Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

21 de septiembre de 2021

Reflexiones, el lobo y su nueva situación legal

Estos meses pasados hemos sido testigos de un hecho histórico en el amparo y defensa de la biodiversidad en nuestro país, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico acordó prohibir la caza del lobo al incluirlo en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial, el LESPRE, proporcionándole una cobertura legal con la que nunca antes había contado esta especie. Esta protección legal entrará en vigor a partir de mañana, día 22 de septiembre, tras su publicación hoy en el BOE.


Esta inclusión en el LESPRE no ha sido sencilla debido a la importante politización que rodea a este animal, pero al final así se acordó en base a varios aspectos fundamentales sobradamente razonados: 

1.- La situación de escasa protección de la especie así lo requería dada la repercusión que para ella representaba la persecución a que se veía sometida desde el ámbito rural, cinegético e institucional. 

2.- Dada la distribución territorial actual respecto de la histórica, cuando ocupaba todo el territorio nacional.

3.- Porque no es coherente -ni administrativa, ni biológicamente- que una especie se pueda gestionar de modo distinto en cada Comunidad Autónoma e incluso en países diferentes que comparten la misma población, como era el caso de la subespecie ibérica. A partir de este momento la población hispano-portuguesa de lobo ibérico tendrá una cobertura administrativa similar en ambos países. 

4.- Porque, además, constituye una parte fundamental de nuestro patrimonio natural y cultural español, y obviamente también portugués.

5.- Y en tanto es asumido que la biodiversidad de nuestros campos forma parte del patrimonio de todos los españoles, se hace incuestionable que todos los ciudadanos y todas las CCAA tenemos el mismo derecho a opinar sobre la inclusión o no de una especie en el listado, acordándose así finalmente la catalogación del lobo exactamente igual a como se hace con el resto de taxones (lince, oso, quebrantahuesos o cualquier otra especie de nuestra fauna), y muy al contrario de lo que las CCAA con presencia del cánido querían imponer, pretendiendo negar al resto de representantes un derecho constitucional que nos son inherentes.

6.- Porque siendo el ámbito agropecuario un sector económico fuertemente subvencionado con el dinero de todos los europeos no se puede entender ese empeño de administraciones autonómicas y ganaderos en impedir la opinión del resto de ciudadanos sobre la sostenibilidad ambiental de sus acciones.

7.- Porque objetivamente, desde el punto de vista de su estado de conservación tendría que estar incluida, no solo en el Listado desde hacía mucho tiempo (porque comparativamente con otras especies en situación similar, o incluso mejor, representaba una discriminación evidente), sino que incluso tendría que formar parte del Catálogo como Especie Vulnerable.

8.- Porque la evolución de la sociedad actual exige modelos productivos sostenibles ambientalmente, donde prevalezcan estándares de conservación de la biodiversidad más modernos y ambiciosos, así como administraciones que realmente custodien esta nueva visión de la sociedad, persiguiendo fórmulas que sean alternativas a la eliminación de fauna silvestre ante cualquier conflicto. 

9.- Y porque la persecución de la especie se ha demostrado ya históricamente ineficaz para minimizar los daños a la ganadería, poniendo en evidencia la necesidad de buscar opciones menos simplistas que la recurrente e inoperante muerte de ejemplares.


Con el paso del tiempo este hito histórico solo será comparable a la protección legal que representó la catalogación del lobo en 1970 como especie cinegética, lo que supuso la regulación a partir de entonces de los métodos y épocas en las que podía ser cazado (que no perseguido, puesto que su persecución ilegal ha sido y sigue siendo indiscriminada).

La paradoja que pudiera parecer el hecho de que incluirlo entre las especies cinegéticas lo salvara de una más que inminente extinción cuando contaba con una minúscula población de unos 200 ejemplares (Valverde, 1970), constituye un argumento esgrimido en la actualidad por las administraciones autonómicas para engatusar a la sociedad española y convencerla de que este modelo de gestión basado en su explotación cinegética es el adecuado per se, y que asegura no solo su conservación, sino incluso su expansión futura. Este análisis, sin embargo, se cae por su propio peso y ya no se sostiene ante el estancamiento que su población ha sufrido en las dos últimas décadas y del que hablábamos también en el link indicado arriba, en el párrafo anterior. En el artículo publicado por ASCEL, titulado Protección del lobo en Europa: tesis versus praxis, dejan patente cómo se recuperan de verdad las poblaciones de lobo cuando se las protege realmente prohibiendo su caza indiscriminada, y lo demuestran con los ejemplos de Polonia e Italia. No podemos por menos de recordar al público que todos los lobos que han llegado a Cataluña y Aragón en las últimas dos décadas lo han hecho desde Italia y no desde Castilla y León, País Vasco o la Rioja, obviamente mucho más cercanas en el espacio. ¿Dónde está entonces la tan cacareada expansión? Este hecho debería bastar a nuestros deplorables políticos y a los penosos técnicos que manejan la especie en nuestro país para sonrojarse.

