El próximo fin de semana tiene lugar en el Parque Nacional de Monfragüe la ya tradicional Feria Internacional de Turismo Ornitológico - Extremadura Birdwatching Fair, la FIO. En tan sólo siete años de andadura se ha convertido en un referente sobre el turismo ornitológico, que reúne a profesionales del ramo y a un gran número de amantes de la naturaleza que tienen aquí una oportunidad de ver juntos diversos stands con material óptico y naturalístico de todo tipo, así como de asistir a interesantes conferencias y charlas sobre las aves o la fotografía de las mismas de los mejores fotógrafos del país. Este año expone sus imágenes y experiencia uno de los mejores fotógrafos salmantinos de fauna, Mario Cea, bajo el título de "Fotografía de acción, imágenes únicas".
Así pues, animaos a pasar del 2 al 4 por Villarreal de San Carlos, en pleno centro del Parque Nacional de Monfragüe.
26 de febrero de 2012
23 de febrero de 2012
Un espacio atemporal. Por los Ancares y la sierra de Gistreo
Imaginando el pasado, inspirando el presente
a bocanadas amplias y profundas, paseamos valle arriba llenando nuestros
pulmones de aire puro y salvaje. Nos dirigimos a una braña solitaria a los pies
de un pico nevado, en el occidente leonés. La conversación transcurre serena
sobre lobos, osos y cortines, viejas historias que se transmiten de boca en
boca, ahora de igual modo que se hiciera en las generaciones de nuestros
mayores.
Sentados aquí, viendo los
abedulares aún desnudos, la conversación se para y el reloj quiere detenerse
definitivamente, desaparecer. El hoy es igual al mañana, y lo mismo que al
ayer. El tiempo se ausenta y ya sólo existe el aquí y el ahora.
Soledad y un aura de misterio envuelven estos
bosques casi olvidados en una región montañosa en donde todavía es posible
observar techumbres de centeno. Mientras caminamos hablando sobre la situación
del oso, sólo escuchamos el monótono crujir de nuestras propias pisadas sobre
la nieve congelada del camino, cortando la ladera umbría. Los arroyos a la
sombra permanecen aún medio congelados, aunque ya se barrunta la primavera en
los cantos de algunos pájaros, en el aumento de las horas de luz y en la
tibieza de los rayos del sol de media mañana. A nuestro alrededor sabemos que
están todos los hermanos de la montaña. Sin duda, algunos nos estarán espiando.
Nosotros a ellos sólo los imaginamos: inquietos corzos, ciervos esbeltos, lobos
sociales, osos poderosos, zorros inteligentes, cárabos de las sombras, garduñas
inquisitivas, …
Nos sentamos en el poyo de la cabaña, casi
al final del valle, al sol, con la modorra que la calidez de la mañana,
luminosa, nos provoca. Leal, el perro teckel de mi amigo, persigue lejos el
rastro de algún corzo, que nos enseña su semáforo blanco muy alto en la loma,
saltando cerca del arroyo.
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11 de febrero de 2012
Ursus, los osos de San Glorio
Tras trepar por una torrentera nos dirigimos hacia un
hayedo que como una lengua verde se desliza por una ladera muy inclinada. Nos
adentramos en él. No se oye ni el más mínimo sonido; exceptuando nuestras
propias pisadas, el silencio es sepulcral. Muy lentos, caminamos intentando no
hacer ningún ruido. El corazón se acelera pensando que por estos bosques merodean varios
machos de oso pardo. Alcanzamos el roquedo y nos paramos; miramos despacio
hacia el valle y hacia las laderas de enfrente buscando con los prismáticos
animales y, sobre todo, gente, pues no queremos delatar la ubicación de la
osera. No vemos nada y proseguimos más lentos aún, con nuestros cinco sentidos
en alerta y el corazón bombeando aún más veloz. Hay que localizar una vira
horizontal en la pared para poder acceder a la grieta en donde se encuentra el
encame. El corazón nos late como si quisiera salirse del pecho. El nerviosismo nos
invade al tiempo que nuestro paso se ralentiza más aún. Buscamos con la mirada
cualquier indicio reciente de la posible presencia de un oso en el lugar:
huellas, comida, pelo, excrementos, … el sonido de unas pisadas furtivas que lo
delaten. Casi podemos oír nuestra propia respiración. Ahí está, por fin. Estamos ante un encame de oso que era usado por la especie hace ahora casi dos décadas, cuando lo observara por primera vez. No es en realidad una osera clásica para pasar el invierno, sino más bien un abrigo temporal: es demasiado abierto y amplio para pasar los meses más fríos del año, difícil de calentar y mantener en él la temperatura. Finalmente vemos, no sin bastante
alivio, que el escondrijo está vacío. Siguen sus dos camas con materia vegetal
reciente recogida de los alrededores, principalmente hierba. 18 años después de verlo por primera vez aún lo usan otros
ejemplares.
