Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

16 de enero de 2021

E.N.P.

El jueves pasado hicimos lo que más nos gusta, salir a la montaña, al campo, a la naturaleza hermosa de nuestra sierra de Gredos. Podía haber sido a la de Béjar, o a la de Quilamas, o a cualquier otra zona montañosa cercana a donde vivimos, y cercana a nuestros corazones (a veces se me pasa por la cabeza empadronarme en Hoya Moros). Pero fuimos a Gredos. Porque sí. A la sierra de Barco porque además es más tranquila. Cada vez necesito más la soledad de la montaña, sin gente, sin otros montañeros, sin excursionistas; sin nadie que merodeé por ella salvo los bichos que en ella viven; los bichos y nosotros.

Llamarme egoísta. 

Gredos. Parque Regional de la Sierra de Gredos, ahí es nada, la máxima figura de protección y conservación de la naturaleza que puede declarar nuestra comunidad autónoma, cuya filosofía es la de conservar y proteger los valores naturales de estas montañas para la sociedad. Un Espacio Natural Protegido -ENP- para nosotros y las generaciones futuras.

Cuando llegamos al inicio de la garganta que pensábamos recorrer, nos da una bofetada en la cara el cartel de una batida que nos hubiera prohibido el paso al valle si hubiera coincidido con nuestra jornada. Lo primero que siento es cabreo. Un cabreo enorme porque se practique esta modalidad de caza tan antiecológica, a la que nunca me cansaré de criticar por las afecciones que causa en todo el entorno, y no solo en las posibles especies que pretendan cazar -presumiblemente jabalí, ciervo, corzo y algún zorro si se le pone a tiro-, sino también por las coacciones inherentes al libre tránsito del resto de ciudadanos, por el alto riesgo de accidente que lleva aparejado y por la nula igualdad de condiciones entre presa y cazador (batidas, ojeos y monterías son una manera abusona, insensible e inhumana de cazar).

Algún extremista, entre los que creo no me incluyo, me dirá que si hay alguna modalidad de caza que no lo sea; sí, me refiero a eso, a lo de antiecológica. Pues no lo sé, supongo que la que practican las tribus indígenas, la que se efectúa por "prescripción facultativa" -es decir, la emanada de una justificación científica-, y, si acaso, algunos tipos de rececho donde los animales tienen alguna posibilidad de dar esquinazo a los escopeteros (entiéndase, persona que lleva escopeta). 



El caso es que tras el primer momento de cabreo, lo que siento acto seguido es alivio pasajero al leer que la batida tuvo lugar cinco días antes. Pero una vez pasado ese suspiro de alivio que duró apenas unos instantes, el segundo calentón regresa, y vuelvo a estar cabreado. Muy cabreado. ¿Cómo es posible que en el Parque Regional de la Sierra de Gredos se permita que coincida una batida de unas 7-8 escopetas a lo largo de una pista forestal, al comienzo de una ruta clásica entre los montañeros, balizada, y en fin de semana?, ¿estamos locos? Sí, ya sé, es que los cazadores locales tienen también todo su derecho a hacer la actividad que a ellos les guste y, además, es su pueblo, cosa que yo y el resto de excursionistas no podemos decir. Y tienen toda la razón, ahí me han dado, están en su derecho. Sin embargo, ... yo también estoy en el mío de realizar libremente la excursión, sin la posibilidad de que gente armada me eche del lugar a "cajas destempladas", o peor aún, sin la coacción que supone que mi nombre se venga a sumar a la larga lista de heridos o muertos en "accidente de caza". Cazadores, rectores de este ENP, los usuarios del parque regional también tenemos todo nuestro derecho a caminar libremente por donde decidamos, como dice esa Constitución que se supone nos compete a todos, pero que según vayas armado o no parece que cambia. Esto tiene que ser así, les guste o les disguste.

Esto "es" así.

