Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

1 de enero de 2021

Año nuevo ...

...vida vieja.

Todo sigue igual que hace 24 horas. Que hace un mes o un año, o que una década. Como cada día uno de enero todas las esperanzas del mundo se renuevan para, como cada 31 de diciembre siguiente, comprobar que poco o nada va a cambiar. 

La vida sigue, igual que hace un día. O al menos parecida. Evoluciona despacio, quizás a velocidad geológica, y nosotros probablemente no lo lleguemos a percibir nunca. No es pesimismo (o sí), es optimismo aparcado. 

Paseo por mi montaña y me evado con los cristales de hielo, con los detalles que la naturaleza nos obsequia. Porque son un regalo este mundo en miniatura que discretamente se transforma en líneas y curvas increíbles cada noche de helada. Alucino y me asombro, y voy de hielo en hielo, de una placa de dura escarcha a la de más allá, como un niño pequeño saltando de charco en charco. Acerco mis narices al suelo y busco detalles que parecen pensados para una película de ciencia ficción. Burbujas atrapadas, líneas rectas, curvas, agua en movimiento bajo su superficie, sonidos burbujeantes, cambios de tonalidades en el monocromo blanco y negro, superficies esmeriladas o transparentes, texturas,... Los detalles mutan, se sacuden y metamorfosean. Mañana habrán cambiado, serán distintos, será otro día.

La naturaleza es el bálsamo de la vida, la cura a nuestros males, la energía de nuestras pilas. Somos una pieza más de su puzzle pero nos hemos apartado de ella voluntariamente y eso nos lleva a enfermar.

Y cada vez que regresamos a ella, que buscamos su abrazo, sanamos. Montañas en estado puro, caminos, valles, laderas, cumbres, bosques,... charcos helados. Campos. Vida. Me alimento de naturaleza. Renazco.

Respiro.

Vivo.


















29 de diciembre de 2020

Reflexiones para 2021


Con los últimos compases de 2020 las excursiones a nuestra querida sierra de Gredos se suceden en busca de nuevas sendas. Siempre hay alguna que nunca hemos caminado, y esas son las que ahora más nos llaman la atención. Puede que quizás no lleguen a ninguna cumbre alta, esbelta o de imponente belleza, pero la soledad de algunos rincones olvidados recompensa sobradamente la falta de espectacularidad. Nos alejamos, pues, de los senderos trillados que llevan a las lagunas, cimas y gargantas clásicas, y aprovechamos las postrimerías ya de diciembre para recorrer algunos de esos caminos. Las fotos que nos hemos traído de recuerdo y que acompañan estos párrafos atestiguan el acusado retraso que viene sufriendo en los últimos años el Sistema Central a la hora de cubrirse con su manto blanco, cada comienzo de invierno. Es tan brutal que no deja de enmudecernos y entristecernos.

¿Dónde está la nieve a finales de diciembre?


Que la climatología del planeta está cursando un ciclo de calentamiento es algo que ya nadie en su sano juicio discute. Que el proceso está acelerado como consecuencia de la acción perturbadora del hombre, tampoco. Así las cosas, aquellos que ya peinamos unas décadas de vida, cada invierno de los últimos inviernos vamos confirmando que la nieve llega más tarde, menos copiosa, más irregular y se queda más alta. Y además soportamos menos frío, menos nieblas y menos persistentes en las llanuras de nuestra tierra. La superficie del agua a orillas del río Tormes a su paso por la ciudad ya apenas se congela por las noches formando una película de hielo, más o menos fina, más o menos gruesa, como quiero recordar de ocasiones lejanas en las que, siendo niño, llegaba a casi "candarse" el río, cuando por poco no se tocaba el hielo de una orilla con el de la otra en algún tramo de aguas especialmente tranquilas.

