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25 de diciembre de 2019

Espacios Naturales ... ¿protegidos?

España cuenta con una amplia red de Espacios Naturales Protegidos. Según obra en la página del Ministerio para la Transición Ecológica son "... aquellas áreas terrestres o marinas que, en reconocimiento a sus valores naturales sobresalientes, están específicamente dedicadas a la conservación de la naturaleza y sujetas, por lo tanto, a un régimen jurídico especial para su protección." La Ley 42/2007, de 13 de diciembre, de Patrimonio Natural y de la Biodiversidad es la que regula en nuestro país estos lugares de un modo general, agrupándolos en tres clases distintas según el régimen jurídico que los originó: Espacios Naturales Protegidos, Espacios Protegidos de la Red Natura 2000, y Áreas Protegidas por Instrumentos Internacionales (Humedales Ramsar, Espacios Patrimonio de la Unesco, Geoparques, Reservas de la Biosfera, etc.)

Los Espacios Naturales Protegidos en nuestro país los podemos, a su vez, clasificar en 5 categorías distintas: Parques, Reservas Naturales, Áreas Marinas Protegidas, Monumentos Naturales y Paisajes Protegidos. Sin embargo, como las competencias en esta materia están transferidas podemos encontrar un maremágnum de hasta 40 denominaciones posibles para los más de 2.000 espacios protegidos de los que podemos disfrutar en España, como patrimonio natural de todos los ciudadanos. Dentro de la clasificación de "Parques" encontramos los buques insignia de nuestra legislación, los Parques Nacionales, sobre los que se especifica que debido a los valores que aconsejen esa protección jurídica "... merecen una atención preferente", o dicho de otra forma, son el máximo exponente de la conservación de nuestra naturaleza, y el régimen jurídico así lo debe contemplar. Pero no es hasta hace unos pocos años que finalmente se aprueba una ley específica que regula el conjunto de Parques Nacionales españoles, la Ley 30/2014 de Parques Nacionales, que se publica finalmente el 4 de diciembre de dicho año en el BOE. De nuevo según reza en la web de MITECO, "Esta nueva Ley refuerza la protección de estos espacios que albergan lo mejor de nuestro patrimonio natural, a través de un modelo de mayor coordinación y apoyo del Estado, reclamado por numerosos expertos y profesionales así como por las entidades conservacionistas." Esto es importante porque a menudo hemos tenido que lamentar la evidencia de que a las presiones cercanas es siempre más difícil resistirse, y cuanto más fuertes son estas, más tentador es para quienes deben velar por la conservación de nuestro patrimonio olvidarse del interés general en favor de otros intereses menos altruistas.

También podemos leer en la web del ministerio el siguiente resumen: "... se refuerza la conservación de estos espacios, con medidas como el refuerzo en situaciones de emergencia por catástrofe ambiental, la intervención en casos de estado de conservación desfavorable, o la prohibición de actividades incompatibles como la pesca deportiva y recreativa, la caza deportiva y comercial, la tala con fines comerciales, así como la imposibilidad general urbanización ni edificación, ..."

En España tenemos a fecha de hoy declarados 15 Parques Nacionales, de los cuales solo uno se localiza en Extremadura, el Parque Nacional de Monfragüe. Su declaración se justificó en base a "... la representatividad del bosque mediterráneo y los valores faunísticos del enclave y en el deseo de preservar estos parajes y la necesidad de acondicionarlos adecuadamente para que puedan ser admirados y disfrutados por generaciones presentes y futuras." Además, el espacio es también declarado ZEPA y Reserva de la Biosfera. Pero cuando la sociedad tiene que convivir con noticias como la que hemos conocido hace apenas unos días nos preguntamos si realmente sus gestores son conscientes de lo que significa que este espacio esté incluido dentro de la máxima figura de conservación y protección del Estado. Pero parece que son sus acciones al frente del parque y no nuestras palabras las que evidencian que no, que no saben lo que realmente significa declarar a Monfragüe -el "Mons Fragorum" como lo denominaron los romanos- Parque Nacional, y que por razones como esta se hacía imprescindible la nueva Ley de Parques Nacionales.