No tiene lógica que una actividad de alto riesgo para el resto de ciudadanos se practique en fin de semana al comienzo de una ruta clásica realizada por numerosos montañeros y en el interior de un parque regional, cuya filosofía es la de conservar y proteger la naturaleza para disfrute de la sociedad, entre los cuales nos incluimos todos aquellos que caminamos sin un arma ente las manos, que somos muchos. Que somos más. No tiene ni pies ni cabeza. El sentido común te dice que hay que pensar en una solución que evite estas coincidencias en el tiempo y el espacio, y dado que las grandes rutas clásicas no las podemos cambiar de sitio ... lo lógico es pensar ... ¿de verdad no hay otros lugares en el término municipal donde realizar esa batida?

Ahora, llamarme egoísta otra vez.

12 de enero de 2021

Frío y nieve

Hace frío, bastante. Llevamos días escuchando que se nos echa encima una ola de frío histórica, con nieve en toda la península y un frío que pela. Es sábado y yo me acerco a la orilla del Tormes con mis botas y mi chaqueta de plumas al encuentro de los azulones (Anas platyrhynchos), que llevan sedimentados desde el otoño en un recodo del río, al abrigo de la ciudad. Los veo muchas tardes, siempre en el mismo sitio, cua cua par'rriba, cua cua pa'bajo, en una suave playa de arena, circular como una ensenada minúscula. Aveces me acerco a ellos y los observo unos minutos antes de seguir mi camino.

Pero hoy es distinto a las anteriores tardes, nieva suavemente. 

La temperatura está solo unos grados por debajo de cero y el aire está en calma, así que disfrutamos los patos y yo de una mañana perfecta de invierno. Es temprano y apenas pasan cerca un par de madrugadores paseando a sus canes, que no nos incomodan, ni a mí con mi cámara, ni a los patos con sus quehaceres. Entran y salen del agua, se tumban en la nieve, la mordisquean, parecen un rebaño paseándose por una pradera. Se está bien, yo y los patos, los patos y yo, ellos abrigados con sus plumas y yo con las mías y un buen gorro en la cabeza. ¡Cómo resistirse a la oportunidad de intentar traerme a casa alguna imagen de ellos! 

Me gustan los copos delicados en sus espaldas. Preciosas aves que, no por ser comunes, son menos bellas. Los azulones cercanos.















1 de enero de 2021

Año nuevo ...

...vida vieja.

Todo sigue igual que hace 24 horas. Que hace un mes o un año, o que una década. Como cada día uno de enero todas las esperanzas del mundo se renuevan para, como cada 31 de diciembre siguiente, comprobar que poco o nada va a cambiar. 

La vida sigue, igual que hace un día. O al menos parecida. Evoluciona despacio, quizás a velocidad geológica, y nosotros probablemente no lo lleguemos a percibir nunca. No es pesimismo (o sí), es optimismo aparcado. 

Paseo por mi montaña y me evado con los cristales de hielo, con los detalles que la naturaleza nos obsequia. Porque son un regalo este mundo en miniatura que discretamente se transforma en líneas y curvas increíbles cada noche de helada. Alucino y me asombro, y voy de hielo en hielo, de una placa de dura escarcha a la de más allá, como un niño pequeño saltando de charco en charco. Acerco mis narices al suelo y busco detalles que parecen pensados para una película de ciencia ficción. Burbujas atrapadas, líneas rectas, curvas, agua en movimiento bajo su superficie, sonidos burbujeantes, cambios de tonalidades en el monocromo blanco y negro, superficies esmeriladas o transparentes, texturas,... Los detalles mutan, se sacuden y metamorfosean. Mañana habrán cambiado, serán distintos, será otro día.

La naturaleza es el bálsamo de la vida, la cura a nuestros males, la energía de nuestras pilas. Somos una pieza más de su puzzle pero nos hemos apartado de ella voluntariamente y eso nos lleva a enfermar.