Ahora, cada vez que recorro la sierra de Béjar bien entrada la temporada de esquí, pero todavía sin nieve como viene sucediendo cada invierno de los últimos inviernos, no puedo por menos de acordarme de la lucha a cara de perro que mantuvimos muchos contra la insensatez que supuso destruir una parte importante de esta montaña con la construcción de su ridícula estación de esquí; estación de esquí de la que hubo que escuchar patéticos argumentos que la justificaran como que sería "una de las mejores estaciones de esquí de Europa" -sí, de Europa, habéis leído bien, no os riáis, que a mí me dan ganas de llorar-, que no existiría ningún impacto medioambiental "porque en la zona no había ni bosques, ni ríos, ni lagos", y que "solo había perdices y ratones", o que la nieve estaba "asegurada de diciembre a mayo". 


El lamentable proyecto no hacía ni siquiera un estudio nivológico de la sierra para saber si su acumulación, tanto en espesor como en espacio temporal, haría rentable una infraestructura así, simplemente daba por sentado que la nieve existiría en suficiente cantidad "por que sí" y que, además, todos los días de la temporada haría buen tiempo. Pero era tan surrealista que, aparte de los groseros errores gramaticales con que estaba tan penosamente redactado, calculaba que en enero se podría esquiar 32 días, en febrero 33 y en marzo 35. Además ya en diciembre se podrían aprovechar 29 días esquiables, lo que supondría abundante nieve ya en noviembre. Con estos y otros muchos razonamientos igual de científicos los especuladores y los políticuchos locales y provinciales arengaban a todos los comarcanos contra los que teníamos la osadía de opinar lo contrario desde fuera, desde la capital o desde otros puntos de la comunidad o de España. ¿Cómo se nos podía ocurrir semejante osadía, decirles a ellos cómo cuidar su propia tierra? Con la bandera enarbolada de la creación de cientos de puestos de trabajo y el resorte económico que necesitaba la comarca, los "de fuera" éramos, no ya sus conciudadanos con derecho a discrepar sobre cómo gestionar nuestro patrimonio natural, sino sus adversarios, los enemigos de su bienestar que veníamos a robar el futuro de sus hijos. Si eras vecino de la zona, te oponías al proyecto y, además, lo decías públicamente era aún peor; tildados de traidores, más de un enfrentamiento acabó en enemistades irreconciliables. Sí, todos esos éramos los mismos que ahora pagamos con nuestros impuestos las pérdidas anuales que siempre ha soportado la estación de esquí desde el mismo momento en que se inauguró, saltándose, dicho sea de paso, todas las limitaciones medioambientales que se le impusieron para concederles el permiso en el preceptivo Estudio de Impacto Ambiental. Este perverso EIA fue favorable al proyecto en base únicamente a su utilidad pública, pero lo fue en contra del criterio de los propios técnicos de la Junta que elevaron una Ponencia Técnica Provincial de Evaluación de Impacto Ambiental desfavorable. Al final, la estación no ha colmado las expectativas de la comarca y sus pueblos, ni ha llegado a ser el revulsivo laboral y económico tan esperado por sus habitantes y las esperanzas que muchos pusieron en las mentiras que quisieron creerse se desvanecieron hace tiempo.

No diré: "ya lo advertimos, por desgracia el tiempo nos ha dado la razón".

(*A fecha de 17 de enero de 2021, y tras el paso del temporal de nieve bautizado como "Filomena", y seguido de una ola de frío no menos histórica, que desde el 8 de enero han dejado gran parte de España tapizado de blanco durante varios días, Madrid colapsado con más de medio metro de nieve, sin que a fecha de hoy el Ayuntamiento haya podido todavía despejar al tráfico una gran cantidad de sus calles, ni normalizado completamente la situación en el aeropuerto de Barajas, alcanzándose temperaturas mínimas difícilmente registradas en el último siglo en nuestro país de hasta -25º en Teruel, ayer mismo la Estación de Esquí Sierra de Béjar-La Covatilla solo pudo abrir 1,7 km de pistas como para demostrar a los más escépticos que un poco de razón sí teníamos aquellos que nos opusimos a la destrucción de la sierra en base a una más que evidente escasez de nieve). 

De aquella época tampoco se me olvida cada vez que trasiego por estas laderas y vallejadas gredenses escasas de nieve, el intento de la Cámara de Comercio de Ávila de levantar en plena sierra de Gredos una infraestructura similar a la grotesca estación de esquí salmantina, aprovechando esta vez las laderas y valles de la vertiente norte de La Mira. 