Un segundo argumento esgrimido con insultante normalidad por las administraciones autonómicas para blanquear la caza del lobo es que facilita la aceptación de la especie en el mundo rural y reduce la aversión hacia ella, reduciendo por consiguiente su persecución ilegal y el conflicto social. Si no se sostenía en pie el argumento anterior, este lo hace menos aún. Lo mires por donde lo mires no hay por dónde cogerlo dado que dicho furtivismo se ha mantenido inamovible en el tiempo y el enfrentamiento actual no solo es enorme, sino que se ha incrementado notablemente en los últimos años.

Dicho todo lo anterior hay que incidir, además, en que se hacía necesario cambiar su estatus legal para no seguir reduciendo su exiguo acerbo genético, ya seriamente comprometido cuando toda la población actual procede de los genotipos de unos 50 ejemplares nada más. Por último, la propia evolución de la sociedad hace igualmente urgente un cambio en los modelos de gestión del medio natural más propios de una civilización que aspira a ser culta y avanzada, basados en la tolerancia del hombre para con el resto de seres vivos del planeta, y alcanzando soluciones nuevas a los posibles conflictos generados por esa coexistencia, soluciones que no impliquen la eterna eliminación de aquellos seres vivos que los generen.

Hoy se ha publicado definitivamente en el BOE la Orden Ministerial que recoge la necesidad de protección de una especie apical imprescindible en los entornos naturales ibéricos, que aporta importantísimos valores ecosistémicos incluso para el propio mundo rural que lo persigue tan implacablemente, como cortafuegos en la transmisibilidad de epizootías hospedadas en ungulados silvestres, como controlador de su número y de las afecciones que pueden llegar a causar al sector agrícola, o manteniendo en números adecuados a los mesodepredadores que, a su vez, dañan a otras especies más pequeñas, incluidas especialmente las de caza menor. Hoy se consuma el segundo gran hito en la conservación de la especie. Han tenido que pasar 50 años. Medio siglo para que el hombre suba un nuevo peldaño en la normalización de su relación de amor-odio con el resto de seres vivos del planeta Tierra. 50 años en los que parece que no hemos avanzado culturalmente nada, si nos atenemos a la bomba mediática que ha supuesto este paso adelante en nuestro respeto a la naturaleza. 

Pero este nuevo hito no supone en realidad su protección definitiva, ni mucho menos, todos lo sabemos y somos conscientes de ello. Plantea en sí mismo un escenario lleno de dudas, donde los sectores sociales contrarios y favorables a su conservación nos deberíamos sentir obligados a converger y, sosegadamente, dialogar sobre la nueva situación.

La primera pregunta que nos deberíamos responder es si de verdad queremos sentarnos a hablar. Si es afirmativo todos saldremos ganando, el mundo rural y el mundo conservacionista, porque en el fondo tenemos que ir de la mano.

El mundo rural no quiere pagar los costos que pueda generar la conservación de la especie; esto es evidente y no requiere explicación alguna. Los conservacionistas por su parte tampoco desean que los ganaderos sean los damnificados que asuman las consecuencias. Este axioma elemental puede necesitar para alguno una explicación en profundidad. Por un lado, si el ganadero tiene daños podría llegar a perseguir ilegalmente al lobo y eso es lo que no queremos, por lo que es útil para nuestros intereses que él no sufra las consecuencias. Por otro lado, el movimiento conservacionista está emocionalmente muy vinculado a la realidad del campo y la naturaleza, campo y naturaleza que procura defender para el bien general de todos los ciudadanos. ¿Dónde está escrito que este movimiento social nacido en las urbes pero profundamente conocedor de los problemas de nuestro entorno, constituidos en verdadera policía ambiental en una sociedad compleja, no le importen los problemas que afecten a la gente que vive en el campo? La manoseada y grosera expresión de que preferimos salvar a los lobos a costa de la extinción de los ganaderos es una frase mentirosa y manipuladora. Es sencillamente falsa. Esta gastada ya. Cualquier opinión en esta dirección es tramposa o está equivocada. El movimiento ecologista históricamente ha sido un movimiento social que ha perseguido la coexistencia en paz del hombre con la naturaleza, sin anteponer nunca a esta sobre aquel. 


