avances como de los problemas respecto del estado de conservación de esta y otras especies para las que se dedican tantos y tantos esfuerzos humanos, así como recursos económicos públicos.

Volver a disfrutar de esta hermosura emplumada sobre los cielos de todas nuestras montañas ibéricas depende en parte de nosotros, de que cuidemos de nuestros ecosistemas alpinos y de que sepamos aprovechar esta nueva oportunidad que nos ha brindado la especie que, como un ave fénix, parece haber renacido de sus cenizas, cuando su extinción parecía ya inminente. El buitre águila, el buitre barbado, el buitre de barro, ... el ave fénix. La rapaz más hermosa de Europa.



31 de agosto de 2021

Savia nueva

Como cada primavera y verano muchos de nuestros protagonistas se muestran ante nuestros objetivos con la inocencia de su corta edad. Pajarillos desaliñados con plumajes que dejan entrever aún los restos de sus plumones infantiles, de colores generalmente más apagados y discretos que los de los adultos. Plumajes que les han servido para pasar desapercibidos en sus nidos ante las posibles miradas golosonas de quienes se alimentan de ellos.

Como ya observábamos en la librea de algunos de los rabilargos fotografiados hace unas semanas y que os presentábamos en otra entrada de este blog, estos herrerillos comunes (Cyanistes caeruleus), hermanos de una misma nidada probablemente, presentan también plumajes menos llamativos que los de sus progenitores, con colores amarillo y añil menos intensos, con sus cabecitas aún muy grises, en algunos casos ya punteadas con plumas de color azul, a veces incluso con restos del plumón que los mantuvo calientes en el interior del nido, y con sus caritas tiernas cubiertas de pequeñas plumas menos blancas que las definitivas de un adulto, como si tuvieran la cara sucia, sin lavar. Pequeños traviesos que revolotean inquietos como jugando con nuestro objetivo, como si nos estuvieran diciendo:

- A ver si me pillas.

Preciosos, equilibristas entrañables y cercanos herrerillos que pueblan, no solo bosques y sotos, sino también parques y jardines. Simpáticas bellezas en miniatura.





Como de costumbre en este blog, fotogramas completos, sin recortes ni re-encuadres. Hay que estar cerquita de verdad para jugar al "pilla pilla" con estas miniaturas emplumadas.

6 de agosto de 2021

Rabilargo

Al rabilargo ibérico (Cyanopica cookie) hacía mucho tiempo que le tenía ganas. Ganas de poderle hacer una serie de sesiones fotográficas, se entiende, dado que probablemente sea el córvido más bello, grácil y elegante que tenemos, con su plumaje de tonos delicados y una larguísima cola de color azul celeste. En comparación con los adultos, los juveniles de rabilargo ibérico, que por estas fechas han abandonado recientemente su nido, presentan el capirote con un ligero moteado gris, más o menos profuso, que les ha servido de camuflaje durante su estancia en el mismo. Los tonos pardos de la espalda y partes inferiores también son menos llamativos y suaves que los de sus progenitores. Pero incluso así, no se puede negar que se trata de un ave especialmente hermosa. Además, la especie está presente en la zona donde yo me muevo, por lo que un pequeño desplazamiento de una treintena de kilómetros no resulta ningún inconveniente para intentar unas sesiones. Así, este año que pensaba iba a ser el año de los pechiazules, por las jornadas que le pude dedicar en la zona centro y en la provincia de León, va a pasar a ser el año de los pechis y los rabilargos. Sí, por fin he podido hacerle las primeras sesiones y conseguir mis primeras fotos de esta peculiar especie. Trabajo compartido con un par de amigos que hacen, además, más divertida cualquier expectativa fotográfica.

Y decía que que se trata de una peculiar especie porque mantiene un comportamiento que difiere bastante del que presentan el resto córvidos europeos. Es más, adopta alguna conducta extraordinariamente rara en el mundo animal, como así lo demuestra la desplegada en el período reproductor, y que veremos más adelante. 

Pero lo primero es aclarar su distribución y taxonomía reales. El rabilargo (Cyanopica sp.) se distribuye en dos poblaciones mundiales separadas por unos 8.000 kms de distancia. Durante mucho tiempo se pensó que se trataba de una única especie dividida en varias subespecies y se planteaban hipótesis del porqué de esta distancia. La población que habita la península Ibérica se la denominaba Cyanopica cyanus cooki, mientras que el resto de subespecies ocupan una amplísima superficie del Este asiático hasta Japón (Mongolia, Sureste de Rusia, Manchuria, Este de China, Japón y península de Corea), a las que se denominaba como Cyanopica cyanus sp. Sin embargo, estudios genéticos recientes y el hallazgo de un fósil datado en 40.000 años en una cueva de Gibraltar, desmontan completamente aquella sistemática clásica, describiéndose en la actualidad como dos especies distintas: una especie sería la ibérica (Cyanopica cooki) y el resto englobadas en la segunda (Cyanopica cyanus sp.) y formada por unas seis subespecies diferentes. 