¡Qué mediocreidad la de tantos y tantos miopes, incapaces de comprender el daño que estamos haciendo a la Tierra!


Y de juzgado de guardia fue la maquinación de la Junta de Castilla y León de sacar adelante el proyecto de la Estación de Esquí de San Glorio, urdiendo para ello un cambio de leyes que permitiera rebajar el nivel de protección del propio Parque Natural de Fuentes Carrionas y Fuente Cobre-Montaña Palentina, cuyo PORN prohibía este tipo de infraestructuras. Nunca antes un hecho como este se había visto en nuestro país, pero la Junta de Castilla y León no se cohibió en intentar menoscabar la conservación del citado espacio natural perpetrando un cambio de leyes ad hoc. Solo los jueces pudieron frenar, en los sucesivos juicios que tuvieron lugar promovidos por diversas ONGs y movimientos sociales, que el gobierno autonómico consiguiera su objetivo. De nuevo, todos nosotros pagamos de nuestro bolsillo las miserias políticas de nuestro gobierno autonómico y sus numerosos juicios, perdidos con reiteración, con el erario público que nutrimos con nuestros impuestos. El proceso, no por repetido ya mil veces dejaba de ser igual de efectivo que siempre: los de fuera diciéndoles a los locales cómo gestionar su tierra, ¡qué tropelía! ¡al paredón con semejantes ecologistas de salón!

¡Qué batallas me vienen a la memoria cada comienzo de temporada invernal cuando camino esos caminos sin nieve! ¡Qué tristeza cuando veo las estériles cicatrices en la que considero mi casa bejarana! ¡Y qué alivio cada vez que pienso en los osos trasteando libres por San Glorio!

Luchas y recuerdos. Mi conciencia, aunque triste, está tranquila. Lo intentamos y se hizo lo que se pudo.


Sí señores, la climatología del planeta está en un ciclo de calentamiento global acelerado por nosotros, y cada invierno, un poquito más lo vamos comprobando todos.

Cada año que pasa nos acercamos un poco más al punto de no retorno, si es que no lo hemos cruzado ya. El planeta no nos puede soportar mucho más. O mejor dicho, la vida en él tal como la conocemos en la actualidad ya no puede soportar a la especie humana por mucho más tiempo. Se avecinan cambios irreversibles que sin duda exterminarán muchas especies animales y vegetales, veremos la desaparición de gran parte del hielo en los casquetes glaciares, la modificación radical de las corrientes marinas que regulan el clima de nuestro Planeta Azul, así como su temperatura, se modificarán brutalmente muchos ecosistemas y sus organismos no tendrán tiempo de adaptarse y muchos desaparecerán, vendrán inviernos cálidos, se repetirán incendios devastadores nunca antes observados, como los sufridos en la Amazonía, Siberia o Australia, padeceremos veranos con desastres climatológicos que cada vez más azotarán a los países del primer mundo y no solo a ... sí, efectivamente, habéis acertado, es lo que estáis pensando, a "esos otros" que viven muy lejos de nosotros. 

Efectivamente señores, todo eso se avecina, junto con pandemias y enfermedades provocadas por la destrucción de esa biodiversidad que amortigua nuestro contacto con patógenos para los que nuestro organismo no está preparado para convivir.

Parece que el asteroide que aniquilará la vida en La Tierra tal y como la conocemos en la actualidad no vendrá del espacio; ese asteroide somos nosotros mismos. Y aunque cada uno localmente podemos actuar mientras pensamos globalmente, lo cierto es que o no lo hacemos, o es insuficiente para revertir la situación. Entramos de lleno en la sexta extinción masiva del planeta y seguimos viviendo como si eso no significara nada, como si no nos fuera a afectar. Nosotros seguimos con las mezquinas intenciones de perpetuar, e incluso aumentar, nuestro frenético ritmo de consumo. Expoliamos y destruimos la naturaleza que nos mantiene, y cerramos los ojos para que la ignorancia no arruine nuestra felicidad. Hemos perdido el Norte, hemos olvidado que la calidad de vida no está en los bienes materiales sino en la amistad y la gente de la que nos rodeamos. Y en, ¡cómo no!, la propia naturaleza de la que formamos parte. Estas sencillas cosas son las que nos harán ser felices, y no los lujos.


