Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.
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27 de noviembre de 2013

El árbol de piedra

A lo largo de la historia de la humanidad, la vanidad humana nos ha regalado colosales maravillas ciclópeas fruto de la mentalidad ostentosa de algunos sectores sociales. Personajes que se regocijaban en la propia grandiosidad de su obra y en la comparación con la de los demás y su superación. Petulantes, pretenciosos y fatuos, nos legaron edificios monumentales (o monumentales edificios) que hoy en día forman parte de nuestra vida cotidiana y que nos rodean en nuestro deambular por las ciudades. Palacios y catedrales son un buen exponente de cómo la megalomanía de unos nos ha permitido a los demás heredar la belleza de la perfección arquitectónica, transformada en verdadera y excelsa obra maestra.


18 de agosto de 2013

Alyscamps

Atrás queda el bullicio del cemento, el tráfico y el gentío de la ciudad cuando cruzamos la verja que da paso al interior de Alyscamps. Como si cruzáramos a otro mundo o a otra dimensión, la paz y el sosiego te envuelven bruscamente, y te obligan a caminar despacio, a meditar y a observar. O a observar y meditar, en el orden que tú lo prefieras. Rodeados de decenas de ajados y ruinosos sarcófagos, de decadentes arcos y muros que un día fueron centro de recogimiento y espiritualidad, de vidrieras góticas y frescas estancias en penumbra, uno no puede por menos dejar de pensar sobre el paso del tiempo. Retorcidas raíces serpentean entre las piedras musgosas de lo que antaño fueron habitaciones, las hojas marchitas del ya olvidado invierno se mueven solas por el suelo y se arrebujan por los rincones con la ayuda del aire, mientras las sombras de los árboles nos invitan a descansar bajo ellos en esta tarde de bochornoso calor. Una mujer, sentada en un escondido banco, se entrega ensimismada a la lectura; quizás de un poemario, cual personaje extraído del romanticismo europeo. A excepción del canto de los pájaros, el silencio lo envuelve todo, ceñido en el interior de los altos muros que rodean el templo y sus terrenos. Alyscamps es una cura de tranquilidad en un mundo de prisas y ajetreos. Sin duda, en él puedo escuchar mis pasos sobre la tierra y, como decía la ya mítica melodía, los sonidos del silencio.








15 de marzo de 2013

Habitación sin vistas

El aleteo de las palomas retumba en el espacio hueco y diáfano del derruido palomar. Por el techo roto y semicaído se filtran rayos de sol que proyectan su vivificante calor sobre las toscas paredes de adobe. Entro en el interior y piso tablas de madera y tejas que resuenan bajo mis pies cuando se quiebran. Veo cómo algunos pichones resecos, prácticamente momificados, yacen en los rincones entre plumas y guano. También veo egagrópilas de diversos tamaños que delatan la presencia más o menos habitual de la sempiterna lechuza y del cernícalo. La atmósfera me envuelve con un olor acre y caliente producto de la amalgama de excrementos, huevos rotos y cadáveres.

Sin prisas, me paro en el centro del habitáculo y observo a mi alrededor. Me tomo mi tiempo. Veo composiciones, detalles, rincones que me atraen y me inspiran. Que me hablan pidiéndome que los fotografíe. Pausadamente reflexiono sobre lo que me rodea, hasta que asiento el trípode entre los cascotes y comienzo a mirar a través del ocular de la 5D. Cable disparador, diafragma, velocidad. Mientras los minutos pasan, compongo fotografías que me cuenten cosas, que narren sensaciones, que expliquen la esencia del lugar, su alma. Finalmente, cuando siento que he capturado lo que el entorno me ha ofrecido, decido que es hora de devolverle la tranquilidad cotidiana, permitiendo que las pocas palomas que aún habitan este peculiar edificio de apartamentos sin vistas, vuelvan a sus domicilios. Salgo y me marcho, dejando de nuevo en el olvido al viejo palomar de barro y paja, cerrando tras de mi con su cuerda de empacar su puerta rota.







