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22 de abril de 2022

Patética Jara y Sedal


UN LOBO ENTRA EN UN PUEBLO Y SE LLEVA UN PERRO: "¿Y SI HUBIERA SIDO UN NIÑO?"

Este es el infame titular con el que arranca otro alevoso artículo contra el lobo de la revista cinegética Jara y Sedal, increíblemente avalada por la televisión pública española. Acto seguido del titular, en su subtítulo, la lamentable editorial acaba insistiendo en el sensacionalismo más barato y obsceno de la prensa más amarilla que pueda existir al decir que: "... despierta un viejo temor entre los habitantes de los pueblos: ¿y si ataca a un niño?" En el primer ladillo destacado afirman directamente: "Los lobos atacan a los niños".  Ni se sonrojan. Ya no lo dudan, ni lo preguntan, directamente lo afirman. Y dogmatizan la mentira en base a una recopilación de antiguas historias rurales, informaciones y entrevistas, increíblemente inferidas como datos científicos (pero que nadie ha visto nunca publicadas en ninguna revista de impacto que las avale como investigaciones reales) del famoso ornitólogo y biólogo José Antonio Valverde, quien publicó, junto a un pastor del sur de la provincia de León llamado Salvador Teruelo, el libro titulado Los lobos de Morla. En la sinopsis que podemos leer de la citada publicación en la que Jara y Sedal basa su aseveración de que los lobos matan niños, ya se indica que "El biólogo busca el fondo histórico de la vida y fechorías del lobo, sus ataques al ganado y a los hombres ...", lo que nos delata un claro poso de subjetividad sobre las opiniones que pudiera verter el coautor del libro sobre este animal, subjetividad que no nos inspiran confianza alguna. ¿Fechorías, dice? ¿un animal salvaje comete ... fechorías? ¿tiene malicia por lo tanto? ¿o es el hombre el que subjetivamente otorga a la fauna silvestre la capacidad intrínsecamente humana de hacer conscientemente el mal a otro? Esta arbitrariedad del autor cuando habla de Canis lupus signatus se acaba confirmando a medida que leemos algunas frases más de su cosecha, como veremos posteriormente. Mientras que la intencionalidad de la revista Jara y Sedal de usar específicamente el relato personal de este biólogo concreto en vez de la amplísima bibliografía científica publicada en cualquier punto del planeta solo puede ser considerada de ideología manipuladora.

José Antonio Valverde reconocía en 1971 en un artículo publicado con el título de El lobo español que "El lobo de esta región -se refería a Castilla y León- sigue a veces al hombre de noche, pero no les ataca... / ... casi todo el mundo, en los pueblos, ha sido pastor, incluso muchachas de doce años en adelante. Todos conocen bien al lobo y apenas le temen." Sin embargo,  para la misma especie en Galicia decía lo siguiente: "... Galicia es un medio antropófilo como ningún otro ibérico, y sus lobos son antropófagos como ningún otro también."

¡Lobos que se alimentaban de hombres!, ¿dónde en la bibliografía científica se recoge semejante barbaridad para la especie y, además, para una región tan concreta y reducida como la gallega? ¡Es inaudito que lo dijera convencido y se quedara el hombre tan ancho!. En ese mismo artículo tampoco le contrariaba, obviamente convencido de su veracidad, decir que "El lobo, en España y en Asia, es un cazador de niños. Caperucita Roja no es un cuento, sino una realidad pasada y potencial, y la reglamentación sobre el lobo debe tener esto muy en cuenta ... / ... Y con ello no queremos decir que el lobo no mate a veces hombres, sin necesidad de estar rabioso." 

Un poco más adelante trasluce su poco aprecio por la especie en el vocabulario empleado: "Entre perseguir un corzo aislado entre brezales o degollar ovejas en campiña abierta, la elección no es dudosa" y lo explica con lo que él mismo denominó como "indice de apetencia" (Valverde, 1967) que venía a razonar, sin ningún tipo de pruebas de campo ni investigación o metodología científica alguna, que por el mero hecho de ahorrarse esfuerzo el animal prefería, sí o sí, atacar al ganado antes que a una presa salvaje. Sin embargo, distintos estudios modernos -estos sí, científicos de verdad- vienen a demostrar justamente lo contrario, la preferencia de la especie por la fauna silvestre frente al ganado doméstico, incluso cuando el acceso a este último es abundante. Pero dejando a un lado lo poco serio y profesional que es basar unas afirmaciones en historias sin acreditar y en razonamientos meramente personales y no en pruebas ni estudios repetibles, no podemos por menos de sorprendernos que Tono, como era conocido este reconocido biólogo, concluyera que la población de lobos gallegos "... exige de nosotros un esfuerzo para exterminarla en el más breve espacio de tiempo posible,..."

Son palabras suyas, escritas por él, no penséis que las pongo yo en su boca. Palabrita del Niño Jesús.

Ahora que cada lector deduzca si utilizar la figura de este biólogo para sustentar una afirmación tan peregrina como falsa, y así asustar a la población española actual con respecto del riesgo que supondría la presencia del cánido cerca de nuestras poblaciones tiene visos o no de pura, torticera y chabacana manipulación periodística.

Pero sigamos para conocer la peculiar visión que tenía el señor José Antonio Valverde del lobo ibérico. En el mismo libro que menciona el escandaloso artículo de Jara y Sedal -Los lobos de Morla- el biólogo insiste en su análisis de la peligrosidad del lobo para la especie humana y relata, por ejemplo, que "En el destete (junio-julio), cuando la hembra adulta, agotada por la lactancia, comienza a cazar de nuevo -ha sido mantenida por el macho- para ella y para los cachorros. En ese momento puede atacar a niños y mujerucas". E incluso llega a elaborar una tabla que relaciona el peso de estos depredadores y el de las presas potenciales, y entre las que incluye, como no podía ser de otra manera, al propio ser humano. Así, explica que los lobos macho, con 36 kgs. de media, pueden atacar a ovejas de 18, a cabras de 40 o a hombres de 60 kilos de peso; mientras que las lobas de 28 kgs. harían lo propio con mujeres de 45 kilos (aquí no aparece reflejado ningún otro "ganado", solo habla de mujeres). Además añade directamente que ...

"Los lobos antropófagos resultan divididos en dos categorías:

    - Lobas que matan niños

    - Grandes lobos o familias que atacan a adultos, sobre todo mujeres."

Es en este mismo libro donde reitera que "... a petición del Servicio de Caza, propuse una ordenación para el lobo (Valverde, 1971) que incluía su exterminio para la baja Galicia, donde lobos y niños andan por los mismos callejos".

Este modo de pensar de un hombre de mediados del siglo pasado, claramente influenciado por historias y leyendas que nada tienen de verídicas, es ahora aprovechado por una editorial dedicada a la caza para meter miedo a cuantos ingenuos les puedan creer, y así seguir agrediendo a la conservación de nuestra biodiversidad y a las leyes que, en materia de medio ambiente, nos están haciendo avanzar lentamente. 

El segundo ladillo del artículo de Jara y Sedal dice: "Temor e indignación crecientes", e incide en la supuesta proliferación de unos hechos, que no dejan de ser raros y anecdóticos, y en los que algunos ejemplares se han dejado ver por las afueras de algún casco urbano. Sin embargo, esto ocurre exactamente igual y de un modo intermitente con otras especies, incluido el propio oso pardo, no teniendo, muy por el contrario, nada de extraordinario, y constituyendo en realidad unos hechos puntuales que históricamente siempre han existido. La diferencia estriba en que en la actualidad, gracias a la disponibilidad de teléfonos móviles y la conectividad que proporcionan las redes sociales, sí se han visibilizado exponencialmente estos encuentros que siempre han sido, son y serán esporádicos. No obstante, la editorial sigue insistiendo y sentenciando que "... la población rural cada vez tiene más miedo de que los lobos puedan atacar a una persona o a un niño", para, acto seguido, criticar el blindaje que la nueva legislación proporciona a la especie contra su caza. ¡Ahhhh, acabaaaaaaramos, que en el fondo del asunto lo que subyace es que a ustedes ya no se les permite cazaaaarrrrrloooosssss! ¡Ah! ... vaaale, vaaale! ya entiendo, están ustedes agitando el manzano para ver si recogen algo que caiga de él, ¿no?. Que les duele no poder pegarles tiros a los lobos, y para ello agitan el miedo de la población, intentando relacionar verdaderas mentiras (¡vaya paradoja!) con el nombre de UNA reconocida, pero controvertida, personalidad para dar verosimilitud a las mismas. Por ello pretenden alentar la indignación del mundo rural usando el miedo como herramienta frente a la conservación y protección de nuestra biodiversidad, pronosticando que se trata de " ... una bomba de relojería que puede estallar en cualquier momento si hay alguna víctima humana ...". Entieeeendo, ya entieeeendo, sí. El miedo como herramienta para manipular la opinión pública. Vamos, lo de siempre, ¿no?

Nada nuevo bajo el sol.

Y para ello ustedes, señores, muestran un vídeo del que reconocen que no saben ni dónde está grabado ni cuándo, y que simplemente, como circula por la red, ustedes, en un acto de rigurosísimo periodismo, aprovechan para agitar el manzano. A ver si cuela.

Pues bien, en el vídeo no se distingue si es un lobo o un perro, y para más inri ... ¡¡¡ESTÁ GRABADO EN ITALIA, no en España!!! ¡Hay que ser chapuzas!

Pero claro, a ustedes eso les da igual, lo viralizan y lo aprovechan para cargar contra la nueva protección del lobo en nuestro estado en un clarísimo ejemplo de su rigor periodístico y su afán de ... ¿de qué? ... se lo diré yo: de manipular a la población para seguir atacando la protección del lobo. ¿Recuerdan aquel otro vídeo que se viralizó por las redes sociales de unos perros atacando a una vaca avileña en una sierra y que ustedes, periodistas maipuladores, hicieron pasar al principio por un ataque de lobo a pesar de que en el vídeo era patente que se trataba de perros, de rehala para más señas? Su odio para con este animal se trasluce en cada artículo que sensacionalizan a la menor oportunidad. Dos capturas de pantalla de aquel vídeo ya lo vimos en este mismo blog hace unos meses.

Patético, de verdad.

Veamos, señores, no existen datos documentados que avalen la tesis de que el lobo sea una especie peligrosa para el ser humano, por mucho que hayan podido darse históricamente algunos supuestos casos. Y fíjense ustedes que utilizo la palabra "supuestos" porque no hay una confirmación real de que esos hipotéticos sucesos fueran en realidad obra de lobos en vez de, por ejemplo, perros con fisonomía lobuna, o venganzas personales que luego se escondían cargando la responsabilidad a lomos del cánido. Y nadie puede negar que todos los años existen cientos de ataques de perros a personas, muchos de los cuales han terminado con la muerte de estas últimas. En los noticiarios y en la prensa aparecen intermitentemente sucesos de estas características. Sí es muy real, por lo tanto, el peligro de que algún perro nos ataque alguna vez, en el campo o en alguna zona urbana. Somos muchos los que nos hemos visto acorralados por algún perro en más de una y de dos ocasiones. Y de tres y de cuatro, ... Y no por eso vamos publicando sandeces para meter miedo a la gente con los perros.