Pero vayamos al meollo. El 20 de diciembre se realizó lo que dentro del Parque Nacional de Monfragüe justifican eufemísticamente como una "acción de control" en la finca Las Cansinas mediante el uso de esa técnica tan cobarde e injustificable por el enorme estrés que provoca en todo el conjunto de la fauna del lugar -incluidas todas aquellas especies estrictamente protegidas por la Ley- y no solo en la especie objetivo, como es la montería, modalidad cinegética que no nos cansaremos nunca de criticar. Unos 300 perros sueltos pertenecientes a 16 rehalas batieron la zona en cuestión hacia 50 puestos por los que se habrían pagado 300 € por cada uno de ellos, más los 600 € que se abonarían por cada venado ajusticiado. Que esto se haya convertido en los últimos años en algo normal dentro de este Parque Nacional no nos puede llenar más que de vergüenza y rabia. Vergüenza porque revela la pobreza profesional y humana de quienes gestionan este parque, vendidos a las presiones del siempre poderoso lobby cinegético; y rabia porque la sociedad les ha encomendado protejer los valores ambientales del lugar y, habiéndoles dado la mejor herramienta posible para ello -la figura legal de mayor protección que se puede conceder a un territorio en nuestro país-, lo que han hecho ha sido olvidarse de ello y de la propia sociedad, comercializando al mejor postor la muerte de animales POR DIVERSIÓN, como bien pudieran haber sido estas ciervas fotografiadas en el propio parque nacional.




Pero lo más grave en esta ocasión no ha sido en sí la propia montería, que lo es también, y mucho. Lo más grave es que en esta oportunidad un lince radiomarcado se encontraba en la zona y fue asustado y movido del lugar. Sí, has leído bien, un lince, ese animal icono de la conservación y en cuya recuperación ya hemos empleado varias decenas de millones de euros de todos los ciudadanos de la Unión Europea. Vergonzoso, infame, miserable, indecente, escandaloso, ... no se me ocurren mejores epítetos para calificar lo sucedido, aunque sí podría ir sumando muchos más, similares todos ellos.

Podemos entender que la protección a ultranza del parque y la ausencia de un predador como el lobo venga provocando una sobrepoblación de ciervo que haya que gestionar eficientemente para que no afecte de un modo negativo a las comunidades botánicas del parque, en detrimento del propio valor ambiental del mismo; pero nunca, bajo ningún concepto, podremos entender ni admitir que esto se haga mediante la caza deportiva. Y repito que nunca y bajo ningún concepto; esto no es negociable. La caza deportiva es una vergonzosa actividad radicalmente opuesta a los valores que justifican la declaración de un Espacio Natural Protegido, en especial si este es, además, un Parque Nacional, figura que representa en España -lo reiteraré hasta la saciedad- la máxima figura de la conservación. Recordamos a estos señores que han venido permitiendo semejantes despropósitos en los últimos años, que al ciudadano normal no se nos permite caminar con nuestros prismáticos por la inmensa mayoría de la superficie del Parque Nacional de Monfragüe, viéndonos limitados a unos ridículos e ínfimos itinerarios y puntos de observación en la carretera (más minimalista en este sentido no se podría ser), pero que, sin embargo, sí se permiten las monterías en esas enormes Zonas de Reserva que constituyen de hecho la casi totalidad del parque. No tiene ni pies ni cabeza; es injustificable, se mire por donde se mire. El Parque Nacional no puede avalar la muerte de seres vivos POR DIVERSIÓN. Y la mejor prueba de ello nos la otorga la nueva Ley de Parques Nacionales que habla directamente de "... la prohibición de actividades incompatibles como la pesca deportiva y recreativa, la caza deportiva y comercial ..." El tiempo nos ha dado la razón a los que nos oponíamos a semejante actividad dentro de un Parque Nacional y sus gestores tienen ahora al menos la obligación administrativa y técnica de buscar una alternativa acorde con los principios de protección de la naturaleza que le son inherentes, porque respecto a su obligación moral y ética de realizar una impecable gestión del interés general de los españoles ya hemos podido comprobar que ha estado durante mucho tiempo escondida en un cajón cerrado con llave. Por mucho que intenten justificar las monterías dentro del P. N. de Monfragüe (o de cualquier otro Espacio Natural Protegido) por la necesidad de reducir el número de ciervos o jabalíes, MATAR POR DIVERSIÓN no encaja con los valores de su declaración. Esa justificación es solo maquillaje. ¿Se les había ocurrido la posibilidad de introducir a su principal depredador como  controlador de las poblaciones de herbívoros, o la de facilitar su llegada de manera natural, la de esterilizar a un número determinado de ejemplares, incluso la de hacer descastes solo por personal de la Junta de Extremadura,...? No, obviamente eso no se les ha ocurrido, es más sencillo ceder ante la presión de los cazadores y de los propietarios de las fincas.