Y en medio del mundo rural y los conservacionistas se encuentran los terceros en discordia: las administraciones autonómicas y los sindicatos agrarios con continuas declaraciones incendiarias que no ayudan en nada a sosegar los ánimos, ya de por sí caldeados, de las partes implicadas. Y por si éramos pocos en este diálogo de sordos, como comparsa de estos actores, nos topamos, cómo no, con muchos medios de comunicación que se frotan las manos con más carnaza fresca que vender, amplificando con su megafonía las iracundas declaraciones del catálogo de siempre de políticos, gestores y sindicatos. Por su parte, el mundo de la caza va por libre, y mientras que unos piden que se extermine la especie porque se alimenta de "su ganado silvestre" (ciervos, jabalíes, corzos y cabras monteses, principalmente) y llevando a cabo por ello una persecución infame -en muchos casos "institucionalizada" en las Reservas Regionales de Caza mediante funcionarios a los que mantenemos todos-, otros solicitan que no solo se favorezca su caza deportiva como hasta ahora, sino que incluso se permita también al sur del Duero. Muy lejos está el sector cinegético del sentir mayoritario de la sociedad actual, que llega a ver repulsiva la muerte por diversión de cualquier animal, pero mucho más aún, si cabe, del que en realidad es el padre de todos nuestros perros. Su grotesca falta de sensibilidad es simplemente penosa.

El nuevo panorama se muestra difícil. Delicado. Pero en el fondo tanto el mundo rural como el conservacionista desean lo mismo: que la conservación de la especie no afecte a los intereses económicos de los ganaderos. Si en lo principal estamos de acuerdo, ¿por qué resulta tan complicado armonizar posturas y exigir juntos que las administraciones hagan su trabajo por una vez, que los sindicatos dejen de incendiar el ambiente y que la prensa simplemente sea equidistante de la cuestión y se limite a contar hechos, en vez de vender la ristra de eslóganes irritantes de unos cuantos?


Claro, hay una pega para que nos entendamos todos: hay que basarse en hechos reales, en datos empíricos, científicos; no en emociones o sentimientos. El "adversario" -por llamarlo de alguna manera- común es la Administración que, no solo inflama el ambiente con consejeros embaucadores que politiquean públicamente las mentiras que muchos quieren oír en el medio rural, alimentando un odio ancestral e histórico difícil así de reducir, sino que no ayudan ni a la protección de las cabañas ganaderas ni a la compensación adecuada de los daños allí cuando se producen. Hay que apelar a la responsabilidad del propio ganadero para adoptar verdaderamente las medidas de protección necesarias para cuidar su negocio, exactamente igual que haría cualquier otro empresario de cualquier otro negocio y en cualquier otro sector económico. Hay que añadir un cambio normativo administrativo, integral, que aporte seguridad al sector frente a sus verdaderos problemas, que no son el lobo, sino producto de la economía global: bajos precios de mercado, elevados gastos de producción, competencia con productos traídos de países lejanos, intermediarios que se quedan con los beneficios, etc. No puede ser que el ganadero asuma las pérdidas que la conservación de una especie protegida (cualquier que sea) puede generar, debe ser la sociedad en su conjunto la que asuma el costo de esa convivencia, siempre que el sector adopte las medidas necesarias para proteger su ganado, requisito este último que debe premiar a quienes lo cumplan. 