Entonces, visto todo lo anterior ¿podemos realmente pensar que implica una cierta peligrosidad para la gente la presencia cercana de lobos?: científica y estadísticamente NO. Por lo tanto, si alguien se cruza o ve cerca a uno de estos magníficos animales solo le puedo recomendar que aproveche el privilegio que supone observar a una especie tan esquiva como esta. Y que lo disfrute.

Ahora bien, una vez dicho todo lo anterior, harían ustedes muy bien en reconocer que, si existe un peligro real de morir en el campo, no es como consecuencia del ataque de un animal que huye de nosotros como "alma que lleva el diablo", sino por el disparo accidental de algún cazador en cualquier época del año y casi en cualquier lugar de nuestra geografía, incluidos Parques Naturales o Regionales que, por algún motivo oscuro, siguen compartiendo gestión con cotos de caza y, lo que es peor, con Reservas Regionales de Caza a las que mantenemos todos con nuestros impuestos, lo que no deja de ser indignante para gran parte de ese 98'2% de la población española que no solo no es cazadora, sino que, además, desprecia esa actividad. Anualmente una media de 20 personas mueren en España por accidentes de caza, sin contar con los centenares de heridos. Algunos de ellos no eran cazadores, eran simples excursionistas que tuvieron la desgracia de convivir con una actividad peligrosa muy poco y mal regulada. Dediquen sus esfuerzos en concienciar a sus propios lectores de la necesidad, no solo de extremar hasta el infinito las precauciones, sino de hacerles ver que comparten el espacio con otras personas y que, como consecuencia de ello, el resto de ciudadanos somos rehenes del peligro que representan ustedes y sus armas, a parte de las afecciones negativas que su actividad provoca en el entorno.

Señores de Jara y Sedal, su actividad sí es peligrosa para el ser humano, no los lobos. Y su labor periodística lo es para la salud informativa de toda la sociedad española.

31 de enero de 2022

El lobo, i-responsable

 "El lobo es incompatible con la ganadería, no existe más solución que erradicarlo"; publicado en La Nueva España, el 21, de noviembre de 2013.

"Los ganaderos consideran incompatible el lobo con las explotaciones en régimen de extensivo. El sector, reunido en Torrefrades, recoge firmas para pedir el "desalojo" del cánido", publicado en La Opinión, El Correo de Zamora, el 12 de marzo de 2016.

"El lobo acabará con el mundo rural si la Junta y los políticos no lo remedian"; publicado en Tribuna de Salamanca, el 22 de noviembre de 2018.

"El lobo no es compatible con la ganadería extensiva. No puede existir en territorios donde no es rentable y no causa más que estragos", en palabras de un veterinario y publicado en www.zamoranews.com el 22 de febrero de 2021.

"Barbón: si no se controla al lobo, los que se van a extinguir son los ganaderos"; publicado en La Voz de Asturias el 1 de octubre de 2021.

Y así podríamos seguir con decenas de titulares similares en los que se describe un panorama desolador de la ganadería por la presencia del lobo en el campo. El hartazgo que supone leer constantemente cabeceras de prensa apocalípticas similares a las anteriores desde hace décadas es tan grande como la ficción en la que viven quienes las mantienen. Cientos de noticias iguales a estas las llevamos leyendo desde hace muchos años a pesar de que el paso del tiempo y la realidad desmienten que el sector colapse como consecuencia de la especie. Es todo un enorme teatro con consecuencias nefastas para el depredador. Hablemos claro, los problemas verdaderos de la ganadería, que los tiene, por supuesto, y muy serios, poco tienen que ver con los daños que le pueda infligir el cánido, sino con la globalización del sector, con los precios de venta muy por debajo del coste de producción impuestos por grandes distribuidores y comercializadores, por la competencia de los productos importados desde el extranjero o procedentes de macrogranjas y por el escaso apoyo y defensa del producto de proximidad.

En este concurso maquiavélico de ver quién es más irresponsable, tiene un papel protagonista la irresponsabilidad de los políticos por mentir y manipular a la sociedad, por criminalizar al lobo usándolo como cabeza de turco de la crisis que vive el campo, por oponerse a la protección de la especie y, por lo tanto, a la conservación de nuestra biodiversidad con fines políticos y electoralistas, por matar lobos a cambio de votos en el medio rural y por arengar a la gente del campo contra un animal que, no solo no es el verdadero problema que tienen nuestras gentes del campo, sino que incluso actúa como un aliado como ya hemos visto aquí en otras ocasiones y como veremos más abajo.

También compite en este concurso a la negligencia y la insensatez la irresponsable actitud beligerante y radical de los sindicatos agrarios que parecen pretender con ello "rascar" beneficios de las administraciones, presionándolas con manifestaciones continuas, tanto en la calle como en los medios de comunicación, y buscando con ello la simpatía de sus asociados y/o justificarse ante los mismos.

Y de enormemente irresponsable solo puede ser calificada la actitud de aquellos ganaderos que no solo no ponen los medios necesarios para evitar daños en sus explotaciones, adaptándolas al regreso del depredador allí donde había desaparecido, sino que además exigen el exterminio de la especie, olvidándose interesadamente de algo que conocen muy bien: las ayudas que cobran a fondo perdido y que les pagamos entre todos los europeos (incluidos los conservacionistas a los que nos niegan el derecho a opinar sobre el manejo que se hace del campo y la naturaleza con nuestro dinero) llevan aparejados unos condicionamientos de sostenibilidad ambiental que implican la conservación de la biodiversidad. Vamos, que exigir por un lado el "desalojo" del lobo y, por otro, cobrar la PAC son dos cuestiones incompatibles. A ver si dejan de echarle tanta caradura al asunto. Es evidente que hay que encontrar soluciones para minimizar los ataques al ganado, pero tras siglos de aniquilamiento de la especie sin que de ese modo se haya atajado el problema debería hacerles ponderar que hay que buscar otra alternativa más efectiva, y que esa nueva estrategia pasa necesariamente por la prevención. Ya lo he dicho en más de una ocasión aquí: más cerebro y menos testosterona, más pensar y menos linchar.

Siguiendo con la lista de irresponsables en el concurso, no menos lo son todos esos medios de comunicación y profesionales del periodismo (que no del periodismo medioambiental) que solo buscan carnaza populachera y replican la que podría ser siempre la misma noticia publicada cientos de veces. Hasta las fotografías que acompañan estos artículos parecen clonadas. Se vuelven así en inestimables amplificadores de la cizaña social que políticos y sindicatos han fomentado; se transforman en cooperadores necesarios de la polarización del conflicto. La prensa amarilla se ha convertido de esta forma en la máquina de propaganda de eslóganes baratos, de frases muchas veces mentirosas y de demagogias manipuladoras. Puro y duro sensacionalismo al servicio de una visión sesgada y parcial del problema, profundamente subjetiva.




Y para irresponsabilidad, la mayor de todas, la de los propios lobos, porque en referencia al apocalipsis y colapso total que dicen vive el campo desde luego ellos "NO SON LOS RESPONSABLES" de las penurias que se les achaca. Veamos algunas cifras.

La ganadería en España

En nuestro país ha descendido el número de explotaciones ganaderas en los últimos años. Esto es un proceso global que afecta a todo el territorio nacional y que nada tiene que ver con la presencia del lobo en una quinta parte del mismo. Es un problema que está estrechamente relacionado con el envejecimiento de la población y la falta de relevo generacional, con la penuria y aislamiento digital en el que todavía viven abandonados muchos de nuestros pueblos, con las penosas vías de comunicación que vertebran algunas de estas comarcas, con el no menos obsoleto transporte público que las comunica, así como con unos servicios públicos esenciales (educación, sanidad, dependencia, servicios bancarios, ... ) que solo pueden ser calificados "de segunda". En definitiva, con el olvido al que nuestras instituciones públicas y, en última instancia, nuestros políticos tienen abocado al medio rural. Los jóvenes se van del campo en busca de una vida "normal" en las ciudades, más acorde a los tiempos que vivimos, abandonando un entorno rural sin apenas incentivos. El número de explotaciones ganaderas ha descendido de la misma manera en que lo ha hecho la población en el medio rural. Ni más ni menos. Pretender relacionarlo con la supuesta expansión del lobo es simplista y manipulador, aunque tengo que reconocer que les da muy buenos resultados a los demagogos populistas que rigen los destinos políticos de las comunidades con presencia del cánido, arrastrando a los ingenuos que los creen.


También el número de cabezas de ganado ha registrado un descenso similar. Así, por ejemplo, el número de ovejas ha ido paulatinamente disminuyendo en las dos últimas décadas desde los 24.927.000 animales censados en el año 2000, a los 22.749.483 de 2005, los 18.551.642 de 2010, los 16.026.374 de 2015 y los 15.439.218 de 2020, último ejercicio del que he encontrado estadísticas completas. Pero estaréis conmigo en que si fuera responsabilidad del lobo, como viene esgrimiendo la propaganda "fake" de quienes piden su exterminio, sería de sentido común que este descenso se reflejaría únicamente en los territorios loberos, y deberíamos entonces esperar por lógica aplastante una reducción relevante en sus cifras solo en aquellas CCAA con presencia del animal. Sin embargo, esto no sucede así. El descenso del número de ovejas en España es generalizado en todo el territorio nacional y no existe ninguna correlación con la presencia o no del cánido en las distintas regiones. Esto queda patente a poco que cotilleemos en las estadísticas anuales que publica el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Así, desde 2002 -primer año en el que aparecen estadísticas por comunidades autónomas- a 2020 la pérdida de cabezas de ovino se ha producido, en mayor o menor medida, en 16 de las 17 regiones autónomas. Solamente en la Región de Murcia aumentó ligeramente. Los porcentajes de pérdidas de cabezas de ganado son abrumadoras en casi todas las circunscripciones autonómicas, como podemos ver debajo.

Analizando los datos arriba sintetizados es sencillo darse cuenta que el porcentaje de pérdida de cabezas de ovino no es uniforme en las cuatro principales comunidades autónomas en cuyo territorio se asientan el 95% de la población de Canis lupus signatus: Castilla y León se sitúa en cuarto lugar, Cantabria en octavo, Asturias en el duodécimo y Galicia en el puesto décimo cuarto. Pero es que si sumamos la pérdida de cabezas de ovino en estas cuatro regiones, por un lado, y en el resto de comunidades autónomas sin presencia de la especie, o con una presencia casi testimonial (sin contar Murcia), por otro, comprobaremos que la pérdida de ovejas ha sido incluso superior en aquellas regiones que quedan fuera del área de distribución del lobo -un 38,05 %- respecto de la sufrida por las cuatro CCAA que concentran el grueso de la población lobuna -35,36 %-. Como pueden ver los propios ganaderos, presencia de lobo y crisis ganadera no tienen ninguna relación directa.