No hablo apenas del lince, este hecho es casi coyuntural. O quizás no, lo mismo se ha desplazado a una zona de peor calidad o más peligrosa donde puede acabar pereciendo. No lo sabemos aún, pero supongo que ya nos acabaremos enterando de qué ha hecho este ejemplar o qué ha sido de él. De lo que sí estamos seguros es de que para llevar a buen puerto la gestión de un Parque Nacional la sociedad no desea tener al frente a funcionarios tan insensibles con esos valores conservacionistas y de protección de la naturaleza que les deberían ser propios. Desde aquí, creo que no es en absoluto descabellado pedir responsabilidades hasta las máximas consecuencias al propio Director del Parque Nacional y al resto de responsables por permitir esta montería coincidiendo con la presencia de un ejemplar de lince radiomarcado. Es lo menos que deberían hacer, dada la gravedad de su negligencia e irresponsabilidad.

Un rayo de esperanza, no obstante, llegará a finales de 2020, cuando la nueva Ley 30/2014 de 4 de diciembre prohiba definitivamente la caza en todos nuestros Parques Nacionales, lo que afectará por fin de forma positiva tanto a Cabañeros como a Monfragüe, y muy a pesar del lobby cinegético que en España está encabezado principalmente por la asociación Artemisan, que no ha dudado en aducir informes socieconómicos intencionados y dirigidos, en un afán claro de manipular a la población e influir en nuestros políticos:

Puede que haya quien piense que este hecho ocurrido el 20 de diciembre no deja de ser un hecho puntual. Sin embargo, la mala y deprimente gestión de nuestra naturaleza parece generalizada en más lugares de nuestra Red de Espacios Naturales Protegidos, y no solo en algunos espacios concretos. Y como ejemplo de esto podemos poner la lupa en varios casos. Muchos conocemos, por ejemplo, la incansable y enconada persecución sin tregua a la que se somete al lobo en nuestro primer Parque Nacional declarado, el de los Picos de Europa, y los indignantes casos de la camada de cachorros muerta a golpes por un biólogo del parque; o el caso de los dos lobos radiomarcados con collar, que eran seguidos en un costoso estudio científico, y que fueron abatidos a tiros en el transcurso de unas pocas semanas por funcionarios de la Junta de Castilla y León (el primero de ellos, llamado Marley, se constituyó tras su muerte a tiros por la Administración del parque en emblema e icono de la lucha por su protección, siendo el germen de la aparición del colectivo Lobo Marley). La persecución de este animal continúa infatigalble en este Parque Nacional, que recientemente pretende aprobar el indecente "Protocolo de Regulación de la Población de Lobo Ibérico en el Parque Nacional de los Picos de Europa".



Pero hay más casos de pésima gestión; hace solamente unos días publicaba aquí una entrada sobre la paradoja injustificable de la coexistencia en un mismo espacio físico de un Parque Regional -cuya figura legal y jurídica es similar a la de Parque Nacional, solo que gestionada por una comunidad autónoma- y dos Reserva Regionales de Caza, una en la vertiente abulense y otra en la extremeña. La imposibilidad de compaginar la protección de la fauna con su explotación comercial mediante la caza por diversión en un mismo espacio se hace más que evidente en lugares así. De hecho, en este caso como ya expliqué en la citada entrada, ya se está allanando el terreno para justificar la muerte de los lobos porque se alimenta de cabras monteses, que, ¡cómo no! son propiedad humana, por lo visto. Es obvio que los intereses y los propios valores que defienden los Parques Naturales y Regionales por un lado, y las Reservas Regionales de caza por otro son completamente opuestos, y hacer que coincidan en un mismo espacio físico es, como mínimo, surrealista.



Esta misma incongruencia, sin embargo, se da en otros muchos enclaves, como en el Parque Natural Las Batuecas-Sierra de Francia que es también Reserva Regional de Caza de Las Batuecas, ...,

Pero hay otros ejemplos donde los gestores de los espacios naturales no parecen entender lo que su responsabilidad implica: hace muy poco pudimos ver con asombro también cómo para celebrar los 25 años de la declaración de la Reserva Natural de la Garganta de los Infiernos, realizaban un espectáculo de fuegos artificiales y sonido de la forma más irrespetuosa y antinatural que se pueda concebir. El absurdo ha llegado a la gestión de nuestros espacios naturales, por lo visto; y la miopía de sus máximos responsables parece requisito sine qua non para encabezar su gestión. Bueno, más que miopía, hablaremos de ceguera total.