Aquí el sector agropecuario tiene también mucho que aprender y cambiar, empezando por ver con malos ojos el enorme fraude (mal llamado "picaresca") que existe en el mundo rural. Vasta ya de achacar al lobo lo que en muchísimos casos es perro, o simplemente muerte natural por accidente o enfermedad. La responsabilidad del lobo es muy inferior a la que se carga en sus espaldas, y esto el ganadero lo sabe perfectísimamente. Y los sindicatos agrarios también y, o bien son condescendientes con esta irresponsable y fraudulenta simulación, o bien se aprovechan conscientemente de estas falacias para llorar y exigir a la administración compensaciones, a costa de aumentar artificialmente el conflicto. Así no se puede dialogar. Empecemos por conocer el alcance real de los daños generados por él, que los hay, y suponen un serio problema para muchas familias humildes, es cierto. Pero pongamos encima de la mesa el real, no el supuesto, no el imaginario, no el inventado que todos admiten. Dejemos atrás ya el teatro. Numerosos estudios demuestran que los lobos prefieren predar sobre ungulados silvestres antes que sobre el ganado doméstico, el último de ellos realizado en Mongolia. Sigamos implementando medidas de protección en todo el ámbito ganadero, incluso en aquellos casos en los que el extensivo es difícil de proteger. Indemnicemos con rapidez y sobradamente los daños ocurridos, no intentemos evitar lo más sencillo de todo, cubrir solidariamente entre todos los problemas generados por la especie. Y finalmente, hablemos. Hablemos de verdad, con cifras reales sobre la mesa. El costo público de su persecución institucionalizada por funcionarios que pagamos todos es, con seguridad, muy superior al de los daños generados por la propia especie. Reorientemos pues los gastos que genera, no en su persecución, sino en la protección de los ganados y en su conservación. 

Aquel que suelte la primera frase tendenciosa que sea relevado de la mesa por alguien honesto que se atenga a la puñetera realidad. Seamos, pues, simplemente inteligentes y empáticos. Los unos con los otros. Se trata de algo tan sencillo como eso, usemos la cabeza para que todos quedemos satisfechos por haber hecho las cosas bien, coherentemente. Sin mentiras. Sin demagogias. Sin emociones ni sentimientos. Con realidades y soluciones.

Olvidémonos de matar todo lo que nos estorba. El mundo nos lo está pidiendo a gritos.



11 de septiembre de 2021

El lobo y el ganadero


Desde hace unos días tenía pendiente hacer una pequeña mención en este diario personal sobre un artículo que he leído y que me ha llamado la atención, no por lo que en él se cuenta, que es algo que yo ya conozco sobradamente, sino por la claridad con la que se expresan unos paisanos, ganaderos de ovino en tierra de lobos. El artículo se titula "Leandro y sus hermanos, los lobos y 1.200 ovejas", y fue publicado el 30 de agosto pasado por el diario on-line Público. Me quedo con algunos párrafos que no tienen desperdicio y que dejan en evidencia las llantinas de los sindicatos agrarios y su machacona insistencia con que el lobo y la ganadería no son compatibles. Ahí van algunos:

"Lo primero que nos ha aportado el lobo es que nos ha hecho cambiar el modelo de gestión del ganado hacia un modelo de bienestar animal. Para empezar, a nuestro padre todos los años los lobos le mataban ovejas, algunos años hasta decenas, han sido cientos a lo largo de su vida; a nosotros, en estos 12 años, ninguna. Eran otros tiempos. Pero ahora sabemos lo que hay que hacer. Conocemos las medidas. Y hemos cambiado, cuidamos las ovejas, las pastoreamos. Tenemos perros mastines que las cuidan y que ahuyentan al lobo. Porque no las dejamos a su aire en el monte y vamos a verlas una vez cada 15 días, como hacen otros. Es que hay que ser ganaderos. No ganaeuros, como hay muchos: ellos en el bar y las ovejas en el monte. Hay que ser ganaderos y pastores. Si decides dedicarte a esto, te tienes que dedicar a esto, y ser profesional, como en cualquier otro trabajo; no solo propietario de animales o de terrenos"



Conocedores de los beneficios ecosistémicos que proporcionan los depredadores, incluso para el propio ganadero afirman que "El lobo nos ha dado la lección de que tenemos que cuidar del ganado. Además, el lobo mantiene sana la fauna salvaje, se encarga de limpiar los excedentes o los ejemplares más dañados, y así pone control, por ejemplo, a las epidemias de sarna de los corzos, que se pueden pasar fácilmente al ganado"