Como cada final de año, todos hacemos de una manera u otra el balance del período transcurrido y pensamos en los propósitos que deseamos se cumplan durante el año venidero. Yo ya imagináis que muy optimista no soy, lo siento. El ser humano siempre me ha demostrado que es egoísta y ciego por naturaleza, le encanta tropezar sucesivamente en la misma piedra. Pero, por pedir un deseo, pediré que nuestra especie aprenda de lo sucedido en este aciago e histórico 2020 que no olvidaremos nunca, y cambie definitivamente su tóxica relación con la Madre Tierra, de la que depende nuestra vida. Ojalá ese pensamiento individual que profesamos muchos de nosotros sepamos transformarlo en un pensamiento social, global. Ojalá que, como sociedad, nos pongamos del lado de la naturaleza definitivamente, para ponernos así del lado de nosotros mismos.

14 de diciembre de 2020

Un año más

Este año ha sido, sin duda alguna, uno al que bien podríamos ponerle el segundo apellido de los osos grizzlys, año horríbilis, ya que se hace evidente que ninguno lo vamos a olvidar en el resto de nuestras vidas. Quedará grabado en la historia de la humanidad a sangre y fuego; un año devastador del que todos estamos deseando pasar página lo antes posible. Todos estamos ansiando que corra el tiempo, que las manecillas del reloj se aceleren con la esperanza de que los próximos meses pasen rápidos y nos traigan una normalidad que a mí se me sigue antojando aún difícil y complicada de conseguir.

Cuando este modesto diario celebra un cumpleaños más de vida, repaso mis salidas, excursiones y viajes como cada mes de diciembre, y compruebo que ha sido, con diferencia, el peor año que recuerdo. Nada que nos sorprenda, en cualquier caso, ¿verdad?. Todos nos hemos visto obligados a olvidarnos de viajes y peregrinajes, algunos muy deseados desde hacía tiempo. Y en mi caso, además de ello, de algunos proyectos fotográficos que me hacían especial ilusión. Ha estado durante mucho tiempo la mochila guardada en el armario; demasiado tiempo. No pasa nada, durante el próximo año (o para el siguiente, ya da igual uno más, uno menos, que ya veis que muy optimista no soy) todos esos proyectos aparcados serán un estímulo que nos motivarán más aún en un futuro más o menos cercano. La verdadera aventura no está en viajar lejos, sino en vivir, ese es el gran desafío.

Sea como fuere, aquí quedan reflejados otros doce meses más, esos doce meses que nos han hecho un año más viejos y un año más sabios. Un año más duros y resistentes.

Y sinceramente espero que un año más humildes.

Pasa el tiempo y los años; genial, lo malo es que dejen de pasar. En este noveno cumpleaños os dejo doce imágenes de parte de lo que ha sido para mí este período de tiempo, un tiempo resumido en un pequeño puñado de andanzas y trasiegos camperos, como siempre, en busca de huellas, de bichos y de fotografías. De paisajes y caminos. De sensaciones, de experiencias y momentos que acabarán siendo recuerdos. De compañías y amistades. A veces de soledad. 

doce fotografías para doce meses.














10 de diciembre de 2020

Una nueva vida para Cabañeros: adiós a la caza


Cabañeros es algo distinto desde el pasado 5 de diciembre cuando finalmente entró en vigor la prohibición de practicar la caza deportiva y comercial en todos los parques nacionales españoles.

Sí, el Parque Nacional de Cabañeros comienza a ser un poco más ... parque nacional. La Ley de Parques Nacionales 30/2014, de 3 de diciembre prohibía la actividad cinegética de un modo irrevocable en estos espacios naturales, aunque daba un plazo de seis años para su entrada en vigor definitiva, tiempo más que suficiente para que los propietarios de los terrenos afectados y los propios espacios protegidos se adaptaran a la nueva norma. Se nos han hecho eternos estos seis años de plazo, pero por fin este sábado pasado finalizaba esa moratoria a la práctica de la caza deportiva en el interior de los parques nacionales españoles.



