Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

12 de agosto de 2014

Viadós

Exactamente hace veinticinco veranos menos un mes José Antonio y un servidor subíamos rozando los bajos del indio (porque siempre estaba en la reserva) por la estrecha y estropeada pista que nos aproximaba a este rincón del Pirineo, entonces mucho más perdido y aislado que en la actualidad. Sin dejar lugar a la menor duda, muchísimo más solitario que ahora. Desde aquí el Bachimala por la cresta del Sabre, por un lado, y el Poset por otro, verían encaramarnos a sus cimas en sendas jornadas inolvidables. Ahora recorremos nosotros esta misma estrecha y lenta pista con nuestra casita rodante, e intento recordar entretanto, más que los paisajes de aquel primer viaje a las Granjas de Viadós, las sensaciones de aquellos tiempos pasados. Aparcamos como podemos en la cuneta de la pista junto con otros cuantos turismos, pues increíblemente este refugio al que se llega en vehículo no cuenta con más de 6 o 7 plazas de aparcamiento -y además lejos del mismo- a pesar de estar rodeado de praderas adecuadas. Sea como fuere, nosotros nos acomodamos y, obviando esta incomprensible y caótica situación al final de la pista, disfrutamos del espectacular entorno que nos rodea, mucho más boscoso e impresionante de lo que yo recordaba.

Cae la tarde encendiéndose los tonos ocres del macizo del Espadas-Poset con los últimos rayos de sol y yo no puedo parar de repetir las mismas fotos, pues a cada minuto la luz parece haber mejorado y el mismo panorama me pide una mueva toma. ¡Qué satisfacción estar de vuelta en este lugar después de tantos años! Nos acostamos rodeados de la belleza de este entorno maravilloso y deseando comenzar a caminar para adentrarnos mañana por uno cualquiera de sus valles.

Poco a poco nuestros párpados se van cerrando en un sueño reparador y necesario.







Y como suele suceder desde hace mucho tiempo, hoy también amanece; menos mal. Nosotros iniciamos la marcha a dos lagunas con aspecto gredense, a través del valle boscoso que tenemos enfrente del salón y por el cual se accede también al refugio Ángel Orús, en el valle de Eriste, vertiente contraria del macizo. Senderos bien pisados y señales indicativas hacen que sea sencillo orientarse y que uno se pueda dedicar en exclusiva a admirar el paisaje que atraviesa. En la lejanía, como un faro, nos acompaña gran parte de la mañana la visión del Bachimala (¡qué recuerdos!) Cuando nos acercamos a la línea superior del arbolado dejamos el terreno descompuesto y rojizo típico del Espadas, y comenzamos de golpe a caminar por terreno granítico -justo al cruzar un arroyo que discurre exactamente por la nítida línea de contacto entre ambos materiales geológicos-. Abandonamos aquí el camino hacia el valle de Eriste y continuamos el tramo final hasta la laguna de Millares.





Va siendo hora de picar algo y descansar, así que no nos entretenemos en esta laguna mucho tiempo y continuamos hacia la de Leners, situada no demasiado lejos y un poco más alta que aquella. Ambas se encuentran bajo la protección de los Picos de Eriste o de Bagueñola, altivos y erizados en crestas afiladas. Subimos dando la espalda a los estratos descompuestos y rotos de los contrafuertes del Espadas en contraste con el granito firme y claro que nosotros pisamos desde hace un rato, y siempre con el oscuro y omnipresente Bachimala como telón de fondo, aún con neveros relictos del invierno.





Mientras comemos algo y bebemos agua de nuestras cantimploras a orillas del Leners, pienso en algo que siempre he proclamado a cuantos interlocutores han querido escucharme: Pirineos es una cordillera extraordinaria, por dimensiones, por desniveles, por variedad geológica y biológica, que solo tiene que envidiar de los mismísimos Alpes los glaciares que aquellas montañas aún conservan. Por otro lado, el estado de conservación del Pirineo en comparación con la gran cordillera alpina, sea probablemente mucho mejor. Desde las interminables selvas del Pirineo navarro a los declives finales del gerundés tenemos un mundo enorme por descubrir. Y está ahí, a menos distancia de lo que nos pudiera parecer.

Esta marcha nos ha resultado cómoda, bonita y ha satisfecho suficientemente nuestras ansias por conocer rincones nuevos de estas magníficas montañas, pues no todo son cumbres altas y afiladas, ni tresmiles, ni dosmiles altos. Nos relajamos ahora, pensando ya en nuevos valles, lagunas o cimas, barajando nuestra nueva excursión mientras comemos por fin a la sombra de una gran roca, sin prisas, como debe ser. Tras las fotos de rigor, finalmente iniciamos el regreso a Viadós, rápido, sencillo, y a partir de ahora ya conocido. Abandonamos una vez más el mundo de roca que se alza en las alturas y regresamos a los bosques y los valles, a las praderías tapizadas de infinitas flores y salpicadas de granjas dispersas.

Una vez más, como siempre, regresamos al valle, sino y paradoja indisocialble del montañero.







2 comentarios:

  1. Como tú bien dices, Pirineos tiene enormes valles y paisajes increíbles.
    Os traéis unas buenas fotos y seguro que mejores recuerdos.

    Un saludo.

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    1. Gracias Goyo, con que mis fotos sugieran una pizca de lo que lo hacen las tuyas, me doy por conforme.

      Un saludo desde Salamanca.

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