Camino por la estrecha línea sinuosa que hace más humana la sierra. Serpenteante, cubierta de hojas marchitas desprendidas de castaños y robles, la línea me transporta a un estado de bienestar y paz que no encuentro en la ciudad. Se desliza por el fondo del valle. A los lados escucho el vocerío hueco de los realeros y el monótono ladrido de sus podencos provocando el pánico en lo alto de las laderas, cubiertas de alcornoques, madroños y carrascos. El bosque, por lo demás, está en silencio, húmedo y saturado por las lluvias, tapizado de setas que emergen entre la hojarasca y de blandos musgos que cubren por igual grandes rocas, vallas de piedra y troncos de árboles. No camino solo por esta estrecha línea sinuosa. Junto a mis pasos están los de un puñado de amigos, que caminan junto a mí, a mi lado. Sin prisas, disfrutando de la conversación y la compañía, del paisaje y el otoño. De este día nublado de mediados de noviembre.
20 de noviembre de 2013
16 de noviembre de 2013
Yesterday
Yesterday,
All my troubles seemed so far away,
Now I looks as though they're here to say
Oh, I believe in Yesterday.
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14 de noviembre de 2013
Postales a un emigrante
Abro el buzón y recojo la correspondencia, tras lo cual subo las escaleras y entro en la penumbra de la casa. Dejo el móvil y las llaves en la mesita de la entrada y me dirijo al salón. Pulso de manera autómata una tecla del teléfono y escucho sin escuchar el contestador automático mientras me dejo caer, derrotado, en un sillón situado estratégicamente junto a una ventana por la que entra, tamizada por unos visillos, la luz de un patio interior. Dejo a un lado, en el suelo, facturas y publicidad, y me quedo sosteniendo la postal. Una nueva postal que me remueve por dentro las entrañas. La miro sin prisas y observo su imagen, una antigua y descolorida fotografía de la ciudad donde siempre viví. La ciudad de mi infancia, de mi juventud y de mi madurez. La ciudad donde dejé a mi gente y a mi familia, ahora tan, tan lejana.
Le doy la vuelta y leo pausadamente lo que en ella escribió alguien a quien hecho mucho de menos. Está lejos, muy lejos. Y yo estoy cansado, muy cansado. Verdaderamente cansado. Me pesan los días, pero sobre todo las noches. Me pesan más si cabe ahora, con este puñado de palabras escritas que sostengo entre mis manos. Me pesan la ausencia, el tiempo y la distancia. Me pesan la impotencia y el desánimo, la nostalgia y la añoranza, que me obligan a arrastrar los pies por esta vida que ya no parece vida. Quiero rebobinar y no sé dónde está el botón que debo apretar.
Dejo la nueva postal dentro de la caja de cartón azul, al lado de la que recibiera la semana anterior, haciendo un gran montón junto con las de los meses pasados, y las restantes postales que he ido acumulando los últimos años. Años que perdí -que perdimos- en busca de un sueño que siempre se mostró burlón, siempre un poco más allá de la punta de mis dedos. Mi caja de cartón azul no es, sino, el resumen de mi dolor y desesperación. Devuelvo la caja a su rincón, junto al portarretratos en el que unos ojos negros carbón me hablan directos al corazón. Nos miramos por unos momentos eternos y le doy la espalda, saliendo de la habitación.
Arrastro los pies por el pasillo hasta el dormitorio frío. Mi cuerpo se desploma sobre la cama como si lo hubieran ejecutado, y cando los párpados recordando esos ojos negros carbón. Duermo una vez más soñando haber volado de aquí mañana al despertar.
Le doy la vuelta y leo pausadamente lo que en ella escribió alguien a quien hecho mucho de menos. Está lejos, muy lejos. Y yo estoy cansado, muy cansado. Verdaderamente cansado. Me pesan los días, pero sobre todo las noches. Me pesan más si cabe ahora, con este puñado de palabras escritas que sostengo entre mis manos. Me pesan la ausencia, el tiempo y la distancia. Me pesan la impotencia y el desánimo, la nostalgia y la añoranza, que me obligan a arrastrar los pies por esta vida que ya no parece vida. Quiero rebobinar y no sé dónde está el botón que debo apretar.
Dejo la nueva postal dentro de la caja de cartón azul, al lado de la que recibiera la semana anterior, haciendo un gran montón junto con las de los meses pasados, y las restantes postales que he ido acumulando los últimos años. Años que perdí -que perdimos- en busca de un sueño que siempre se mostró burlón, siempre un poco más allá de la punta de mis dedos. Mi caja de cartón azul no es, sino, el resumen de mi dolor y desesperación. Devuelvo la caja a su rincón, junto al portarretratos en el que unos ojos negros carbón me hablan directos al corazón. Nos miramos por unos momentos eternos y le doy la espalda, saliendo de la habitación.
Arrastro los pies por el pasillo hasta el dormitorio frío. Mi cuerpo se desploma sobre la cama como si lo hubieran ejecutado, y cando los párpados recordando esos ojos negros carbón. Duermo una vez más soñando haber volado de aquí mañana al despertar.
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12 de noviembre de 2013
Macro otoñal
Lo insólito de lo cotidiano y de lo vulgar, de lo sencillo y de lo pequeño. Lo sorprendente de lo cercano y de lo ordinario, de lo conocido y de lo corriente. La belleza del detalle, de lo que no vemos porque no miramos, de lo que no apreciamos porque no nos detenemos. Pequeñas agujas que defienden el interior y su tesoro, el simple envoltorio de una semilla, de un fruto, de la regeneración, del futuro. De la perpetuación de la vida.
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10 de noviembre de 2013
Mundos paralelos
Cierro los ojos y duermo. Floto en un mundo onírico, de sombras y luces, de brillos y colores. En un sueño de belleza indescriptible que se desvanece si despierto. Y no quiero volver a la realidad. Anhelo quedarme en este juego de reflejos. Prolongar el sueño. Me aferro a la quimera y al delirio, y duermo, aquí, en mi mundo paralelo, al otro lado del espejo.
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