UN LOBO ENTRA EN UN PUEBLO Y SE LLEVA UN PERRO: "¿Y SI HUBIERA SIDO UN NIÑO?"Este es el infame titular con el que arranca otro alevoso artículo contra el lobo de la revista cinegética Jara y Sedal, increíblemente avalada por la televisión pública española. Acto seguido del titular, en su subtítulo, la lamentable editorial acaba insistiendo en el sensacionalismo más barato y obsceno de la prensa más amarilla que pueda existir al decir que: "... despierta un viejo temor entre los habitantes de los pueblos: ¿y si ataca a un niño?" En el primer ladillo destacado afirman directamente: "Los lobos atacan a los niños". Ni se sonrojan. Ya no lo dudan, ni lo preguntan, directamente lo afirman. Y dogmatizan la mentira en base a una recopilación de antiguas historias rurales, informaciones y entrevistas, increíblemente inferidas como datos científicos (pero que nadie ha visto nunca publicadas en ninguna revista de impacto que las avale como investigaciones reales) del famoso ornitólogo y biólogo José Antonio Valverde, quien publicó, junto a un pastor del sur de la provincia de León llamado Salvador Teruelo, el libro titulado Los lobos de Morla. En la sinopsis que podemos leer de la citada publicación en la que Jara y Sedal basa su aseveración de que los lobos matan niños, ya se indica que "El biólogo busca el fondo histórico de la vida y fechorías del lobo, sus ataques al ganado y a los hombres ...", lo que nos delata un claro poso de subjetividad sobre las opiniones que pudiera verter el coautor del libro sobre este animal, subjetividad que no nos inspiran confianza alguna. ¿Fechorías, dice? ¿un animal salvaje comete ... fechorías? ¿tiene malicia por lo tanto? ¿o es el hombre el que subjetivamente otorga a la fauna silvestre la capacidad intrínsecamente humana de hacer conscientemente el mal a otro? Esta arbitrariedad del autor cuando habla de Canis lupus signatus se acaba confirmando a medida que leemos algunas frases más de su cosecha, como veremos posteriormente. Mientras que la intencionalidad de la revista Jara y Sedal de usar específicamente el relato personal de este biólogo concreto en vez de la amplísima bibliografía científica publicada en cualquier punto del planeta solo puede ser considerada de ideología manipuladora.
José Antonio Valverde reconocía en 1971 en un artículo publicado con el título de El lobo español que "El lobo de esta región -se refería a Castilla y León- sigue a veces al hombre de noche, pero no les ataca... / ... casi todo el mundo, en los pueblos, ha sido pastor, incluso muchachas de doce años en adelante. Todos conocen bien al lobo y apenas le temen." Sin embargo, para la misma especie en Galicia decía lo siguiente: "... Galicia es un medio antropófilo como ningún otro ibérico, y sus lobos son antropófagos como ningún otro también."
¡Lobos que se alimentaban de hombres!, ¿dónde en la bibliografía científica se recoge semejante barbaridad para la especie y, además, para una región tan concreta y reducida como la gallega? ¡Es inaudito que lo dijera convencido y se quedara el hombre tan ancho!. En ese mismo artículo tampoco le contrariaba, obviamente convencido de su veracidad, decir que "El lobo, en España y en Asia, es un cazador de niños. Caperucita Roja no es un cuento, sino una realidad pasada y potencial, y la reglamentación sobre el lobo debe tener esto muy en cuenta ... / ... Y con ello no queremos decir que el lobo no mate a veces hombres, sin necesidad de estar rabioso."
Un poco más adelante trasluce su poco aprecio por la especie en el vocabulario empleado: "Entre perseguir un corzo aislado entre brezales o degollar ovejas en campiña abierta, la elección no es dudosa" y lo explica con lo que él mismo denominó como "indice de apetencia" (Valverde, 1967) que venía a razonar, sin ningún tipo de pruebas de campo ni investigación o metodología científica alguna, que por el mero hecho de ahorrarse esfuerzo el animal prefería, sí o sí, atacar al ganado antes que a una presa salvaje. Sin embargo, distintos estudios modernos -estos sí, científicos de verdad- vienen a demostrar justamente lo contrario, la preferencia de la especie por la fauna silvestre frente al ganado doméstico, incluso cuando el acceso a este último es abundante. Pero dejando a un lado lo poco serio y profesional que es basar unas afirmaciones en historias sin acreditar y en razonamientos meramente personales y no en pruebas ni estudios repetibles, no podemos por menos de sorprendernos que Tono, como era conocido este reconocido biólogo, concluyera que la población de lobos gallegos "... exige de nosotros un esfuerzo para exterminarla en el más breve espacio de tiempo posible,..."
