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27 de agosto de 2021

¿Energías renovables ... responsables?


En los últimos tiempos estamos viendo cómo proliferan los aerogeneradores por nuestra geografía y cómo, poco a poco, iniciamos el deseable cambio de modelo energético hacia fuentes menos contaminantes y más sostenibles en el tiempo. Esta transformación debe ir necesariamente acompañada de una mayor eficiencia energética, tanto en la industria, como en la vida cotidiana, fomentando además el autoconsumo, en vez de penalizarlo como ya hizo incomprensible e indecentemente algún gobierno anterior. De poco sirve implementar modelos energéticos con estándares sostenibles si aquellos no van acompañados de una eficaz reducción del consumo de energía. El despilfarro de esta seguirá agravando la situación de emergencia climática que está viviendo el planeta, incluso si se trata de energías renovables. Ha llegado el momento de poner sobre la mesa un concepto que asusta a las grandes multinacionales y a toda la industria en general: "el decrecimiento". Debemos ..., no, ... debemos no, "tenemos" que consumir menos para que el planeta sea capaz de compensar nuestra irresponsable y abusiva explotación de sus recursos naturales. Esto implica que para que nuestro planeta tenga un futuro a corto o medio plazo necesariamente debemos cambiar nuestro estilo de vida, apostando radical y definitivamente por las energías renovables y, a la vez, combinándolo con el ahorro, no solo de dicha energía, sino de todas las materias primas en general. Claro que asusta a muchos eso de "ahorrar", porque significa reducir el consumo, porque apunta a producir menos, vender menos y ganar menos. Porque pone patas arriba la idea implantada a fuego en nuestra sociedad de que para ser feliz hay necesariamente que consumir. Que si no tienes, no eres. Que si no acumulas no te realizas. En definitiva, poner patas arriba la idea de que la base de la sociedad del bienestar es el consumismo sin freno, esa obsolescencia programada y aceptada de buen grado por el ciudadano, esclavo como está de la superficialidad social y del postureo. La proliferación de webs de segunda mano que incitan a vender para comprar nuevos artículos es un buen indicativo del nivel de banalidad a la que hemos llegado.

Vivimos en la sociedad del "Compra, compra, paga, paga, usa tu tarjeta hasta que te salgas llagas, compra, compra, paga, paga", como bien critica la canción de Bebe.

En esta tesitura nos encontramos actualmente, pero a perro sarnoso todo se le vuelven pulgas. Entonces, si aspiramos a cambiar los modelos energéticos y hasta la mentalidad miope del ser humano ante el exceso de consumo, alguno nos dirá:  -¿Y cuál es el problema respecto de la transformación energética que se está consolidando en nuestro país y que está multiplicando por muchos enteros los parques de energía eólica?, ¿no es eso, acaso, lo que necesitamos y por lo que habéis llorado durante años? El caso es que sí, ... pero ...


Con el ser humano siempre hay un pero. En este caso el pero es que los proyectos de energías renovables (parques eólicos, principalmente) en nuestro país no obedecen a criterios de sensibilidad ambiental, sino de vocación económica. -¡Joder, otra vez oponiendo la conservación al dinero!, dirá otro. Y tendrá toda la razón al hablar de confrontación, pero no del movimiento conservacionista ante el poder económico, sino de este último contra la custodia medioambiental. Porque resulta que las gigantescas y todopoderosas empresas energéticas no se han vuelto repentinamente "verdes" y ecologistas, ni se han colocado de modo alguno al lado de la conservación sino, como de costumbre, en frente de la sostenibilidad ambiental. Y esto ha sido así en muchos casos porque han destruido enclaves de altísimo valor ambiental. Porque a veces tienen la torticera costumbre de fragmentar grandes proyectos en varios más pequeños que puedan sortear los Estudios de Impacto Ambiental que de otra forma nunca superarían. O porque, por el contrario, si el impacto es grande en un punto muy concreto suman varios planes energéticos para que dicho impacto se vea diluido. O porque los realizan con una penosa información ambiental intencionadamente, sin observar la afectación que dichos proyectos pueden causar en la biodiversidad del lugar a lo largo de todo un año, con lo que flirtean los impactos reales que afectarían negativamente a especies migratorias o reproductoras, por ejemplo, según el caso. O porque, por supuesto, hacen uso de las siempre socorridas alternativas peores que abocan a las administraciones a aprobar las que previamente los grandes promotores esperan que sean aprobadas. O simplemente porque nunca observan la alternativa cero, la de no llevar a cabo el proyecto si el impacto medioambiental es elevado. Y qué podemos decir del seguimiento de la mortandad que pueden provocar los aerogeneradores en aves y murciélagos y que son llevados a cabo por las mismas empresas energéticas, siendo generalmente infravalorado -cuando no directamente silenciado- el alcance real del problema. 


Así no, señores, así no estamos cambiando a un modelo de energía sostenible, porque simplemente esa energía no puede calificarse de tal manera si para su producción se han destruido previamente espacios de gran biodiversidad y, en consecuencia, también a esta última. No podemos permitir que las energías renovables, tan deseables sin duda, se conviertan en otro factor añadido de impacto ambiental en nuestro planeta. Tampoco en nuestro país. El problema es que aunque estas energías sean teóricamente verdes, los propietarios de las grandes energéticas no lo son, solo son empresarios en busca de beneficios. Punto. En palabras de Ana Carricondo, de SEO/Birdlife, "La cantidad de proyectos que se quieren ubicar en zonas de valor ecológico es inaceptable e inexplicable. Es necesario reforzar la normativa ambiental para alejar la presión de las zonas de mayor interés para la biodiversidad. Eso implica que las administraciones públicas desarrollen mapas de sensibilidad ambiental, incluyendo con claridad zonas de exclusión".


Ana C. hace mención en su párrafo a la presentación que el MITECO hizo en diciembre de 2020 de un documento que pretende "orientar" sobre una posible zonificación ambiental para las energías renovables, aunque según el parecer de muchos expertos no ataja en realidad el problema, ya que no aporta áreas de exclusión realmente. Sin duda, antes de que las administraciones elaboren esos mapas que determinen las áreas de exclusión muchos espacios naturales de alto valor ambiental habrán sido destruidos al amparo de esas energías supuestamente verdes que todos anhelamos. Estamos en el momento clave para amparar la biodiversidad del país (y del planeta) con unas renovables que sean verdaderamente responsables, racionales y bien planificadas. Estamos en el momento crucial para que nuestros gobiernos aprueben leyes que pongan coto al descontrol de estas grandes empresas y ordenen eficazmente el desarrollo de esta transformación energética en base al interés general de la sociedad y no al de unos especuladores que hacen de los derechos de explotación el medio a través del cual enriquecerse (aún más). No caigamos, pues, en la trampa de criticar a los grupos conservacionistas cuando alegan contra las ubicaciones de muchos de estos proyectos, pues no somos nosotros los que nos oponemos a la transformación energética. Critiquemos a estos señores que nos venden una imagen verde al mismo tiempo que destruyen nuestra biodiversidad.

Así no, señores. Así no. 



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