Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.
Mostrando entradas con la etiqueta Pirineos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Pirineos. Mostrar todas las entradas

29 de septiembre de 2021

Luces de montaña

Contento con la Mención de Honor de una de mis fotografías presentadas al IV Certamen de Fotografía de Naturaleza y Ecoturismo, en Naturcyl, la Feria Internacional de Ecoturismo de Castilla y León, celebrada el pasado fin de semana en Ruesga, Palencia. Suelo concursar poco en estos certámenes fotográficos, o mejor dicho casi nada, de guindas a brevas que diríamos coloquialmente, así que ... pues eso ... contento. Lo mejor del fin de semana, por supuesto los reencuentros con buenos amigos y el bicheo por la zona. Ahí os dejo mi imagen, titulada "Luces de montaña" en honor y recuerdo al enorme fotógrafo de naturaleza, y especialmente de montaña, Galen Rowell y a su libro así titulado, el que ha sido y es, sin duda, libro de cabecera de muchos de nosotros.

Con mi versión personal de sus Luces de Montaña, envío la enhorabuena a todos los finalistas del concurso y en especial a los premiados en las distintas categorías.



30 de noviembre de 2020

Y sigue el goteo ...

 ... de ejemplares muertos de oso pardo (Ursus arctos) en nuestro país. Coincidiendo con la temporada de caza dos hembras de oso han caído el mismo día bajo los disparos de sendos cazadores, una en los Pirineos y la otra en la montaña palentina.


La osa Sarousse lo hizo ayer domingo 29 de noviembre en un valle del Pirineo oscense, lo que suma el tercer ejemplar de esta especie muerto en esta cordillera en lo que llevamos de año, tras la muerte el 9 de abril en extrañas circunstancias del macho Cachou en la vertiente española y de otro ejemplar más en la vertiente francesa con varios disparos de arma de fuego. Cabe reseñar que el miércoles 18 de noviembre, siete meses después de la muerte de Cachou, fue detenido y posteriormente puesto en libertad con cargos un agente forestal del Conselh Generau d'Aran acusado de un delito contra la fauna, otro de prevaricación y uno más de revelación de secretos, relacionados con la muerte de dicho animal, algo que tiene pocos precedentes en nuestro país, donde siempre ha salido gratis matar a esta especie. La muerte de este último ejemplar de oso en los Pirineos, la vieja osa conocida como Sorousse, tuvo lugar durante el transcurso de una batida al jabalí, modalidad cinegética que se ha demostrado en ya demasiadas ocasiones trágica para la especie, pero que se sigue practicando sin remordimiento alguno en todo nuestro territorio nacional, independientemente de que se conozca en la zona la presencia de las especies protegidas más emblemáticas de nuestra fauna, como en el caso de los propios osos pardos en el norte de nuestra geografía, o de linces, buitres negros, águilas imperiales, reales o perdiceras en el resto de la península, e incluso durante la temporada reproductora. Nunca nos cansaremos de criticar abiertamente estas modalidades cinegéticas debido al estrés brutal que provoca en todas las especies animales que puedan vivir en la zona sobre la que se practica la batida, el gancho o la montería.


Por su parte, también caía ayer víctima de otro cazador una hembra de oso pardo del reducido núcleo oriental de la especie, en el término municipal de Cervera de Pisuerga -en la montaña palentina-, durante el transcurso de otra cacería al jabalí, ¡cómo no!, la enésima que acaba de esta trágica manera. Y esto sucedió a pesar de que en esta ocasión la partida de caza estaba acompañada por dos celadores ambientales y un miembro de la Patrulla Oso de la Junta de Castilla y León, lo que parece indicar que alguna sospecha de la presencia de ejemplares había, aunque la Junta haya anunciado que en los días previos se rastreó la zona y no se había podido constatar este hecho. Yo, personalmente, no me lo creo dado el historial que arrastra tras de sí la siempre judicializada Junta de Castilla y León en materia medioambiental, y la lamentable trayectoria que ostenta del más profundo desprecio a nuestro patrimonio natural.