Además, esta crisis parece afectar solo a la cabaña de ovino, ya que el vacuno ha mantenido sus números estables en estas dos últimas décadas en torno a los seis millones y medio de cabezas. En 2002 se censaron 6.477.895 animales y en 2020 fueron 6.636.428, con algunas moderadas oscilaciones anuales, con un pico máximo de 6.651.203 en el ejercicio de 2003 y un mínimo de 5.802.218 vacas en 2013. 


Entonces, todos nos preguntamos ... si la cabaña de ovino desciende en todas las regiones aunque no cuenten con la especie, e incluso un poco más en aquellas donde no existe, y si la de vacuno no muestra ninguna variación en los últimos 18 años ... ¿cómo se puede mantener que sea el lobo el responsable de la crisis que está atravesando la ganadería?, ¿lo vamos a culpar también, por ejemplo, de que en Valencia se hayan perdido un 41,60 % de cabezas de ovino?, ¿o que en Cataluña y Aragón lo hayan hecho en más del 50 %?

Un poco de seriedad, señores. Llorar porque el lobo va a acabar con la ganadería es pura farándula. Un bulo malintencionado más, que no ayuda en absoluto a solucionar los verdaderos problemas del sector, ya que desviando la atención y los esfuerzos hacia elementos que no tienen responsabilidad en la crisis solo se prolongarán los problemas reales, además de empujar a la polarización del conflicto social.

Solo una última apreciación más al respecto de esta mentira tantas veces repetidas; el FAPAS describe muy bien la realidad en su nota titulada "Cuando el ganadero llora a causa del lobo ¿tiene razón?"; sin desperdicio alguno el vídeo que se incluye en la noticia, no os lo perdáis, viéndolo comprenderemos muchas cuestiones de por qué estamos donde estamos.

Las pérdidas achacadas al lobo

En palabras de Vicente González Eguren, de la Academia de Ciencias Veterinarias de Castilla y León, en su documento "La ganadería y el lobo en España" (2015) ya nos advierte de que "En la actualidad, no se dispone de un conocimiento global y preciso de las pérdidas generadas por los daños atribuidos al lobo, aunque se estima que supone menos del 1% anual de la cabaña ganadera explotada en sistemas extensivos". En esta misma línea otros autores (J. Talegón y X. Gayol, 2010) utilizan este mismo porcentaje máximo para hablar de las pérdidas que el lobo provoca en la cabaña ganadera española; y como también vemos en el documento "El Lobo en los medios", publicado por ASCEL, donde, además, podemos leer que " ... Solo las enfermedades y la muerte natural del ganado generan pérdidas económicas muchísimo más elevadas, incluso campañas de saneamiento oficiales realizadas de manera deficiente suponen pérdidas extraordinariamente superiores". Debajo, medicando al ganado contra parásitos intestinales dentro de las campañas anuales que cada ganadero debe mantener pare reducir las pérdidas por enfermedades.


En ese mismo documento la ONG se hace eco de los daños oficiales de EEUU donde sí hay recogidas estadísticas sobre estas cuestiones: "En otros lugares, como EEUU donde existen datos oficiales fiables sobre un censo de 94 millones de vacas (2011), los 1.700 lobos existentes mataron 7.800, mientras que los perros mataron 23.400, los problemas digestivos causaron la muerte de 507.000 reses y los respiratorios 1.014.000 de cabezas muertas". Aunque en España faltan esas estadísticas globales, homogéneas y serias (realizadas con pruebas de la autoría mediante ADN, en el caso de los ataques), sí encontramos algo de información que deja entrever la realidad. Así, por ejemplo, leemos en el Diario.es lo siguiente: "Al mismo tiempo, el sector insiste en que esta especie salvaje es "incompatible" con su actividad. Sin embargo, los datos oficiales no sostienen esa supuesta realidad. Los recuentos que llevan a cabo las Comunidades Autónomas reflejan unos daños ínfimos a la cabaña ganadera en comparación con el número de cabezas contabilizado por el Ministerio de Agricultura. No llegan, en todo el territorio al 1 %. En alguna provincia la cifra para 2015 es del 0,003 % ... / ... En la vecina Galicia los avisos sumaron 1.134 cabezas, entre vacas, ovejas y cabras. Un 0,09 % de los más de 1,1 millones totales (intensiva y extensiva)". Aunque en este artículo se redondean al público los números totales de la cabaña ganadera, para Castilla y León en 2013 los daños ascenderían al 0,04 % del total aproximadamente.

Estos son los datos, y no parecen apoyar en absoluto la magnitud del conflicto social que genera la simple presencia del lobo, dicho lo cual no es menos cierto que no hay que restar gravedad a las consecuencias que para un pequeño ganadero pueden suponer las bajas causadas en su explotación, aun cuando esta ya sea una cuestión que requiere un tratamiento diferente al planteado por la dicotomía lobo-ganadería, al que pretenden llevarnos sindicatos agrarios e instituciones. Desde luego resulta patético que no existan en España unas estadísticas serias que reflejen todos estos datos con solidez, puesto que para afrontar un problema lo primero que se necesita es conocerlo, y aquí, señores míos, la afectación que la existencia del lobo causa realmente en la ganadería es algo que aún desconocemos. Esto es así, le pese a quien le pese.

Las pérdidas por enfermedades 


Es bien sabido, y ya hemos hecho mención a ello más arriba, que las enfermedades causan más pérdidas económicas en las explotaciones que los propios ataques de lobos. Esto queda patente en las propias demandas de las organizaciones agrarias que buscan compensaciones por los sacrificios de animales a los que se ven abocados en ocasiones para sanear sus explotaciones, dentro de su lucha contra esas enfermedades. De esta forma, la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) pedía al Ministerio en 2017 que se atendiera con urgencia los problemas de movilidad de los animales debido a los brotes de tuberculosis, exigiendo soluciones para "cientos de explotaciones afectadas". Este mismo sindicato afirmaba que "... solo matando vacas no acabaremos con la tuberculosis y sí se llevará a la desaparición a los ganaderos". Así, por ejemplo, lo describen en el documento "La depredación del lobo sobre el ganado vacuno, caracterización del conflicto y propuestas para reducirlo", redactado a partir de un estudio financiado por la Comisión Europea, y elaborado en 2013-14, titulado "Exploring traditional husbandry methodos to reduce Wolf predation on free-ranking cattle in Portugal and Spain": "En la Cordillera Cantábrica, la causa principal de mortalidad del ganado fueron las enfermedades y los despeñamientos"

Aun sabiendo que las bajas por enfermedad superan ampliamente las producidas por el lobo, y que lo mismo sucede con los daños a los cultivos ocasionados por la sobreabundancia de herbívoros silvestres, todos estos daños son asumidos con normalidad, sin generar la crispación mediática que deriva de las acciones del cánido, económicamente mucho más insignificantes. Es paradójico que, mientras los ganaderos exigen el exterminio de este depredador apical, sus presas provoquen perjuicios económicos mucho más cuantiosos transmitiendo enfermedades al ganado y originando graves daños en la agricultura. Aquí falta algo de inteligencia, me parece a mí. Así describía la gravedad de esta transmisión la UPA en 2016: "Las enfermedades objeto de las campañas de saneamiento ganadero están muy vinculadas a la interacción entre fauna salvaje y ganadería ... / ... La presión sobre los ganaderos es altísima y existen algunos factores ajenos a las explotaciones, tales como la fauna silvestre, que en algunas áreas están influyendo de manera relevante en extender la enfermedad". Por su parte la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (ASAJA) se quejaba así de los daños de la fauna silvestre a los cultivos: "... la superpoblación descontrolada de fauna salvaje -sobre todo jabalíes, conejos de monte, cabras montesas y corzo- que este año ha ocasionado unas pérdidas récord de 35 millones de euros en la Comunitat Valenciana". Son solo dos ejemplos de los daños que genera en el medio rural la alteración de los ecosistemas. Pero ahora extrapolemos la gravedad de estos perjuicios al conjunto de la península ibérica y comparémoslos con las pérdidas económicas achacadas al lobo, que según un estudio de Juan Carlos Blanco de 1990 ascenderían, para 2.000 lobos, a 1 millón de dólares aproximadamente (algo menos de 900.000 €).

Como ellos mismos deberían comprender, el lobo es un eficacísimo aliado del sector agro-ganadero como cortafuegos para esos dos problemas: son desproporcionadamente irrelevantes las pérdidas que pueda ocasionar en comparación con los beneficios ecosistémicos que les proporciona.


En este mismo sentido, por ejemplo, se advierte en el capítulo de Conclusiones del "Informe sobre resultados del programa nacional de vigilancia en fauna silvestre 2018", elaborado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, que la enfermad de "la triquina tiene una prevalencia significativamente mayor en jabalíes que en cerdos domésticos, con tendencia temporalmente estable en los dos últimos años". Además, los programas específicos de vigilancia de enfermedades en esta especie de ungulado silvestre advierten que "No obstante, considerando las posibilidades en ascenso encontradas en jabalíes en algunas zonas, ... / ... los jabalíes tienen un papel importante en la transmisión de la tuberculosis al ganado bovino doméstico en determinadas zonas", mientras que respecto de la brucelosis identificada en estos suidos salvajes el informe advierte que "... se observa que la infección se encuentra distribuida por todo el territorio nacional". En cuanto a la transmisión de estas enfermedades desde el ciervo al ganado bovino dice que " ... los cérvidos pueden tener un papel reconocido como reservorio de la tuberculosis, aunque este no tiene el protagonismo que alcanza en los jabalíes".

Debajo un ciervo fotografiado en estado salvaje en una sierra del sur de la península con una claramente mala forma física, muy delgado y con una cornamenta que ha crecido desigual, con cuatro puntas en un lado y cinco y deformadas en el otro. Más abajo otro ejemplo de un macho montés con alguna infección o tumor en la mandíbula en la sierra de Gredos.


Peste porcina, enfermedad vesicular porcina, enfermedad de Aujezsky, tuberculosis, brucelosis, pestivirosis, sarna sarcóptica, turalemia o hidatidosis son algunas de las enfermedades que pueden afectar al ser humano o a sus intereses económicos y que se desarrollan en mamíferos silvestres. Así pues, deberían quedar zanjados los beneficios que para el mundo rural puede representar la presencia del lobo en los ecosistemas compartidos con el ganado doméstico y la agricultura. 

Daños provocados por perros

Ningún amante o estudioso de este depredador discute que el lobo provoca un número indeterminado de ataques al ganado doméstico; es algo que no se puede negar, es incontestable y supone un perjuicio real muy importante para las familias concretas que sufren los daños (no así para el conjunto de la ganadería, como hemos visto anteriormente). A dicho problema hay que buscarle soluciones de carácter preventivo, dado que las basadas en el tiro limpio nunca solucionaron el problema y hoy en día, además, no son aceptadas por la sociedad. Estos ataques al ganado se minimizan, o incluso desaparecen del todo, con el pastoreo de los rebaños, con el uso de mastines y en número adecuado, recogiendo en recintos debidamente protegidas las vacas que vayan a parir, con la utilización de corrales nocturnos custodiados por perros, y con medidas disuasorias, pastores eléctricos, etc. 


