Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.
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18 de enero de 2013

Piedras...

... ¡quién os ha visto, abrazadas de sonidos familiares y oraciones, y quién os ve, envueltas en silencio y soledad, huérfanas de pasos y murmullos, como costillares pétreos que ya sólo sirven para cobijar nidos, como huesos de un esqueleto agrietado cubierto de humedades y de mohos!

Siglos de historia se leen en estas piedras caídas que un día fueron dintel, dovela, arbotante y arquivolta. Ellas nos hablan. Nos relatan historias de recogimiento y de fe. De luchas y poderes. De ostentación o de sincera devoción. Nos cuentan cosas sobre gente sencilla y anónima, y sobre personajes ilustres con nombres y apellidos petulantes. Gentes que dejaron su impronta en estas piedras que ahora se apoyan sobre el suelo, derrumbadas, desmoronadas por el paso del tiempo, pero sobre todo, arrasadas por la desidia y la desafección. Piedras arruinadas para siempre por nuestra apatía e indiferencia, mucho más dañinas que las propias manecillas del reloj.












24 de diciembre de 2012

Oporto

Apenas hay transeúntes cuando bajo por una estrecha calle del barrio de la Ribeira buscando el Douro. El adoquinado de sus callejas y los edificios cubiertos de humedades me saludan con las primeras luces de la mañana, envolviéndome con una atmósfera que me embriaga. De las fachadas de sus edificios cuelgan tendederos de ropa y de los tejados emergen los graznidos de las gaviotas que han pasado allí la noche. Un borracho sube como puede la empinada callejuela apoyándose en cada portal, mientras en la plazuela contigua un barrendero trabaja los últimos momentos de sus turno de noche.

Poco a poco despierta al nuevo día la bulliciosa ciudad mercantil que da nombre a todo un país.

Camino por sus calles con el plano guardado en el bolsillo del pantalón pues el frescor de estas primeras horas me anima a pasear sin rumbo fijo. En breve la ciudad sosegada del amanecer se transformará en la urbe comercial, agitada, ruidosa y colorista que todos imaginamos a orillas del gran río internacional, junto a su desembocadura en el Atlántico, cargada de edificios victorianos y puentes históricos, del tipismo de sus rabelos y bodegas, de sus azulejos del color del mar y de sus viejos tranvías. La melancolía y la nostalgia del fado de Amalia Rodrigues fluye como el hilo musical de Oporto desde la ventana abierta de alguna casa; desde la ventana abierta de cualquier casa de esta ciudad cargada de historia y vida, que rivaliza con la misma Lisboa. Fluye como la banda sonara de este Oporto que me engancha y de todo Portugal.














20 de noviembre de 2012

Marvao

Siguiendo con las pinceladas portuguesas, hoy os dejo una docena de imágenes de una conocida villa del Alto Alentejo, llamada Marvao. Recorrerla pausadamente al amanecer, cuando aún la gente se arrebuja en sus lechos, es un ejercicio de búsqueda, casi de espionaje, en pos del detalle que pasa desapercibido, del mimo con el que sus habitantes cuidan cada detalle, incluso en los rincones más apartados. La tranquilidad que envuelve la villa al caminar por sus calles empedradas, serpenteando entre casas de inmaculado blanco, os deparará con total seguridad momentos imperecederos. Sensaciones difíciles de olvidar.













5 de noviembre de 2012

Monsaraz

Portugal es un país cercano pero a la vez desconocido para una gran parte de los españoles, que habitualmente escogen otros países europeos mucho más lejanos -y a menudo bastantes más caros- como objetivo de sus viajes vacacionales, ya que son países o ciudades que se benefician de una asentada tradición como destinos turísticos. Lo cierto es que, salvo para la gente que vive en "La Raya" (la banda fronteriza entre España y Portugal), este sigue siendo erróneamente un destino infravalorado y olvidado. A veces incluso menospreciado. Los españoles, sin embargo, hemos de aprender humildemente de lo bueno que ellos tiene, que es mucho, sin duda. Y Monsaraz es un buen ejemplo del amor que destilan sus habitantes por sus pueblos, limpios y cuidados. Mimados. En adelante iremos conociendo en este cuaderno, con pinceladas sueltas, diferentes destinos de indudable interés cultural, siempre cercanos, y no lo digo sólo desde un punto de vista geográfico. Castillos, aldeas, ermitas, ciudades, yacimientos arqueológicos,... todos ellos nos esperan. Os esperan. Con los brazos abiertos de sus gentes, su amabilidad y su disposición a cruzar unas palabras con estos "vecinos españoles".











1 de noviembre de 2012

Capela dos Ossos

En estos días de Halloween y crisantemos, de fantasmas y difuntos, no puedo por menos de pensar que "polvo somos". Simplemente. Materia que se transforma, que vuelve a la tierra, que se renueva, muta y se reintegra al ciclo de la vida. La vida, ese regalo que nos duele entregar a la parca porque siempre olvidamos que ambas van juntas, en un círculo cerrado donde la vida es muerte, y la muerte vida. Porque la una no existe sin la otra.