Nuestro rabilargo es un ave gregaria, ligada a masas forestales mayoritariamente abiertas, aclaradas o próximas a espacios despejados, generalmente de quercíneas y pinos, y a menudo aledañas a asentamientos humanos rurales, donde medran con las oportunidades que les brindan estos espacios teselados y en mosaico, magníficos ecotonos entre el bosque denso y las áreas abiertas, agrícolas y/o ganaderas. De hecho, aunque precisan de la abundancia de arbolado, su distribución se rarifica notablemente allí donde el dosel forestal se vuelve denso y lo tapiza todo. En estos ecosistemas este córvido bate el territorio en pequeñas bandadas, inundando el lugar con sus inconfundibles reclamos, chirriantes y ásperos, utilizados para mantener cohexionados a los ejemplares del bando. Inquisitivos, se posan en el suelo con frecuencia, entre las ramas de los árboles o sobre arbustos dispersos, rebuscando diversas fuentes de alimento por todos los rincones, tanto de origen animal (siendo los invertebrados la base principal de su alimentación) como vegetal (frutos y frutas silvestres o cultivados, en mayor cantidad durante el otoño o el invierno). Como comensales del hombre pueden alimentarse igualmente de basuras y desperdicios (por ejemplo, en los merenderos) o piensos de uso ganadero, e incluso acuden a las carroñas. Así pues, es una especie con una marcada tendencia al omnivorismo.


El rabilargo ibérico vive en bandos muy cerrados formados por individuos que se conocen muy bien entre sí. En invierno estos bandos llegan a mezclarse con otros grupos vecinos, agrupándose en grandes dormideros con un importante número de ejemplares. Sin embargo, durante el día los diferentes bandos se vuelven a disgregar sin que se mezclen los componentes de cada unos de ellos. Este modo de vida gregario se mantiene todo el año y no desaparece durante el período reproductor, lo que sí sucede en otras especies. Se forman entonces colonias de cría muy laxas, donde se reparten por diversas hectáreas los nidos de todas las parejas reproductoras (una media de 30-40 nidos por colonia).


Y es aquí y ahora cuando nos sorprende una conducta que no tiene apenas parangón entre las aves, y es que muchas de las parejas reproductoras tienen "ayudantes" que colaboran con ellas para sacar adelante las nidadas. El 49'1% de las parejas de una colonia de 110 nidos estudiada en Extremadura, contaba con al menos 1 individuo ayudante. Esto último sucedía en el 28'3% de los casos, mientras que en un 10'9% eran 2 los ejemplares subalternos. Con porcentajes menos significativos había parejas reproductoras con entre 3 y 5 ayudantes, habiéndose dado el caso de un nido con incluso 9 ayudantes y otro con 11. En la gran mayoría de las ocasiones los ayudantes son machos, según este estudio, y cuando una hembra adopta este roll siempre se ha tratado de hembras que han perdido previamente una primera puesta. Esta conducta parece que está vinculada de un modo directo con las condiciones ambientales de cada temporada. Así, en años de fuertes estiajes el porcentaje de nidos con ayuda externa a la pareja aumenta hasta el 75% y el número medio de rabilargos subalternos llega a alcanzar los 3'6 por pareja, cuando la media anual en condiciones típicas se sitúa en torno al 1'5 ayudantes por nido. 


Casi una cuarta parte de las cebas que se aportan al nido son llevadas por estos agregados, además de mantener el nido limpio retirando los sacos fecales, defenderlo de depredadores o incluso, a veces, alimentar a la hembra cuando esta está incubando o empollando.

Como veis se trata de una especie más que interesante, y no solo desde el punto de vista estético, sino también, o quizás sobre todo, desde el punto de vista etológico. Bello e interesante, así es el rabilargo.

26 de junio de 2021

Pechiazules del norte


Este año será para mí, sin duda, el año del pechiazul (Luscinia svecica). A mis sesiones realizadas a ejemplares de las sierras del Sistema Central (se distribuye desde Béjar a Somosierra), he podido sumar dos tardes muy productivas a ejemplares de los Montes de León. En la Península Ibérica, este pájaro se distribuye durante la época estival en dos poblaciones bien diferenciadas: la más meridional es la que abarca las cotas altas de las citadas sierras centrales; la segunda abarca la Cordillera Cantábrica y Montes de León. Los paisajes de estos últimos se mostraban en pleno esplendor primaveral y a la explosión de los piornos amarillos en grandes extensiones de sus laderas, se venían a sumar los fucsias y morados de los brezos en otras muchas colindantes.