Pero igual que es cierto que los lobos atacan y matan ganado, generando con ello una problemática personal y económica para las pequeñas explotaciones familiares, no lo es menos que los perros son igualmente causantes de numerosos ataques. Así lo refleja V. G. Eguren: "... debe prestarse especial atención a las pruebas periciales cuando se examinan los daños al ganado doméstico, no descartando la autoría de perros simplemente porque en la zona haya presencia de lobos (Echegaray y Vilá, 2010). Es más, los perros protagonizan muchos de estos ataques (Talegón, 2004) ... / ... Así, una investigación en nuestro país con perros asilvestrados demuestra que son capaces de atacar y causar daños casi de la misma manera en que lo harían los lobos (Duarte et al., 2014). En las poblaciones de lobos de Europa es importante el control de perros asilvestrados y abandonados que compiten con los lobos por los alimentos y el espacio". Por lo tanto, ante esta evidencia la sociedad se pregunta qué responsabilidad corresponde a cada cual, para no seguir culpando al lobo por inercia de todos los sucesos.

Pues bien, resulta ser una pregunta de imposible respuesta ya que no existe, ni ha existido nunca, una clara intención de nuestras instituciones públicas en cuantificar semejante dato y poner algo de luz sobre este aspecto concreto del conflicto. Resultaría sencillo delimitar responsabilidades y elaborar unas conclusiones que se ajustaran fielmente a la realidad si los peritajes que realizan nuestras administraciones incluyeran muestras de ADN (Matthew A. Mumma et al., 2012; Onorato et al., 2006; Romolo Caniglia et al., 2012; ASCEL, en El Lobo en los Medios; Talegón y Gayol, 2010). En la actualidad los datos que se manejan parten, siempre y solo, de los peritajes que con mejor o peor interés se realizan en base a meros "indicios" localizados en el lugar del suceso, utilizados como "prueba de cargo": mordeduras, excrementos, pelos, la presencia o no de lobos en la zona, avistamientos recientes de ejemplares, ... Las conclusiones finales de estos peritajes dependen totalmente de la buena voluntad y pericia del que visita y atiende la reclamación de daños, y en ningún caso de datos científicos, ya que no hay pruebas genéticas que discriminen si el autor ha sido lobo o perro. En definitiva, un ataque al ganado en nuestro país es o no de lobo en función de lo que el funcionario "crea o suponga" basándose en indicios.

Sin poner en duda a priori la buena voluntad de estos peritos, no podemos olvidar que, en función de estas evaluaciones personales, se ha dirigido siempre la gestión letal sobre la especie. Matar cientos de ejemplares, como se ha hecho durante años, usando como información de partida algo tan poco riguroso como los peritajes resulta muy atrevido y peligroso. Debemos tener claro que solo las técnicas moleculares pueden certificar con un rango de seguridad importante quién es el autor real de un ataque.

A pesar de lo que estamos viendo, en España, como todos sabemos, por norma, todo ataque al ganado que se haya producido en territorios con presencia del lobo es considerado causado por este último, generando una alarma social de gran magnitud y cargando a lomos del depredador las pérdidas que también provocan los perros. En estos territorios, que un medio de comunicación, un político o una asociación agraria generalice como "ataque de cánido" o, en su caso, hable directamente de ataques de perros es puramente anecdótico, cuando no ciencia ficción.

Sin embargo, estos daños provocados por perros ocurren, y mucho más de lo que algunos megáfonos del apocalipsis lobuno desearían reconocer, como veremos enseguida. 


En España hay varios millones de perros registrados. En 2015, por ejemplo, fueron 7.438.689, según refleja el "Análisis y caracterización del sector de los animales de compañía, Informe de Resultados" elaborado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. En general, la inmensa mayoría de ellos están controlados, muchos son animales de compañía y no suponen nunca -ni supondrán- un riesgo para el ganado. No obstante, una mínima fracción de ellos deambula en plena naturaleza sin control, bien porque son perros de la propia gente del campo -donde es muy habitual tener los perros sueltos-, o porque son animales extraviados o abandonados. A estos se les suma otro pequeño número de canes ya asilvestrados que no tienen ninguna dependencia del ser humano y que viven en la naturaleza como cualquier manada de lobos. Según este informe en España, desde 2006 a 2014 se abandonaron (o extraviaron) 769.809 perros, o lo que es lo mismo, la barbaridad de 109.972 perros al año. Para 2020 la Fundación Affinity, que elabora las estadísticas más completas de este problema en España usando para ello la información aportada por 387 protectoras y centros de recogida de animales, estimó que esta cifra ascendía a 162.000, relacionando además el cierre de la temporada de caza con el abandono o extravío de perros destinados a la misma en un 10 % del total de los casos calculados. Además, en su informe advierten que el 72% de los perros recogidos por estas protectoras de animales no tenían el obligatorio microchip, lo que es un número desorbitado que delata el estado de abandono en el que muchos perros viven y el grado de irresponsabilidad de sus dueños. Aunque gran parte de estos animales terminan afortunadamente en centros de recogida donde pueden ser adoptados por otros ciudadanos, lo cierto es que estos datos refrendan la escandalosa realidad de que hay un número mucho más elevado de perros pululando descontrolados -sean dependientes del ser humano o no- por el campo que de lobos, y que algunos de ellos pueden provocar daños en las explotaciones ganaderas, debido tanto a su poca pericia como cazadores como a su habitual vida al lado del ser humano, al que no temen, moviéndose con soltura en un medio humanizado del que siempre han sido comensales.

El ejemplar descontrolado de la siguiente imagen, al que se le ve perfectamente el collar metálico que delata que se trata de un perro con dueño, quedó fotografiado a varias horas de distancia del pueblo más cercano, en una sierra del centro peninsular. Este tipo de imagen, lejos de ser anecdótica, es recurrente, por ejemplo, en los trabajos que se realizan para el seguimiento y conservación de la fauna silvestre mediante fototrampeo.

Por poner otro ejemplo, en la siguiente fotografía vemos a un braco alemán fotografiado un fin de semana, en temporada de caza, en una sesión a las grullas que realicé hace unos años en el interior de una dehesa donde no se estaba cazando. Iba y venía desorientado y claramente desesperado, buscando a su dueño sin conseguirlo, cruzando incluso una carretera cercana.

Con dueño, pero descontrolados, abandonados intencionadamente, extraviados por accidente o naturalizados en el ecosistema formando a veces incluso manadas, lo cierto es que suman un número importante de perros que pueden causar graves daños en la ganadería y que, por sistema, se imputarán al lobo. Muy buen ejemplo de la problemática que suponen los ataques de perros fue el caso de un vídeo en el que se veía a una vaca avileña atacada por un grupo de perros, pero que durante un tiempo corrió como la pólvora en las redes sociales como si de una depredación de lobos se tratara. Así lo viralizó sin ningún complejo la revista cinegética Jara y Sedal haciendo gala de su impúdica línea editorial, a pesar de que en las fotos se podía comprobar perfectamente que se trataba de perros, como vemos en las pertinentes capturas de pantalla:


Cuando ya no se pudo ocultar por más tiempo la realidad del suceso ante la reacción de parte del público, se tuvo que reconocer que en realidad fueron perros de rehala los causantes del ataque:


Podríamos hablar así de múltiples ejemplos respecto de los daños que ocasionan los perros en la ganadería tanto aquí, en España, como en el extranjero. Sin embargo, tomaremos como muestra un botón, eso sí, incontestable al tratarse de un territorio donde no se puede culpabilizar al lobo: las Islas Baleares. Allí no hay lugar para las dudas sobre quiénes son los autores verdaderos de los ataques, teniendo que reconocer, por lo tanto, que nuestros fieles amigos tienen su cuota de responsabilidad cuando están descontrolados, algo de lo que no quieren ni oír hablar en las CCAA con presencia de lobo ibérico. En un artículo publicado en Diario de Mallorca en junio del año pasado se habla de que solo en 2018 en esta isla fueron 52 los sucesos de estas características que acabaron con 331 ovejas muertas, otros 50 hubo en 2019 saldándose con 467 animales muertos, en 2020 se repitieron 28 ataques más muriendo 185 reses, y solo en los seis primeros meses de 2021 perecieron otras 80 más en 17 nuevos ataques. De media, los 147 ataques al ganado en Mallorca se saldaron con la muerte de 1.063 cabezas de ganado (sin contar las heridas), lo que supone 7 ovejas muertas por ataque. Obviamente, el "modus operandi" de estos perros y de los lobos tienen grandes parecidos, y las temidas "lobadas" pueden ser obra, no solo de los lobos, sino también de nuestros perros. Otro ejemplo indiscutible de esto que decimos lo encontramos en Ibiza, donde los ataques de perros descontrolados parecen estar detrás -aunque no sea la única razón- de la disminución de un 50 % en el número de cabezas de ovino de la isla.

Bueno, bueno, amigos, parece que en España no todos los daños achacados invariablemente al lobo en aquellas comunidades en las que prospera deben ser obra suya, ¿no os parece? Y ellos lo saben. Los políticos mediocres que nos gobiernan, los sindicatos agrarios que radicalizan su mensaje, y gran parte de los propios ganaderos que miran para otro lado lo saben, aunque por diversos intereses todos ellos se niegan a reconocer que los perros son responsables también de considerables pérdidas económicas. ¿Será porque da mucha más pena decir que el autor de los daños es el malo del cuento, sí, ese villano que se quería comer a la abuelita en la casa del bosque?

En internet encontramos numerosa información sobre los daños causados por perros en el ganado en los cinco continentes. Aquí en Europa es bien conocido el caso del Reino Unido, que ha sido utilizado en numerosas ocasiones como ejemplo. Allí varios miles de ovejas mueren anualmente por ataques de perros, como bien indica la Sra. Minette Batters, Presidenta del Sindicato Nacional de Agricultores en una comparecencia del 9 de noviembre del año pasado, ante el comité que trataba el Proyecto de Ley de Bienestar Animal: "Nos enfrentamos a una situación en la que cada años mueren 15.000 ovejas".

No, en Castilla y León, Galicia, Asturias y Cantabria no hay ataques de perros al ganado, en España tooooodos los ataques al ganado son obra del lobo.

Debajo una hembra de mastín ajena a la explotación ganadera que pasta en la zona alimentándose de un cordero.


¿Se puede diferenciar el ataque de un perro del de un lobo?

Obviamente no es sencillo. En el informe "El lobo y la ganadería, guía para su tratamiento informativo" Ecologistas en Acción lo dejan claro con el siguiente párrafo: "Por otra parte, es necesario recordar que parte de los daños atribuidos al lobo son producidos por perros asilvestrados, errantes o domésticos. Discernir si un ataque ha sido realizado por lobos o por perros es complejo, a menos que se utilice un análisis de ADN. En algunas zonas se ha comprobado, utilizando estas técnicas moleculares, que un importante porcentaje de daños achacados a los lobos eran en realidad ocasionados por perros". Así pues, según Ecologistas en Acción, distinguir sin análisis genéticos al autor real de un ataque al ganado resulta harto difícil basándose solo en los indicios recabados en el lugar de los hechos, cuando no imposible, lo que coincide plenamente con la autorizada opinión de Javier Talegón (comunicación personal), biólogo experto en el lobo que, entre 2000 y 2003 realizó más de 600 peritajes de reclamaciones en el oeste castellano leonés.