Y meten el dedo en la yaga, van a cuestiones que poco tienen que ver con el animal en sí: "Pero no, es muy fácil echarle la culpa de todo al lobo, usarlo como chivo expiatorio para no sentarse a hablar entre todos del futuro de la ganadería extensiva, de las pequeñas explotaciones, de los pueblos. Quizá es que haya muchos intereses en la ganadería industrializada y en el negocio de la caza del lobo, quizás sea que los gestores de montes de la Junta de Castilla y León siguen con el espíritu repoblador y de aprovechamiento a corto plazo del ICONA franquista, quizá sea que los sindicatos agrarios y ganaderos ni sean sindicatos ni agricultores ni ganaderos sino gestores de cotos de caza, y que no se quiera dar salida a esto, que por eso ni siquiera se sientan a hablar. Pero si ni siquiera tenemos un censo fiable de cuántos lobos hay desde hace más de 20 años ... Yo entiendo que mi padre y la gente de su edad en aquellos tiempos quisieran matar al lobo, pero, hombre, no sé, o evolucionamos y progresamos y entendemos lo que es el equilibrio en el campo, la defensa de la biodiversidad y de la agricultura en extensivo ... o nos la pegamos ..., y nos tiramos todos por el barranco, como le pasó a aquel rebaño de mi padre que, ante la llegada del lobo, las ovejas, asustadas, decidieron tirarse peña abajo"


El caso de otros jóvenes ganaderos que han tomado el relevo de sus padres es igual de significativo. Así podemos leer este otro artículo titulado "Pastores que conviven con el lobo: "Estoy a favor de prohibir su caza" ", publicado en elDiario.es en febrero de este año. Nos cuenta el caso de un ganadero de vacas de la comarca sanabresa, donde nunca dejó de haber lobos ni en los peores momentos del siglo pasado, y que viene a demostrar que el vacuno también puede ser protegido eficazmente si se usan las medidas preventivas que tenemos a nuestro alcance. "Le sale más económico -haciendo referencia a la administración castellano leonesa- matar al lobo que dar estas ayudas para la protección del ganado", explica este ganadero de 22 años. En este mismo artículo otro ganadero de la montaña leonesa afirma que "La coexistencia es lo normal aquí, el lobo no supone un problema", y vuelve a poner el foco en la administración al decir que "El problema es más grande que la coexistencia con el lobo, es un tema de la Administración, que no entiende a los ganaderos".

No son los únicos pastores que conviven con el carnívoro, hay otros muchos testimonios igual de esclarecedores que nos hablan de que la coexistencia puede ser una realidad; y de hecho lo es, como lo estamos viendo aquí, cuando se quiere de verdad. 

Querer es poder.

Pero públicamente no tiene tirón hablar de convivencia -debe ser una ñoñería poco comercial-. Seguro que vende mucho más hablar de que el lobo (o lo que quiera que haya sido, que si es perro tampoco pasa nada por achacarlo también a lobo) ha matado, de que la ganadería puede desaparecer si se protege al depredador, de que hay que decidir entre el animal o el hombre de campo, que si se protege al lobo la ganadería está en peligro de extinción, ... y otras palabrerías incendiarias y tendenciosas similares que no buscan consensos, sino caldear el ambiente. Sindicatos agrarios y medios de comunicación tienen que hacérselo mirar, parecen vivir del enfrentamiento, del llanto y la queja, de los aspavientos y el vocerío, del chantaje y las amenazas. Del ruido, en definitiva.


Hace ya unos años Ecologistas en Acción puso en marcha una campaña para fomentar la coexistencia de la ganadería y el depredador conocida como "Vivir con lobos" en la que se implicaron más de medio centenar de explotaciones ganaderas. Según la propia organización ecologista "... se ha iniciado un cambio de mentalidad y de actitud frente al lobo por parte de un número estimable de ganaderas y ganaderos, aunque el cambio es todavía incipiente, sin duda dificultado por unas administraciones que apenas apuestan por la prevención y no tienen una adecuada política de indemnizaciones, así como por unas organizaciones agrarias que no quieren la coexistencia"


A eso añadiría yo que también por unos medios de comunicación para nada profesionales con el tratamiento de las noticas, que casi nunca cotejan ni contrastan los sucesos con la opinión de biólogos y conservacionistas, y que generalmente son redactadas por periodistas muy poco rigurosos y que no tienen ningún conocimiento en materia de medioambiente. Son los medios de comunicación, de hecho, una parte fundamental del problema y, sin duda, su responsabilidad es tan alta como la de los propios sindicatos agrarios. Como yo mismo he escrito en alguna otra ocasión en este blog, matar lobos se ha demostrado ineficaz para evitar el conflicto con las ganaderías, y más aún si el objetivo final de nuestra sociedad es fomentar la coexistencia del mundo rural con él. Usar el rifle en vez del cerebro es el resultado de una gestión inaceptablemente simplista, cortoplacista y miope, que demuestra, por un lado, nuestra nula inteligencia al insistir cazurra e ignorantemente en el tiro limpio como medio de solventar el conflicto, y que, por otro, parece obedecer más bien a una pataleta infantil que a un razonamiento serio y pragmático: 

- Tú me matas ovejas, pues ya no te ajunto, ¡ale!. Ahora vas a ver de lo que soy capaz.