Morimos porque es la Ley. La de la vida.





Capela dos Ossos. Iglesia de San Francisco. Evora. Alentejo. Portugal.

25 de abril de 2012

Persiguiendo el cielo, siguiendo las nubes

La gente se me queda mirando un desapacible y nublado día de abril:

-¿Qué hace ese tío ahí con el trípode y la cámara sin hacer nada?, lleva más de media hora en esa esquina parado, de pie, viendo las nubes pasar.

Sin hacer nada, dicen. Dicen los que, como las nubes, pasan de largo, cuando en realidad sí que hago algo: ¡espero!.

Espero ese momento mágico en el que el sol, un rayo suyo, uno sólo, sale por el resquicio de unas nubes, antes oscuras, macizas y densas, y ahora deshilachadas en flecos caprichosos. Espero. Simplemente, pacientemente. Espero mi recompensa.

De pronto el hueco se abre, el rayo penetra y me ilumina la escena. Las prisas se suceden, pues quizás mi luz sólo dure dos, tres, cinco segundos antes de que el velo se cierre y una sombra plana envuelva de nuevo el lugar. Sin tiempo para medir la cambiante intensidad de la luz, disparo varios fotogramas a distintas velocidades y aseguro la foto. Con suerte, si el claro en el cielo dura unos minutos, me da tiempo a correr apresuradamente hasta un nuevo emplazamiento -ya estudiado previamente- para encuadrar de forma distinta el mismo rincón. Así hasta que el nubarrón se cierra definitivamente. Si has “exprimido” el lugar, te marchas a buscar el siguiente escenario. De lo contrario, sigues esperando. Y esperas mientras la gente sigue pasando extrañada:

-¿Pero qué hace ese?, parece que esté viendo las nubes pasar.

 Monsaraz, Alentejo, Portugal.
Canon EOS 7D. Objetivo EF 24-70 / 2.8 L USM. F/9 - 1/100 sg. 100 ISO. Manual

Crómlech de Xerez, Telheiro, Reguengos de Monsaraz, Alentejo, Portugal.
Canon EOS 7D. Objetivo EF 24-70 / 2.8 L USM. F/10 - 1/80 sg. 100 ISO. Manual

Castillo de Alburquerque, Badajoz. Extremadura, España.
Canon EOS 7D. Objetivo EF 24-70 / 2.8 L USM. F/14 - 1/40 sg. 100 ISO. Manual


Coria, Cáceres, Extremadura, España.
Canon EOS 7D. Objetivo EF 24-70 / 2.8 L USM. F/13 - 1/60 sg. 100 ISO. Manual

Granadilla, Cáceres, Extremadura. España.
Canon EOS 7D. Objetivo EF 24-70 / 2.8 L USM. F/11 - 1/40 sg. 100 ISO. Manual

Ermita de San Frutos, Parque Natural de las Hoces del Duratón, Segovia, Castilla y León, España.
Canon EOS 7D. Objetivo EF 17-40 / 2.8 L USM. F/8 - 1/100 sg. 100 ISO. Manual

Pedraza, Segovia, Castilla y León, España.
Canon EOS 7D. Objetivo EF 17-40 / 2.8 L USM. F/8 - 1/160 sg. 100 ISO. Manual

Las fotos que acompañan esta entrada están obtenidas a lo largo de dos viajes realizados durante el presente mes de abril. Dos salidas en las que el paso de diversas borrascas han encapotado y oscurecido el cielo, además de humedecido algo nuestros campos. Algunos fotógrafos se desesperan al ver que el pronóstico del tiempo anuncia la llegada de un nuevo frente de bajas presiones cuando todavía no ha acabado de marcharse el anterior. Sin embargo, estos, generalmente cuando llegan o cuando se retiran, pueden representar la diferencia entre una fotografía normal, con un clásico cielo azul, y una bonita imagen, con una atmósfera especial, a veces extraordinaria, dramática. Por supuesto, estar en el lugar adecuado con una gran dosis de perseverancia no será siempre sinónimo de regresar a casa con una gran foto; pero habrá otras raras oportunidades en las que tu persistencia sí obtendrá su premio y tu instantánea tendrá un valor añadido. Esos días inestables de otoño o primavera, así como las tormentosas tardes estivales, son sin duda momentos clave en los que bien merece la pena colgarse la cámara al cuello, armarse con mucha, mucha paciencia, y caminar bajo el cielo encapotado en busca de un instante mágico. Quizás los hados te sean propicios y abran un claro en el oscuro nubarrón. Quizás incluso lo hagan a esa hora dulce en la que el declinar del sol calienta los colores del orto o del ocaso.  Habrá merecido la pena y entonces obtendrás tu compensación.