Así lo explican el propio J. Talegón y Xurde Gayol -experimentado guarda de medio ambiente del Principado de Asturias que también ha peritado cientos de ataques- en el capítulo titulado "El uso de estadísticas de predación sobre ganado en la gestión y conservación del lobo en la Península Ibérica" del libro editado en 2010 por ASCEL "Los Lobos de la Península Ibérica, Propuestas para el diagnóstico de sus poblaciones": "... la escasa unanimidad en los criterios y en los métodos de peritación de los daños, así como la insuficiente y desigual formación del personal encargado de realizar las labores de peritaje, son algunos problemas aún pendientes de resolver, en relación a la recogida de información ... / ... una carencia importante es la escasez de equipos de trabajo especializados; lo habitual es que el agente de la zona (rural, forestal, celador, etc.) visite el daño aplicando su criterio particular ... / ... En España la formación del personal encargado de las peritaciones es escasa y desigual, aunque se han realizado cursos específicos sobre ello".

Leyendo este texto, vemos que, en aquellos años en nuestro país no existía ni formación del personal, ni protocolos, ni metodologías comunes en los peritajes, lo que impide analizar estadísticamente la información al no ser ni rigurosa ni comparable. Y esto sucede a pesar de que diferenciar entre perros o lobos en un daño resulta imprescindible para reducir la animadversión que suscita la presencia del depredador entre la gente del campo. Estos dos autores insisten en la necesidad de conocer la "incidencia real" generada por Canis l. s., discriminándola de la causada por perros. Solo mediante la estandarización de los protocolos de peritaje, el uso discrecional de pruebas de ADN y la formación especializada del personal será posible evaluar, por ejemplo, la idoneidad de las medidas preventivas utilizadas y la verdadera incidencia de la especie desde un punto de vista biológico, social, económico, temporal o geográfico.

En este mismo sentido apunta el documento "Declaración del Grupo Campo Grande para el tratamiento del conflicto en torno al lobo" al observar sobre los peritajes que " ... los instrumentos que hay actualmente para conocer los ataques de cánidos a las explotaciones ganaderas no son efectivos de cara a una cuantificación precisa, por lo que la información que proveen actualmente no es un reflejo fiel de la realidad. Por un lado, los criterios que se usan en las distintas comunidades autónomas son diferentes y la información que genera es poco comparable de unas regiones a otras (con protocolos para los agentes medioambientales a veces poco claros). Además, con las evidencias que se obtienen es casi imposible distinguir los ataques de lobo de los de perros asilvestrados ... / ... También, las relaciones personales del ganadero con la guardería pueden mediatizar el procedimiento e incluso, ocasionalmente, se han encontrado casos de fraude en los procedimientos". Este grupo de trabajo apunta, además, a "... que no existe un acceso transparente a la información sobre ataques, daños e indemnizaciones que gestionan las distintas administraciones autonómicas", lo que sin duda facilita una manipulación del conflicto.

Como muy bien apuntan en la declaración anterior, no debemos menospreciar la subjetividad de las peritaciones cuando el propio guarda o celador encargado de realizarlas es, a su vez, ganadero, o cuando existe una relación personal (de amistad o de enemistad) entre el perito y el afectado por el daño, situaciones todas ellas que son relativamente comunes y que obligan a tomar el conjunto de resultados con muchas reservas y prudencia. Tal es así que J. Talegón y X. Gayol en su estudio recomiendan que, para evitar presiones del afectado, la notificación del resultado de la inspección no se haga nunca en el lugar de los hechos. Es tan evidente que los peritajes adolecen de excesiva inseguridad científica que numerosos investigadores, a la hora de usar las dispares y poco homogéneas estadísticas de daños como parte de la información preliminar de sus trabajos, hacen siempre especial mención a la necesaria cautela con la que se han de tener en cuenta (Blanco et al., 1990a y 1990 b / Llaneza, 1995 / Uzal y Llaneza, 2010 / Barrientos y Rico, 1993 / Barrientos et al., 1995).

Visto todo lo anterior, es sencillo concluir que nunca ha sido muy relevante para las autoridades conocer el alcance "real de la incidencia real", valga la redundancia, lo que ha generado durante años un perverso e injusto aumento del rechazo social hacia la especie, y el consiguiente exterminio de cientos de lobos que han pagado con su vida las pérdidas producidas por perros, enfermedades, accidentes o fraudes. Pero si las administraciones nunca se han mostrado proclives a presentar el problema de los daños en su justa medida, es decir, achacando al lobo solo lo que es del lobo y diferenciándolo de los daños con otros orígenes, si que se ha preocupado de alentar, muy por el contrario, el uso de la especie como cabeza de turco, estimular el victimismo del mundo rural y la necesidad de elegir entre el lobo y la ganadería y, en última instancia, entre el lobo y el ganadero. 

En el trabajo de J. Talegón y X. Gayol se expresa claramente algo que parece de primero de carrera, pero que nuestras instituciones ni se lo plantean: "Por otro lado, es deseable disponer de técnicas genéticas como método para obtener información sólida de la autoría de un daño, discriminando así entre lobos y perros". Invertir en hacer estudios genéticos de las reclamaciones de daños es invertir en el conocimiento de la magnitud real del problema, y es invertir en la reducción de la confrontación social gracias a una mayor información sobre la autoría de los daños. Las partidas presupuestarias destinadas a este cometido deberían ser prioritarias y con facilidad se financiarían -al menos en parte- con el propio ahorro de aquellas indemnizaciones que en la actualidad se vienen abonando indebidamente a numerosas reclamaciones fraudulentas, que prácticamente dejarían de existir, acabando de paso, también, con las valoraciones subjetivas y los muy probables errores humanos en las labores de peritaje. Además, que no exista una formación especializada en el análisis de los daños y unos protocolos y plazos generalizados en todo el área de distribución del lobo dificulta el uso de los datos oficiales. Solo homogeneizando unos peritajes serios y profesionales la información obtenida sería uniforme, objetiva y comparable, lo que sí nos permitiría conocer el alcance "real de la incidencia real" del lobo en la ganadería, por fin.

El fraude en la declaración de daños

Entramos aquí en otro tema espinoso que parece levantar también sarpullidos a más de uno. Si políticos, sindicatos agrarios y ganaderos no quieren ni oír hablar de la responsabilidad de los perros descontrolados o asilvestrados en los daños a la ganadería, qué se puede decir de los fraudes que rodean algunas reclamaciones de daños y que manchan la honestidad del resto del colectivo. Aquí el sector ganadero siempre mira para otro lado y parece como si el tema no fuera con él, volviéndose cómplices de la estafa, recordándome mucho a cuando el sector cinegético tira balones fuera cada vez que se menciona la palabra furtivo. En 2010 el periódico on-line El Comercio se hacía eco de un estudio realizado por biólogos y agentes medioambientales de sobrado prestigio en el conocimiento de este depredador (nuevamente Xurde Gayol y Javier Talegón, esta vez junto a otros dos reputados conocedores de la especie: Ángel Nuño y Jorge Echegaray), y publicado en septiembre de dicho año en el Cuaderno 295 de la revista Quercus, en el que se indica que el 10, 13 y 15 % de los daños reclamados sobre una amplia muestra de 473 expedientes revisados y originados en tres regiones distintas de Zamora y Asturias, fueron fraudulentos. Las dos primeras frases del artículo son lapidarias: "El lobo es un depredador al que se imputan más víctimas de las que causa. La picaresca y la posibilidad de sacarle un dinero extra a la Administración motivan reclamaciones falsas, a veces desarrolladas con sorprendente inventiva". Efectivamente, la existencia de fraudes no es negada por nadie, y lo deja de nuevo meridianamente claro V. G. Eguren en su documento de 2015 ya mencionado cuando escribe "Aunque el pago de compensaciones por daños que provoca el lobo es una exigencia de justicia social, también fomenta la picaresca, originando abusos por parte de algunas personas (Blanco el al. 1990a)", o el propio Juan Carlos Blanco cuando escribe en 2002 que "En algunos sitios la picaresca es tan grande que desfigura por completo el significado de las estadísticas".

Desafortunadamente muchos autores, divulgadores y periodistas aún continúan utilizando el término "picaresca" para referirse a estos fraudes (yo reconozco haberlo usado también en el pasado), lo que induce a banalizar la gravedad de los mismos. Es, desde mi punto de vista un error que no volveré a cometer, pues trivializa hechos que generan un importante aumento de la animadversión hacia la especie, además de suponer un quebranto de las arcas públicas y un hecho delictivo en sí mismo. Pretender que el fraude y la picardía sean sinónimos tiene tan poco sentido común, como pretender que un delito y una travesura lo sean, pues eso es lo que son el uno y el otro. 

En cualquier caso, saber hasta qué punto están generalizadas estas reclamaciones fraudulentas de daños por lobo y en qué medida forman parte del problema las propias peritaciones no es sencillo de conocer. Ni siquiera sería justo extrapolar los porcentajes arriba indicados al resto de regiones, porque igual que podrían ser menos, criminalizando entonces injustamente a gran parte del colectivo, también podrían ser realmente muy superiores, restando gravedad a esta problemática. El artículo publicado en El País en julio de 2016, titulado "El negocio sucio que rodea al lobo" describe las investigaciones e imputaciones que el SEPRONA llevó a cabo sobre un entramado delictivo constituido por guardería y ganaderos para cobrar indemnizaciones fraudulentas. Mucho más conocido es el fraude, ya clásico en Asturias, de los potros comprados en Portugal o Galicia por 50-100 € y abandonados en el monte asturiano para que los lobos los mataran y cobrar indemnizaciones que rondan los 800 €. Independientemente de lo que se termine demostrando en los juzgados, es voz populi que estos hechos son mucho más comunes de lo que finalmente acaba haciéndose público. La problemática que engendran estos delitos representa un factor relevante a tener en cuenta, ya que es el estafador y no el lobo el que engorda la bronca social. Una vez más se crucifica mediáticamente a un animal que, al menos en esos casos, ha sido inocente, y que puede acabar en un control letal.

En definitiva, estos fraudes sobredimensionan la problemática real, amplificando tanto la crispación social como el perjuicio económico, y esto es así ante la opinión pública, ante las administraciones y ante el resto de ganaderos.

A pesar de todo lo expuesto, durante años estos hechos dolosos no han estado en el punto de mira de las administraciones regionales, y hay un consenso general respecto de que se ha sido demasiado flexible e indulgente en la valoración de muchos de los expedientes a la hora de adjudicar la autoría de un ataque finalmente al lobo en vez de al perro, con el fin de acallar el malestar de la gente del campo mediante indemnizaciones, ayudar a familias de economías modestas o incluso evitar que algunos ganaderos se tomaran la justicia por su cuenta. Si no ha habido un serio interés en perseguir estas estafas, y si además se ha sido poco riguroso a la hora de valorar la reclamación tenemos que, con seguridad, en demasiadas ocasiones se le ha achacado al lobo un daño que no ha realizado realmente o que, al menos, no ha estado suficientemente demostrado. El resultado final es el de siempre, se culpabiliza a la especie por inercia cultural, porque es lo más sencillo y porque alguien obtiene algún tipo de beneficio. 