Y cada vez que regresamos a ella, que buscamos su abrazo, sanamos. Montañas en estado puro, caminos, valles, laderas, cumbres, bosques,... charcos helados. Campos. Vida. Me alimento de naturaleza. Renazco.

Respiro.

Vivo.


















29 de diciembre de 2020

Reflexiones para 2021


Con los últimos compases de 2020 las excursiones a nuestra querida sierra de Gredos se suceden en busca de nuevas sendas. Siempre hay alguna que nunca hemos caminado, y esas son las que ahora más nos llaman la atención. Puede que quizás no lleguen a ninguna cumbre alta, esbelta o de imponente belleza, pero la soledad de algunos rincones olvidados recompensa sobradamente la falta de espectacularidad. Nos alejamos, pues, de los senderos trillados que llevan a las lagunas, cimas y gargantas clásicas, y aprovechamos las postrimerías ya de diciembre para recorrer algunos de esos caminos. Las fotos que nos hemos traído de recuerdo y que acompañan estos párrafos atestiguan el acusado retraso que viene sufriendo en los últimos años el Sistema Central a la hora de cubrirse con su manto blanco, cada comienzo de invierno. Es tan brutal que no deja de enmudecernos y entristecernos.

¿Dónde está la nieve a finales de diciembre?


Que la climatología del planeta está cursando un ciclo de calentamiento es algo que ya nadie en su sano juicio discute. Que el proceso está acelerado como consecuencia de la acción perturbadora del hombre, tampoco. Así las cosas, aquellos que ya peinamos unas décadas de vida, cada invierno de los últimos inviernos vamos confirmando que la nieve llega más tarde, menos copiosa, más irregular y se queda más alta. Y además soportamos menos frío, menos nieblas y menos persistentes en las llanuras de nuestra tierra. La superficie del agua a orillas del río Tormes a su paso por la ciudad ya apenas se congela por las noches formando una película de hielo, más o menos fina, más o menos gruesa, como quiero recordar de ocasiones lejanas en las que, siendo niño, llegaba a casi "candarse" el río, cuando por poco no se tocaba el hielo de una orilla con el de la otra en algún tramo de aguas especialmente tranquilas.

Ahora, cada vez que recorro la sierra de Béjar bien entrada la temporada de esquí, pero todavía sin nieve como viene sucediendo cada invierno de los últimos inviernos, no puedo por menos de acordarme de la lucha a cara de perro que mantuvimos muchos contra la insensatez que supuso destruir una parte importante de esta montaña con la construcción de su ridícula estación de esquí; estación de esquí de la que hubo que escuchar patéticos argumentos que la justificaran como que sería "una de las mejores estaciones de esquí de Europa" -sí, de Europa, habéis leído bien, no os riáis, que a mí me dan ganas de llorar-, que no existiría ningún impacto medioambiental "porque en la zona no había ni bosques, ni ríos, ni lagos", y que "solo había perdices y ratones", o que la nieve estaba "asegurada de diciembre a mayo". 