Este nuevo suceso ocurre en uno de los sumideros de osos pardos más vergonzosos de nuestro país: la Reserva Regional de Caza de Fuentes Carrionas, donde en las últimas décadas no han dejado de aparecer cadáveres de osos muertos por disparos y veneno a pesar del pequeño número de individuos con que cuenta, que durante varias décadas estuvo limitado a dos o tres decenas. La diferencia en el número de ejemplares muertos en este núcleo oriental -que cuenta con unos 50 ejemplares en la actualidad- es muy poco significativa respecto de los osos muertos en el vecino núcleo occidental, que mantenía una población de aproximadamente 280 ejemplares en 2018. Es verdaderamente escandaloso que Parques Naturales como este de Fuentes Carrionas y Fuente Cobre-Montaña Palentina, sean a la vez Reservas Regionales de Caza, en donde la muerte de la fauna por diversión se prioriza sobre el uso conservacionista del mismo espacio físico. No hay palabras para explicar este sinsentido y debería sonrojar a la propia Consejería de Fomento y Medio Ambiente si tuvieran un mínimo de dignidad. Y ya que estamos con este asunto, no estaría demás que, al igual que a los cotos privados de caza se les sanciona con un número determinado de temporadas sin poder realizar actividades cinegéticas cuando en su interior se cometen delitos contra la fauna, como por ejemplo el uso del veneno, a las propias Reservas Regionales de Caza se les aplicara un protocolo similar cuando en su interior ocurren sucesos tan graves como el de Fuentes Carrionas.


Este espacio natural protegido se ha convertido desde hace muchas décadas en un territorio muy peligroso para el oso (y otros animales como el lobo), donde la caza por diversión y el furtivismo están realizando estragos en la reducida población osera del núcleo oriental. Cuando el ejemplar muerto es además una hembra, la gravedad se multiplica exponencialmente, representando un duro golpe para su recuperación. Y esto es así por la desproporcionada relación que existe en la subpoblación oriental entre machos y hembras. La sex ratio se inclina abrumadoramente a favor de los machos respecto del género opuesto. En las últimas temporadas se han venido reproduciendo del orden de seis osas en este núcleo, lo que representa un porcentaje muy pequeño con respecto del número de machos existente. Esto tiene dos consecuencias directas: en primer lugar el alto riesgo de infanticidio que emana de la gran densidad de machos dispuestos a aparearse con tan pocas hembras, derivando en un evidente menor éxito reproductor. Y en segundo lugar, dificulta la expansión de su área de distribución, impidiendo así la deseada conexión con la subpoblación occidental que evitaría los riesgos de la consanguinidad. Esto sucede por la marcada "filopatría" que presentan las hembras de esta especie, que hace que las osas jóvenes se queden en las proximidades de sus lugares de nacimiento una vez alcanzada la madurez sexual, provocando una gran lentitud en la ampliación de su área de distribución.


Pero no nos engañemos, el problema que la práctica de la caza acaba provocando en la población osera de la Cordillera Cantábrica y el furtivismo desaforado que encontramos en ambas vertientes montañosas, ocupadas por ya demasiadas Reservas Regionales de Caza (las de Fuentes Carrionas, Riaño y Mampodre en Castilla y León, y hasta 11 más en la vertiente asturiana que afectan a prácticamente la totalidad de la vertiente norte de la cordillera, casi sin interrupción) perjudica por igual a los dos núcleos oseros, como ya vimos en una entrada del blog publicada este verano y titulada "Osos: venenos, lazos y tiros". Nos encontramos ante un problema sistémico en la cordillera, donde caza y furtivismo están íntimamente ligados a esta magnífica espina dorsal, y en donde limitar la primera y luchar contra el segundo parece hoy en día un objetivo difícil de alcanzar.

Estas dos osas no serán los últimos ejemplares de oso pardo que morirán en nuestras montañas ante la desidia de nuestras administraciones, que se ponen de perfil ante un serio problema de conservación, como si las cuestión no fuera con ellos. Hoy por hoy, tocar la caza parece tarea imposible y perseguir el furtivismo una verdadera quimera.

ÚLTIMA HORA: cuando ya han pasado más de una semana desde que publiqué esta entrada, me hago eco del levantamiento del sumario decretado por la jueza que investiga la muerte del oso Cachou, para lamentar que el delito fue premeditado y estudiado con detenimiento. Este caso ha puesto de manifiesto la existencia hasta de un grupo de WhatsApp denominado Plataforma Antioso compuesta por un gran número de personajes (llegó a contar con casi 150 miembros), algunos de los cuales incluso tenían o habían tenido (como el detenido) cargos de responsabilidad en el Consell d'Arán que gobierna en El Valle de Arán, incluido el presunto cabecilla de la trama. Cachou fue envenenado con anticongelante presuntamente por un investigado que trabajaba como funcionario de Medio Ambiente, cuyas funciones eran precisamente el seguimiento de los osos, y que tenía por lo tanto acceso directo a la localización exacta de los animales radiomarcados. Incluso habría bravuconeado en alguna ocasión diciendo que lo envenenaría de esta manera.

Solo esperamos que todo el peso de la Ley recaiga sobre todos los responsables del envenenamiento y sobre sus encubridores.

15 de agosto de 2014

Batisielles

Paso a paso las suelas de nuestras botas se van desgastando, caminando caminos que nos llevan en pos de objetivos y destinos que no son sino pretextos, pues el verdadero fin es el propio caminar. Caminar caminos.