Todo estos hechos y dudas que rodean las reclamaciones de daños hacen que, en definitiva, los peritajes tal y como se hacen en nuestro país NO SIRVAN para saber con seguridad la causa de la muerte de una res.

Resumen

Así pues, con todo lo que hemos venido comentado hasta ahora nos podemos preguntar: ¿qué sabemos con seguridad? Pues con seguridad ...

- Sabemos que el lobo puede ser un inmejorable aliado del ganadero, reduciendo las poblaciones de herbívoros -y eliminando a los animales enfermos- y así minimizando la transmisión de enfermedades al ganado.

- Sabemos que el lobo causa un número indeterminado de bajas en la cabaña ganadera.

- Sabemos que el perro también causa un número muy importante de bajas.

- Sabemos que los ataques de perros al ganado suponen un problema grande también en regiones y países donde no existe el lobo.

- Sabemos que los ataques de cánidos (perro y lobo) afectan a menos del 1 % de la cabaña ganadera.

- Sabemos que solo los análisis genéticos pueden determinar con seguridad al autor de un ataque.

- Sabemos que en España no se realizan estos análisis genéticos de forma general, solo muy puntualmente.

- Sabemos que la valoración de un daño es, en general, una apreciación personal y particular, no científica.

- Sabemos que no existe, en general, una especialización de los peritos que visitan las reclamaciones.

- Sabemos que no hay una formación, metodología y protocolos homogéneos en todo el territorio nacional, siendo muy desigual entre regiones.

- Sabemos que existe un fraude importante en la reclamación de daños.

- Sabemos que las enfermedades son mucho más letales que los daños provocados por cánidos.

- Sabemos que la problemática que afecta a la ganadería es de otra índole (coyuntural, económica en un mundo global, ausencia de relevo generacional, abandono de las instituciones del medio rural, etc.)

En definitiva, "sabemos que no sabemos" cuánta responsabilidad hay que imputarle al lobo y cuánta a otros factores -perros, fraude, etc.-, pero que es, desde luego, muy inferior a la que se le achaca. Y sabemos, por lo tanto, que el lobo no es el caballo de Atila que va a acabar con la ganadería en España.

Parafraseando aquel dicho popular que dice que "no es oro todo lo que reluce" a la vista de todas estas cuestiones podemos asegurar que NO ES LOBO TODO LO QUE SE DICE.

5 de noviembre de 2021

La cuestión del lobo, resumiendo

Con el paso de los años se hace patente la notable evolución que han sufrido los contenidos de Cuaderno de un Nómada. Obviamente no ha sido algo premeditado, y en este caso ha sido el propio camino el que va marcando el destino, y no al revés.

Aunque la naturaleza y su observación, así como una cierta labor de educación ambiental, formaron parte esencial de la filosofía de este espacio desde sus inicios, es en los últimos años cuando se está haciendo más notorio, a la vez que pierden peso otro tipo de propuestas. Y de entre los temas más recurrentes que encontramos en estos últimos tiempos, sin duda, la problemática que rodea la presencia del lobo en nuestro país sobresale por méritos propios. Ya lo siento yo; me hubiera gustado que la conservación de esta especie no hubiera necesitado nunca de tanta tinta vertida, pero la tinta se vierte exactamente en la misma medida en que lo hace también su sangre. Y creerme, no es una frase petulante.

La primera ocasión en la que me sentí en la obligación de denunciar su situación fue en un lejano 24 de enero de 2013, pero no porque no hubiera sobrados motivos para haberlo hecho antes -siempre han existido demasiadas razones para denunciar su linchamiento-, sino porque este espacio en la red nació con otro enfoque. Me vais a permitir que me extienda un poco en recordar la situación que motivó aquel primer río de tinta.

Aquel artículo de opinión inaugural lo titulé Picos de Europa entre bambalinas, y en él denunciada la ignominiosa gestión que la dirección del Parque Nacional de Picos de Europa (PNPE) venía desarrollando de la especie. La muerte en un espacio de tiempo de solo seis meses de dos lobos a manos de la propia guardería del PNPE y de la Junta de Castilla y León fue la gota que colmó el vaso de todo lo asumible. ¿Y por qué? Porque ambos ejemplares habían sido radiomarcados con collares GPS-GSM en un costoso estudio científico costeado con dinero público. Todos los que conocemos la enconada persecución institucional a la que se somete al lobo sabíamos que aquellas investigaciones auspiciadas por el propio PNPE pretendía ir más allá del mero conocimiento científico como herramienta de conservación, y buscaba en realidad un mayor control sobre el cánido para aumentar la efectividad en su persecución. Aquellas dos muertes demostraron el descontrol de los controles ejercidos dentro del Parque Nacional, ya que no estaba premeditado que los lobos eliminados fueran aquellos dos radiomarcados. El suceso fue escandaloso como pocos, además de infame y sancionable en manos de un juez responsable ya que matar por error un lobo con collar puede ser considerado un accidente, pero dos .... en fin, se hace muy difícil pasarlo por alto y es, como mínimo, una negligencia grave que supuso un claro despilfarro de dinero público (500.000 €). Sin embargo, vergonzosamente nadie dimitió por ello ni fue sancionado.

Estos lamentables hechos se vinieron a sumar a la injustificable muerte a golpes de una camada compuesta por siete lobeznos de pocos días de edad, unos años antes, en 2004, por el propio biólogo del PNPE encargado de la conservación de la especie, el conocido "experto" en lobos Sr. Borja Palacios Alberti. Este primer suceso, a pesar de los 8-9 años transcurridos hasta la muerte de los dos lobos radiomarcados (uno en agosto de 2012 -conocido como Marley, y cuya muerte dio lugar a la aparición de una ONG con dicho nombre- y el otro en enero de 2013), no se había olvidado aún en 2013 y aún hoy en día se hace imposible hacerlo, persiguiendo con seguridad al mencionado Borja Palacios (prefiero quitarle el apelativo de Sr.) toda su vida dado que, entre otras cosas, no existía ningún permiso oficial para eliminar la camada, siendo por lo tanto una decisión personal. Fue denunciado, obviamente, pero la jueza, en una sentencia que nadie comprendió y que se viene a sumar a otras con similares resultados, decidió archivar la denuncia al no considerarlo "un acto grave" puesto que la propia administración del parque ya estaba realizando controles sobre la especie. Para la dirección del parque tampoco debió ser ningún problema mantenerlo como Técnico de Conservación, siendo posteriormente durante algún tiempo incluso el Secretario del Patronato, lo que deja a cualquiera estupefacto: no solo no se le había expulsado del PNPE, sino que seguía siendo alguien relevante en el mismo. En el siguiente enlace, publicado muchos años después (en 2018) en La Nueva España sobre el rechazo de los ganaderos al Parque Nacional, podemos leer un último párrafo que no deja lugar a dudas sobre qué continúa opinando este biólogo sobre cómo se debe conservar la especie: "La grata sorpresa de la mañana la dio el Sr. Borja Palacios, biólogo del Parque Nacional de los Picos de Europa, micrófono en mano, mostró su apoyo a las peticiones: controles efectivos de sus poblaciones en defensa del mundo rural". Sí señor, un nombre y unos apellidos que habrán quedado grabados a fuego en nuestra cabeza para siempre, y que nunca, nunca, nunca vamos a olvidar.

Poco más se puede explicar de la situación de extrema persecución institucionalizada que sufre la especie en este Parque Nacional, y solo resulta explicable porque es la propia dirección del parque la que tutela esta obscena manera de "conservar" la especie. Todo esto no puede ser considerado más que de indecente al tratarse del más emblemático Espacio Natural Protegido de nuestro país, con el permiso de Doñana y Ordesa, y ofende pensar que gente así rige sus destinos. 


No fue hasta el 9 de enero de 2016 cuando volvía a hablar del lobo para anunciar la apertura unos meses antes del Centro del Lobo Ibérico en Robledo, cerca de Puebla de Sanabria, en un post que titulé El gran proscrito. En aquella oportunidad me hacía eco, no solo de la posible labor divulgativa que el centro podía llevar a cabo sobre la realidad del lobo ibérico entre el público general, sino que lo hacía también sobre la paradoja de que dicha instalación hubiera sido puesta en marcha por una de las administraciones autonómicas que más daño a hecho a la especie, siendo responsable de continuos controles al sur del Duero, de cupos cinegéticos esquizofrénicos, de la sistemática y obsesiva persecución en las Reservas Regionales de Caza, que llegaban a rozar la psicopatía a pesar de que en ellas los ataques al ganado doméstico son prácticamente inexistentes, y de la manipulación de la opinión pública con informaciones falsas sobre el estado de conservación del lobo. Todo parecía, pues, obedecer a un simple lavado de imagen. 


Pero es a partir del 27 de noviembre de 2019 cuando mis referencias a su difícil conservación aumentaron considerablemente. En la entrada titulada El lobo, o justificar lo injustificable describía las incongruencias en las que caen quienes quieren justificar la eliminación de los lobos incluso cuando estos se alimentan de animales silvestres. Se les cae así su necia máscara de los amantes de la naturaleza, y quedan en evidencia que lo son solo del gatillo, puesto que si antes alegaban que había que cazarlos allí donde comía ovejas, ahora también lo piden en donde se alimenta de herbívoros silvestres. Así, en el Parque Regional de la Sierra de Gredos se llevó a cabo una deplorable campaña de criminalización del carnívoro para justificar su persecución. Su pecado: alimentarse de cabras monteses. Estaban allanando el camino para que se aceptara su eliminación también en este ENP. Lo que debería ser una buena noticia porque NO se alimentaba de ganado doméstico, resultó ser justificación suficiente para, de nuevo, continuar con su persecución. Otra incoherencia bochornosa.


Sobre el nefasto manejo que viene haciendo de la especie la Junta de Castilla y Léon y que ha acabado en varias ocasiones en los tribunales me desahogué en Un cuento de lobos, jueces y políticos, donde quedan en evidencia las recurrentes extralimitaciones en las que incurre esta administración autonómica en relación con la gestión letal que hace del lobo, y que a menudo se acaban dirimiendo en los tribunales de justicia. En materia de medioambiente son muchas las veces en las que son los jueces los últimos y verdaderos garantes del interés general, resolviendo sobre las recurrentes denuncias de la sociedad civil, ya que nuestros políticos y sus técnicos parecen estar mucho más preocupados por ciertos intereses sectoriales, particulares o de partido. En el caso del modelo de gestión letal del lobo en Castilla y León esto se hace muy patente. El TSJCyL declaró en 2020 ilegal los planes de Aprovechamientos Comarcales del Lobo al norte del Duero para las temporadas 2016-2020. No podemos olvidar que también fueron los tribunales los que tuvieron que indicarle a la JCyL que el lobo no era una especie ni cinegética ni cazable, y que incluso el mismísimo Plan de Conservación y Gestión del Lobo en CyL fue anulado también por el citado TSJCyL, y que su sentencia fue confirmada por el Tribunal Supremo en 2018. Sobre algunos flecos de estos disparates administrativos y políticos podéis leer la entrada del 3 de enero de 2020.