No tengo calificativos para describir el espectáculo que representaban estas alfombras de flores, aromas y colores tapizando estas montañas. La oportunidad de fotografiar a esta especie en ambientes distintos a los que habitualmente ocupa en el centro peninsular no podía dejarla pasar por alto. Además, la posibilidad de obtener archivos de ejemplares con medalla blanca en la garganta podía ser la guinda del pastel para mí.



Así fue, pero no solo por esos dos aspectos que cobraron especial relevancia para mí, sino también al comprobar, además, la costumbre que tenían los machos aquí de elevar constantemente la cola, algo que, si bien lo hacen todos los machos de la especie, en mi zona de trabajo no me ha resultado nada sencillo fotografiar en anteriores ocasiones. ¿Comportamientos algo diferentes, a caso?. No lo sé. Lo que sí sé es que en mis archivos de otras temporadas no es sencillo encontrar alguna imagen con estas posturas, mientras que en estas dos sesiones me resultó habitual.




Sea como fuere, las dos sesiones que pude realizar -la primera de ellas acompañando a grandes amigos, magníficos naturalistas y mejores personas- fueron de lo más productivas, fotográficamente hablando.

Sin hide y sin red de camuflaje porque las sesiones surgieron de un modo imprevisto en el transcurso de un viaje bichero sin rumbo fijo, todas las fotos están realizadas a pecho descubierto. Sentado durante horas en una silla, detrás del trípode y la cámara, la observación previa y la paciencia se transformó en la herramienta fundamental para obtener algún resultado (vamos, lo normal en la fotografía de fauna, ¿no?). Localizados los posaderos que algunos ejemplares usaban en el denso matorral, y que pueden llegar a tener importantes acumulaciones de excrementos, toda la estrategia se basó en situarse cerca de ellos y esperar. 


Mayor simpleza no se puede pedir. Los animales, enfrascados en sus tareas reproductivas van y vienen con las cebas utilizando esos posaderos habituales.





Cuando uno de los progenitores llega a la zona, al principio lo hace vigilándome mientras yo permanezco sentado en silencio e inmóvil. Llegan a esos arbustos sobre los que se suelen posar y me observan. Rápidamente comprenden que no supongo ningún peligro, pero me mantienen vigilado. Si yo fuera una vaca paciendo de pie o rumiando tumbada ni se fijarían en mí, pero siendo un sujeto extraño ... ahí parado como un pasmarote ... habrá que tenerlo controlado por si acaso, ¿no?


Procuro no mirarlos cuando llegan, desvío mis ojos de sus miradas y pego la cara al equipo fotográfico preparado para soltar una corta ráfaga: cualquier cruce directo de miradas en la naturaleza siempre puede ser un acto de hostilidad o un peligro latente. Así, por ejemplo, cuando oigo al macho cantando a su bola detrás de mí, procuro no girarme, no le hago caso, yo a lo mío y él a lo suyo. Al cabo de un tiempo, solo soy una cosa más en medio del piornal, un ser (poco habitual, eso sí, y raro como él solo, por supuesto, con esos artilugios delante suyo) que deja de representar un peligro para las aves. Una cosa más del entorno.


El catálogo de insectos que estas pequeñas aves va capturando es increíble, y la convierten en una gran aliada de la lucha contra las plagas. Arañas, larvas, gusanos, algunos insectos voladores, y cualquier otro invertebrado que se le ponga por delante puede entrar a formar parte de su dieta. Raramente caza en vuelo, pero en una ocasión lo he podido observar cazando en el aire, de la misma manera que he podido observar cómo regurgita pequeñas egagrópilas con las partes indigeribles de los pequeños bichitos que componen su dieta. Es un ave que busca su sustento en el suelo por regla general, con pequeñas excepciones que confirman la norma. Selecciona positivamente laderas con denso matorral -como ya hemos visto a menudo de piorno o brezo-, donde vive, se refugia y se reproduce, pero generalmente con praderas abiertas en las proximidades. En estos claros en los que pacen el ganado y los herbívoros silvestres buscan buena parte de su alimento, además de al pie de los matorrales o sobre sus ramas, hojas y flores.



Los ires y venires de ambos progenitores se suceden en la amplia ladera tapizada de denso matorral donde yo me he vuelto un objeto más. Un cielo despejado a mis espaldas, hará que las luces me alegren la tarde y que yo acabe la jornada con más de mil archivos que sé que me van a dar bastante trabajo de regreso a casa. La criba será laboriosa y tediosa, pero ... ¿y la sonrisa con la que me iré hoy a la furgoneta?