Son palabras suyas, escritas por él, no penséis que las pongo yo en su boca. Palabrita del Niño Jesús.
Ahora que cada lector deduzca si utilizar la figura de este biólogo para sustentar una afirmación tan peregrina como falsa, y así asustar a la población española actual con respecto del riesgo que supondría la presencia del cánido cerca de nuestras poblaciones tiene visos o no de pura, torticera y chabacana manipulación periodística.
Pero sigamos para conocer la peculiar visión que tenía el señor José Antonio Valverde del lobo ibérico. En el mismo libro que menciona el escandaloso artículo de Jara y Sedal -Los lobos de Morla- el biólogo insiste en su análisis de la peligrosidad del lobo para la especie humana y relata, por ejemplo, que "En el destete (junio-julio), cuando la hembra adulta, agotada por la lactancia, comienza a cazar de nuevo -ha sido mantenida por el macho- para ella y para los cachorros. En ese momento puede atacar a niños y mujerucas". E incluso llega a elaborar una tabla que relaciona el peso de estos depredadores y el de las presas potenciales, y entre las que incluye, como no podía ser de otra manera, al propio ser humano. Así, explica que los lobos macho, con 36 kgs. de media, pueden atacar a ovejas de 18, a cabras de 40 o a hombres de 60 kilos de peso; mientras que las lobas de 28 kgs. harían lo propio con mujeres de 45 kilos (aquí no aparece reflejado ningún otro "ganado", solo habla de mujeres). Además añade directamente que ...
"Los lobos antropófagos resultan divididos en dos categorías:
- Lobas que matan niños
- Grandes lobos o familias que atacan a adultos, sobre todo mujeres."
Es en este mismo libro donde reitera que "... a petición del Servicio de Caza, propuse una ordenación para el lobo (Valverde, 1971) que incluía su exterminio para la baja Galicia, donde lobos y niños andan por los mismos callejos".
Este modo de pensar de un hombre de mediados del siglo pasado, claramente influenciado por historias y leyendas que nada tienen de verídicas, es ahora aprovechado por una editorial dedicada a la caza para meter miedo a cuantos ingenuos les puedan creer, y así seguir agrediendo a la conservación de nuestra biodiversidad y a las leyes que, en materia de medio ambiente, nos están haciendo avanzar lentamente.
El segundo ladillo del artículo de Jara y Sedal dice: "Temor e indignación crecientes", e incide en la supuesta proliferación de unos hechos, que no dejan de ser raros y anecdóticos, y en los que algunos ejemplares se han dejado ver por las afueras de algún casco urbano. Sin embargo, esto ocurre exactamente igual y de un modo intermitente con otras especies, incluido el propio oso pardo, no teniendo, muy por el contrario, nada de extraordinario, y constituyendo en realidad unos hechos puntuales que históricamente siempre han existido. La diferencia estriba en que en la actualidad, gracias a la disponibilidad de teléfonos móviles y la conectividad que proporcionan las redes sociales, sí se han visibilizado exponencialmente estos encuentros que siempre han sido, son y serán esporádicos. No obstante, la editorial sigue insistiendo y sentenciando que "... la población rural cada vez tiene más miedo de que los lobos puedan atacar a una persona o a un niño", para, acto seguido, criticar el blindaje que la nueva legislación proporciona a la especie contra su caza. ¡Ahhhh, acabaaaaaaramos, que en el fondo del asunto lo que subyace es que a ustedes ya no se les permite cazaaaarrrrrloooosssss! ¡Ah! ... vaaale, vaaale! ya entiendo, están ustedes agitando el manzano para ver si recogen algo que caiga de él, ¿no?. Que les duele no poder pegarles tiros a los lobos, y para ello agitan el miedo de la población, intentando relacionar verdaderas mentiras (¡vaya paradoja!) con el nombre de UNA reconocida, pero controvertida, personalidad para dar verosimilitud a las mismas. Por ello pretenden alentar la indignación del mundo rural usando el miedo como herramienta frente a la conservación y protección de nuestra biodiversidad, pronosticando que se trata de " ... una bomba de relojería que puede estallar en cualquier momento si hay alguna víctima humana ...". Entieeeendo, ya entieeeendo, sí. El miedo como herramienta para manipular la opinión pública. Vamos, lo de siempre, ¿no?