Sumamos y seguimos, esta vez con una entrada fundamental. En el artículo publicado el 30 de septiembre de 2020, El lobo y el conflicto de las cifras, trataba la polémica que siempre suscita la cifra real de lobos que puede haber en nuestro país. Todos los que conocemos bien el conflicto que provoca la conservación de esta especie sabemos sobradamente que las cifras oficiales que estiman el número total de ejemplares se inflan malintencionadamente. Esto se hace por varios motivos: para justificar los controles poblacionales; para esgrimir su hipotética expansión; además para argumentar que ha sido la caza la que ha permitido dicho crecimiento; y, por supuesto, para elevar los cupos de precintos cinegéticos. En definitiva, para justificar su cacería. Pues bien, en esta ocasión hago un análisis de la evolución histórica y reciente de la especie y del probable estado actual REAL, en base a criterios científicos reconocidos internacionalmente, desmontando las cifras sobredimensionadas que groseramente las administraciones airean a los medios de comunicación. La media de ejemplares por manada admitida internacionalmente por la comunidad científica oscila entre los 4 y los 5 ejemplares, peeeeero ... en España nuestras administraciones han venido barajando cifras de 8-10, lo que duplica la estimación final. Por poner un ejemplo explicativo, en el censo de manadas de 1988-89 se localizaron 294, pero 26 años después, en la estima de 2014-15 se contabilizaron 297: en un cuarto de siglo largo solo había crecido la población en 3 grupos, pero el número de ejemplares casi se había duplicado según las cifras oficiales aireadas por políticos mentirosos. Es más, incluso el número de grupos puede ser puesto en duda, en tanto que en no todos ellos se pudo constatar reproducción, requisito que internacionalmente se considera necesario para que científicamente se contabilice a un grupo con tal. Algo no cuadra, obviamente. La tan cacareada expansión se convierte así en un claro estancamiento como consecuencia de la continuada rabiosa gestión letal que las CCAA ejercen compulsivamente.


En Política, ideología y fantasía, publicado el 28 de noviembre de 2020, trataba la paralización del trámite reglado para la inclusión de Canis lupus signatus en el LESRPE. Parece que proteger al lobo resta votos y nadie quería asumir esta bronca social.


Especialmente relevante resulta también la cuestión tratada el 7 de diciembre del año pasado: las implicaciones reales que tiene la continua muerte de lobos, tanto a nivel biológico para la especie, como para los ecosistemas o el propio sector ganadero. En La caza del lobo, ¿de qué estamos hablando? repasaba algunos de los problemas que sobrevienen tras estas matanzas sistemáticas e indiscriminadas, como la desestructuración de los clanes familiares, el incremento de los ataques al ganado como resultado de dicha desestructuración, la pérdida de "músculo" depredador que dificulta a las manadas la caza de herbívoros silvestres peligrosos o difíciles (ciervo, jabalí,...) y que condena a algunos grupos a fijarse precisamente en el ganado doméstico, el subsiguiente temido aumento de la conflictividad social, la propagación de enfermedades infecciosas entre la fauna silvestre, y el salto de estas al ganado doméstico, el desequilibrio del ecosistema, la proliferación de mesodepredadores que afectan, a su vez, a terceras especies y que acaban repercutiendo negativamente también sobre la cubierta vegetal en un efecto en cadena, los perjuicios derivados del aumento demográfico de herbívoros silvestres para los agricultores, o el empobrecimiento genético del lobo ibérico, cuya población actual desciende de unos 50 ejemplares solamente.


Pero si resulta fundamental conocer las consecuencias que derivan de la caza del depredador tratadas en el post previo, mucho más importante es aún conocer el alcance real del furtivismo, siempre ninguneado por unas administraciones que nunca lo han perseguido. Y digo que es más relevante aún porque este tipo de delincuencia representa el principal factor en la muerte del lobo ibérico. El 1 de febrero de 2021 publicaba Lobos, furtivismo y la cuenta la vieja, intentando poner una cifra a la invisible, pero descomunal, pérdida de ejemplares que cada año tiene que soportar la población española de este cánido. Hay que decir que esta cifra nunca fue tenida en cuenta por las CCAA a la hora de elaborar sus ya macabros programas de control preventivos y/o explotación cinegética del lobo, con lo cual eran ejemplares que morían y se sumaban anónimamente a los cazados legalmente, a los que morían por causas naturales, y a los atropellados. La cifra resultante pone los pelos de punta. Partiendo de datos oficiales es sencillo inferir el número de individuos que deben morir ilegalmente cada año. La cifra resultante es comparada con otros datos oficiales parciales (locales o regionales) que vienen a confirmar que cada año del orden de entre 500 y 700 lobos mueren ilegalmente por la mano del hombre, incluidas las camadas de cachorros que son eliminadas en sus cubiles (como la de nuestro amigo biólogo). Esta altísima cifra está detrás del evidente estancamiento de la población del cánido, y que, como ya hemos visto arriba, pasó en 26 años de contar con 294 manadas, ocupando una superficie de unos 100.000 kilómetros cuadrados, a 297 en unos 80.000 kilómetros cuadrados. 


Continúo. El 5 de febrero de este mismo año me hacía eco de la aprobación de inclusión de Canis lupus signatus en el famoso LESPRE en todo el territorio nacional, en el artículo que titulé El lobo, aquel gran proscrito, quedando a la espera de que apareciera publicado definitivamente en el BOE, algo que debería haber sucedido en un plazo de tiempo de entre uno y dos meses.


En ¿Radical yo, Odile?, que subí el 4 de marzo venía a dar respuesta a una entrevista publicada en un periódico local a una de las hijas de Félix Rodriguez de la Fuente en la que ella, a raíz de la inminente nueva situación legal del lobo en todo el territorio nacional, calificaba de radicales a quienes defendemos dicha medida de protección. Además, la entrevistada predecía una más que probable represalia del sector ganadero contra la especie como efecto rebote a su inclusión en el LESPRE. Sin duda, tildar de radical a quien opina diferente resulta muy injusto, cuando no extremista y sectario. Roza la intolerancia, por lo que yo le aconsejaría ser más cuidadosa con los términos usados. En cualquier caso, es ella misma la que da pistas de quién es en realidad aquí el radical cuando predice una revancha del ganadero si se hace efectiva dicha protección legal. Ella parece olvidarse, además, de que dicha hostilidad contra el lobo se lleva practicando siglos, no siendo algo nuevo, sino el modus operandi desde tiempos ancestrales. Es precisamente porque existe esa ira desde siempre, y porque en los últimos años se ha intensificado, que se ha vuelto más necesario que nunca incluir a Canis lupus en el listado, YA, de un modo urgente. Aducir que su inclusión provocará un efecto rebote perjudicial, es simplemente ponerse de perfil ante el alcance real de la fanática persecución que sigue sufriendo por parte de cazadores, ganaderos y administraciones regionales. Haría muy bien Odile en leer la entrada de este blog que trataba el tema del furtivismo para comprender que la protección integral se hacía imperiosa para que, al menos, las administraciones no continuaran con la delirante sangría que han venido llevando a cabo durante medio siglo.


El 14 de mayo, añadía un nuevo post sobre la especie titulado De cobardía, en el que no podía por menos que criticar la lamentable prórroga de varios meses en la publicación en el BOE de la inclusión del lobo en el LESPRE, y que parecía obedecer a una falta de valentía en rematar el trámite reglado que se han visto obligados a realizar, no por iniciativa propia, sino por imposición de UE, y que supuso, obviamente, que siguieran muriendo más animales durante esa ampliación del plazo.


El 11 de septiembre me hacía eco de las opiniones de algunos ganaderos sobre este gran carnívoro en El lobo y el ganadero, y en las que podemos comprobar cómo diversos profesionales de la ganadería no solo consideran posible la convivencia del ganado y el lobo, sino que lo demuestran en su día a día desde hace años. Testimonios que confirman que quien quiere puede mantener sus rebaños en extensivo en tierra de lobos sin que estos le provoquen bajas en la cabaña. Más claro y alto no se puede decir. Estos ejemplos ilustran claramente que lo que enturbia la cuestión es simplemente el odio cultural que arrastra el depredador y que en la actualidad alimenta un conflicto que solo puede ser calificado de mediático y político. 


La siguiente ventana abierta a la actualidad del lobo venía irremediablemente a colación de la definitiva publicación en el BOE de la nueva cobertura legal de Canis lupus signatus. La tan esperada publicación se hizo efectiva el día 21 de septiembre, y esa misma mañana publicaba Reflexiones, el lobo y su nueva situación legal. El temido día para unos de su efectiva protección, fue para otros muchos una inolvidable jornada que no dudamos en considerar de histórica, tras décadas denunciando la pervertida persecución que las CCAA habían normalizado en sus territorios, donde la "excepcionalidad" de los controles letales se había generalizado con la más insultante desfachatez. El día a día de la gestión del lobo hasta ese día había estado constituido por los controles letales -a veces incluso "preventivos", sin esperar si quiera a que se produjeran perjuicios en las cabañas ganaderas-, cupos cinegéticos desaforados, ejemplares tiroteados por funcionarios en ENP (incluso al sur del Duero) y en las RRC porque se alimentan allí de ciervos, jabalíes o cabras monteses o la vergonzosa dejación de funciones crónica en la persecución del furtivismo. Aquella situación había que atajarla, y por fin se hizo.




Histórica, sin duda. Esa fecha no se olvidará en las generaciones futuras y marcará un antes y un después en la conservación de la biodiversidad de nuestro territorio, además de representar un punto de inflexión en la visión que la sociedad debe tener respecto de lo que representa, no solo la gestión letal para esta especie, sino incluso nuestra relación con el resto de la naturaleza.

En Parte del problema, publicada el 27 de septiembre, trataba algunos aspectos del conflicto social que rodea a esta especie donde diversos actores se suman y complican casi cualquier entendimiento: medios de comunicación, sindicatos agrarios y políticos mediocres. Así, la Junta de Castilla y León, lejos de apaciguar los ánimos e intentar acercar posturas, mediando entre unos y otros, se sitúa del lado oscuro y miente a la sociedad cuando, por ejemplo, transmite a través de la televisión pública autonómica cifras falsas del número total de lobos presentes en la comunidad. Esta administración regional se ha opuesto desde siempre a la protección del mismo para no perder los votos del sector agropecuario, y ha dejado de ser garante de la conservación del medioambiente castellano leonés. En realidad, nunca lo fue, los continuos y numerosos juicios perdidos ante las denuncias de las organizaciones ecologistas así lo demuestra. Las cifras que vimos en aquellos noticiarios autonómicos indicarían que cada una de las 179 manadas que pudiera haber en nuestra comunidad (si es que alguien se cree de estos mentirosos también este dato) tendrían 8'9 lobos, lo que supone una discrepancia frontal con lo estimado por la comunidad científica internacional, como ya hemos visto más arriba. Es más, ni siquiera se alcanza en todo el territorio nacional esa cifra de 1600 ejemplares antes de los partos.