¡¡¡Por fin los gestores de estos espacios protegidos se tienen que adaptar a la nueva realidad del siglo XXI, donde la caza deportiva y todo lo que ella conlleva (control y persecución implacable de predadores, exterminio histórico de algunos de ellos -lobo, lince ibérico o grandes rapaces, por ejemplo- vallados cinegéticos, compartimentación del territorio, cebaderos de ungulados, sobreabundancia de algunas especies, afectación de la vegetación, en demasiadas ocasiones incluso el uso del veneno u otras "artes" prohibidas, ...) no es compatible con el concepto de Parque Nacional!!! Tardaron en darse cuenta, y perdónenme la ironía, pero es que era tan evidente como que la muerte de los animales para divertimento humano es lo más opuesto que existe a la filosofía que fundamenta la declaración de cualquier espacio natural protegido; y no digamos ya de los parques nacionales, figuras que teóricamente representan el máximo nivel de compromiso y protección con la conservación de la naturaleza. Esto que es de perogrullo ya lo hemos advertido en este blog en diversas oportunidades, criticando el uso de la caza deportiva como solución a un problema que la propia actividad cinegética ha creado: la sobrepoblación de algunos ungulados en nuestros campos. Así lo advertíamos respecto de las monterías celebradas en los últimos años en el emblemático Parque Nacional de Monfragüe.


Ahora ya solo hace falta que nuestras administraciones y nuestros gestores medioambientales se den cuenta de que esta nueva visión tiene que ira más allá de los propios parques nacionales y ser extensible a otras figuras de protección. Ya sé que son lentos de reacción, que tanto la política como las leyes siempre van a la zaga de lo que la sociedad demanda y que, sin lugar a dudas, generalmente llevan años de retraso respecto del clamor de la calle, pero se hace imperioso que se reconozca legalmente de una puñetera vez que hacer coincidir, por ejemplo, un espacio natural protegido y una reserva regional de caza es tan absurdo como lo era hasta ahora la actividad cinegética en los parques nacionales. Es algo de primero de carrera, que no tiene lógica alguna y que indigna a la sociedad conservacionista española, ampliamente contraria a ese pseudodeporte. La coincidencia de esas dos figuras de protección (ENP y reservas regionales de caza) es un verdadero sinsientido, un tremendo dislate imposible de justificar. O el espacio se dedica a matar animales, o se dedica a conservar la naturaleza con una filosofía inequívocamente contraria al sufrimiento animal para diversión de una minoría, pero los dos modelos de gestión no son compatibles. De esto hasta un niño pequeño se daría cuenta.


Pero vayamos por partes. Primero el uno y luego el dos.

Y digo esto porque conviene no adelantar ingenuos vítores de alegría por haber conseguido que legalmente se prohiba la caza deportiva y comercial como la entendemos hoy en día en nuestros parques nacionales -lo que se venía reclamando desde hacía décadas-, porque primero habrá que comprobar que no se flirtea la legalidad con acciones que pretendan camuflar como "gestión de las poblaciones de ungulados" lo que en realidad podría seguir siendo, al fin y al cabo, caza por diversión. Y esto viene a cuento porque ya el propio Presidente de la Comisión Mixta de Gestión de los Parques Nacionales de Castilla-La Mancha, el señor Félix Romero, plantea algunas opciones sospechosas de ser simples concesiones a los poderosos propietarios de algunas de las fincas que conforman el parque, cuando dice que una opción para manejar la sobrepoblación de ungulados dentro del mismo "podría ser una acción conjunta entre cazadores y propietarios, dentro de otro concepto de caza", o que "en ningún caso sería una actividad cinegética basada en una mejora de trofeos", admitiendo que esta actividad está todavía encima de la mesa, y posibilita la opción de que los propietarios "se impliquen en el control de ungulados con una actividad muy dirigida y muy controlada por parte de la administración", en palabras suyas. El propio señor Romero admite (o adelanta, más bien) que ante el escenario complejo que se les viene encima no descarta que las disyuntivas de cómo gestionar este problema acaben en los juzgados, algo que ya están valorando algunas ONGs conservacionistas, como Ecologistas en Acción, que temen que no quede otro remedio que ir a los tribunales ante la continuidad de la actividad cinegética por parte de algunos propietarios con la disculpa del control de las poblaciones, en lo que han denominado como un "cierre en falso de la actividad". ¿Cómo acabará este tira y afloja entre la razón o el sentido común y los intereses económicos del lobby cinegético? No lo sé, lo iremos viendo, pero la presión que se ejerce desde este último, y lo imbricado que se encuentra el sector de la escopeta en las altas esferas políticas y empresariales del país, lo van a poner difícil, tirando de los argumentos demagogos de siempre, las mentiras repetidas mil veces -pero que seguirán siéndolo por mucho tiempo que pase- y las mediaverdades que venden a la sociedad gracias a numerosos medios de comunicación que se hacen eco solo de su versión. En definitiva, más de lo mismo cuando se habla de la caza en nuestro país.