Nada nuevo bajo el sol.
Y para ello ustedes, señores, muestran un vídeo del que reconocen que no saben ni dónde está grabado ni cuándo, y que simplemente, como circula por la red, ustedes, en un acto de rigurosísimo periodismo, aprovechan para agitar el manzano. A ver si cuela.
Pues bien, en el vídeo no se distingue si es un lobo o un perro, y para más inri ... ¡¡¡ESTÁ GRABADO EN ITALIA, no en España!!! ¡Hay que ser chapuzas!
Pero claro, a ustedes eso les da igual, lo viralizan y lo aprovechan para cargar contra la nueva protección del lobo en nuestro estado en un clarísimo ejemplo de su rigor periodístico y su afán de ... ¿de qué? ... se lo diré yo: de manipular a la población para seguir atacando la protección del lobo. ¿Recuerdan aquel otro vídeo que se viralizó por las redes sociales de unos perros atacando a una vaca avileña en una sierra y que ustedes, periodistas maipuladores, hicieron pasar al principio por un ataque de lobo a pesar de que en el vídeo era patente que se trataba de perros, de rehala para más señas? Su odio para con este animal se trasluce en cada artículo que sensacionalizan a la menor oportunidad. Dos capturas de pantalla de aquel vídeo ya lo vimos en este mismo blog hace unos meses.
Patético, de verdad.
Veamos, señores, no existen datos documentados que avalen la tesis de que el lobo sea una especie peligrosa para el ser humano, por mucho que hayan podido darse históricamente algunos supuestos casos. Y fíjense ustedes que utilizo la palabra "supuestos" porque no hay una confirmación real de que esos hipotéticos sucesos fueran en realidad obra de lobos en vez de, por ejemplo, perros con fisonomía lobuna, o venganzas personales que luego se escondían cargando la responsabilidad a lomos del cánido. Y nadie puede negar que todos los años existen cientos de ataques de perros a personas, muchos de los cuales han terminado con la muerte de estas últimas. En los noticiarios y en la prensa aparecen intermitentemente sucesos de estas características. Sí es muy real, por lo tanto, el peligro de que algún perro nos ataque alguna vez, en el campo o en alguna zona urbana. Somos muchos los que nos hemos visto acorralados por algún perro en más de una y de dos ocasiones. Y de tres y de cuatro, ... Y no por eso vamos publicando sandeces para meter miedo a la gente con los perros.
Entonces, visto todo lo anterior ¿podemos realmente pensar que implica una cierta peligrosidad para la gente la presencia cercana de lobos?: científica y estadísticamente NO. Por lo tanto, si alguien se cruza o ve cerca a uno de estos magníficos animales solo le puedo recomendar que aproveche el privilegio que supone observar a una especie tan esquiva como esta. Y que lo disfrute.
Ahora bien, una vez dicho todo lo anterior, harían ustedes muy bien en reconocer que, si existe un peligro real de morir en el campo, no es como consecuencia del ataque de un animal que huye de nosotros como "alma que lleva el diablo", sino por el disparo accidental de algún cazador en cualquier época del año y casi en cualquier lugar de nuestra geografía, incluidos Parques Naturales o Regionales que, por algún motivo oscuro, siguen compartiendo gestión con cotos de caza y, lo que es peor, con Reservas Regionales de Caza a las que mantenemos todos con nuestros impuestos, lo que no deja de ser indignante para gran parte de ese 98'2% de la población española que no solo no es cazadora, sino que, además, desprecia esa actividad. Anualmente una media de 20 personas mueren en España por accidentes de caza, sin contar con los centenares de heridos. Algunos de ellos no eran cazadores, eran simples excursionistas que tuvieron la desgracia de convivir con una actividad peligrosa muy poco y mal regulada. Dediquen sus esfuerzos en concienciar a sus propios lectores de la necesidad, no solo de extremar hasta el infinito las precauciones, sino de hacerles ver que comparten el espacio con otras personas y que, como consecuencia de ello, el resto de ciudadanos somos rehenes del peligro que representan ustedes y sus armas, a parte de las afecciones negativas que su actividad provoca en el entorno.
Señores de Jara y Sedal, su actividad sí es peligrosa para el ser humano, no los lobos. Y su labor periodística lo es para la salud informativa de toda la sociedad española.