Llego finalmente a casa y mirando al río desde mi ventana ya estoy deseando que mañana nuevos diamantes de escarcha me estén esperando con los primeros rayos del alba.
4 de diciembre de 2013
Mañanas de escarcha y vaho
Cada mañana regreso a casa por la orilla de mi río. Veo cómo los grupos de azulones silueteados se agrupan en remansos escondidos y juguetean con el contraluz que produce el todavía joven e incipiente sol matinal. La bruma se eleva como volutas ondulantes unos pocos centímetros sobre la lámina plana de agua creando una atmósfera irreal y maravillosa. Me entra frío con solo mirar a los patos nadando en medio de ese velo que ondea vaporoso sobre la superficie. A ellos no les debe preocupar demasiado pues se lo están pasando en grande, bañándose y aleteando contentos. Yo, protegido por mi abrigo, mis guantes y mi gorro, continúo caminando despacio, a contraluz, con el sol de frente, observando cómo una infinidad de cristalitos de escarcha destellan a mi alrededor por doquier. Me paro y me deleito en los detalles. Todo se ha vuelto blanco y centellea. Suena la escarcha bajo los pies. La hierba y las hojas caídas de los árboles crujen tiesas bajo la presión de mi peso. Los tibios rayos del sol se esfuerzan por derretir semejante tapiz blanco, consiguiendo que las primeras gotitas de agua se desprenden de las ramas como chispas verticales. Me detengo y miro hacia atrás, miro para abajo, miro a ambos lados. No sé como almacenar en mi cabeza todas las sensaciones y las visiones que estos efímeros momentos me regalan cada una de estas frías mañanas de diciembre. No sé cómo conservar cada perla de hielo, frágil y breve, huidiza como el propio vaho de mi respiración.
Llego finalmente a casa y mirando al río desde mi ventana ya estoy deseando que mañana nuevos diamantes de escarcha me estén esperando con los primeros rayos del alba.
Llego finalmente a casa y mirando al río desde mi ventana ya estoy deseando que mañana nuevos diamantes de escarcha me estén esperando con los primeros rayos del alba.
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Precioso, tanto las fotos como la introducción. Besitos.
ResponderEliminarGracias Teresa. Me gusta el invierno, no lo puedo evitar. Y poco a poco van quedando plasmadas en imágenes las estaciones del año aquí donde vivo, en un compendio que se puede ver a través de la etiqueta "Río Tormes" del blog. Un privilegio tener este paisaje del otro lado de mi ventana, sin duda.
EliminarUn beso.
De nuevo unas preciosas palabras para acompañar a unas estupendas fotos.
ResponderEliminarEnhorabuena Chuchi, y muchas gracias por dejarnos ver a través de tu ventana.
Salu2.
Gracias a ti, Lillo, por visitar y comentar en este blog, siempre es muy de agradecer los ánimos que me infundís. Gracias de verdad.
EliminarUn fuerte abrazo.