Recuerdo la única ocasión en la que pude ver a un oso de esta población oriental. Fue el conocido macho “Salsero”, una mañana muy clara del verano del 87 camino de su encame, atravesando una ladera de matorral bajo. Fueron 15 minutos intensos en compañía de dos amigos antes de que se escondiera definitivamente en el bosque. Un collar radioemisor lo mantenía localizado. Para cuando dejó de emitir su collar desapareciendo para siempre, ya había corrido lo suyo, con sus 18-20 años de edad. Fue conocida su pelea con “El Rubio”, otro oso de la zona con la cabeza muy clara y el cuerpo oscuro que años después cayó bajo los disparos de un cazador en Brañosera. Aún hoy me puedo imaginar a Salsero, viejo y cansado, acostándose junto a un gran brezo y quedarse dormido para no despertar más.
Valgan las fotos que acompañan esta entrada para alzar la voz por San Glorio y la región de Riaño. Por toda la montaña leonesa y palentina y por su enorme valor ambiental, que es nuestro y de todo el planeta, y que una administración corta de miras no es capaz de conservar.
Pistear osos no es sencillo en la montaña oriental, entre Palencia,
Cantabria y León. Pocos, muy pocos ejemplares sobreviven en estos valles. Casi
todos machos y apenas un puñado de hembras, cuyos cachorros sufren los envites
de los machos durante el celo. Aquí la población de osos oriental, aislada
completamente, lucha contra una situación crítica con gravísimos peligros, como
la consanguinidad, el furtivismo, un índice de reproducción bajísimo y la
destrucción de su territorio –recordemos el trazado por parte de la
administración de 50 Km. de pistas forestales en la mejor zona osera de Riaño
hace ahora ya unos años, por ejemplo, o la más reciente pretensión de construir una
estación de esquí en su única “tabla de salvación”: el territorio que la conectaría
con la población occidental, eso sí, driblando las resoluciones judiciales y
aprobando leyes injustificables reduciendo el nivel de protección ambiental del
Parque Natural de Fuentes Carrionas y Fuente de Cobre-.
Malos tiempos corren para el oso aquí, en los límites de Palencia
y León. Para la administración castellano leonesa parece ser un estorbo.
Rastro de un oso campeando en una valle de Fuentes Carrionas, aledaño a San Glorio.
Huella de un ejemplar de tamaño medio. Fuentes Carrionas.
En esta foto se aprecian diversos arañazos de oso a una altura de unos 2 m, sobre el tronco de un pino. A la derecha se pueden ver las marcas más recientes, mientras que arriba a la izquierda, se ven unas más antiguas con resina seca. Fuentes Carrionas.
Marcas de arañados en un poste de madera situado en el centro del "área esquiable" de la pretendida estación de esquí de San Glorio.
Típica cama de oso para pasar el invierno en el interior de una reducida osera.
Restos de una "carroñada" de oso en la que ha estado comiendo de los restos de un ciervo.
Recuerdo la única ocasión en la que pude ver a un oso de esta población oriental. Fue el conocido macho “Salsero”, una mañana muy clara del verano del 87 camino de su encame, atravesando una ladera de matorral bajo. Fueron 15 minutos intensos en compañía de dos amigos antes de que se escondiera definitivamente en el bosque. Un collar radioemisor lo mantenía localizado. Para cuando dejó de emitir su collar desapareciendo para siempre, ya había corrido lo suyo, con sus 18-20 años de edad. Fue conocida su pelea con “El Rubio”, otro oso de la zona con la cabeza muy clara y el cuerpo oscuro que años después cayó bajo los disparos de un cazador en Brañosera. Aún hoy me puedo imaginar a Salsero, viejo y cansado, acostándose junto a un gran brezo y quedarse dormido para no despertar más.
Valgan las fotos que acompañan esta entrada para alzar la voz por San Glorio y la región de Riaño. Por toda la montaña leonesa y palentina y por su enorme valor ambiental, que es nuestro y de todo el planeta, y que una administración corta de miras no es capaz de conservar.
Las fotos de osos que rematan esta entrada, aunque de bastante
mala calidad, son un buen testimonio de una parte importante de la
biología del oso pardo cantábrico. En ellas podemos ver una hembra de la población occidental
que para mantener a salvo a sus tres esbardos de los ataques de los machos se
enrisca en áreas muy abruptas, fácilmente defendibles. Las dos últimas imágenes
del destrepe son imágenes de vídeo y pierden aún más calidad. Todas están
hechas a una distancia aproximada de 600 o 700 m., según las ortofotos, con un
río y una carreterita local de por medio. La tranquilidad de la familia estaba
asegurada, por lo tanto. EOS 7D, objetivo EF 500 mm / 4 L IS USM y Teleconvertidor 1,4X III. Trípode Manffroto 055 NAT y rótula Tripo DG3. Los aumentos que este equipo proporciona equivalen aproximadamente a 22,5X.