¿Y qué podemos decir ya del clásico "Músicos en la Naturaleza" que, sorprendentemente, la Fundación Patrimonio Natural de la Junta de Castilla y León organiza cada año en el Parque Regional de la Sierra de Gredos? Sinceramente resulta imposible explicar cómo se puede compatibilizar un espectáculo cultural cuya característica primordial son los decibelios, las intensas luces y, sobre todo, la masificación del lugar (recuérdese que traen a primeras figuras del rock del panorama internacional: Bod Dylan, Sting, Rod Stewart, Mark Knopfler, ...) con la protección de la naturaleza, y la propia educación medioambiental que debe primar en los valores esenciales de un Parque Regional, máxime cuando para evitar esa misma supuesta masificación turística del entorno han decidido poner una barrera de acceso a la Plataforma y cobrar a cada vehículo que sube, aunque no exista ninguna masificación. Vamos, injustificable desde cualquier punto de vista. Es obvio que existen otros entornos más adecuados donde promocionar estos festivales en lugar de en un Espacio Natural Protegido. Simplemente es aberrante.

Esta gestión irresponsable de nuestra naturaleza no tiene ningún sentido. Es una locura. Retomando el problema que suscita la caza en los ENP, hay que recordar que prácticamente el 80% del territorio nacional está a disposición del 1,8% de los ciudadanos españoles, que son los que tienen licencia de caza; ¿es acaso un disparate que al menos en los Espacios Naturales Protegidos se prohiba esta actividad tan antiecológica, tan peligrosa para la integridad física de las personas, y tan dañina para la biodiversidad? En todos los espacios naturales, independientemente de la calificación o régimen jurídico con que cuenten o al que pertenezcan.

Los Espacios Naturales Protegidos lo son para toda la sociedad, permitir la actividad cinegética en ellos u otro tipo de actividades antinaturales resulta simplemente obsceno, sean del tipo que sean.

16 de febrero de 2016

En los ojos del ciervo

Detengo el vehículo en la cuneta junto al mallado cinegético que encarcela en el interior de una gran finca dedicada a la caza intensiva a toda la fauna de un tamaño superior al de sus huecos. Del otro lado de las finas alambres, preso sin saberlo en su gran jaula, un joven macho de ciervo (Cervus elaphus) se siente libre. Me observa con bastante atención, pero sin muestra alguna de temor. Compartimentada la sierra como está, la desconexión de unos animales con otros se hace patente. Los de mayor tamaño se ven abocados a esperar el día de la montería, sentenciados desde que nacen. La falta de permeabilidad para ellos se vuelve fatal.


Miro con los prismáticos a los ojos del vigoroso ejemplar, mientras él me estudia a mi sin ningún pudor, y reflexiono, en tanto nuestras miradas se cruzan, en el día que caerá irremediablemente roto por el impacto de una bala, tras unas horas de tensión en las que las laderas de la sierra retumbarán agobiadas por los ladridos de los perros, las voces de los ojeadores y las detonaciones de los rifles. Caerá, como otros tantos lo han hecho antes y otros muchos lo harán después, emboscados por el hombre y empujados por las realas hasta la línea de tiradores. No habrá huída posible.


Y mientras nos observamos mutuamente, pienso en la ética de ciertos métodos de caza o, mejor dicho, en lo que muchos consideramos la falta de ella, y me cuestiono el valor de algunas "artes" cinegéticas, como las propias monterías. El animal sigue ramoneando el matorral al tiempo que, de vez en cuando, vuelve la cabeza para observarme y comprobar que sigo sin representar ningún peligro para él. Yo, entre tanto, continúo con mis disquisiciones preguntándome qué valor venatorio tiene para un hombre esperar sentado a que perros y ojeadores le metan a uno encima un animal -que en las fincas cinegéticas intensivas no es más que simple ganado- para descerrajarle un tiro. ¿Tienen estas monterías algo de caza o más bien de tramposas encerronas? Lamento además el brutal estrés que supone para toda la fauna de la zona -incluida la protegida, no lo olvidemos, esa a la que la administración competente nos prohibe molestar bajo pena de recibir una sanción- ese bullicio de perros ladrando, ojeadores bociferando atravesando lo más denso de las manchas de matorral, sin dejar espacio para la tranquilidad o el cobijo, barriendo literalmente el monte, y de decenas de cazadores disparando a todo lo que se mueve. Los casos lamentables de monterías en laderas con presencia de osas con crías son más normales de lo que el público piensa. Y tampoco es extraño que se organicen los multitudinarios ojeos coincidiendo con el comienzo del proceso reproductor en laderas con, por ejemplo, colonias de buitre negro. Sí, allí donde nuevamente los organismos públicos que prohiben al ciudadano caminar con unos prismáticos colgados del cuello porque causa molestias a la colonia nidificante (prohibición que, dicho sea de paso, es, no solo lógica, sino muy necesaria), allí sí se pueden realizar monterías. ¿Alguien lo entiende? Yo no.