Señores de las administraciones y de las organizaciones agrarias, si matar lobos lleva una eternidad sin solucionar el problema ... ¿es tan complicado darse cuenta en pleno siglo XXI de que hay que buscar otra fórmula para solucionar la cuestión?, ¿es tan complicado ver la demostrada ineficacia del tiro como estrategia para acabar con los posibles ataques de los lobos?, ¿es de verdad imposible fijarse en los muchos ejemplos de ganaderos en extensivo que conviven con el depredador sin que este les ataque su ganado?, ¿por qué se ponen de perfil ante esta evidencia? De verdad es que no soy capaz de comprender semejante cerrazón en solucionar todos los perjuicios que nos pueda causar nuestra compleja relación con el medio natural matando a los seres vivos con los que entramos en conflicto. No lo entenderé nunca.

¡Qué seres más brutos debemos ser!

4 de septiembre de 2021

Infancias robadas

Aparco por un momento los derroteros por los que este diario me arrastra y me quedo clavado mirando unas viejas diapositivas cuyos protagonistas me reclaman poderosamente la atención. Las sensaciones que tengo al verlas son de profunda tristeza. En ellas veo a los niños de una remota aldea perdida en el Karakorum sujetando sus viejas tablillas de madera, que hacían las veces de las pizarras de piedra que nuestros antepasados usaron en la escuela desde la Edad Media hasta el siglo XIX principalmente. En las sobadas tablillas aquellos niños aprendían a leer y escribir, y unas matemáticas rudimentarias, buscando alcanzar un futuro mejor que el de sus padres, intentando salir del agujero de miseria en el que habían nacido. O al menos aprendían con aquella intención.


Muchos no lo habrán conseguido, quizás ninguno. Se arremolinaban alrededor de aquellos tres occidentales que parecerían a sus ojos envidiables extraterrestres, inalcanzables, con sus cámaras fotográficas, sus ropas y calzados buenos, con sus equipos de montaña y con una riqueza que les permitía despilfarrarla volando desde sus lejanos lugares de origen hasta aquel país para recorrer a pie sus montañas, algo excéntrico y absurdo para ellos. Unos críos nos miran como asustados, los más pequeños. Otros se divierten con nuestra presencia, somos una novedad. Otros incluso se muestran especialmente curiosos y se nos acercan decididos. Pero las niñas no. Las niñas están desplazadas, siempre en un segundo plano, bien conocedoras ya de cuál es su roll en aquella sociedad patriarcal y machista, siempre haciéndose cargo de algún hermano pequeño.


Ellas nunca sonrieron, siempre trabajando desde muy pequeñas, sin posibilidad de salir del bucle en el que nacieron, ellas, sus madres, sus abuelas, sus bisabuelas ..., predestinadas desde que fueron engendradas para ser casadas con hombres adultos cuando ellas aún apenas están dejando la infancia -si es que alguna vez la tuvieron-.


En estos tiempos que corren, en los que las noticias nos arrastran a la cruda realidad afgana, mi corazón no puede por menos de llorar cuando veo estas viejas diapositivas y pienso en aquellos niños y niñas, hoy hombres y mujeres, y en cuál habrá sido su destino final, en si habrán conseguido salir de aquel pozo sin fondo en el que yo me los crucé durante unos pocos minutos. E imagino a esos niños y niñas afganas que intuimos en la televisión estos días y a los que nunca llegaremos a conocer. Nosotros, en nuestras acomodadas vidas, al menos tenemos la obligación de pensar en ellos, de no olvidarlos, de no hablar de ellos como de simples números de un noticiario.

Porque los niños siempre son los primeros que pagan las consecuencias de las guerras que hacemos los adultos, y porque, además, las niñas son las que siempre sufren las peores consecuencias de nuestras miserias humanas, hoy pienso en las niñas y los niños afganos. Y los veo a través de los ojos de aquellos otros críos pakistaníes para los que solo fuimos una novedad en aquel lejano día a la salida de la escuela.

