Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

25 de abril de 2014

El profundo rojo.

Han pasado las horas como si hubieran sido minutos. Del caos ordenado de los cantos rodados, paso por espacios intermedios, de transición, de lodo y limo blandos, y a través de estos, finalmente, alcanzo la orilla, la frontera entre nuestro mundo y el que existe en las aguas rojas. Me planto en el borde, y desde él intento intuir la vida que se esconde más allá del color escarlata, del denso rojo profundo de sus aguas.

Atrás quedaron guijarros redondos y oxidados, y fango cuarteado por las grietas. Delante tengo el hondo vacío de pozas oscuras e inertes, de caozos lúgubres e insondables.

Los ocres y dorados mutan al naranja, y este lo hace al rojo denso, como si de la sangre derramada en una batalla cruel, feroz y encarnizada se tratara. Quedo hipnotizado en la orilla cobriza y sanguinaria, magnetizado en pos de un detalle que atraiga mi curiosidad, de algo que reclame mi atención, escudriñando en busca de nuevos encuadres, persiguiendo otra composición. Y veo manchas de colores cálidos. Y líneas que separan tonos, pigmentos, gamas. Disparo la cámara y me guardo para mi retazos de estas aguas escarlatas, tanto tiempo pensadas y soñadas.













2 comentarios:

  1. Un maravilloso trabajo, aderezado,como siempre, con un precioso texto

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    1. Gracias amigo, tu mira de vez en cuando mis fotos, que yo me embeleso con las tuyas. Gracias por describir tan extraordinariamente la vida de Salamanca.

      Un abrazo.

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