29 de noviembre de 2012

Viejos chozos

Siglos de aprovechamiento ganadero en la sierra de Gredos nos han dejado como mudos testigos de un pasado reciente multitud de construcciones usadas por los pastores en sus labores cotidianas, constituyendo un patrimonio sencillo de conservar y que, sin embargo, poco a poco se va perdiendo, por abandono o desidia unas veces y por actuaciones desafortunadas otras, como las emprendidas en algunas conocidas chozas serranas a las que se les dotó en su momento de un tejado moderno de teja árabe.




De entre todas las construcciones que podemos encontrar a lo largo de este espinazo montañoso, generalmente ligadas a una intensa actividad ganadera, destacan los chozos tradicionales, que solían tener planta redonda, suelo enlosado y cubierta de escoba o piorno. Hacían las veces de viviendas, a menudo adosadas a una cerca de mampostería a modo de minúsculo corral, con poyos para sentarse.







En ocasiones estos chozos se agrupaban formando pequeños poblados con un gran trasiego en los meses en los que el paisaje se libraba de la nieve. A menudo eran denominados "puestos" y en ellos los cabreros pasaban largas temporadas con sus rebaños. En algunos de estos puestos se pueden aún encontrar hoy en día otras construcciones que tenían distintos fines, como las que puedes ver en las tres fotos siguientes: chiviteras para guardar por la noche a los recentales del rebaño, hornos para cocer algo de pan durante las estancias más largas e incluso queseras, ubicadas junto a un pequeño arroyuelo cuyo caudal se desviaba a su interior para mantenerlo fresco.




Todos estos elementos son piezas que forman parte de un rico museo etnográfico, sin puertas, que se encuentra disperso por gargantas y laderas, abierto a todo el mundo. Para descubrirlo solo tienes que caminar por estas montañas con una mente abierta, y comprender que este patrimonio cultural representa un aliciente más, otra disculpa para calzarnos las botas, echarnos la mochila a la espalda y ponernos por delante nuestro un camino cualquiera.






20 de noviembre de 2012

Marvao

Siguiendo con las pinceladas portuguesas, hoy os dejo una docena de imágenes de una conocida villa del Alto Alentejo, llamada Marvao. Recorrerla pausadamente al amanecer, cuando aún la gente se arrebuja en sus lechos, es un ejercicio de búsqueda, casi de espionaje, en pos del detalle que pasa desapercibido, del mimo con el que sus habitantes cuidan cada detalle, incluso en los rincones más apartados. La tranquilidad que envuelve la villa al caminar por sus calles empedradas, serpenteando entre casas de inmaculado blanco, os deparará con total seguridad momentos imperecederos. Sensaciones difíciles de olvidar.













5 de noviembre de 2012

Monsaraz

Portugal es un país cercano pero a la vez desconocido para una gran parte de los españoles, que habitualmente escogen otros países europeos mucho más lejanos -y a menudo bastantes más caros- como objetivo de sus viajes vacacionales, ya que son países o ciudades que se benefician de una asentada tradición como destinos turísticos. Lo cierto es que, salvo para la gente que vive en "La Raya" (la banda fronteriza entre España y Portugal), este sigue siendo erróneamente un destino infravalorado y olvidado. A veces incluso menospreciado. Los españoles, sin embargo, hemos de aprender humildemente de lo bueno que ellos tiene, que es mucho, sin duda. Y Monsaraz es un buen ejemplo del amor que destilan sus habitantes por sus pueblos, limpios y cuidados. Mimados. En adelante iremos conociendo en este cuaderno, con pinceladas sueltas, diferentes destinos de indudable interés cultural, siempre cercanos, y no lo digo sólo desde un punto de vista geográfico. Castillos, aldeas, ermitas, ciudades, yacimientos arqueológicos,... todos ellos nos esperan. Os esperan. Con los brazos abiertos de sus gentes, su amabilidad y su disposición a cruzar unas palabras con estos "vecinos españoles".