El camino es lo valioso. Yo digo que camino para ver. Lagunas, cimas, desiertos, bosques y mares. Ciudades, gentes, dichas y males. Pero son simplemente disculpas, excusas, justificaciones vanas. Lo cierto es que camino para construir recuerdos en mi memoria que me hagan sentirme bien, que me hagan ser, existir. Camino para comprender el mundo que me rodea. Lo hago por necesidad, porque una fuerza telúrica en mi cuerpo y en mi mente me arrastra irremediablemente a dar un paso delante de otro. Dejo goma negra de mis suelas en las piedras y en la tierra, vestigios tenues que desaparecen tras de mi. Caminar forma parte de mi esencia, y el camino lo es de mi vida. Soy camino -todos lo somos-, líneas sinuosas que avanzan en una travesía que comienza cuando nacemos y termina cuando expiramos. Junto a mis huellas anhelo las de los míos, las de aquellos que me precedieron en la senda permitiéndome comenzar a caminar, y las de aquellos otros que me seguirán en ella. Y cuando llegue el momento de resumir, espero que haya merecido la pena el tiempo que existí.

Caminar, ¡qué hermosa invención!














13 de agosto de 2014

Cumbres

Descansamos por fin allí donde se juntan todas las aristas de la montaña.

Antes de sentarme con los míos y tomar alguna vianda, correteo de un lado para otro como un poseso fotografiando y observando valles y cumbres vecinas. O primero observando y luego fotografiando, en el orden que prefiráis. O quizás, en mi caso, las dos cosas al mismo tiempo. Perdiguero, Crabioules, Maupas, Poset, Aneto, Maladeta, Punta Blanca,... todo cuanto nos rodea son moles admirables que nos vuelven a los hombres insignificantes seres con grandes ambiciones. Cuanto más conscientes somos de nuestra pequeñez más admiramos la magnificencia de los grandes espacios abiertos que la naturaleza nos regala, esa naturaleza a la que pertenecemos pero en la que ya no sabemos vivir. Por suerte las montañas son muchas y por ello siempre habrá cimas a las que cortejar. Miro el rosario de montañas que nos rodean, inalcanzables ahora. Desde muchas de ellas habrá algún otro alma gemela que mire a aquella sobre la que yo me he alzado. Él deseará subir a esta para ver qué hay del otro lado, cómo se ven los valles desde aquí, para descubrir si la dificultad de la ascensión estará a la altura de su belleza. Yo desearé estar allí.






Descendemos una vez más. Siempre descendemos. Andando porque somos animales imperfectos, que no podemos planear sobre laderas y cumbres con las alas desplegadas, esas alas que no tenemos. Con cuidado, midiendo cada paso en los lugares más expuestos, allí donde la pendiente se vuelve más brusca, donde la roca es más lisa y la pradera más resbaladiza. Buscamos los prados horizontales para reposar y descansar, para sentarnos, para recuperar el resuello. Allí nos sentimos en medio de la nada o del todo, a mitad de camino de la cumbre, pero también a mitad de camino del fondo del valle que añoramos.






A nuestra espalda queda la cima que nos ha acogido durante unos minutos, cortos, escasos, siempre insuficientes. La cumbre altiva que en unas momentos quedó vacía de gente, solitaria, hogar de las águilas y las chovas. Puntiaguda, como una flecha que busca el cielo más allá de las nubes. Esbelta Salvaguardia, increíble fortaleza. Volvemos cada poco la mirada para grabar en nuestra mente su silueta, imantados por esa atalaya desde la que hace ya una eternidad contemplábamos el paisaje alrededor. Temerosos de perder los recuerdos, que se desvanezcan con el tiempo.




Regresamos al calor del valle. En nuestra memoria el recuerdo ya de lo que durante unos instantes fue un sueño hecho realidad. Estuvimos allí arriba, con las chovas y las águilas. En nuestra mirada el reflejo de lo que un día se hará realidad, esas otras montañas a las que aún no hemos subimos, esas que nos miran desde lejos, desde el otro lado del valle. Coqueteando con nuestros sueños. Esas otras cimas a las que nuestra mente pone ya sendas y caminos.






Regresamos al valle, sí, pero con la mirada puesta en ese punto y final en el que se juntan todas las aristas de una montaña.