El lamentable proyecto no hacía ni siquiera un estudio nivológico de la sierra para saber si su acumulación, tanto en espesor como en espacio temporal, haría rentable una infraestructura así, simplemente daba por sentado que la nieve existiría en suficiente cantidad "por que sí" y que, además, todos los días de la temporada haría buen tiempo. Pero era tan surrealista que, aparte de los groseros errores gramaticales con que estaba tan penosamente redactado, calculaba que en enero se podría esquiar 32 días, en febrero 33 y en marzo 35. Además ya en diciembre se podrían aprovechar 29 días esquiables, lo que supondría abundante nieve ya en noviembre. Con estos y otros muchos razonamientos igual de científicos los especuladores y los políticuchos locales y provinciales arengaban a todos los comarcanos contra los que teníamos la osadía de opinar lo contrario desde fuera, desde la capital o desde otros puntos de la comunidad o de España. ¿Cómo se nos podía ocurrir semejante osadía, decirles a ellos cómo cuidar su propia tierra? Con la bandera enarbolada de la creación de cientos de puestos de trabajo y el resorte económico que necesitaba la comarca, los "de fuera" éramos, no ya sus conciudadanos con derecho a discrepar sobre cómo gestionar nuestro patrimonio natural, sino sus adversarios, los enemigos de su bienestar que veníamos a robar el futuro de sus hijos. Si eras vecino de la zona, te oponías al proyecto y, además, lo decías públicamente era aún peor; tildados de traidores, más de un enfrentamiento acabó en enemistades irreconciliables. Sí, todos esos éramos los mismos que ahora pagamos con nuestros impuestos las pérdidas anuales que siempre ha soportado la estación de esquí desde el mismo momento en que se inauguró, saltándose, dicho sea de paso, todas las limitaciones medioambientales que se le impusieron para concederles el permiso en el preceptivo Estudio de Impacto Ambiental. Este perverso EIA fue favorable al proyecto en base únicamente a su utilidad pública, pero lo fue en contra del criterio de los propios técnicos de la Junta que elevaron una Ponencia Técnica Provincial de Evaluación de Impacto Ambiental desfavorable. Al final, la estación no ha colmado las expectativas de la comarca y sus pueblos, ni ha llegado a ser el revulsivo laboral y económico tan esperado por sus habitantes y las esperanzas que muchos pusieron en las mentiras que quisieron creerse se desvanecieron hace tiempo.

No diré: "ya lo advertimos, por desgracia el tiempo nos ha dado la razón".

(*A fecha de 17 de enero de 2021, y tras el paso del temporal de nieve bautizado como "Filomena", y seguido de una ola de frío no menos histórica, que desde el 8 de enero han dejado gran parte de España tapizado de blanco durante varios días, Madrid colapsado con más de medio metro de nieve, sin que a fecha de hoy el Ayuntamiento haya podido todavía despejar al tráfico una gran cantidad de sus calles, ni normalizado completamente la situación en el aeropuerto de Barajas, alcanzándose temperaturas mínimas difícilmente registradas en el último siglo en nuestro país de hasta -25º en Teruel, ayer mismo la Estación de Esquí Sierra de Béjar-La Covatilla solo pudo abrir 1,7 km de pistas como para demostrar a los más escépticos que un poco de razón sí teníamos aquellos que nos opusimos a la destrucción de la sierra en base a una más que evidente escasez de nieve). 

De aquella época tampoco se me olvida cada vez que trasiego por estas laderas y vallejadas gredenses escasas de nieve, el intento de la Cámara de Comercio de Ávila de levantar en plena sierra de Gredos una infraestructura similar a la grotesca estación de esquí salmantina, aprovechando esta vez las laderas y valles de la vertiente norte de La Mira. 

¡Qué mediocreidad la de tantos y tantos miopes, incapaces de comprender el daño que estamos haciendo a la Tierra!


Y de juzgado de guardia fue la maquinación de la Junta de Castilla y León de sacar adelante el proyecto de la Estación de Esquí de San Glorio, urdiendo para ello un cambio de leyes que permitiera rebajar el nivel de protección del propio Parque Natural de Fuentes Carrionas y Fuente Cobre-Montaña Palentina, cuyo PORN prohibía este tipo de infraestructuras. Nunca antes un hecho como este se había visto en nuestro país, pero la Junta de Castilla y León no se cohibió en intentar menoscabar la conservación del citado espacio natural perpetrando un cambio de leyes ad hoc. Solo los jueces pudieron frenar, en los sucesivos juicios que tuvieron lugar promovidos por diversas ONGs y movimientos sociales, que el gobierno autonómico consiguiera su objetivo. De nuevo, todos nosotros pagamos de nuestro bolsillo las miserias políticas de nuestro gobierno autonómico y sus numerosos juicios, perdidos con reiteración, con el erario público que nutrimos con nuestros impuestos. El proceso, no por repetido ya mil veces dejaba de ser igual de efectivo que siempre: los de fuera diciéndoles a los locales cómo gestionar su tierra, ¡qué tropelía! ¡al paredón con semejantes ecologistas de salón!