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Oso pardo
3 de febrero de 2012
Las miradas de la ciudad
La ciudad está llena de sombras muchas veces clandestinas
que se deslizan por sus calles buscando muros y paredes,
lienzos donde expresar sus pensamientos.
Las sombras van cargadas de emociones.
En sus espaldas, mochilas. En sus mochilas, sprays.
En los sprays, colores.
En los colores, miradas de colores.
Miradas azules, miradas negras,
que nos miran a nosotros desde los muros y los lienzos,
y que nos hablan de pensamientos inconformes,
de Alicias en el País de los Equilibristas al que cantaba Serrat,
de tribus, de lucha y de revolución,
de insumisión frente al pensamiento único,
y sobre todo de arte urbano.
Las sombras nos dejan su inspiración
para que los demás pensemos inconformes, nunca clandestinos.
Insumisos.
Para que nos asombremos ante la maestría de quienes se deslizan por la ciudad con una mochila llena de sprays de colores,
repletos de pensamientos y emociones.
repletos de pensamientos y emociones.
Llenos de miradas de colores.
De miradas que nos miran.
Miradas azules, miradas negras.
Todas las fotografías de esta entrada han sido realizadas en Salamanca, de entre la enorme cantidad de graffitis que salpican los muros de nuestras calles, muchos de ellos verdaderas obras de arte con nombre propio, aunque para la mayoría de los ciudadanos sólo sean “pintadas” realizadas por sombras clandestinas. En la mayoría de los casos serán firmas que reivindican la no invisibilidad del individuo, su individualidad frente al ser clonado. Sirvan estas imágenes como reconocimiento explícito del valor artístico de muchos de ellos. Todas las fotografías han sido realizadas en días nublados con una Canon EOS 5D y el objetivo EF 24-70 / 2.8 L USM
22 de enero de 2012
Nómadas (Grus grus)
Salgo del garaje a las 6:30 de
la mañana. La ciudad está dormida todavía, recuperando fuerzas para comenzar
una nueva jornada de trabajo, no en vano es día de diario. Circulo por las
avenidas vacías y mojadas por la niebla hasta las afueras de la ciudad, y allí
tomo una carretera con dirección sur. Observo la temperatura exterior que marcan
los dígitos luminosos del salpicadero: -5 grados. Va a haber un bonito
amanecer.
Entre tanto, sigo buscando en las cunetas esos
ojos brillantes, conduciendo en la noche oscura, atravesando el campo charro.
En una hora y media el día despertará
y yo he de estar metido ya dentro de mi hide. Los Km. van pasando y mis
pensamientos también. Observo las encinas iluminadas por los focos del coche a
ambos lados de la carretera; ¡cuántas veces habré pasado a su lado!. Voy
pensando en las grullas a las que pretendo fotografiar, al tiempo que busco con
la mirada los ojos brillantes de algún animal en las cunetas. Llegaré a mi
destino aún de noche. Luego he de caminar a la luz del cuarto creciente con el
equipo fotográfico, el hide, el abrigo y algo de comida hasta el lugar indicado,
y allí instalarme. Miro el reloj por enésima vez, y por enésima vez calculo el
tiempo que tengo: no quiero llegar tarde, pero tampoco demasiado temprano,
porque sentado e inmóvil el amanecer va a ser bastante “fresco”. Sumo repetidas
veces los tiempos; de aquí al pueblo… tanto; del pueblo por la pista hasta el
lugar donde aparcaré… tanto; los 800 metros de camino hasta el lugar donde
esperaré al encuentro con estas maravillosas viajeras me llevará andando…
tanto. Instalarme del todo… tanto. Voy bien de tiempo. Disfruto de la fría
noche calentito en mi furgo y conduzco sin prisas.
Mientras los números se van
sumando en el cuentakilómetros con dígitos amarillos sobre fondo negro, por mi
cabeza van pasando imágenes de grullas. Algunas son de buenos amigos míos,
otras vistas en algún foro, o en los libros o en la red. Grullas de Gallocanta,
grullas en dehesas extremeñas, grullas con Gredos nevado de fondo, grullas
volando, o comiendo, o peleándose, en la niebla, al sol. Mis pensamientos vuelan
como ellas. Rebusco en mi memoria y oigo sus cantos mientras sobrevuelan en "V" las
dehesas salmantinas en donde se han alimentado, camino de sus dormideros en la banda árida de
algún embalse.
