Trabajar con la cámara de placas era otra historia. Se necesitaba tiempo, reflexión, saber lo que buscabas y seguridad; mucha seguridad. No podías fotografiar con la mentalidad digital actual, en donde un fotógrafo, además de saber perfectamente cómo ha de conseguir lo que busca, tiene mucho margen de maniobra observando en el respaldo el resultado con su histograma, y haciendo en el momento las correcciones que considere oportunas para mejora la toma. Puede disparar cuantas veces quiera; es gratis y los resultados los valora al instante.
Con la cámara de gran formato esto no era posible. Lo peor no era que las placas fueran caras, sino que no se vería el resultado hasta horas o días después. En el mejor de los casos, si te encontrabas trabajando en una ciudad que contara con un laboratorio profesional, hacías el trabajo por la mañana y lo llevabas corriendo a revelar para disponer aún de la tarde en el caso de que algún desastre estrepitoso hubiera dado al traste con la sesión matinal. La mejor opción entonces era contar con las, no menos caras, imágenes Polaroid. Las usábamos como prueba; e interpretándolas y haciendo caso omiso de su exceso de contraste, decidíamos si todo estaba en orden. Tras medir la luz con el fotómetro y observar con detenimiento el encuadre, se enfocaba con una lupa cuenta-hilos sobre la lente fresnel de la cámara. Finalmente, cuando considerábamos que todo estaba en su sitio, introducíamos en el respaldo de la cámara descentrable el chasis con las dos diapositivas de 9 x 12 cm, retirábamos la placa de protección y disparábamos con suavidad a través del cable disparador. La primera foto estaba resuelta. Volvíamos a introducir la placa de protección, extraíamos el chasis y le dábamos la vuelta, repitiendo el proceso con la segunda transparencia y con una nueva exposición para asegurar el trabajo. Ocasionalmente gastábamos tres placas, en aquellos casos en los que no te podías permitir retrasos en la entrega del trabajo o cuando la imagen era especialmente compleja. Ya en el estudio, extraías en el cuarto oscuro las placas expuestas, las introducías en su sobre negro, opaco a la luz, y este a su vez en su caja de cartón con doble tapadera, para que el hermetismo a la luz fuera absoluto. Lo introducías todo en el sobre del laboratorio y el correo lo recogía. Ya sólo quedaba esperar un par de días para ver el resultado.
¿Os lo imagináis ahora? ¡¡Un par de días para ver la fotografía!!
Una captura impresionante, de verdad
ResponderEliminartienes la vista para ver las formas, la materia y los colores y nos presentas imágenes extraordinarias, enhorabuena Jesús!
Un buen domingo!
Gracias Noushka por tus palabras, que sin duda me halagan mucho.
EliminarHumildemente, creo que muchas son fruto de la oportunidad de estar en el sitio adecuado en el momento preciso. Hay lugares en los que, si se te cae la cámara y se dispara, la foto será buena de todas formas. Por otro lado, también estoy seguro que en el mismo sitio y a la misma hora, muchos haríamos las mismas fotos.
Un saludo
Hola Jesus,
ResponderEliminarVale para todo, fotos de aves incluidas.
Una buena imagen es una cuestión de suerte.
Luego hay la capacidad y el ojo del que hace la foto, pues no es todo el mundo quien es capaz de hacer la perfecta imagen.
Así, lo que veo en tu blog es magnifico, y lo pienso sinceramente.
Gracias para tu respuesta!
Gracias de nuevo por tus palabras. Sinceramente.
EliminarUn abrazo desde Salamanca.