Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

29 de abril de 2014

30.000

Cuando he encendido el ordenador esta tarde y he abierto el blog he podido comprobar que entre todos hemos pasado de las treinta mil visitas al mismo, cifra bonita y redonda que no hubiera podido sospechar alcanzar en tan poco tiempo cuando comencé con él. Gracias a vosotros, en estos primeros veintinueve meses de existencia la media de visitas mensuales ha superado las mil. Espero que no haya sido una simple cuestión de suerte, que algo hayan tenido que ver la calidad o el interés de las fotos y los textos. Os dejo esta imagen que ya tenía preparada para alguna buena ocasión, como agradecimiento por vuestro apoyo y motivación. A todos, gracias.


28 de abril de 2014

Campos amarillos

Quedo absorto observando los inmensos campos de colza cultivada, homogéneos, limpios, pulcros. Impolutos. Mimados por los agricultores a base de pesticidas, herbicidas, insecticidas, plaguicidas, y otros "icidas" que los dejan depurados de amapolas, margaritas y otras malas hierbas (desconozco aún quién es el que decide cuáles son las hierbas que se han portado mal y cuáles lo han hecho bien).

Me gustan los campos cerealistas así, despejados, expeditos, sin "cenizos" en los mares verdes y amarillos de los monocultivos que el mercado y la PAC ordenan. Sin arbustos en las cunetas, sin baldíos desaprovechados, sin eriales, sin abejas que liben de flor en flor, sin choperas serpenteantes en los arroyos, sin setos ni sotos, sin perchas para las rapaces y sin refugio para los animales.

Sin mariposas de colores. Inmaculados.

Son bonitos, estéticos, uniformes, armoniosos, vacíos de insectos y cada día más vacíos también de aves. Cada día un poquito más hueros de vida, un poquito más desiertos, un poquito más huecos.

Más llenos de ausencias.







26 de abril de 2014

Contraluces

Amanece junto a la marisma. Nosotros caminamos temprano, en silencio. Los insistentes reclamos de los milanos negros nos advierten de su presencia. Perdices y otros pajarillos no descansan de llamar a la primavera, efervescentes. Las brumas de la primera hora se convierten en vapores amarillos con el contraluz del sol. Las gotas del rocío nocturno centellean en las telas de araña. El camino se presenta solitario y tranquilo, lleno de paz y belleza. Todo parece perfecto. La vida parece merecer la pena.








25 de abril de 2014

El profundo rojo.

Han pasado las horas como si hubieran sido minutos. Del caos ordenado de los cantos rodados, paso por espacios intermedios, de transición, de lodo y limo blandos, y a través de estos, finalmente, alcanzo la orilla, la frontera entre nuestro mundo y el que existe en las aguas rojas. Me planto en el borde, y desde él intento intuir la vida que se esconde más allá del color escarlata, del denso rojo profundo de sus aguas.

Atrás quedaron guijarros redondos y oxidados, y fango cuarteado por las grietas. Delante tengo el hondo vacío de pozas oscuras e inertes, de caozos lúgubres e insondables.

Los ocres y dorados mutan al naranja, y este lo hace al rojo denso, como si de la sangre derramada en una batalla cruel, feroz y encarnizada se tratara. Quedo hipnotizado en la orilla cobriza y sanguinaria, magnetizado en pos de un detalle que atraiga mi curiosidad, de algo que reclame mi atención, escudriñando en busca de nuevos encuadres, persiguiendo otra composición. Y veo manchas de colores cálidos. Y líneas que separan tonos, pigmentos, gamas. Disparo la cámara y me guardo para mi retazos de estas aguas escarlatas, tanto tiempo pensadas y soñadas.













23 de abril de 2014

Espacios de transición

Dejo a un lado mis guijarros herrumbrosos y oxidados y me centro en el fango agrietado, cuarteado por el sol y la evaporación, cargado de sulfuros amarillos, ácidos y letales. Camino con cuidado para no romper la costra superficial y hundirme inesperadamente en este mejunje traicionero y espeso. Aquí puedo pisar; ni se te ocurra hacerlo ahí. Me voy acercando a la orilla a través de espacios de transición, donde quedan impresas las minúsculas huellecitas de insectos y ratoncillos, así como las de los brutos jabalíes y la de una gran serpiente despistada. Busco ahora líneas, fronteras, piezas de un puzzle hecho de barro endurecido, cargado de ocres y amarillos; intensos, densos.

Me voy acercando a través de espacios de transición.