Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

2 de diciembre de 2013

Castelo Mendo

Pasear por las calles de la pequeña y poco visitada aldea portuguesa de Castelo Mendo es como hacerse una cura de sosiego y tranquilidad. El silencio y la paz que se respiran entre sus callejuelas de granito hacen que te olvides de las manecillas del reloj y te invitan a caminar sin rumbo fijo, observando cada detalle y cada rincón, sin prisas. No muy alejada de Almeida, en el distrito de Guarda, en plena Beira Interior Norte y muy cercana a "la raya" con Salamanca, se trata de una de las numerosas aldeas amuralladas que conserva el país vecino, formando parte del conjunto de lo que se ha etiquetado para fomentar el turismo como "Aldeas Históricas". Reconforta observar cómo su centenar de vecinos se esmeran con mimo y sensibilidad en el mantenimiento y cuidado de sus calles y sus casas, conservando pulcramente su arquitectura tradicional. Pasear por sus callejuelas será un ejercicio de limpieza interior, de remedio contra el estrés y el ajetreo de nuestras vidas en las grandes ciudades y nos invitará, no solo a regresar en futuras oportunidades a Castelo Mendo, sino a conocer otras aldeas y villas del país vecino que colmarán, con completa seguridad, todas nuestras expectativas.











27 de noviembre de 2013

El árbol de piedra

A lo largo de la historia de la humanidad, la vanidad humana nos ha regalado colosales maravillas ciclópeas fruto de la mentalidad ostentosa de algunos sectores sociales. Personajes que se regocijaban en la propia grandiosidad de su obra y en la comparación con la de los demás y su superación. Petulantes, pretenciosos y fatuos, nos legaron edificios monumentales (o monumentales edificios) que hoy en día forman parte de nuestra vida cotidiana y que nos rodean en nuestro deambular por las ciudades. Palacios y catedrales son un buen exponente de cómo la megalomanía de unos nos ha permitido a los demás heredar la belleza de la perfección arquitectónica, transformada en verdadera y excelsa obra maestra.


23 de noviembre de 2013

El traidor



Mirando la calle sabiendo por dónde va
espera el traidor en la oscuridad.
Resaltan sus manos ensangrentadas
invisiblemente por la infidelidad.
Te ensuciaron la mente
Te ensuciaron la mente
Te ensuciaron la mente
Te ensuciaron la mente

El silencio es denso y la espera larga.
Su corazón late, se le escapan las palabras.
Se dice sonriendo "es igual, ya es igual
yo ya estoy perdido, para mi no hay lugar"
Te ensuciaron la mente
Te ensuciaron la mente
Te ensuciaron la mente
Te ensuciaron la mente

Tirado en la calle, la cara desencajada,
espera el traidor y la vida se le escapa.
Sus manos arañan los últimos segundos,
alguien se encargó de que no hablara.
Te ensuciaron la mente
Te ensuciaron la mente
Te ensuciaron la mente
Te ensuciaron la mente

(El traidor, letra y música de Aurora Beltrán, del disco Nieve Negra, del grupo musical Tahures Zurdos)

21 de noviembre de 2013

Espacios intermedios

La ciudad, todas las ciudades, están repletas de rincones olvidados, lugares apartados llenos de detalles desapercibidos, sitios perdidos, extraviados, desatendidos y ensuciados. Marginados. Guetos donde adolescentes anónimos dejan sus firmas, donde el paso del tiempo recubre con una capa de polvo y moho las paredes viejas de cemento, donde las ventanas dejaron hace mucho de serlo tapiadas por ladrillos y donde los tejados se cubrieron de líquenes y musgos. No hace falta alejarse mucho del centro. A veces ni siquiera salir de él. Son los espacios intermedios. Esos que se pueblan de gatos callejeros cuando la ciudad duerme. Esos donde el haz de luz de los pequeños farolillos oxidados a duras penas llega al suelo. Esos que se envuelven de silencio. De sombras. De temores y recelos. Esos donde el retumbar de nuestros pasos nos proclama nuestra vulnerabilidad. Esos son nuestros espacios intermedios.








20 de noviembre de 2013

Caminando por la estrecha línea sinuosa

Camino por la estrecha línea sinuosa que hace más humana la sierra. Serpenteante, cubierta de hojas marchitas desprendidas de castaños y robles, la línea me transporta a un estado de bienestar y paz que no encuentro en la ciudad. Se desliza por el fondo del valle. A los lados escucho el vocerío hueco de los realeros y el monótono ladrido de sus podencos provocando el pánico en lo alto de las laderas, cubiertas de alcornoques, madroños y carrascos. El bosque, por lo demás, está en silencio, húmedo y saturado por las lluvias, tapizado de setas que emergen entre la hojarasca y de blandos musgos que cubren por igual grandes rocas, vallas de piedra y troncos de árboles. No camino solo por esta estrecha línea sinuosa. Junto a mis pasos están los de un puñado de amigos, que caminan junto a mí, a mi lado. Sin prisas, disfrutando de la conversación y la compañía, del paisaje y el otoño. De este día nublado de mediados de noviembre.