31 de agosto de 2021

Savia nueva

Como cada primavera y verano muchos de nuestros protagonistas se muestran ante nuestros objetivos con la inocencia de su corta edad. Pajarillos desaliñados con plumajes que dejan entrever aún los restos de sus plumones infantiles, de colores generalmente más apagados y discretos que los de los adultos. Plumajes que les han servido para pasar desapercibidos en sus nidos ante las posibles miradas golosonas de quienes se alimentan de ellos.

Como ya observábamos en la librea de algunos de los rabilargos fotografiados hace unas semanas y que os presentábamos en otra entrada de este blog, estos herrerillos comunes (Cyanistes caeruleus), hermanos de una misma nidada probablemente, presentan también plumajes menos llamativos que los de sus progenitores, con colores amarillo y añil menos intensos, con sus cabecitas aún muy grises, en algunos casos ya punteadas con plumas de color azul, a veces incluso con restos del plumón que los mantuvo calientes en el interior del nido, y con sus caritas tiernas cubiertas de pequeñas plumas menos blancas que las definitivas de un adulto, como si tuvieran la cara sucia, sin lavar. Pequeños traviesos que revolotean inquietos como jugando con nuestro objetivo, como si nos estuvieran diciendo:

- A ver si me pillas.

Preciosos, equilibristas entrañables y cercanos herrerillos que pueblan, no solo bosques y sotos, sino también parques y jardines. Simpáticas bellezas en miniatura.





Como de costumbre en este blog, fotogramas completos, sin recortes ni re-encuadres. Hay que estar cerquita de verdad para jugar al "pilla pilla" con estas miniaturas emplumadas.

27 de agosto de 2021

¿Energías renovables ... responsables?


En los últimos tiempos estamos viendo cómo proliferan los aerogeneradores por nuestra geografía y cómo, poco a poco, iniciamos el deseable cambio de modelo energético hacia fuentes menos contaminantes y más sostenibles en el tiempo. Esta transformación debe ir necesariamente acompañada de una mayor eficiencia energética, tanto en la industria, como en la vida cotidiana, fomentando además el autoconsumo, en vez de penalizarlo como ya hizo incomprensible e indecentemente algún gobierno anterior. De poco sirve implementar modelos energéticos con estándares sostenibles si aquellos no van acompañados de una eficaz reducción del consumo de energía. El despilfarro de esta seguirá agravando la situación de emergencia climática que está viviendo el planeta, incluso si se trata de energías renovables. Ha llegado el momento de poner sobre la mesa un concepto que asusta a las grandes multinacionales y a toda la industria en general: "el decrecimiento". Debemos ..., no, ... debemos no, "tenemos" que consumir menos para que el planeta sea capaz de compensar nuestra irresponsable y abusiva explotación de sus recursos naturales. Esto implica que para que nuestro planeta tenga un futuro a corto o medio plazo necesariamente debemos cambiar nuestro estilo de vida, apostando radical y definitivamente por las energías renovables y, a la vez, combinándolo con el ahorro, no solo de dicha energía, sino de todas las materias primas en general. Claro que asusta a muchos eso de "ahorrar", porque significa reducir el consumo, porque apunta a producir menos, vender menos y ganar menos. Porque pone patas arriba la idea implantada a fuego en nuestra sociedad de que para ser feliz hay necesariamente que consumir. Que si no tienes, no eres. Que si no acumulas no te realizas. En definitiva, poner patas arriba la idea de que la base de la sociedad del bienestar es el consumismo sin freno, esa obsolescencia programada y aceptada de buen grado por el ciudadano, esclavo como está de la superficialidad social y del postureo. La proliferación de webs de segunda mano que incitan a vender para comprar nuevos artículos es un buen indicativo del nivel de banalidad a la que hemos llegado.

Vivimos en la sociedad del "Compra, compra, paga, paga, usa tu tarjeta hasta que te salgas llagas, compra, compra, paga, paga", como bien critica la canción de Bebe.

En esta tesitura nos encontramos actualmente, pero a perro sarnoso todo se le vuelven pulgas. Entonces, si aspiramos a cambiar los modelos energéticos y hasta la mentalidad miope del ser humano ante el exceso de consumo, alguno nos dirá:  -¿Y cuál es el problema respecto de la transformación energética que se está consolidando en nuestro país y que está multiplicando por muchos enteros los parques de energía eólica?, ¿no es eso, acaso, lo que necesitamos y por lo que habéis llorado durante años? El caso es que sí, ... pero ...