¡Qué batallas me vienen a la memoria cada comienzo de temporada invernal cuando camino esos caminos sin nieve! ¡Qué tristeza cuando veo las estériles cicatrices en la que considero mi casa bejarana! ¡Y qué alivio cada vez que pienso en los osos trasteando libres por San Glorio!

Luchas y recuerdos. Mi conciencia, aunque triste, está tranquila. Lo intentamos y se hizo lo que se pudo.


Sí señores, la climatología del planeta está en un ciclo de calentamiento global acelerado por nosotros, y cada invierno, un poquito más lo vamos comprobando todos.

Cada año que pasa nos acercamos un poco más al punto de no retorno, si es que no lo hemos cruzado ya. El planeta no nos puede soportar mucho más. O mejor dicho, la vida en él tal como la conocemos en la actualidad ya no puede soportar a la especie humana por mucho más tiempo. Se avecinan cambios irreversibles que sin duda exterminarán muchas especies animales y vegetales, veremos la desaparición de gran parte del hielo en los casquetes glaciares, la modificación radical de las corrientes marinas que regulan el clima de nuestro Planeta Azul, así como su temperatura, se modificarán brutalmente muchos ecosistemas y sus organismos no tendrán tiempo de adaptarse y muchos desaparecerán, vendrán inviernos cálidos, se repetirán incendios devastadores nunca antes observados, como los sufridos en la Amazonía, Siberia o Australia, padeceremos veranos con desastres climatológicos que cada vez más azotarán a los países del primer mundo y no solo a ... sí, efectivamente, habéis acertado, es lo que estáis pensando, a "esos otros" que viven muy lejos de nosotros. 

Efectivamente señores, todo eso se avecina, junto con pandemias y enfermedades provocadas por la destrucción de esa biodiversidad que amortigua nuestro contacto con patógenos para los que nuestro organismo no está preparado para convivir.

Parece que el asteroide que aniquilará la vida en La Tierra tal y como la conocemos en la actualidad no vendrá del espacio; ese asteroide somos nosotros mismos. Y aunque cada uno localmente podemos actuar mientras pensamos globalmente, lo cierto es que o no lo hacemos, o es insuficiente para revertir la situación. Entramos de lleno en la sexta extinción masiva del planeta y seguimos viviendo como si eso no significara nada, como si no nos fuera a afectar. Nosotros seguimos con las mezquinas intenciones de perpetuar, e incluso aumentar, nuestro frenético ritmo de consumo. Expoliamos y destruimos la naturaleza que nos mantiene, y cerramos los ojos para que la ignorancia no arruine nuestra felicidad. Hemos perdido el Norte, hemos olvidado que la calidad de vida no está en los bienes materiales sino en la amistad y la gente de la que nos rodeamos. Y en, ¡cómo no!, la propia naturaleza de la que formamos parte. Estas sencillas cosas son las que nos harán ser felices, y no los lujos.


Como cada final de año, todos hacemos de una manera u otra el balance del período transcurrido y pensamos en los propósitos que deseamos se cumplan durante el año venidero. Yo ya imagináis que muy optimista no soy, lo siento. El ser humano siempre me ha demostrado que es egoísta y ciego por naturaleza, le encanta tropezar sucesivamente en la misma piedra. Pero, por pedir un deseo, pediré que nuestra especie aprenda de lo sucedido en este aciago e histórico 2020 que no olvidaremos nunca, y cambie definitivamente su tóxica relación con la Madre Tierra, de la que depende nuestra vida. Ojalá ese pensamiento individual que profesamos muchos de nosotros sepamos transformarlo en un pensamiento social, global. Ojalá que, como sociedad, nos pongamos del lado de la naturaleza definitivamente, para ponernos así del lado de nosotros mismos.