12 de agosto de 2014

Viadós

Exactamente hace veinticinco veranos menos un mes José Antonio y un servidor subíamos rozando los bajos del indio (porque siempre estaba en la reserva) por la estrecha y estropeada pista que nos aproximaba a este rincón del Pirineo, entonces mucho más perdido y aislado que en la actualidad. Sin dejar lugar a la menor duda, muchísimo más solitario que ahora. Desde aquí el Bachimala por la cresta del Sabre, por un lado, y el Poset por otro, verían encaramarnos a sus cimas en sendas jornadas inolvidables. Ahora recorremos nosotros esta misma estrecha y lenta pista con nuestra casita rodante, e intento recordar entretanto, más que los paisajes de aquel primer viaje a las Granjas de Viadós, las sensaciones de aquellos tiempos pasados. Aparcamos como podemos en la cuneta de la pista junto con otros cuantos turismos, pues increíblemente este refugio al que se llega en vehículo no cuenta con más de 6 o 7 plazas de aparcamiento -y además lejos del mismo- a pesar de estar rodeado de praderas adecuadas. Sea como fuere, nosotros nos acomodamos y, obviando esta incomprensible y caótica situación al final de la pista, disfrutamos del espectacular entorno que nos rodea, mucho más boscoso e impresionante de lo que yo recordaba.

Cae la tarde encendiéndose los tonos ocres del macizo del Espadas-Poset con los últimos rayos de sol y yo no puedo parar de repetir las mismas fotos, pues a cada minuto la luz parece haber mejorado y el mismo panorama me pide una mueva toma. ¡Qué satisfacción estar de vuelta en este lugar después de tantos años! Nos acostamos rodeados de la belleza de este entorno maravilloso y deseando comenzar a caminar para adentrarnos mañana por uno cualquiera de sus valles.

Poco a poco nuestros párpados se van cerrando en un sueño reparador y necesario.







Y como suele suceder desde hace mucho tiempo, hoy también amanece; menos mal. Nosotros iniciamos la marcha a dos lagunas con aspecto gredense, a través del valle boscoso que tenemos enfrente del salón y por el cual se accede también al refugio Ángel Orús, en el valle de Eriste, vertiente contraria del macizo. Senderos bien pisados y señales indicativas hacen que sea sencillo orientarse y que uno se pueda dedicar en exclusiva a admirar el paisaje que atraviesa. En la lejanía, como un faro, nos acompaña gran parte de la mañana la visión del Bachimala (¡qué recuerdos!) Cuando nos acercamos a la línea superior del arbolado dejamos el terreno descompuesto y rojizo típico del Espadas, y comenzamos de golpe a caminar por terreno granítico -justo al cruzar un arroyo que discurre exactamente por la nítida línea de contacto entre ambos materiales geológicos-. Abandonamos aquí el camino hacia el valle de Eriste y continuamos el tramo final hasta la laguna de Millares.





Va siendo hora de picar algo y descansar, así que no nos entretenemos en esta laguna mucho tiempo y continuamos hacia la de Leners, situada no demasiado lejos y un poco más alta que aquella. Ambas se encuentran bajo la protección de los Picos de Eriste o de Bagueñola, altivos y erizados en crestas afiladas. Subimos dando la espalda a los estratos descompuestos y rotos de los contrafuertes del Espadas en contraste con el granito firme y claro que nosotros pisamos desde hace un rato, y siempre con el oscuro y omnipresente Bachimala como telón de fondo, aún con neveros relictos del invierno.





Mientras comemos algo y bebemos agua de nuestras cantimploras a orillas del Leners, pienso en algo que siempre he proclamado a cuantos interlocutores han querido escucharme: Pirineos es una cordillera extraordinaria, por dimensiones, por desniveles, por variedad geológica y biológica, que solo tiene que envidiar de los mismísimos Alpes los glaciares que aquellas montañas aún conservan. Por otro lado, el estado de conservación del Pirineo en comparación con la gran cordillera alpina, sea probablemente mucho mejor. Desde las interminables selvas del Pirineo navarro a los declives finales del gerundés tenemos un mundo enorme por descubrir. Y está ahí, a menos distancia de lo que nos pudiera parecer.

Esta marcha nos ha resultado cómoda, bonita y ha satisfecho suficientemente nuestras ansias por conocer rincones nuevos de estas magníficas montañas, pues no todo son cumbres altas y afiladas, ni tresmiles, ni dosmiles altos. Nos relajamos ahora, pensando ya en nuevos valles, lagunas o cimas, barajando nuestra nueva excursión mientras comemos por fin a la sombra de una gran roca, sin prisas, como debe ser. Tras las fotos de rigor, finalmente iniciamos el regreso a Viadós, rápido, sencillo, y a partir de ahora ya conocido. Abandonamos una vez más el mundo de roca que se alza en las alturas y regresamos a los bosques y los valles, a las praderías tapizadas de infinitas flores y salpicadas de granjas dispersas.

Una vez más, como siempre, regresamos al valle, sino y paradoja indisocialble del montañero.