Dentro de un rato, con el alba,
saldrán en oleadas, con aleteos pausados, majestuosas, haciendo el recorrido contrario desde los dormideros a los campos de cultivo y dehesas, donde pasarán la jornada. Yo
las esperaré allí, paciente, en un rincón de este mar verde de encinas y sembrados.
Expectante ante su encuentro, preguntándome si acudirán a la cita.
Grulla adulta buscando alimento. Canon EOS 5D. EF 500 mm / 4 L IS USM. Teleconvertidor 1,4x III. Trípode. Rótula Triopo DG3. Prioridad a la Apertura. F/8 - 1/640 Sg. 100 ISO
Retrato. Canon EOS 5D. EF 500 mm / 4 L IS USM. Teleconvertidor 1,4x III. Trípode. Rótula Triopo DG3.
Prioridad a la Apertura. F/8 - 1/500 Sg. 160 ISO
Canon EOS 5D. EF 500 mm / 4 L IS USM. Teleconvertidor 1,4x III. Trípode. Rótula Triopo DG3.
Prioridad a la Apertura. F/9 - 1/500 Sg. 100 ISO
Pareja de grullas descansando. Canon EOS 5D. EF 500 mm / 4 L IS USM. Teleconvertidor 1,4x III. Trípode. Rótula Triopo DG3. Prioridad a la Apertura. F/7.1 - 1/400 Sg. 100 ISO
Grulla arreglándose el plumaje durante un descanso.
Canon EOS 5D. EF 500 mm / 4 L IS USM. Teleconvertidor 1,4x III. Trípode. Rótula Triopo DG3.
Prioridad a la Apertura. F/8 - 1/250 Sg. 200 ISO
Grulla descansando al tibio sol de la mañana.
Canon EOS 5D. EF 500 mm / 4 L IS USM. Trípode. Rótula Triopo DG3.
Prioridad a la Apertura. F/8 - 1/400 Sg. 200 ISO
Siempre vigilantes y atentas a cuanto les rodea. Canon EOS 5D. EF 500 mm / 4 L IS USM. Trípode. Rótula Triopo DG3. Prioridad a la Apertura. F/6.3 - 1/500 Sg. 200 ISO
Retomando tras el descanso la búsqueda de alimento. Canon EOS 5D. EF 500 mm / 4 L IS USM. Teleconvertidor 1,4x III. Trípode. Rótula Triopo DG3. Prioridad a la Apertura. F/8 - 1/250 Sg. 200 ISO
Cayendo el atardecer en la dehesa. Canon EOS 5D. EF 500 mm / 4 L IS USM. Teleconvertidor 1,4x III. Trípode. Rótula Triopo DG3. Prioridad a la Apertura. F/8 - 1/250 Sg. 100 ISO
Buscando los últimos granos y bellotas poco antes de ponerse el sol. Últimos compases de la jornada.
Canon EOS 5D. EF 500 mm / 4 L IS USM. Teleconvertidor 1,4x III. Trípode. Rótula Triopo DG3. Prioridad a la Apertura. F/8 - 1/250 Sg. 100 ISO
Las grullas son aves muy
desconfiadas y asustadizas, que están siempre alerta. No es posible acercarse a
ellas a campo abierto. La única posibilidad de tenerlas cerca para
fotografiarlas sin molestarlas ni interferir en su comportamiento, es desde un hide camuflado.
En esta ocasión, todo el trabajo de preparación previo lo había realizado mi
buen amigo Roberto (gracias, una vez más), buscando una parcela querenciosa para comer y hablando con
el propietario de la misma para instalar el hide en ella; todo esto semanas
antes de que las grullas llegaran a nuestras latitudes. Una vez que las aves hicieron
acto de presencia en nuestra provincia, estuvo cebando la zona intermitentemente
para habituarlas. Posteriormente, situar mi propio hide al lado del suyo no
representó ningún inconveniente para las aves. Ambos estaban situados en el rincón que formaban dos
muros de piedra, dejando ver desde el otro lado (del lado de las grullas) sólo
la parte superior, camuflada además con ramas. Pude comprobar que cebando con bellota
en vez de con grano, las grullas se entretienen más tiempo y permanecen durante
más rato en la zona escogida. Al chajurdo conviene entrar antes de amanecer,
pues son muy madrugadoras. Si vuestra intención es estar toda la jornada hasta
el anochecer deberéis ir preparados para aguantar 11 o 12 horas en su interior
sin salir, aunque es posible hacer una escapada del habitáculo si observamos
que ninguna grulla se encuentra en los alrededores. Si nuestra intención es
estar unas horas, para salir y recoger siempre habremos de esperar a que no haya alrededor ningún
bando que nos pueda ver, pues de lo contrario relacionarán el aguardo con las personas.
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