Es evidente que la sobrepoblación de algunas especies de ungulados en este u otros parques son la consecuencia directa del nefasto modelo de gestión cinegética de las fincas, basado en el productivismo económico en vez de en la sostenibilidad ecológica. Esas poblaciones absolutamente descontroladas de ungulados silvestres son la consecuencia directa de su mala gestión, y esta última es la única causa (del problema). Por lo tanto, es necesario que la gestión moderna de estos ecosistemas cambie radicalmente el planteamiento y ponga el foco de atención en las causas, para luchar contra sus consecuencias. Erradicar esas causas de sobrepoblación significa fomentar el regreso de los depredadores naturales, eliminar los vallados cinegéticos, perseguir un equilibrio natural con la mínima intervención humana y, si esta fuese necesaria, realizarla en base únicamente a estudios científicos que así lo justifiquen y por parte de la propia administración. Pero hay que partir de la base de que nunca se podrá resolver este problema mediante el mantenimiento de la actividad que lo ha generado. No es de recibo que la solución a un problema nacido de la caza en un espacio natural protegido se resuelva mediante el divertimento que supone para una minoría meterle un tiro a un animal. No en un espacio protegido. Divertirse matando animales choca frontalmente con el espíritu que propugna la declaración de esas figuras de protección.



Cabañeros y todos nuestros parques -tanto los naturales como los nacionales- necesitan un modelo de gestión que se base en estrictos planteamientos conservacionistas y que se abandonen definitivamente manejos insostenibles de los mismos, además de éticamente incompatibles. La caza deportiva no es admisible en ningún caso, como tampoco lo es la caza de los depredadores apicales como el lobo, practicada y dirigida de un modo vergonzoso por el propio Parque Nacional de los Picos de Europa, lo que se antoja como simplemente aberrante.



Puede que para el Parque Nacional de Cabañeros la vida haya cambiado radicalmente a partir de este 5 de diciembre pasado. No lo sabemos aún, el tiempo nos lo dirá, pero lo cierto es que esta fecha se ha convertido en un punto de inflexión importante, a partir del cual ya nada volverá a ser igual. Que la defensa de la nueva normativa que prohibe la caza deportiva en su interior llegue a los tribunales o no, dependerá de los gestores del parque y de cómo afronten el problema de una posible sobrepoblación de ungulados. Este parque se merece una buena gestión y los ciudadanos merecemos unos buenos gestores. Los diversos enclaves y ecosistemas del Parque Nacional de Cabañeros (el menos visitado de España, quizás porque la casi totalidad de su superficie esté vetada al tránsito y disfrute del ciudadano) ostentan un valor ambiental extraordinario, que las imágenes que acompañan este texto solo pueden hacer intuir. Como vemos en ellas, Cabañeros es mucho más que su famosa "raña" y las sierras, contando con una gran variedad de ambientes mediterráneos muy bien conservados, y una geología y una fauna dignas de la máxima protección jurídica, con especies emblemáticas como el águila imperial y una de las mayores colonias de buitre negro del mundo.

Un lugar para conocer y visitar reiteradas veces, sin duda. Un lugar que no te dejará indiferente.