Y se me vienen ahora también a la cabeza mientras disfruto de la presencia del imponente ejemplar de ciervo, esos sacos de pienso que he visto en ocasiones en cuidados refugios de caza en algunos lugares de la Cordillera Cantábrica y que usan aquellos que se llaman así mismos deportistas, para atraer a ungulados y fidelizarlos a algunos puntos desde donde son abatidos a traición. Y no digamos ya la vergonzosa manera en la que en diversas zonas de Castilla y León la propia administración se encarga de cebar a los lobos con carroñas de burro para abatirlos desde casetas de madera o chozas realizadas con ramas de pino. Y se me viene igualmente a la cabeza en estos momentos -puestos ya a pensar en los abusos que cometemos los seres humanos con la fauna, no lo puedo evitar- el mérito que debe suponer el hecho de apuntar con una mira telescópica a un macho de cabra montés en muchas de nuestras sierras y montañas, donde su mansedumbre llega a ser proverbial.

¿De verdad a estos métodos se les puede denominar caza? Quiero pensar que, incluso, probablemente, muchos cazadores opinarán que no. No son más que masacres y ejecuciones sin valor. ¿Dónde está la ética? ¿Dónde la dificultad de los lances? ¿Dónde la lucha en una mínima igualdad de condiciones? No, eso no es caza.

Podréis, sus defensores, llamarlo acto social, si queréis, en la mayoría de los casos; o podréis defenderlo con argumentos mercantilistas, como se puede hacer con la cría y sacrificio de ganado vacuno; en otras oportunidades podrán convertirse las grandes fincas cinegéticas en aquellos lugares en los que algunos señoritos entablen negociaciones o conversaciones políticas, o donde ricos empresarios chocan sus manos y cierran sus negocios (o, incluso a veces, ambas cosas mezcladas). No sé, podrá ser muchas cosas, pero caza, lo que la sociedad entiende por caza, no. Eso seguro. Y dejando a un lado mi opinión personal respecto de que esta práctica, la de cualquier tipo de caza en general, como actividad deportiva debería ser abolida de un modo global de toda sociedad civilizada en pleno siglo veintiuno, los que debemos convivir aún con ella tragando sapos observamos, y queremos hacer observar a los demás, que hay métodos cinegéticos que, en cualquier caso, no son en absoluto justificables en nuestros días, por muy arraigados que se encuentren en la vida rural de muchas sierras ibéricas o en la de la alta sociedad política y económica de un país. ¿Por qué?, por la ausencia total de humanidad de que hacen gala para con los animales. Son un método de caza sin ética ni moralidad. Y a menudo una masacre y una sangría que siempre afecta muy negativamente a toda la fauna del lugar, incluidas las especies protegidas.



Al mediar la mañana, el joven venado deja de ramonear y sin ni siquiera esconderse de mi presencia, se tumba a descansar al abrigo de unas pequeñas piedras cubiertas de musgo, sobre un mullido tapiz de hierba. Lo observo aún durante un largo rato, con la vana esperanza de que se levante tras su descanso y me permita hacerle aún alguna fotografía más. Me observa de tanto en tanto, con la indolencia de quien no tiene miedo, de quien se siente a salvo, de quien se cree en realidad libre dentro de su enorme cárcel de alambre.

22 de abril de 2013

Mons fragorum

Monfragüe nunca defrauda. En primavera menos. Día tranquilo, de telescopio y prismáticos. De animales grandes como las ciervas de primera hora, y pequeños, como las dáuricas, los pinzones y la curruca. De aves imponentes como el águila imperial o la cigüeña negra, o modestos como los buitres leonados. Otros muchos se fueron sumando a la lista más o menos habitual. Un día perfecto, de buena temperatura y mejor compañía.