Sin embargo, no podemos olvidar que para muchos conciudadanos del ámbito rural el nuevo paraguas legal que protege al lobo supone para ellos, desde su punto de vista, un ataque directo a sus intereses y harán lo posible por hacerse oír, al menos. Está en nuestra mano seguir explicando a la sociedad la realidad del conflicto con datos reales y contrastados, e intentar hacerles comprender que el enemigo no es el lobo, ni los conservacionistas, sino el inmovilismo en el que se encierra gran parte del mundo rural y las arengas cizañeras de administraciones y sindicatos agrarios. Y no lo digo yo solo, lo explicaba muy bien uno de los ganaderos de la citada entrada titulada El lobo y el ganadero: "Pero no, es muy fácil echarle la culpa al lobo, usarlo como chivo expiatorio para no sentarse a hablar entre todos del futuro de la ganadería extensiva, de las pequeñas explotaciones, de los pueblos ... / ... Yo entiendo que mi padre y la gente de su edad en aquellos tiempos quisieran matar al lobo, pero, hombre, no sé, o evolucionamos y progresamos y entendemos lo que es el equilibrio en el campo, la defensa de la biodiversidad y de la agricultura y ganadería en extensivo ... o nos la pegamos ..., y nos tiramos todos por el barranco."


Una última entrada titulada La sandez de la semana me servía el 31 de octubre pasado para hacer ver al lector lo peligrosas que resultan las palabras inadecuadas en boca de algunas personas. Si cuando debemos mediar en las discrepancias no dejan de aparecer personajes como el que motiva dicha entrada, va a resultar muy difícil que alcancemos nunca la deseada convivencia, no solo entre la gente del campo y la especie, sino entre el mundo rural y el conservacionista. Resultan tremendamente dañinas las palabras cuando son escupidas por personas malintencionadas o ignorantes. Ya lo dijo Ramond Llull hace siete siglos: "La palabra es el arma más poderosa". El daño que se continúa infringiendo a la especie, no ya con el rifle, sino con las palabras vomitadas por personas con cierta proyección social es enorme y con seguridad mayor que la de la propia bala, porque lo que provocan es odio. Odio siempre maquillado por expresiones como "... nosotros no pedimos su exterminio, pero ...", o "... a nosotros nos gusta mucho también el lobo, aunque ...", o aquella recurrente de "... solo queremos que viva donde deba y pueda vivir". Lo malo es que son muchos los personajes como el del artículo que, creyéndose en posesión de la única verdad, dejan caer frases lapidarias y sensacionalistas como la aparecida en un periódico Castellano-leonés de boca de este sujeto cuando advierte "Que a nadie se le olvide que el lobo es un animal precioso -¿veis? ahí nos ha soltado la frase-maquillaje-, pero si tiene hambre se puede comer a un niño" y que igualmente repitió en un programa de TV autonómico en hora de máxima audiencia, al tiempo que aprovechaba la oportunidad que le brindaba aquel medio de comunicación para alarmar más aún vinculando la existencia del lobo con la transmisión de enfermedades peligrosas al ganado o las personas. No podemos dejar de pensar que esta afirmación era claramente malintenciada, porque por su profesión -veterinario- no puede ser un ignorante de que son precisamente los depredadores los que minimizan, limitan y/o impiden la expansión de enfermedades peligrosas entre los herbívoros silvestres y de estos al ganado doméstico. En mi opinión hay que ser un sinvergüenzada para lanzar al aire semejante relación entre lobos y transmisión de enfermedades.


Visto cómo sigue el ambiente de caldeado vendrán más entradas sobre este bello animal. Por desgracia, seguro que muchas más. Quedan, además, importantes temas que ir desgranando, como la responsabilidad real de los perros en muchos ataques al ganado, al ser atribuidos siempre ipso facto a su antecesor salvaje. O la de la prensa en la magnitud del conflicto. O la deuda que tiene la picaresca de los paisanos en la dimensión del problema, al constituirse en muchas ocasiones en amplificadores de mentiras, exageraciones y suposiciones sobre la autoría o la realidad de los sucesos. O sobre el fraude generalizado en el entorno rural, donde es habitual que las reses muertas por otras causas sean abandonadas en el campo para que sean carroñeadas por el depredador y poder, así, atribuirle su muerte y cobrar una indemnización fraudulenta; o cuando se pretende cobrar dos veces una indemnización haciendo pasar por ataques diferentes lo que en realidad debería ser solo un expediente; o el vergonzoso y delictivo caso de los potros pequeños comprados por poco dinero y abandonados a su suerte en la montaña para cobrar una indemnización muy superior al de su compra si aparecen muertos y carroñeados por el depredador, etc.

Si sobre algún animal se han vertido a lo largo de los años ríos de tinta ese ha sido, sin duda, sobre el lobo. Pienso que estos 16 post (incluido este que estás leyendo) que han ocupado un espacio en este diario virtual constituyen una radiografía fiel a la realidad. Suponen en su conjunto un análisis, creo que certero, de porqué levanta pasiones. Puesto que vivimos en una sociedad ya mayoritariamente conservacionista, que ampara unos valores ambientales mucho más respetuosos que los que mantuvimos en el pasado, ya no se entiende que la muerte de lobos sea la única manera de relacionarnos con la especie. La sociedad ha evolucionado y no comprende que algunos sectores del mundo rural, cinegético y político se anclen al pasado, cuando la persecución del cánido era una cuestión de supervivencia. Esa obsesión por seguir aniquilando al padre de nuestros perros ya no tiene cabida en la concepción del siglo XXI, como no lo tiene seguir matando rapaces o linces, por ejemplo, lo que hoy en día a todos nos parece una barbarie, horrorosa y sin sentido. Sin embargo, rapaces, linces o lobos comparten los mismos cometidos ecosistémicos que los vuelven imprescindibles para el mantenimiento medioambiental. Si todos ellos fueron calificados de alimañas en el pasado, ¿por qué, entonces, solo al lobo se le sigue gestionando como tal?

NOTA: Con posterioridad a la publicación de este post, aparece la entrada El lobo, i-responsable, publicada el 31 de enero de 2022, en la que podemos comprender cómo se imputan a este animal más perjuicios de los que realmente le corresponden, y cómo nuestra gestión de la especie y nuestra relación con ella adolece de una gran falta de información científica y estadística sobre esa responsabilidad.

Además, el 22 de abril de 2022 publico una más titulada Patética Jara y Sedal en la que critico esta a revista cinegética ligada a RTVE por el uso del miedo como herramienta para luchar contra la nueva protección del lobo, mintiendo respecto del peligro real que supone para el ser humano la presencia de este cánido, presentándolo como animales devoradores de niños.

En otra nueva entrega sobre este animal, el 20 de diciembre de 2022 añado otra titulada Hablemos de política en la que repaso el uso político del conflicto que rodea al lobo por parte de nuestras autonomías como herramienta de manipulación social para alcanzar objetivos partidistas, situándolo en el centro del debate político de un modo irresponsable e injusto.

Como un goteo seguirán apareciendo nuevas entradas sobre el lobo. El 19 de abril de 2023 en ¿Ninguneamos el furtivismo? se hace hincapié en la ausencia de persecución de este tipo de delincuencia por parte de las CCAA, centrándonos en cuestiones relacionadas con Asturias y Castilla y León, a pesar de la nueva cobertura legal que el LESRPE otorga a la especie. Y tan solo unos días después, el 10 de mayo, hacíamos un repaso de cómo trabajan algunos furtivos en la Cordillera cantábrica, en un post que titulamos Caza, furtivismo y descontrol, donde podemos comprender la impunidad que sienten muchos cazadores para actuar fuera de la Ley en las montañas cantábricas, pero también en otros puntos de nuestra geografía. 

En la entrada ¿Parque Nacional ... de los Picos de Europa? revisábamos algunas de las cifras de lobos muertos masacrados en el único Parque Nacional español que durante muchos años tuvo entre su fauna a esta especie, para vergüenza de sus gestores y los biólogos que debían conservar y proteger un bien común y general de todos los españoles, anteponiéndolo a los intereses sectoriales privados de un colectivo. Estos datos los conocimos públicamente gracias a un informe que hacía balance del número de lobos muertos desde 1986.

Y en cuanto a vergüenza ajena es la que dio la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos, cuando publicó una nota de prensa a favor del control de lobos y de la que obviamente me hice eco en la entrada Vergonzosa FCQ, y en el que era imposible no criticar una posición tan antiecológica e interesada, y que dejaba a la citada fundación a la altura de cualquiera de los sindicatos agrarios que vociferan en contra de la existencia del lobo. Tristísimo que esto suceda con una entidad que se autodefine como conservacionista y preocupada por la biodiversidad de nuestros ecosistemas.

El 24 de noviembre de 2023 publicaba Una carrera de fondo, artículo en el que criticaba la falsedad de los ambientes políticos y periodísticos cuando en muchas ocasiones trtan las noticias sobre el lobo con intereses particulares que nada tienen que ver con la verdad y el rigor periodístico, sino con los réditos políticos (votos) y económicos (espectadores/lectores), o incluso con la mera ideología conservadora capaz de anteponer medias verdaderas, verdaderas mentiras y falsedades absolutas con tal de gradar a un sector de la sociedad en contra del bien común que supone la conservación del medio ambiente y su biodiversidad.

En Observaciones de campo del lobo ibérico 2.0 invitaba a los lectores interesados a adquirir un nuevo libro sobre esta especie emblemática diferente a lo que habitualmente se publica sobre ella, editado y publicado por José Barrueso Franco, sin duda un gran conocedor de la biología del lobo, pero también mucho más que eso, un apasionado naturalista que integra en su día a día lo que representa la educación ambiental, algo tan necesario hoy en día como a mediados del siglo pasado, a donde parece que hemos retrocedido en los últimos años.

El 5 de febrero de 2024 aparece una entrega más de la barbarie humana en la persecución del lobo, pero esta vez en unos países que se autodefinen como verdes y amantes de la naturaleza, vinculados a ella emocionalmente como ningún otro. En Escandinavia, ¿paraíso natural? destapo la máscara verde con la que se cubren su hipocresía, pues mientras se venden como enamorados de esa naturaleza de la que presumen masacran y exterminan sin piedad alguna al lobo en sus territorios.

Y solo unos días más tarde, el día de San Valentín, 14 de febrero, añado la entrada Administraciones, lobos y radiomarcaje, un coctel oscuro, en el que repasamos la última moda entre algunas de las CCAA matalobos de llevar a cabo un radiomarcaje masivo de lobos que, como mínimo, es opaco y rodeado de secretismo, y sospechoso desde el mismo inicio, dado que un porcentaje de animales con collares ya han muerto furtivamente o en circunstancias sospechosas y las aparentemente malas praxis de algunos de los investigadores encargados de las capturas y seguimiento. Todo lo que rodea estos proyectos no hace sino poner el foco en los motivos reales que pueden estar detrás de este nuevo interés de las administraciones lobicidas que lo llevan a cabo, y que nadie se cree sean precisamente destinados a proteger la especie.