Con el ser humano siempre hay un pero. En este caso el pero es que los proyectos de energías renovables (parques eólicos, principalmente) en nuestro país no obedecen a criterios de sensibilidad ambiental, sino de vocación económica. -¡Joder, otra vez oponiendo la conservación al dinero!, dirá otro. Y tendrá toda la razón al hablar de confrontación, pero no del movimiento conservacionista ante el poder económico, sino de este último contra la custodia medioambiental. Porque resulta que las gigantescas y todopoderosas empresas energéticas no se han vuelto repentinamente "verdes" y ecologistas, ni se han colocado de modo alguno al lado de la conservación sino, como de costumbre, en frente de la sostenibilidad ambiental. Y esto ha sido así en muchos casos porque han destruido enclaves de altísimo valor ambiental. Porque a veces tienen la torticera costumbre de fragmentar grandes proyectos en varios más pequeños que puedan sortear los Estudios de Impacto Ambiental que de otra forma nunca superarían. O porque, por el contrario, si el impacto es grande en un punto muy concreto suman varios planes energéticos para que dicho impacto se vea diluido. O porque los realizan con una penosa información ambiental intencionadamente, sin observar la afectación que dichos proyectos pueden causar en la biodiversidad del lugar a lo largo de todo un año, con lo que flirtean los impactos reales que afectarían negativamente a especies migratorias o reproductoras, por ejemplo, según el caso. O porque, por supuesto, hacen uso de las siempre socorridas alternativas peores que abocan a las administraciones a aprobar las que previamente los grandes promotores esperan que sean aprobadas. O simplemente porque nunca observan la alternativa cero, la de no llevar a cabo el proyecto si el impacto medioambiental es elevado. Y qué podemos decir del seguimiento de la mortandad que pueden provocar los aerogeneradores en aves y murciélagos y que son llevados a cabo por las mismas empresas energéticas, siendo generalmente infravalorado -cuando no directamente silenciado- el alcance real del problema. 


Así no, señores, así no estamos cambiando a un modelo de energía sostenible, porque simplemente esa energía no puede calificarse de tal manera si para su producción se han destruido previamente espacios de gran biodiversidad y, en consecuencia, también a esta última. No podemos permitir que las energías renovables, tan deseables sin duda, se conviertan en otro factor añadido de impacto ambiental en nuestro planeta. Tampoco en nuestro país. El problema es que aunque estas energías sean teóricamente verdes, los propietarios de las grandes energéticas no lo son, solo son empresarios en busca de beneficios. Punto. En palabras de Ana Carricondo, de SEO/Birdlife, "La cantidad de proyectos que se quieren ubicar en zonas de valor ecológico es inaceptable e inexplicable. Es necesario reforzar la normativa ambiental para alejar la presión de las zonas de mayor interés para la biodiversidad. Eso implica que las administraciones públicas desarrollen mapas de sensibilidad ambiental, incluyendo con claridad zonas de exclusión".


Ana C. hace mención en su párrafo a la presentación que el MITECO hizo en diciembre de 2020 de un documento que pretende "orientar" sobre una posible zonificación ambiental para las energías renovables, aunque según el parecer de muchos expertos no ataja en realidad el problema, ya que no aporta áreas de exclusión realmente. Sin duda, antes de que las administraciones elaboren esos mapas que determinen las áreas de exclusión muchos espacios naturales de alto valor ambiental habrán sido destruidos al amparo de esas energías supuestamente verdes que todos anhelamos. Estamos en el momento clave para amparar la biodiversidad del país (y del planeta) con unas renovables que sean verdaderamente responsables, racionales y bien planificadas. Estamos en el momento crucial para que nuestros gobiernos aprueben leyes que pongan coto al descontrol de estas grandes empresas y ordenen eficazmente el desarrollo de esta transformación energética en base al interés general de la sociedad y no al de unos especuladores que hacen de los derechos de explotación el medio a través del cual enriquecerse (aún más). No caigamos, pues, en la trampa de criticar a los grupos conservacionistas cuando alegan contra las ubicaciones de muchos de estos proyectos, pues no somos nosotros los que nos oponemos a la transformación energética. Critiquemos a estos señores que nos venden una imagen verde al mismo tiempo que destruyen nuestra biodiversidad.

Así no, señores. Así no.